jueves, 15 de abril de 2021

15 DE ABRIL, 1938 MUERE CÉSAR VALLEJO EN PARÍS - VALLEJO HACIA LA ETERNIDAD - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LA MUERTE LIBERADA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
 

Construcción y forja de la utopía andina
 
 
ABRIL, MES DE LA PALABRA,
LA CREATIVIDAD LITERARIA E
INMORTALIDAD DE CÉSAR VALLEJO
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
 SE REZA A VALLEJO


 
1. Probó su canto
y forjó su temple
 
A Vallejo se le reza.
Su poesía se musita: sea conducidos al quirófano, sea si sufrimos una desgracia o nos colme una alegría, sea cuando lloramos, sea cuando tengamos que aferrarnos a una esperanza inaplazable.
En cualquier prueba de fuego, sea que estemos con los ojos abiertos o cerrados en lo alto o profundo de las cimas o los abismos iremos diciendo algunos de sus versos, porque coinciden totalmente con esas cumbres, fosas e inmensidades.
 Con ellos se sube a las montañas a entregar la vida entonando cánticos de júbilo y libertad. Se los dice como consigna, como arenga, como proclama en el fragor de las batallas. 
Nunca antes cada palabra se empapó de tanta vida, se caminó tanto con ellas por calles, orillas de océanos y plazas libres o sitiadas. Nunca otros textos se confrontaron con tanta situación límite.
 
2. Con las cuales
luchar
 
Salvo las Sagradas Escrituras o los Evangelios de los cuales los poemas de César Vallejo forman parte, o creo que son necesaria añadidura, nunca antes la palabra se empapó tanto de la pena o de la gloria que es ser y hacerse hombres en la tierra.
Porque nunca el alma humana probó su canto y forjó su temple con cada arrullo o susurro de ternura como la que se criba en sus versos.
La poesía de César Vallejo ya no es voz de un poeta. Rebasa el campo de la poesía y de la propia persona que lo produjo.
Y es palabra profética en actitud redentora porque propone nuevas y vastas verdades fundamentales en las cuales despertar, creer y confiar.
Con las cuales luchar y enternecerse y hasta dejarse morir.
Suponen arrojo, fervor y adoración. Porque están cotejadas con la vida cotidiana y con la otra, eterna o alucinada.
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
*****
15 DE ABRIL, 1938
MUERE CÉSAR VALLEJO EN PARÍS


 
VALLEJO
HACIA
LA ETERNIDAD



 FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


 
LA
MUERTE
LIBERADA


  Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Y que hay
un Viernes Santo
 
Abril en Santiago de Chuco es mes dulce y transido, de tierra húmeda y de siembras esperanzadas; de fragancia a flores nuevas e íntimas; de recogerse al abrigo del fogón en las tardes entrañables y apacibles a probar el yantar después de las faenas del campo.
En este mes murió César Vallejo en París, simbolizando con ello una siembra en esta tierra fértil, y ocurrió cuando apenas tenía 46 años y su vida era una bandera izada en lo más alto; de honradez, dignidad y pundonor flameando en el viento.
Moriría un Viernes Santo:
día del cual tengo ya el recuerdo,
Había dicho él. Y, mucho más antes, precisó más aún:
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernesanto más dulce que ese beso.
En esta noche rara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso
Todos estos son planos de una relación paradigmática de César Vallejo con la muerte, vínculo en el cual se dan diversas significaciones de su vida y obra con la muerte.
 
2. Muerte,
con mayúscula
 
En los heraldos negros escribe:
"Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como sí ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
He aquí y siempre su aprehensión con relación a la muerte, que era honda y terrible. Esta relación con ser constante y habitual, nunca dejó de tener el signo de lo estremecedor, atroz e ineluctable.
“Los heraldos negros”, como representación de la muerte, son esos adalides del dolor, son esos representantes de todo aquello que es acervo y oscuro, fatal y desalmado. Precisamente, son: “potros de bárbaros atilas o los heraldos negros que nos manda la Muerte”. Y Muerte, así, siempre con mayúscula.
La muerte tiene entonces para César Vallejo el signo de lo fatal, siempre.
 
3. “¡Qué
horror!”
 
La muerte como realidad no es que la imaginó o la supuso. La tuvo muy cerca y muy presente en su vida. Estuvo muy marcado por ella; y tanto, y continuamente, que algunos hitos son así:
Murió su hermano Miguel, el más cercano a sus juegos. Murió la mujer que más la comprendía y tenía la ilusión más grande acerca de él: María Rosa Sandoval.
Murió su madre cuando él atravesaba una etapa muy crítica y sensible en su vida. Murió después su padre.
Murió rayo el perro de su altura. Murieron los vecinos del burgo. Murió su eternidad, y está velándola.
La muerte para él, como para todos nosotros, tenía el significado del dolor supremo. Esta sensación está presente como ser humano que es. Hasta en sus horas de agonía, cuando dice en un momento, refiriéndose al trance que iba a afrontar y en ese momento padecía:
– “¡Qué horror!” –Cuál fue la expresión que exclamó en su lecho de muerte.
 
4. La muerte
heroica
 
Esta sensación le acompañó hasta el final, cuando refiriéndose a lo que ya presentía venir, la muerte, repitió aquellas palabras:
¡Qué horror! ¿Qué expresión más exacta y cabal acerca de la entraña y el talante de aquella parca?
Qué expresión más legítima en esa circunstancia, cual, es decir:
– “¡Qué horror!”
Y lo único que elimina el horror de la muerte es la muerte heroica.
Y es ello lo que abre paso a la muerte liberada o la liberación de la muerte; en donde a ésta se la libra de sus cadenas, de su encierro o de sus andrajos hasta dejar a besos su cadáver ensangrentado.
Ello ocurre cuando la muerte es heroica, cuando se da como sacrificio por el hermano, en solidaridad con todos los hombres.
Cuando ella sucede o transcurre como una ofrenda por la causa de la comunión universal con todos los hombres.
 
5. La aurora
de un tiempo nuevo
 
Liberación de la muerte es de lo que se trata. Pero, liberarla ¿de qué?
De su prisión, de sus cadenas y de su actitud postrada. De su tristeza y de su mudez. De su inmovilidad, de su silencio y de su miseria.
Y ello a fin de que no sea ya nunca más una muerte inactiva, inútil e inerte. Y la muerte también sea una muerte militante, humana; en el sentido de jubilosa, constructiva y transformadora.
Como fue o es la muerte de todo aquel militante consagrado a servir a la humanidad y al bien común; en coherencia con el ideario vallejiano.
Siendo así será una muerte que deja de ser tal y que se vuelve vida. Ya no efímera sino significativa y eterna:
Constructores
 agrícolas, civiles y guerreros,
de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito
que vosotros haríais la luz, entornando
con la muerte vuestros ojos;
Aquí los constructores agrícolas, civiles, guerreros, es decir los voluntarios de España, ofrendan su vida por el amanecer y por la aurora de un tiempo nuevo, de un mundo mejor, de una vida con imperativo moral.
 
6. Izando
la misma bandera
 
Como cuando expresa:
    que, a la caída cruel de vuestras bocas,
vendrá en siete bandejas la abundancia, todo
en el mundo será de oro súbito
y el oro,
fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de sangre,
y el oro mismo será entonces de oro!
Ante aquella muerte hasta el metal precioso adquirirá su virtud más preciada y excelsa: ¡ser de oro!
¡Se amarán todos los hombres
y comerán tomados de las puntas de vuestros pañuelos tristes
y beberán en nombre
de vuestras gargantas infaustas!
Y no es que él solo alienta, proclama y canta mientras que otros dan su vida y mueren.
César Vallejo murió él mismo en este trance.
Él cayó extenuado por esta causa, el 15 de abril de 1938, en pleno día de batalla, como un guerrero más, aunque a 1038 kilómetros que es la distancia de Madrid a Barcelona, pero izando la misma bandera y la misma causa de la dignidad humana.
 
7. Página
sagrada
 
Y sus últimas palabras justamente fueron:
“¡España!” “¡Me voy a España!”
Ante estos paradigmas hasta los sufrimientos, lo que es triste, apenado y fatal, ha de ser motivo de júbilo y hasta de epifanía, porque triunfa el orden moral:
Descansarán andando al pie de esta carrera,
sollozarán pensando en vuestras órbitas, venturosos
serán y al son
de vuestro atroz retorno, florecido, innato,
ajustarán mañana sus quehaceres, sus figuras soñadas y cantadas!
En esto nos basamos para decir que es él un poeta que triunfa sobre la muerte, que la libera y la resucita. Y que ya no es solamente un poeta, sino un redentor, quien interpreta en función de los sacros intereses del pueblo cuáles son las claves profundas que amparan nuestra existencia.
Por eso su muerte en abril la repite como un acto ritual cada labriego de Santiago de Chuco que a esta hora siembra la tierra buena y fecunda siempre con la ilusión y la esperanza tangibles de construir el mañana.
Y aquel libro donde se escribe tales mensajes traspone entonces la poesía y se torna en letra moral y en página sagrada.
 
 
15 DE ABRIL

MUERE CÉSAR VALLEJO EN PARÍS

MUERTE
EN
ABRIL


Danilo Sánchez Lihón


En suma, no poseo
para expresar mi vida
sino mi muerte
César Vallejo


1. Regresó
siempre

El Viernes Santo de 1938, que recayó en ser un 15 de abril, a las 9:15 de la mañana murió en París César Vallejo, con un leve aguacero; quien nació, se crio y vivió hasta los 16 años en Santiago de Chuco, tierra a la cual amó entrañablemente, a la cual regresó siempre y añoró con amor devoto, ferviente e ilusionado; muerte que había anunciado del siguiente modo, en su poema Piedra negra sobre una piedra blanca:
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París –y no me corro–
talvez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...

2. Una total
consagración

Tenía al morir 46 años de edad, y atravesó ese trance doloroso de casi un mes de postración y agonía con fiebres altas que sobrepasaban los 41 grados, sobrellevando esta prueba con una dignidad igual a las que caracterizaron cada uno de sus actos cotidianos, teniendo que cada detalle de su muerte está revestido de solemnidad y majestad supremas.
Sus amigos que fueron a visitarlo dos semanas antes de que cayera postrado lo invitaron a salir. Venía el ómnibus que debían tomar y todos corrieron para abordarlo. Pero él se quedó atrás. No pudo avanzar. Su cuerpo lo tenía débil y exhausto. Tuvieron que dejar pasar el vehículo y esperar que venga otro, donde casi alzándolo lo ayudaron a subir.
Había entrado a un período de agotamiento ilimitado y consunción extrema, por el estado a la vez febril y abatido que le producían los acontecimientos que se venían desencadenando en la Guerra Civil Española; un conflicto que se había desatado y ocurría a 1,260 kilómetros de distancia de donde él vivía, y que no comprometía ni a su tierra ni a su gente, contienda sin embargo con la cual se sintió tan identificado y comprometido que solo a un ser excepcional podía verse afectado de ese modo como él lo asumió,0 al punto de calarlo en un total desvelo, inquietud y consagración.

3. Quiero
tener un hijo

Escribió al respecto:
Voluntario de España, miliciano
de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón,
cuando marcha a matar con su agonía
mundial, no sé verdaderamente
qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho que acabe, al bien que venga,
y quiero desgraciarme;
En relación a estos hechos albergaba esperanzas, tenía sueños, mantenía al tope sus anhelos, trazaba planes, se ilusionaba con reiniciar su vida con opciones nuevas, con grandes y amplias perspectivas.
A su alumna hindú de ese entonces, a quien le enseñaba el español, le declara más o menos de este modo:
No todo está perdido. Mi mujer es joven, casi una niña. Quiero tener un hijo.
Lo conmovedor de estos hechos, dichos, ensoñaciones y cambios radicales en su vida es que los dijo pocos días antes de morir, razón por la cual cobran un significado estremecedor.

4. No sé de qué
se muere

Meses antes, y más precisamente en septiembre, octubre, noviembre y diciembre del año 1937, trabajó en casi todo lo que ahora son los Poemas humanos.
Período final de un proceso creador portentoso, que es cuando fragua y cincela también ese poemario incandescente, como es: España, aparta de mí este cáliz, dedicado a los voluntarios de la República de la Guerra Civil Española, contienda que asoló la patria de sus abuelos y de sus autores más dilectos, queridos y reverenciados.
  Al ingresar a la Clínica Arago, el 24 de marzo de 1938, una eminencia en la medicina como era el doctor Lemiere, después de examinarlo dijo:
Este hombre tiene todos sus órganos sanos y no sé de qué se muere.
Lo expresó después que se descartara que tuviera tuberculosis, fiebre amarilla, o malaria. Y es que él se moría de España, de mundo, de humanidad. Días antes de fallecer le hicieron punciones a la columna vertebral, a fin de extraerle líquido raquídeo, trance que hizo que diera alaridos y quedara inconsciente. Y de lo cual ya no se recuperó, agonizando desde el anochecer del día 14 de abril, delirante y febril; recordando hacia el amanecer del día 15 a su madre, a su tierra natal y a cada momento a España.

5. Valores
supremos

Ahora sabemos, como resultado de las apreciaciones realizadas por el médico argentino Carlos Urquijo, quien tuvo en sus manos toda la historia clínica y pudo estudiarla, y que puso en sus manos Georgette de Vallejo, que él murió de paludismo, enfermedad de los trópicos, no identificada todavía antes de 1938.
Y que él la padeció de adolescente al contraerla en Menocucho, lugar donde se esperaba al tren en el viaje de Trujillo a Santiago de Chuco, o viceversa, y de donde lo llevaron postrado y en litera hasta Santiago de Chuco, lugar donde se recuperó debido a los cuidados amorosos de su madre.
Gracias también a la leche fresca y espumosa del lugar, a los cereales recientes y en flor que allí se cosechan. Gracias a las mieles de los panales de abejas, que allí pululan. Y al aire vivificante que allí reina. Enfermedad que le rebrotó en París por la extenuación que le produjo el drama de la Guerra Civil Española.
Muriendo por consunción y agotamiento, debido a que entregó todo su aliento y las fuerzas de su grandioso espíritu, y de su maltrecho cuerpo, a favor de la causa del hombre; por el compromiso que asumió en la defensa de la dignidad, del bien y la belleza.

6. Su muerte
es un paradigma

Porque los enfrentamientos en los campos de batalla en la Guerra Civil Española fueron arduos el 15 de abril del año 1938, y que tenían variados y ardorosos frentes.
Así, desde el amanecer de aquel día el ejército de la República rechazó los ataques de las fuerzas de infantería y artillería de Francisco Franco en Vinaroz, a orillas del Mediterráneo.
De allí que cabe afirmar que él murió en batalla contra lo ilegítimo y espurio, contra lo vil y denigrante, contra el mal y la muerte.
Su martirio es el sacrificio de un guerrero, quien nos dio el ejemplo con su vida de cómo hay que asumir una causa y adoptar un compromiso a favor de los ideales irrenunciables de la humanidad doliente.
Su muerte es un paradigma, una página de heroicidad prominente, una epopeya de la especie humana.
Y en el campo de la poesía es el más grande de los fastos universales, solo comparable a la geta de Lord Byron, quien murió enarbolando las banderas por la independencia de Grecia, atacado de malaria en Missolongui, el 19 de abril de 1824.

7. Actos
de fe

Cuenta Gonzalo More, quien estuvo en el grupo de amigos que lo rodearon en su lecho de muerte, en carta que dirige a Manuel Chávez Lazo, lo siguiente:
La expresión de su rostro muerto era verdaderamente maravilloso. No te imaginas que belleza interior y que luz sobrehumana en la frente del cholo. El gesto de dolor que yo vi minutos después de su muerte, desapareció para dar vida a una expresión de serenidad y bondad infinitas...
Por eso, comparo la muerte de César Vallejo en abril al acto de la siembra y la maduración de los frutos que hace el labriego, el campesino y el peón; con quien él se ligó tanto y abrazó solidariamente en la vida; y se identificó plenamente con su destino y su suerte.
Con su muerte él se inclina y consustancia a la tierra madre para ser grano, semilla y mies. Y se liga y fusiona con el peón con quien Vallejo vuelve a unirse en el surco que se abre, en la flor que brota, en la espiga que estalla y en el fruto bueno y redentor que se ofrece y prodiga.
Y alcanza su absoluto y totalidad, en el acto ineluctable de la muerte, y en la resurrección cuando se alientan, como lo hizo él, grandes ideales, generosidades, consagraciones y actos de fe en el hombre. Y cuando se muere como lo hizo él en la trinchera del honor y dignidad más consagradas; y combatiendo, en este caso en la defensa de valores supremos para el bien del ser humano sobre la faz de la tierra.
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