domingo, 3 de enero de 2021

3 DE ENERO: LLUEVE EN MI TIERRA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 


 

 

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina

 
ENERO, MES DE LA DEFENSA DE LIMA
DEL NACIMIENTO DE ARGUEDAS, HERAUD
Y LOS PARADIGMAS DE MACHUPICCHU
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO

 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL
 
 
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3 DE ENERO
 

 LLUEVE
EN
MI TIERRA
 
 

Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. La lluvia
que arrecia
 
Hoy 3 de enero llamo a Radio Cordillera en Santiago de Chuco, pueblo enclavado en la serranía, queriendo comunicarme con un familiar de mi comarca.
Escucho que el locutor para hacerse oír en el fragor de los relámpagos, truenos y de la lluvia que arrecia golpeando con un sordo rumor en el tejado, clama:
– ¡Radio Cordillera! ¡Cordillera! ¡Cordillera! ¡Aquí Radio Cordillera!
Y luego de tener un momento levantado el fono me atiende, para decirme:
– Discúlpenos, doctor (No soy doctor, pero así quiere llamarme), pero hoy no podemos ir a llamar a personas a sus domicilios, porque las calles están inundadas, convertidas en ríos y ni siquiera se pueden transitar.
Y yo, solo por querer seguir sumergido y percibiendo ese estruendo, aunque diferido y lejano, pregunto lo que fuera:
 
2. El tono
asombrado
 
– ¿Pero acaso no hay alguien que pueda ir?
– Hay doctor, y aquí los tengo acurrucados, ¿pero quién va a salir si no va poder cruzar la calle por los torrentes que pueden hacer caer a una persona y arrastrarla? Además, ¿quién va a venir con esta lluvia? ¡Nadie!
– Pero su casa queda cerca.
– Así fuéramos, ¿quién va a oír los golpes que damos en la puerta con los truenos que están reventando? Solo sería ¡para quedar empapados!
– ¡Qué! ¿Muy fuerte está lloviendo? –Intervengo, solo para prolongar su manera de hablar, porque me fascina el tono asombrado del lenguaje de la gente de mi tierra.
– ¡Aguaceraso es, doctor! Parece que el cielo se estuviera rompiendo y en cualquier momento vamos a ver amontonarse las rocas celestiales de su bóveda y sus cimientos rotos y caídos encima de nuestras cabezas.
 
3. Detener
las goteras
 
– Pero, ¡habrá alguna gente caminando!
– ¡Nadie! Nadie doctor, nadie camina por las calles y ni siquiera se asoman a mirar por la ventana porque da miedo cómo se derrama a chorros el agua, y uno se pregunta: ¡Qué! ¿Tanta agua? ¿Hay lagunas y ríos acaso allá arriba, en el cielo? ¡Qué! ¿Ya no se acuerda, doctor?
– ¡Pero ustedes allí tienen buen techo! –Digo, tratando de ocultar mi nostalgia.
– Con este aguacero ninguno es buen techo doctor, las tejas mejor puestas se aflojan, desencajan y hasta se rompen. Ya nos faltan recipientes con qué detener las goteras que humedecen la cercha, la bóveda y filtra mojando la sala. ¡Qué ha de ser de nosotros!
Pero, repentinamente pareciera que les llega la señal interrumpida en la radio, y claman:
– ¡Radio Cordillera! ¡Cordillera! ¡Cordillera! –Pero no, no hay conexión.
 
4 Aunque
a retazos
 
– ¿Y si llamo más tarde, será posible la comunicación?
– No sabemos, doctor. Desde ayer está azotando fuerte esta tempestad. Pero, llame usted nomás, por si acaso, y si ha escampado entonces vamos a avisarle a la persona para que venga y se comunique con usted.
Y esperando que corten la llamada, permanezco con los ojos cerrados, evocando, mientras exclaman:
– ¡Aquí, Radio Cordillera, Cordillera, Cordilleraaaa! Ahora sí, ¿pueden captar Radio Cordillera? ¿Sí? ¡Por fin nos escuchan! ¿Sí?
Al parecer han recuperado la trasmisión. Y me dejan solo. Y ahora se desgañita el locutor, peleando con la lluvia, y yo me sumerjo en la evocación durante un breve momento.
– Trasmite Radio Cordillera. Aquí, aunque a retazos, por la tempestad que arrecia, algunos mensajes.
 
5. Qué
regresen
 
– A la familia Gastañuadí Retamozo, en las alturas de Cuajinda, que su hija Luzmila está viajando de Quiruvilca y lo esperen el sábado 15 al amanecer, con dos acémilas, en la majada de El Pedernal.
– Ahora nos trasladamos a Tamboras, para decirle a don Lizandro Martínez que preguntó ayer por su esposa e hijos, que salieron de Huaylío para las minas el martes 3. ¡Dios mío! ¿Ya hacen cuántos días? ¿Y no llegan? Que tomaron la ruta del Piscochaca, rumbo a Michiquilca. ¡Dios Santo! ¡Por allí ha habido derrumbes! Ojalá que nada malo haya sucedido. ¡Quien sepa algo que avise!
– Bajamos a la cuenca del río Pachachaca. Se alerta que a la altura de Palo Blanco ¡el río ha llevado casas y ha arrastrado el puente! Que no hay pase por ese lugar y no se atrevan con esas aguas que son turbias y cargan grandes piedras.
– Ya estamos en la parte baja de Chuca: Se avisa que ya no hay puente a la altura de Chorobal. ¡Y no busquen atajos que sus chorreras son alevosas! Tampoco hay puente en el río Huaraday a la altura de El Infiernillo. Que no intenten cruzar. El año pasado allí ocurrieron varias muertes. ¡Que regresen al lugar de donde partieron! ¡Aquí, Radio Cordillera, informando! ¿Radio Cordillera! ¿Aló? ¿Nos escuchan?
 
6. Nuestros pasos
y el destino
 
Y mientras aguzo el oído se perfilan nítidos los versos de César Vallejo, quien estando preso en la cárcel de Trujillo justo en estos días del mes de enero, escribe en el poema LVIII de Trilce:
Ya no reiré cuando mi madre rece
en infancia y en domingo, a las cuatro
de la madrugada, por los caminantes,
Y es que es temible un turbión en los caminos, cuando azota con sus ramalazos que golpean el rostro y ciega a los animales que se desbarrancan por los abismos. Y si la ropa es de lana empieza a exudar vapor que confunde y enreda nuestros pasos, mientras sopla el viento helado y hay un rumor sordo y monótono en la floresta. Y si es continua la descarga de relámpagos y truenos hay que buscar una peña bajo la cual guarecernos. Y ojalá que cerca encontremos una cueva en la cual buscar refugio. Aunque siempre será más el afán de llegar al bohío, que nos hace que apuremos el paso, antes de que cargue demasiado la quebrada o el río y se interpongan como muros de muerte que se alzan entre nuestros pasos y el destino.
 
7. Tierra trémula
y transida
 
Por eso, pese a que llueva a torrentes siempre se ve a los caminantes y peregrinos que no se detienen, no importando que la lluvia golpee de costado, de atrás o de frente.
La ilusión siempre es llegar hasta donde está la familia, la mujer y los hijos; al fogón hogareño así sea pobre y humilde. En realidad no hay pobreza sino cuando no hay afecto ni cariño. Porque así haya escasez de recursos, el hogar es lo más abrigado, íntimo e inmenso que tenemos en el mundo.
Este anhelo es el que hace que muchos hombres se arriesguen con el peligro que supone cruzar una correntada, cayendo envueltos por las aguas espumosas y aciagas. Porque hay que reconocer que a esta vida, no por simple y sencilla, podemos regresar a ella en cualquier momento.
En eso pienso antes de colgar el teléfono y dejar de escuchar a jirones los mensajes en la radio que se entrelazan con rayos y centellas sobre las punas, hondonadas y picachos abruptos de mi tierra trémula y transida.
 
 
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