domingo, 13 de diciembre de 2020

13 DE DICIEMBRE: LLUVIA DE ESTRELLAS - FOLIOS DE LA UTOPÍA: EN NOCHES CLARAS COMO ESTA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 

Construcción y forja de la utopía andina

 


 

DICIEMBRE, MES DE LAS MONTAÑAS,
DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES;
DE LOS MIGRANTES, Y DEL NACIMIENTO
DEL DIOS NIÑO EN LA NAVIDAD
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL

 César Vallejo
Autor del dibujo: Eladio Ruiz Cerna
(Cortesía de José Pablo Quevedo)

 
*****
13 DE DICIEMBRE

 
LLUVIA
DE
ESTRELLAS



FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
Hoy 13 de diciembre del año 2018 se produce
el fenómeno astronómico denominado “Lluvia de
estrellas”, que ocurre a partir del asteroide Faetón
quien desprende las Gemínidas a la atmósfera
del planeta Tierra en el mes de diciembre.


 
EN NOCHES
CLARAS
COMO ESTA

 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
“Anoche el cielo
era solo estrellas”
Luis Valle Goicochea
 
 
1. Cielo tachonado
de estrellas
 
– ¡Niños! Si quieren duerman aquí en la parva, sobre el rastrojo de las gavillas de trigo y cebada que ya hemos cortado, porque no hace frío y el aire está fresco.
– ¡Claro que sí, Pablo!
En la serranía se recogen los tallos de las sementeras con sus espigas cargadas de frutos y se los trilla en las parvas que son explanadas en las cumbres y faldas de las colinas donde sopla el viento y donde juntadas las espigas en manojos, pisan los caballos y pollinos que dan vueltas guiados por el labriego.
Los tallos trizados se ventean con las horquetas, quedando a un lado la paja y en otro el grano grácil de trigo, cebada, lenteja, lino o arveja, que la mujer y los niños van juntando con una calabaza, que llenan luego a una batea y que colmada se va vaciando a un costalillo que ya lleno se lo amarra y se abre otro.
Es un mundo de fragancias que se desprenden de los vegetales recién desflorados, ante el asombro que produce en las noches el cielo tachonado de estrellas, hasta el pasmo de no haber un solo punto en donde clavar una aguja que no estuviera cubierto de luceros.
 
2. Quieta
candela
 
– ¿Entonces niños, les hago aquí una choza o quieren dormir en la casa?
– ¡Aquí mejor, pero sin choza, Pablo! Y así no más, a cielo descubierto. ¡Basta hundirnos en la paja de trigo! Y así, amaneceremos mirando el cielo.
– Sin choza esta claridad de las estrellas no les va a dejar dormir, niños.
– ¿Y a qué hora se apagan?
– Están brillando hasta el alba, niños. Esta noche no será oscura. Más tarde el cielo se pone aún más claro y luminoso, como si fuera leche o como si hubiera nevado.
– ¿Nevado?
– ¡Sí, pero en vez de caer la nieve para abajo a la tierra se fuera hacia arriba!
De esta manera habla el Pablo.
Y es cuando los astros semejan lámparas encendidas, quieta candela y permanecen de ese modo hasta que el sol amanece.
 
3. Alborota
las espigas
 
– ¿Entonces, para qué vas a darte el trabajo de hacer una choza, Pablo? ¡Mejor mirar!
– Trabajo no es, niños, porque miren, amarro así en la punta estos tallos de maíz que he cortado y traído; tejo espigas de trigo y cebada en lo más alto, las abro y extiendo, pongo las horquetas y se hace la choza. Y ustedes ya duermen aquí adentro.
– Entonces yo dormiré con la cabeza afuera, Pablo.
– Y, ¡yo también! –Exclama mi prima.
– Bueno niños, si es así, de repente ven al duende de las parvas. ¡Entonces lo espantan!
– ¿A quién, dices?
– ¡Al duende!
– ¿Es malo?
– ¡Travieso, no más, es! Trae una horqueta y trata de ventear en la noche las espigas. Pero lo hace tan mal que derrama y alborota los puñados por uno y otro lado.
– ¿Y, cómo es?
 
4. El verdor
de la campiña
 
– Juguetón. ¡Pero lindo, gracioso y divertido! Desamarra los pollinos y los espanta. Da trabajo irlos a traer hasta donde los arrea. Pero no hace daño, niños.
– ¿Asusta?
– Al contrario. Es reilón y simpático. Por ahí se lo escucha. Eso sí, da la molestia de tener que juntar otra vez los atados que lanza por uno y otro sitio.
– ¿Y esas luces que titilan en los cerros en la banda de enfrente? ¿Qué son?
– Candiles de las casas.
– ¿Y esa de más allá?
– Esa mancha oscura de árboles, donde alumbran esas luces grandes es el pueblo de Santa Cruz de Chuca. Y a la izquierda, esa luz que parpadea más intensa es Cachicadán.
– Y en ese cerro del frente, ¿viven acaso?
– Nadie vive ahí, niños. Ni nombre tiene ese cerro. Es malo. Es puro potrero. Y siempre está negro, entre el verdor de la campiña.
 
5. Los pasos
de las almas
 
– ¿Has subido hasta esa cumbre, Pablo?
– ¡Jamás! Nadie ha subido nunca desde la creación del mundo porque ese cerro está encajonado entre esos dos ríos. Son puros abismos. En él no se siembra nada, son matorrales, zarzas y abrojos, y siempre anda así encrespado, como se lo ve ahora, estirado, enojado y retando al cielo.
– ¿Y por aquí penan?
– ¡Aquí no, niños! La parva siempre es limpia y tranquila. ¡No ven que es alimento y comida! Por eso los difuntos la respetan. Si ellos mismos, cuando vivían, han juntado aquí sus cosechas, las mismas que alivian el hambre ¡y son el sustento del pobre!
– ¿Y bajan los zorros?
– En noches tan claras como ésta, no. ¡Qué van a bajar, niños! Pero sí se los ve más tarde que bajan a beber agua del río. De todos modos, van a quedarse aquí afuera los perros. Y cualquier cosa que ocurra, me gritan. Yo voy a estar atento. Mi sueño es tan ligero, que siento hasta cuando el gusano se está comiendo a la papa o al maíz en el granero. Y ¡qué no voy a sentir los pasos de las almas! O cuando ustedes me llaman.
– Gracias, Pablo.
 
6. Todo ahí
es misterio
 
– Eso sí, niños. Si al amanecer aúllan demasiado los perros, seguro que es en dirección del río. Entonces ahí sí tienes cuidado.
– ¿Por qué? ¿Qué hay ahí?
– ¿Ven esa piedra grande en esa orilla? Ahí sube a peinarse la sirena, justo en noches claras de estrellas, como ésta.
– ¡Uy! ¡Qué miedo!
– Al contrario niña, ¡es una mujer muy hermosa!
– Y, ¿por qué aparece en esa hondonada?
– Porque ese es un lugar encantado. Todo ahí es misterio, donde el agua hace remolinos que es por donde ella sale de las profundidades. Desde aquí no se ve su rostro, sino desde la otra banda. Y se la ve hermosa. Yo solo una vez la he visto porque verla más veces encanta. De aquí sólo se aprecia su espalda desnuda y su cabellera negra que la suelta y la recoge.
– ¿Y cómo vamos a saber cuándo está ahí?
 
7. El Arado
y las Yuntas
 
– Si los perros aúllan gimiendo en esa dirección, es que ya está saliendo del agua, y desde aquí se ve cómo resplandece.
– ¿Y se baña en esas aguas heladas?
– ¡Ahí vive, niños!, pero ahora ya duerman porque si seguimos conversando se hará de madrugada.
Así se despidió desde hace rato el Pablo. Nosotros hasta esta hora no podemos dormir, porque parece de día. En Santiago de Chuco pueblo el cielo también se tachona de luces, pero no tantas como éstas.
– ¿Escuchaste?
– ¿Qué?
– ¡Los perros! ¡Están ladrando lastimeros en dirección del río! ¡Seguro ha salido la mujer que se sumerge en el agua y después peina sus cabellos negros sentada sobre la piedra!
– ¡Qué miedo!
– ¡María! No te escondas así. Te puedes ahogar con los rastrojos. Oye, ¿dónde estás? ¡No te asustes!
 
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