domingo, 31 de mayo de 2020

TIEMPO NUEVO INTERNACIONAL (MIAMI), DE ADDHEMAR H.M. SIERRALTA - AÑO 12 Nº 380, DEL 31 DE MAYO DE 2020

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TIEMPO NUEVO 
 
Internacional 
 
por  Addhemar Sierralta 
 
Año 12 Nº 380
 
 
Miami 31 de mayo de 2020
 

LA PANDEMIA Y LA INFORMALIDAD LABORAL.

Por Zendy Manzaneda Cipriani (Perú).

Nota aparecida en el diario Gestión, de Lima-Perú, que pone en evidencia la falta de planificación del gobierno en esta pandemia por el coronavirus.

Lo que se ha evidenciado de la peor manera durante este encierro ordenado por el gobierno es el poco conocimiento de la clase política dirigente sobre la nación que gobierna
Un desconocimiento que se ha traducido en palos de ciego representados por normas dictadas según el día a día  y nunca de manera anticipada y organizada.

Me parecen hipócritas o desinformados todos aquellos periodistas y líderes de opinión que se rasgan las vestiduras cuando señalan que los peruanos somos desobedientes, poco disciplinados. En esta última semana hemos visto a muchos compatriotas desbordar el sistema de transporte público, a otro grupo intentar tomar las calles de Gamarra para comenzar a trabajar, luego de más de 60 días de confinamiento. Los opinólogos han lanzado sus gritos al cielo y han señalado que la curva de contagios de Covid-19 es solo culpa de la población y que nuestro gobierno ha hecho lo que ha podido.

Yo no estoy de acuerdo con esta última afirmación porque era previsible que luego de tantos días de encierro obligatorio, la gran mayoría de peruanos iba a verse empobrecido y ante la disyuntiva de morir de hambre o tomar riesgos y salir a las calles a hacer un poco de dinero para alimentar a su familia.

Lo que más me sorprende en todo caso es que el gobierno y todo el aparato estatal no haya tomado previsiones ante esta situación. Para nadie es un secreto que la informalidad laboral en el Perú es altísima. Según Gestión (10/01/20) al final del 2019 los trabajadores informales representaban el 72% de la Población Económicamente Activa (PEA); es decir, más de tres cuartos del total de las personas que trabajan en el Perú lo hacen en empresas o actividades que no cumplen a cabalidad las leyes laborales y tributarias; por lo tanto no tienen seguro de desempleo, vacaciones pagadas, AFP, entre otras.

¿Cómo no iba a saber el gobierno que la mayoría de trabajadores iba ver resentido sus ingresos? ¿Cómo no va saber el gobierno que la mayoría de peruanos trabajan para cubrir sólo sus gastos del día? ¿Cómo no va saber el gobierno que incluso en empresas formales hay un importante número de trabajadores informales?

Entonces si todos sabemos que la informalidad laboral es alta, por qué el gobierno durante todo este tiempo de pandemia ha desarrollado planes y acciones solo para el sector formal de trabajadores, es decir para la minoría. Normas como el teletrabajo, ¿qué impacto va tener en las personas que viven de sus trabajos en Gamarra o en otro tipo de industrias de la pequeña y mediana empresa?

En nuestro país deberíamos tener dos ministerios de trabajo, uno para los formales y otro para el sector laboral informal, es decir una entidad que promueva políticas y beneficios para la formalización.

Para finalizar, debo señalar que los bonos y las ayudas del gobierno no han llegado a quienes deberían ser los beneficiarios. Eso lo puede ver hasta un ciego y esa es una de las principales razones porque vamos a tener más ambulantes.


HAY QUE PONER ÉNFASIS EN LA EDUCACIÓN A DISTANCIA.

Por Addhemar H.M. Sierralta (Perú).

Termina el año escolar 2019-2020 en Estados Unidos de América. Y en especial en Miami existe un problema –causado por el coronavirus- que envió a los alumnos a casa a seguir estudiando vía “on line” pero esto se tradujo en carga de supervisión para los padres ya que, en lugar de clases a distancia, fueron tareas y más tareas que complicaron las relaciones padres alumnos. Claro que algunos centros educativos –los menos- si lo hicieron: dictar clases.

Da la impresión que los maestros están poco preparados para manejar este sistema “on line” –no todos por supuesto- y esto debe demandar un entrenamiento para ellos porque el futuro está en la educación a distancia.

Ya en la década de los 90 participé en eventos internacionales sobre educación a distancia, donde por ejemplo la Universidad de San Diego y otras entidades educativas, demostraban los avances al respecto dictando clases vía televisión y/o también circuitos cerrados. Ello implicaba optimizar el uso de los maestros y llegar a más alumnos –incluso en poblados lejanos- y se vislumbraba un desarrollo más amplio, económico y de calidad en el sistema educativo.

Lamentablemente, salvo algunas universidades y pocos colegios, desarrollaron los sistemas efectivos de educación a distancia. Claro que hoy las universidades dan clases a distancia para obtener grados, pero los colegios se quedaron a la espera de tecnificar a los sistemas en uso por ellos y a sus maestros darles una mejor formación informática o digital.

Esperemos que esta pandemia nos enseñe que el futuro cercano está en esa valiosa herramienta para llegar a más alumnos y en forma más económica.


  "¡A LA CALLE, QUE YA ES HORA!”

Por Enrique Guillermo Avogadro (Argentina).

"El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo".
Roberto Arlt.

Gabriel Celaya incluyó el verso que da título a esta nota en su memorable poema "La poesía es un arma cargada de futuro", que casualmente escribió en 1955, el mismo año en que los argentinos cantábamos a gritos la "Marcha de la Libertad" contra un régimen que, al igual que el actual, gastaba ingentes recursos fiscales, muy escasos por cierto, en libros escolares que pretendían adoctrinar a los más chicos. 
Hay un tema -¿cuándo es el tiempo de reaccionar frente a los avances autoritarios de los Fernández²?- que está generando una nueva grieta en la sociedad; hasta mi mujer disiente conmigo, que sostengo que ese momento ya llegó, que no se puede esperar, porque mañana será demasiado tarde. La propia oposición con representación parlamentaria está dividida al respecto, y ya se habla de palomas y halcones tanto en el Pro cuanto en la UCR y la CC; mientras unos quieren plantar cara al Gobierno e impedirle continuar avanzando, otros prefieren acompañar a Alberto, que hoy goza de una inexplicable popularidad, por miedo al eventual castigo en las encuestas.
Los argumentos que dan quienes optan por esperar a que el confinamiento termine porque, sostienen, el pánico que se ha insuflado a la sociedad impide que ésta no permitirá ni acompañará actos masivos, como aquéllos que nos permitieron llenar la avenida 9 de Julio en épocas recientes. Hoy mismo, en todo el país, sabremos si tienen razón, pero ello no obsta a que actuemos de otra forma, en especial a través de las redes sociales cuyo uso, precisamente, la "setentena" ha exacerbado. 
Tenemos que esforzarnos y trabajar en ejercer sobre los legisladores y jueces la presión necesaria para que salgan inmediatamente del inexplicable letargo en que se encuentran, disponiendo de la tecnología misma a la que todos los ciudadanos accedemos. Excusas tales como cortes de energía o riesgo personal de funcionarios, magistrados y empleados no resultan ya aceptables, pues están poniendo en riesgo real y efectivo a la República y a nuestros derechos; menos aún cuando se los compara con otras actividades muchísimo menos esenciales para la vida en democracia.
En concreto, debemos impedir que cuatro tránsfugas impidan que sea discutida en el H° Aguantadero la validez de los inconstitucionales decretos de necesidad y urgencia del Ejecutivo que conllevan, lisa y llanamente, la cesión de irrenunciables facultades legislativas en el manejo del presupuesto nacional; que se designe a Daniel Rafecas como Procurador General de la Nación, o sea, como jefe de los fiscales federales; que el Consejo de la Magistratura mantenga en su cargo a Rodolfo Canicoba Corral; que avancen con los disparatados proyectos populistas de nuevos impuestos y de confiscación de acciones de las empresas; que se paralicen los juicios por el saqueo al que sometieron los Kirchner al país. Y todo eso debemos hacerlo ya.  
Muchos intelectuales están comenzando a despertar de esa somnolencia que ha provocado el confinamiento en las mentes y, sobre todo, en los reflejos republicanos y democráticos de la sociedad. Beatriz Sarlo, la más notoria de ellos por provenir de la izquierda, llamó la atención porque se dijo sorprendida por la falta de autoridad del Presidente ante los avances totalitarios de los seguidores de Cristina Fernández.
Su sorpresa resulta, al menos, injustificada. Para no haberse sentido así le hubiera bastado revisar la historia de este personaje que llegó a la Casa Rosada por exclusiva decisión de su Vicepresidente. Ésta debe haber imitado -¡oh, casualidad!- a su amigo Vladimir Putin, que eligió a Dmitry Medveded para reemplazarlo por un período como Presidente de Rusia, mientras aquél se reservaba el cargo de Primer Ministro y el poder real.
Hasta su renuncia, en julio de 2008, Alberto Fernández padeció la enfermedad que afectó a todos los jefes de Gabinete de los patagónicos: pese a tener el despacho al lado del Presidente, jamás vio un bolso circulando y nunca se enteró de la tan extendida corrupción kirchnerista. Mientras tanto, persiguió a la prensa independiente, castigó a los gobernadores de la oposición, permitió la colonización del INDEC y toleró la falsificación de las estadísticas oficiales.
Ya fuera del Gobierno, dedicó su tiempo a denostar a su ex-jefa por radio y televisión y las escribió (https://tinyurl.com/ya242gwu); la acusó de todo lo posible, incluyendo la traición a la Patria. Pero eso no lo hizo perder su vocación de gerente y, cuando fue convocado para recibir el premio mayor, se metió las críticas en el bolsillo y, muy suelto de cuerpo, nos exige ahora que confiemos en su palabra. ¡Groucho Marx fue un poroto!
Bs.As., 30 May 20


EL ASCO Y LA INMUNDICIA.

 Por Enrique G. Avogadro (Argentina).
 "Quienes asumen hoy el gobierno, a todo lo largo del país, deben saber que fueron
 elegidos para desempeñar un servicio a la Nación; no para gozar de las ventajas
del poder ni extenderlas a las personas de su relación familiar o polític
Arturo Frondizi
Si alguna duda quedaba acerca del verdadero carácter de Alberto Fernández y la probabilidad de alguna separación de su Vicepresidente, esta semana quedó absolutamente descartada. Cristina Fernández, sin duda, entró en un camino sin retorno para obtener la impunidad que buscaba para sí misma, para sus hijos y los cómplices que integraban -y aún lo hacen- la asociación ilícita que comanda, y el Presidente obedeció sin chistar; es más, ha comenzado a radicalizarse, como lo muestra el renovado impulso para transformar al Poder Judicial en Justicia Legítima y los conflictos que ha generado con todos nuestros países amigos.
Tampoco había actuado en contra de los deseos de su mandante cuando sendos cuatro de copas intentaron excluirnos del Mercosur u obtener la liberación de Ricardo Jaime y Martín Báez, cuando puso a Juan Martín Mena -denunciado- al frente del programa de protección de los testigos denunciantes, cuando designó a María Fernanda Raverta en la ANSES, a Félix Crous en la Oficina Anticorrupción, a Carlos Chino Zannini en la Procuración del Tesoro, y a tantos otros.
Nada debería sorprendernos, puesto que lo sabemos nada más que un mentiroso consuetudinario y un eterno gerente de las decisiones de sus jefes, pero sí lo hace la apatía con la que esta sociedad, tan hipócrita y tan anómica, tolera las maniobras que la señora realiza, sirviéndose tanto de la multitud de fieles que ha insertado en la estructura del Estado cuanto de muchos jueces federales venales, a los cuales paga retribuyéndoles con simétrica impunidad para sus delitos en el Consejo de la Magistratura, que también controla. El mismo jueves, lo logró con Luis Rodríguez, Rodolfo Canicoba Corral y Alejo Ramos Padilla, éste último precisamente la herramienta que había usado para intentar descalabrar la causa del memorándum con Irán encharcando la cancha. 
Tal vez este último punto sea el que produce más repugnancia, puesto que esos mismos magistrados son los que resuelven, diariamente, sobre la libertad y el patrimonio de todos nosotros, de nuestro buen nombre y honor, mientras exhiben con total falta de vergüenza lujosos bienes que jamás podrían haber adquirido con sus salarios. Basta, para comprobarlo, contemplar la fastuosa mansión de la esquina de Catamarca y Villate, frente a la residencia presidencial de Olivos, los automóviles antiguos y modernos, los viajes en aviones privados, los studs y caballos de carrera, etc..
Es cierto que el peronismo fue el creador de ese sistema de intercambio de favores desde los ya lejanos tiempos de Carlos Menem, pero los otros partidos que llegaron al poder desde entonces lo utilizaron, contribuyendo enormemente al desprestigio del Poder Judicial, pese a que éste debiera ser el garante constitucional de los derechos de los ciudadanos y la barrera definitiva contra los abusos del Ejecutivo. Así, quienes no gozamos de las mieles del poder, quedamos en manos de estos tránsfugas, capaces de vender hasta su propia madre si ello les reporta un beneficio.
El otro tema de la semana, claro, es la complicada negociación de la refinanciación de la deuda, tan meneada en la prensa en todas sus expresiones. Me parece que, al respecto, cabría preguntarse por qué se ha transformado en un problema, dado que casi todos los países del mundo, incluidos los Estados Unidos, Japón y China, mantienen un endeudamiento muy superior al de la Argentina, obviamente medido en porcentaje de su PBI. Y si consideramos que gran parte de nuestras obligaciones son "intra-Estado", el drama debiera reducirse más aún.
Entonces, ¿por qué estamos en esta situación tan dramática y con serias probabilidades de caer en default? La respuesta es inequívoca: no merecemos confianza alguna por parte de los acreedores. Y que éstos tienen razón en desconfiar de nosotros, porque somos incumplidores seriales. En este momento, y debido a la enorme impericia que está mostrando el equipo económico -en realidad, nada más que un team negociador- y, sobre todo, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kiciloff, el riesgo de caer, por décima vez, en la insolvencia es verdaderamente alto.
Resulta imposible olvidar que éste último fue quien encabezó las ruinosas -para la Argentina- negociaciones con Repsol por la estatización de YPF, y con el Club de Paris, al cual prometimos pagar hasta los intereses punitorios. En ambos casos, el entonces Ministro se limitó a tapar con bonos a los reclamantes, y así nos fue. Sospecho que, detrás de Repsol entonces y, ahora, de los accionistas de YPF que nos demandan en los tribunales de Estados Unidos por no respetar el estatudo de la empresa, se encuentren los Kirchner, al igual que lo hicieron, usando como pantalla a los Eskenazi, en la "compra" del 25% de la empresa.
Por eso, el asco me subleva cuando veo a Máximo Kirchner reclamando se cobre un impuesto confiscatorio a los ricos, en nombre de una invocada solidaridad, que tanto ignoraron sus padres y él mismo cuando saquearon el país y se llevaron años del trabajo de todos nosotros para convertirse en la familia más rica del país.
Bs.As., 16 May 20

 TU POR EL PERÚ

APORTES AL OBJETIVO 10:

VIVIENDA Y CONSTRUCCIÓN 

(Saneamiento)


1.  Establecer la debida zonificación en el país que permita edificaciones en lugares seguros y protegidos de los efectos de los desastres naturales. En caso de existir asentamientos humanos y construcciones en zonas de alto riesgo se tendrán que reubicar en el menor tiempo posible.

2.  Revisar las normas técnicas de construcción y uso de materiales  para lograr la seguridad de las mismas y el menor riesgo a la población. 

3.  Poner en marcha el PLAN NACIONAL DE AGUA, DESAGÜE Y ALCANTARILLADO para dotar a toda la población de estos servicios básicos.

4.  Desarrollar el plan nacional de VIVIENDA PARA TODOS orientado a la población de menores recursos. Para ello se estimulará a los inversionistas para lograr resultados en el menor tiempo posible.

5.  Coordinar con los gobiernos regionales y las entidades correspondientes las obras de protección necesarias en las actuales zonas de riesgo por lluvias e inundaciones.

6.  Estudiar las necesidades de iluminación y energía en las viviendas para poner en marcha el PLAN ENERGÉTICO DOMICILIARIO al alcance de toda la población. En este plan se considerará las nuevas fuentes energéticas, como la solar, eólica, etc,, entre las ya existentes, aplicando conceptos de economía, calidad y seguridad.

7.  Considerar el rubro de vivienda, junto con el de salud, educación y retiro dentro de la estructura del PLAN VISAER que  buscará –dentro de las grandes reformas- dotar a todos los peruanos de estos servicios como parte del SEGURO PROVIDA.


IDEALES DE PAZ.

Por  Carlos Benítez Villodres Málaga (España).

Vivimos en una época, en la que se habla mucho de armonía y paz interior. Sin embargo, pocos mencionan que una de las mejores formas de alcanzar estos ideales es mediante el espíritu de servicio hacia los demás. La paz es el fruto de escuchar, de entender y atender las necesidades ajenas antes que las propias. 

Vivir la fraternidad y la armonía, entre los seres humanos. son los ideales de paz que más se predican, en contraposición al desastre, a la guerra y a todo género de conflictos. Pero la paz no comienza desde fuera, sino desde dentro. No depende de las decisiones de los gobiernos, sino de lo que llevamos en el interior. “Estar en paz consigo mismo, refiere Fray Luis de León, es el medio más seguro de comenzar a estarlo con los demás”.

La paz es un valor que suele perderse fácilmente de vista. Cuando una nación entra en conflicto con otra y tenemos que vivir sus consecuencias o cuando en la familia los problemas o pleitos comienzan a surgir, comenzamos a apreciar el valor que tiene la paz. 

La paz, que podamos vivir con los demás, radica en nuestra forma de expresarnos. En algunos momentos, tenemos el impulso de hacer notar los errores de nuestros interlocutores, sin saber todo lo que tienen que decir, provocando discusiones y resentimientos. Expresar nuestro punto de vista en el momento oportuno, facilita la comunicación y aumenta las posibilidades de superar las dificultades, pues ambas partes se sienten escuchadas. 

Del mismo modo ocurre cuando se hace necesaria la corrección de una actitud: el disgusto nos mueve a reprender en el momento sin medir las palabras que utilizamos. ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido por la excesiva dureza que tuvimos con nuestros subalternos, hijos o compañeros? La pérdida de la paz interior se debe a la intolerancia e incomprensión que mostramos, generando una imagen negativa y tal vez altanera de nuestra persona. Por eso, es importante pensar, con serenidad, antes de tomar cartas en el asunto.

Como en todos los valores, se requiere la iniciativa personal para lograr vivirlos. La paz interior surge, como producto del conocimiento propio y profundo, “allí donde el agua alcanza su mayor profundidad, dice Shakespeare, se mantiene más en calma”. Gracias a este bien de hondas raíces y frutos sanos y sabrosos, somos capaces de aprender a dominar nuestro egoísmo y el deseo de tener siempre la razón. En definitiva, a escuchar y a comprender las debilidades propias y ajenas. Pero, sobre todo, pensar en los demás siempre. Cuando esto ocurre conciliamos la paz con nosotros mismos y con nuestros semejantes. 


 EL SEÑOR ROCOTO.

Por Alfonsina Barrionuevo (Perú).

De El Perú: Mundo de Leyendas, de nuestra amiga Alfonsina.

En las mesas peruanas triunfa el señorío del rocoto (Capsicun pubescens ) como si los Apus le hubieran dado el color de piedras preciosas,  rubí, esmeralda o topacio, cuyo brillo abre el apetito. Su origen se confunde con el del ají que aparece a lo largo de milenios. La leyenda dice que cada uno de los Hermanos Ayar llevó un alimento precioso de Paqareqtanpu, ‘la posada del amanecer’ cuando Illa Teqse Wiraqocha los mandó fundar el Qosqo. El cronista Pedro Cieza de León nombra a Ayar Uchu como el portador del ají, Ayar Manko de la papa, Ayar Awka del maíz y Ayar Kachi de la sal. 

Ayar Uchu no llegó al valle elegido. En Wanakaure por donde pasaron se subió a una wanka, piedra sagrada de cuyo costado nacía un arco iris. El joven fue castigado por su atrevimiento quedándose como parte de ella. Antes de petrificarse pidió a sus hermanos que lo recordaran en la fiesta del Warachiku dedicada a los jóvenes.

La illa o madre del rocoto tiene su morada en el Ukhupacha,  la tierra  o ‘mundo de abajo’. Los patriarcas de los pueblos de Ampay y Makay, Valle Sagrado de los  Inkas, cuentan que allí unos hombrecitos mágicos, los ukhupacharunachakuna, quienes cuidan también a los poronqoes o cuyes silvestres, se dedican a su siembra. 

El Inka Garcilaso escribe que todo lo que come la gente de Perú se adereza con el uchu, ‘sea guisado, cocido o asado, al que los españoles llaman pimiento de Indias, aunque le digan ají en el lenguaje de las Indias de Barlovento’. Según comenta es grueso, algo prolongado y sin punta, diciendo que lo nombran como rocoto uchú.

Añade que ‘hay otros pimientos largos, delgados como el dedo meñique o merguerite. ‘Estos teníanse por más hidalgos que los pasados y así se gastaba en la Casa Real y en toda la parentela.’ ‘Hay otro pimiento, menudo y redondo, ni más ni menos que una guinda, con su pezón o palillo. Dícenle chinchi uchu y quema mucho más que los otros sin comparación, críase en poca cantidad y por ende es más estimado’. Nuestro cronista se queda corto. A la fecha se han contabilizado alrededor.

El Inka Garcilaso oyó decir a un español que era muy bueno para la vista y así  lo comían soasados. ‘Generalmente, cuanta gente llega de Indias es aficionado al uchú y  lo consumen de ordinario más que las especies de la India oriental’.

En las fiestas del imperio de los  Inkas cuando se ayunaba, como el Inti Raymi, una de las reglas rigurosas era abstenerse de comer ají. Así mismo cuando se hacía consultas a los oráculos en el santuario de Pachakamaq, Lima, los peregrinos ayunaban durante un mes y se suponía que hacían un gran sacrificio al privarse de su picante sazón. 

Siendo llamado ayar uchu el rocoto adulto, esa nominación podría destacarlo de las otras variedades del mismo apellido. Más de una vez he escuchado decir que el rocoto es una fruta semi dulce en su juventud que hasta se puede preparar en dulce. Tiene que madurar para criar fuerza y provocar incendios en el paladar de quienes buscan con ansias sus cualidades guerreras. Las matas de rocoto crecen usualmente en la misma huerta. Si alguno crece solitario le llaman machurocoto porque cuadruplica  su picor. 

Por la leyenda su cuna sería Paqareqtanpu habiéndose extendido en todo el Tawantinsuyu, donde el clima fue apto para su vigoroso desarrollo. Por lo mismo, es en el Qosqo donde adquiere un carácter sibarítico. El rocoto con un relleno de lujo, carne molida de chancho o  de res, maní tostado y molido, habas verdes, huevo duro, pasas y arrebozado con huevo batido a punto de nieve y otros ingredientes es un emperador.

Así se le servía hasta la segunda década del siglo XX cuando llegó al Qosqo el capitán Luis Sánchez Cerro. Como el joven militar era mozo de jarana y picantería, cuenta Carmen Guevara, una dama cusqueña inventaron un nuevo plato en su obsequio, ‘rocotos a la Sánchez Cerro’,  horno con queso, leche y  huevos, como un ‘soufflé’.

El rocoto es pieza principal en el tradicional chiri uchu, llaqway uchu o altar uchu de los Corpus cusqueños y adorno de los famosos adobos de chancho de la ciudad imperial  Se le pone en el caldo donde terminan de hervir las carnes embriagadas en chicha desde el día anterior para enriquecer su sabor. 
        
¡Primicias de nuestra mesa!


EL FLACO EN LA LOTERÍA DE "EL GORDO"

 (MICRORRELATO). 

Por Andrés Fornells (España).

El hombre aparentaba unos setenta años, y su constitución era esquelética. Llevaba el rostro barbudo y el abundante pelo de su cabeza sucio y despeinado. Vestía unos vaqueros con roturas por desgaste, y no salidas de fábrica como las prendas de moda. Abrigaba su tronco un jersey viejo con grandes agujeros en los codos. Dominaba en esta prenda el color azul y parecían islas oscuras las numerosas manchas repartidas por él. Olía mal este hombre y ello había motivado que los dos primeros asientos, situados a su derecha y a su izquierda, permanecieran vacíos.

Alguna gente de esa que le aflora la burla y el desprecio con insolidaria facilidad, ahogaba risas dirigidas a su paupérrima persona, y también comentarios denigrantes.

—¡Como apesta ese desgraciado!

—¡Deberían echarle a la calle, está infectando el local!

—¡Está de sobra aquí entre la gente de bien!

Un periodista acompañado de un operador de cámara, que habían llegado tarde y ya otros medios de comunicación se le habían adelantado en las entrevistas a los personajes relevantes y originales que todos los años acuden al Teatro Real en la celebración de la lotería de El Gordo, le descubrieron.

—Seguro que a ese vagabundo no lo ha entrevistado nadie —aventuró el periodista.

—¿Crees que podrá interesarle a alguien lo que pueda decir ése? —dudoso el profesional cargado con la pesada cámara de vídeo.

—Vamos a verlo.

Los dos profesionales de la información se acercaron al hombre desnutrido y con auténtica pinta de vagabundo. Éste se los quedó observando un momento y luego sonrió, mostrando dos hileras de dientes oscuros y con muchas ausencias entre ellos. Su sonrisa mostraba una candidez, que unida al brillo ilusionado que reflejaban sus pitañosos ojos, dejó perplejos y fascinados a los dos periodistas, que tardaron unos segundos en reaccionar.

—¿Está usted aquí, buen hombre, esperando que le toque un premio con el décimo que tiene? —preguntó el periodista acercándole el micrófono para que pudiera oírse su respuesta mientras, estratégicamente situado, su compañero filmaba.

Ensanchó su sonrisa el marginado. A pesar de lo estropeada que tenía la boca, su sonrisa no carecía de cierto encanto. A los dos profesionales que le estaban entrevistando le cayó bien desde el primer momento.

—No, no; no tengo ningún décimo de lotería. Estoy aquí para alegrarme con la gente que se alegre por haber obtenido un premio.

—Pero es de suponer que se alegraría muchísimo más si el afortunado con un premio gordo fuera usted y convertirse, de la noche a la mañana, en un hombre rico.

Movió enérgicamente su cabeza el risueño vagabundo.

—Eso no me alegría en absoluto. Si de la noche a la mañana, como usted dice, me viese rico, repartiría mi premio entre la gente que viese hurgando en los contenedores de basura. Yo siempre he sido pobre, y me haría desdichado dejar de serlo. Sería en ese caso como un actor encasillado en papeles de bueno, al que de pronto le obligasen a actuar de malo. Se encontraría incómodo, extemporáneo. Entienden mi forma de sentir, ¿verdad?

Periodista y cámara se lo quedaron contemplando, mudos, perplejos, desconcertados, porque los ojos del marginado mostraban una candidez, sinceridad y convicción, que los derrotó.

—Cuando comience el sorteo volveremos para verle compartir la felicidad de quienes sean agraciados —dijeron absolutamente admirados.

Muy satisfechos de que, cuando ya no se lo esperaban, les había surgido el más asombroso, insólito y posiblemente exitoso de los reportajes realizados por ambos en mucho tiempo.
 
(Copyright Andrés Fornells).


TESTIMONIO.

Por Addhemar Sierralta Núñez (U.S.A.).

Experiencia vivida por el autor y compartida en su exposición llevada a cabo en el Congreso de la República del Perú con ocasión del evento de la Organización Mundial de Peruanos en el Exterior (OMCOPEX), en el 2010.

Tomar la decisión de migrar no es sencillo. Corría el año de 1985 cuando, ocupando una envidiable posición en la empresa más grande del Perú, el nuevo gobierno de entonces a muchos nos dejó en la calle y nunca se me abonaron los beneficios sociales. Como consecuencia de ello, y teniendo a mis hijos aún menores, empecé a buscar trabajo, pero existía cierto temor de contratar a alguien que había entrado en supuesto “conflicto” y la situación apremiaba y se fue complicando por la falta de recursos. Por esos días hice un planteamiento a mi familia : marchar al extranjero y una vez ubicado enviaría por ellos. La respuesta fue unánime: o nos íbamos todos o no había viaje. Y fue así que un buen día de julio de 1986, después de rematar muebles y enseres, reunir dinero para pasajes y una magra bolsa de viaje para instalarnos, emprendimos nuestra marcha hacia Miami. Con el tiempo, tal decisión sería la mejor a diferencia de quienes emigraron solos –ya sea el esposo o la esposa o alguno de los hijos– porque lo obtenido por el trabajo de uno solo a duras penas les alcanzaba para vivir y enviar un reducido dinero a sus familiares.
 
Migrar solo, como comprobaría más adelante con algunos amigos, aleja físicamente al individuo de sus seres queridos. La soledad, los problemas de salud o diversos conflictos llevan a muchos a formar nuevas familias y complicar su situación. Otros, sin tener dónde llorar o con quien apoyarse en los momentos críticos, recurren al alcohol u otros vicios. Contar con la familia, además del cariño y apoyo, evita preocupaciones emocionales mayores.

Si bien existía la posibilidad de legalizar mi situación migratoria, la  de mi esposa y la de mis tres hijos, en tanto que mi progenitora podía pedirnos, ello no era algo definitivo porque mamá por entonces vivía de una pensión de gracia o suplementaria. Ni bien arribamos, estuvimos todos en el pequeño departamento que alquilaba mamá y a la semana siguiente encontramos uno para nosotros, de una sola habitación –efficiency les llaman en EE.UU– donde nos acomodamos los cinco en una cama, más o menos grande. Lógicamente que los fondos empezaron a mermar por tener que abonar el depósito y la mensualidad adelantada. Un amigo cubano me explicó que en Miami sin auto no éramos nada y me llevó a un dealer de carros viejos y obtuve una carcocha por mil dólares (un Buick de los setenta). Ya no nos quedaba mucho dinero, lo contamos y a duras penas nos alcanzaría para sobrevivir unas tres semanas más. Reservé lo suficiente para sacar licencias de conducir para mí y mi esposa. Después de descansar el primer fin de semana, decidimos en conjunto salir a buscar trabajo un lunes. Nuestro primer recorrido fue por el barrio y caminando nos topamos con una pizzería que recién abría sus puertas. Me ofrecí y gracias al automóvil y la licencia obtenida y al seguro obligatorio pude obtener la posición de driver para dedicarme a repartir pizzas a domicilio.
 
De nada me servía en ese momento tener tres profesiones, una maestría y una significativa experiencia gerencial. Mi inglés era muy incipiente, pero el deseo de ganar algo en cualquier oficio era mayor. Mis primeros trabajos –como la mayoría de los migrantes– fueron desde abajo. Me tocó también lavar trastes y hacer limpieza en casas y me encontraba con compañeros sin mayor formación haciendo lo mismo que yo. Nuestra ventaja sería la educación recibida y contar con una familia.

A la semana de estar trabajando, y ya más ambientado, me enteré que se requería más drivers, así que mi hijo mayor, de 16 años cumplidos, pudo obtener  su brevete. Como el dealer me conocía, pude sacar otro viejo auto con una pequeña inicial. Ya en casa éramos dos que aportábamos al presupuesto familiar. Dios iba a querer que mi mujer encontrara –antes de un mes– trabajo para cuidar a una anciana. Le fue sencillo porque ella es enfermera. Después de varios años, mi esposa logró revalidar su título y alcanzó así el board de enfermería y un mejor trabajo. Luego de un mes y pico en Miami se presentó la oportunidad –en la misma pizzería y por incremento de pedidos– de contratar a un par de phone girls. Como mi hijo y yo trabajábamos bien y habíamos caído en gracia al manager iraní no fue difícil convencerlo para que mi hija –aún de 14 años– fuera aceptada como telefonista, haciéndola pasar como que tenía más edad y contaba con la autorización paterna. Claro que mis hijos tenían un doble esfuerzo: el trabajo y el colegio al que asistían. Y el milagro se fue haciendo: antes de un año, los ingresos familiares llegaban a los cinco mil dólares al mes (1,700 míos, 1,300 de  mi hijo, 1,000 de mi hija y 1,000 de mi esposa). Una fortuna equivalente a cerca de 10,000 dólares actuales. En 1987 logramos mudarnos a una casa –cerca de la pizzería– que tenía dos dormitorios que, para nosotros, era toda una maravilla. Seguíamos ahorrando. Mi madre hizo el pedido formal para legalizar nuestra situación migratoria, la que fue admitida. En 1988 reunimos dinero suficiente para el down payment o cuota inicial para una casa. Seríamos propietarios. Nuestra dicha pasaba por trabajar muy fuerte, no solo repartíamos pizzas sino que periódicamente cerrábamos el local y hacíamos lavado y limpieza total. Mientras mi esposa tenía que hacer turnos extras para ganar algo más. Todo esto para dar el salto. Y claro que sí lo dimos.

Los peruanos en los  Estados  Unidos gozamos de  fama  de buenos trabajadores,  en  su mayoría. En 1989 éramos propietarios de una casa adecuada a nuestras necesidades. Claro que además del trabajo en la pizzería busqué algo más y fue en el área de ventas, en el rubro de electrodomésticos. Empecé como vendedor, pasé a assistant manager y luego a manager. 

El proceso de transculturización fue difícil y lo asumimos con decisión y mucho trabajo. La clave fue esa: la necesidad de sobrevivir y de mejorar. La adaptación fue todo un reto. Muchas veces cuando repartía pizzas y escuchaba música o noticias del Perú, no sabía si agradecer o si llorar. Pero allí estaba escuchando a Juan Luis Guerra o a la Pantoja y de vez en cuando “Y se llama Perú”, añorando la tarde que con mis hijos vimos el Perú-Argentina, ese día que cantara el zambo Cavero en el Estadio y Maradona fue totalmente anulado con una marcación al centímetro, que había ordenado Challe a Reyna y a sus pupilos. Ese primer gran salto, en menos de cuatro años, nos serviría de experiencia para soportar posteriores crisis económicas y familiares. Nuestro objetivo era luchar por darles profesión a los hijos. Además, mi mujer y yo bregamos por retornar a nuestras profesiones. Fue así que pusimos énfasis en que mi esposa aprobara el board de enfermería; tarea difícil, pero no imposible para ella, pero más rápido de lograrlo a que yo revalidara mis títulos. Y esa decisión le permitió a mi esposa lograr primero aprobar el board como assistant nurse y luego el de registered nurse (RN) lo que le abrió las posibilidades de trabajo en un área de mucha necesidad. En poco tiempo, ella estaba laborando como enfermera registrada. Mis hijos alcanzaron sus profesiones, formaron familia, vinieron los nietos, nos jubilamos y la añoranza por el Perú nunca nos hizo perder nuestras raíces. Hoy, con doble nacionalidad, con una segunda patria, seguimos pensando como peruanos, seguimos nuestras tradiciones, tanto que jamás se deja de comer comida nacional y dos de mis hijos –los casados–  realizaron sus matrimonios en el Cusco. 

Los migrantes en los Estados Unidos somos una poderosa fuerza que debe ser respetada. Requerimos el apoyo para legalizar a nuestros compatriotas y que no sufran temores como los derivados de la ley de Arizona o la Ley del Retorno en Europa. También es necesario el auxilio a quienes  viven en condiciones precarias, mayor facilidad en los temas consulares y ayuda para quienes desean invertir o establecer comercio en el Perú.

 

  
 
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Fuente: 

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Addhemar Sierralta
 
Año 12 Nº 380 de 31 de mayo de 2020