jueves, 2 de abril de 2020

2 DE ABRIL: DÍA DEL LIBRO INFANTIL Y JUVENIL - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LITERATURA INFANTIL, REBELIÓN Y SOLEDAD - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
  
ABRIL, MES DE LA PALABRA,
LA CREATIVIDAD LITERARIA E
INMORTALIDAD DE CÉSAR VALLEJO
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
 
Y CON MI GENTE


Existen razones poderosas que hacen posible el retorno a Santiago de Chuco, cada año, en el mes de mayo con el movimiento cultural “Capulí, Vallejo y su Tierra”. Porque somos alma andina de nuestra época, sentimiento mesiánico; somos el deseo reivindicativo y la esperanza de volver a la grandeza de nuestra cultura milenaria. Porque estamos comprometidos con el mundo andino, difundimos el arte y la cultura de nuestros pueblos y somos descendientes de una gloriosa raza, ejemplo sagrado de vida.
Personalmente, regreso a Santiago de Chuco porque en esta hermosa tierra nacieron mis abuelos, también mis amados padres, quienes vivieron con amor y dieron buenos frutos. Y porque mis hermanos y yo vimos aquí por primera vez los rayos de oro que bañan y dan vida a mi lar nativo. Regreso a Santiago de Chuco porque es un rincón hermoso de los andes de mi país, rodeado de macizos y pintorescos cerros, de perfumados alcanfores, verdes alfalfares, dulces maizales, con olor a yerbabuena y una agradable paz eglogal.
En Santiago de Chuco, el ambiente y la vida, su gente noble y buena, sus callecitas sencillas, las lágrimas que caen del cielo, sus bosques encantados, sus abiertas praderas, el viento fresco, sus campiñas románticas, sus serpenteantes y lejanos caminos, los sufridos hermanos del campo, la posada hospitalaria y el canto ebrio de inquietas avecillas, hacen posible y feliz la existencia. Y Santiago Chuco se muestra como un paraíso terrenal, donde Dios, el Apóstol Santiago, Luis Felipe de la Puente Uceda, el pedagogo de la revolución social y el celebérrimo poeta universal César Vallejo Mendoza son presencias eternas.
Volver a Santiago de Chuco es retornar a su dulce encanto, a su bosquecito de aromas encendidos, de alegres trinos de avecillas silvestres. Es confundirse en un fraterno abrazo, en una noche negra de serenatas y penitentes. Es llegar con devoción hasta la presencia de nuestro Apóstol Santiago el Mayor y con humildad decirle: “Aquí estoy patroncito ante tu altar, he venido desde muy lejos para estar contigo en esta gran fiesta cultural”. Es buscar entre la gente linda aquellos ojos negros que alguna vez nos miraron con arrobo, de soslayo y con ternura.
Es caminar por lejanos senderos en busca de nuestras huellas que se quedaron en silencio y aquí aún nos esperan. Es bajar corriendo y volver a mojarnos en las gélidas aguas del mismo río que guarda nuestros secretos de niños. Es volver a nuestra amada escuela y tocar la vieja campana para llamar a los gratos amigos que se fueron. Volver a Santiago de Chuco es compartir el pan de Dios, danzar el “pallo” hasta que se rompan los zapatos; es quedarse extasiados, abrazar los días y no partir jamás.
MANUEL RUIZ PAREDES
 

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2 DE ABRIL
 
DÍA DEL LIBRO
INFANTIL
Y JUVENIL


 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


 
LITERATURA
INFANTIL,
REBELIÓN
Y SOLEDAD

  
Danilo Sánchez Lihón
 
 
“La patria no es la tierra
de los padres,
es la tierra de los hijos”
Nietzsche
 
 
1. La carta
canta
 
El Inca Garcilaso de la Vega relata en los Comentarios Reales de los Incas un suceso en el cual a dos nativos del Cuzco se les encarga llevar una encomienda y en ella va un atado de melones. Pero antes el mayordomo les advierte:
– “¡No comáis ningún melón de estos, porque si lo coméis lo ha de decir esta carta!”
La idea que ellos se hacen de la carta es que, aunque inerte, ella ve y ella habla. Aunque no oiga ni escuche.
En el viaje el hambre los devora y la sed los atenaza. En medio del camino uno de los indígenas le dice al otro:
– “No sabríamos a qué sabe esta fruta de nuestro amo”.
Pero su compañero, adivinando sus intenciones, le recuerda:
– “No, porque si comemos alguno, lo dirá esta carta, que así nos lo dijo el capataz”.
– “Buen remedio: echemos la carta detrás del paredón, y como no nos vea comer no dirá nada”.
Convencidos de este argumento y atenidos a que esta es una acertada solución proceden a devorar entonces los melones.
 
2. Rescatar
algo llano
 
Llegados a sus destinos y entregados los encargos, hecha la contabilidad, les reclaman de acuerdo a lo que dice la carta. Situación por la cual los indios son azotados.
Hay múltiples significados en este breve relato, y se pueden hacer diversas consideraciones: Acerca de cuál fue la asimilación que pudo tener la cultura ágrafa incaica de la semántica de la escritura occidental.
Reflexiones sobre la oralidad y el registro visual en el lenguaje verbal. Asimismo, extraigamos deducciones de por qué la ingenuidad de unos y la intencionalidad de otros. Disquisiciones acerca del conflicto sobre la disparidad de las culturas y sus lenguajes, así como sobre la transparencia o la ambigüedad de los mensajes.
Se pueden elaborar ideas acerca de las características que asumen las lenguas en una circunstancia histórica determinada, como ha de resultar subyugante dilucidar todo lo que en este pasaje puede simbolizar una carta, el código de la escritura, un medio de comunicación y hasta el papel como soporte de información.
Sin embargo, lo que quisiéramos rescatar ahora y aquí es algo más llano, directo y que precisarlo, podría parecer doloroso.
 
3. Cuestión
de fondo
 
Son tres los aspectos sobre los que quisiéramos llamar la atención. Y que pasan desapercibidos probablemente por la seducción en que nos sumerge el hechizo desconcertante de la carta y la interpretación inocente que los naturales hacen, desde la marginación, acerca de ella. Los tres elementos son:
1). En la escena hay dos bandos enfrentados: dominadores y dominados, amos y siervos, poseedores y desposeídos.
2). Hay hambre y sed como necesidades básicas y perentorias en los siervos, pero a la vez e ilustrativamente están presentes los bienes que podrían satisfacer aquella hambre y aquella sed, para lo cual impide una prohibición, representada mágicamente en la presencia de un veedor, cuál es la carta, que resulta infalible, que había de denunciarlos si optaban por paliar su hambre y su sed, comiéndose los frutos. Este hecho nos muestra una fórmula simplificada de lo que fue la colonia, hecha no solo de explotación sino más de maltrato anímico, en un mundo donde los bienes abundaban tanto que sirvieron para enriquecer copiosa y magnificentemente a Europa.
3). La escritura resulta traidora de la causa popular, estigma que ha quedado indeleble y que no se borra todavía, y que es donde radica lo dramático de este pasaje, cual es: ¿a favor de quién está todo lo que representa la carta? ¿A quién sirve? ¿De quién es aliada? ¿Por quién es manejada?, y si dicho manejo es coherente con la realidad humana y la vida. Y es esta la cuestión de fondo en una dilucidación del signo de la literatura infantil, del libro y la lectura en un continente como el nuestro.
 
4. Legitimidad
y amor
 
Concomitante a estos hechos presentados en esta anécdota, hay un telón de fondo que es crucial para la literatura infantil y juvenil de la que venimos hablando.
Y es que América Latina esencialmente es producto de un estupro o violación de la mujer y madre indígena.
El hijo es un niño que no se encuentra ni en su madre ni en su padre, pues es consciente que es producto de un acto de violación, de fuerza y agresión.
Es resultado de una acción de dominio y conquista, de un acto ilegítimo, no de hallazgo ni de amor. De allí que él se rebele al padre y entre en soledad con la madre, con la madre que es la humillada y la vencida.
Los aventureros de la conquista para apoderarse de las tierras que recién conocían, para avasallar a sus moradores, y ejercer plena dominación sobre las culturas madres, se valieron de la violencia.
Como después ejercieron la falsedad e incomunicación, el dolo y la usurpación; y todo aquello que es contrario a la legitimidad y al amor, a fin de imperar en estas tierras para ellos vírgenes.
Y nada más adverso, antinómico y opuesto a la literatura infantil que esa situación.
 
5. Nace
el hijo
 
Por eso, el proceso histórico de América Latina en el período de la conquista, y luego en la denominada Época Colonial, tiene el estigma de la ilegitimidad en la apropiación del gobierno y el poder, de la tierra e igual de la mujer y su progenie.
Ilegitimidad en cuanto a destruir creencias y lo más auténticamente humano, cual es las condiciones en que se dio esta capacidad de continuidad biológica de la especie, por no hablar de muchos otros aspectos sensoriales, anímicos y morales.
Y, sobre todo, el espiritual que se hizo sobre la base de un acto brutal de exterminio. Y de la violación sexual nacía paradójicamente algo nuevo; pero, por la manera como fue la apropiación, conturbado desde la raíz.
Las naciones americanas tienen como sustento en la mayoría de casos un acto sexual forzado, no de acogida sino de expulsión, no de encuentro sino de sanción, pugna y contracción.
La mujer se esconde así misma y el hombre evacua su simiente en un útero conflictivamente insensible. Y nace el hijo, pero en estado de soledad y posteriormente de rebelión, que es el signo de nuestra literatura infantil y juvenil.
 
6. Vital
y valiosa
 
Loa hijos que aquí nacen son distintos, son de padre ajeno para la mujer indígena, y en cuya faz el conquistador tampoco se reconoce porque es el efecto de una batalla. En realidad, es un cupo de guerra. En donde no se sabe si le pagan o él paga los destrozos cometidos. Y grafica esta situación el hecho y los casos que hubo después, de reclamos de herencias de una y otra orilla.
De allí que, al final, el meollo de la literatura infantil devenga en un problema de identidad. Y ese es nuestro signo y vacío, esa es nuestra quiebra, ese es nuestro lado herido. De allí que ha habido cuatro siglos de sentirnos desamparados e inermes para hacer literatura infantil, que supone entronque con una raíz, reclama afiliación a una casa, es acto de fe en una firme y vigorosa identidad, la misma que aquí nunca existió.
De allí también que el nuevo coloniaje es apoderarse de la literatura infantil para hacerla vacua y divertida, “curiosa” en el mejor de los casos, pero no vital, valiosa ni transformadora. Mucho menos rebelde.
Por eso no hubo literatura infantil en el nuevo continente durante varios siglos, precisamente cuando en Europa había una eclosión de encuentro con sus raíces y se volvían los ojos a la cultura popular, a los cuentos folclóricos, y a los relatos de hogar.
 
7. Luz
del alba
 
Cuando literatura infantil es encontrar aquella tierra de promisión. Es hallar para uno mismo algunas huellas, claves y significados profundos de la vida.
Y así como empezamos con la carta que canta o que cuenta, y los melones apetitosos y prohibidos, terminamos imbricando aquella historia a la literatura infantil, con la consigna de que aquella que hagamos, publiquemos, difundamos y exaltemos. haga posible que los melones sirvan para paliar el hambre y la sed de la gente. Y las necesidades más sentidas del ser del hombre, que la literatura infantil sea humana y no adorno.
Uniendo la oralidad con la grafía, integrando y hermanando al mundo fragmentado y ahora dividido. Que la escritura y lo que se oye y escucha no estén en pugna; que los códigos y las acciones no estén en conflicto. Que no haya zorro de abajo ni zorro de arriba, sino hermanos habitando la tierra como un albergue solidario.
Que la carta defienda, que la escritura sea coherente con las necesidades y aspiraciones del pueblo. Que ella ampare y proteja y no se coloque en contra del hambre y la sed de la gente. Que no haya denuncia sino defensa. Ese es el continente que queremos hacer y forjar a partir de ahora la tierra de promisión soñada, anhelada y avizorada en la luz del alba.

 * * * * *
PROLOGUILLO A “EL PATITO FEO”
DE HANS CHRISTIAN ANDERSEN (1)


Todos al principio somos patitos feos. Y todos en el fondo somos cisnes.
Pero tenemos que luchar para saber quiénes somos y cuánto valemos.
Nos amenazarán muchos peligros que hemos de saber afrontar.
Recibiremos burlas, rechazos y hasta castigos. E incluso disparos de cazadores descubiertos o furtivos.
Porque tenemos algo diferente que nos distingue de los demás.
Hagamos que esa diferencia más bien resalte y nos enaltezca.
Y al final si es que hemos persistido nos contemplemos hermosos en el fondo de la fuente. 
Como dice en este cuento: “El cisne esponjó sus plumas y levantó el esbelto cuello”.
Entonces abriremos las alas felices y echaremos a volar por el infinito azul del cielo
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


(1) Prologuillo escrito para la edición de “El patito feo”,
de la Editorial San Marcos de Lima.
 
2 DE ABRIL
 
NACE
HANS CHRISTIAN
ANDERSEN

 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
PRÍNCIPE
DE LOS CUENTISTAS
PARA NIÑOS

Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Dinamarca
se ilumina
 
Hans Christian Andersen es el más grande autor de cuentos para niños en la historia de la humanidad, quien vino al mundo en Odense, una pequeña isla de Dinamarca el 2 de abril del año 1805, hace 213 años, fecha que ahora se ha instituido en todo el mundo y en honor suyo como el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil.
Cuando nació su madre al verlo dio un grito de susto y pavor, pues la apariencia de la criatura era feúcha, como la de una ranita; deforme, desmadejada y, además, exánime.
Cuando lo llevó a la adivina para que le predijera qué iba a ser de la vida de ese ser enclenque y magro, la hechicera dio otro grito, más fuerte todavía por el asombro que le produjo lo que pudo ver en la bola de cristal.
¿Qué avizoró en su esfera la alelada pitonisa? Contempló lo que nunca había visto en su oficio de vaticinar el porvenir de la gente común y corriente que tenía en su delante.
– ¿Qué ocurre? –Preguntó la madre oprimida por la angustia y la ansiedad, pensando que la muerte era inminente y tocaría muy pronto a su puerta para llevarse a su endeble hijo, al cual se aferra pese a ser canijo y deslucido, como en verdad hacen todas las madres del mundo.
– Hecho de ver, –dijo la adivina estupefacta de lo que veía ella misma–, que de aquí a 100, a 200 años y a más de mil años toda Dinamarca se enciende de luces celebrando el nacimiento de este niño.
 
2. Escribe
desde el dolor
 
A la madre esta revelación o advertencia le produjo un alarido mucho más fuerte que el de la adivina, y no porque lo creyera sino porque el mundo desde que naciera ese niño parecía que había enloquecido. Aullido que fue seguido de un ataque de risa que no paró ni siquiera cuando llegó a su casa. E incluso siguió riéndose mucho tiempo después, porque creyó que la vidente se había desquiciado.
Ahora, 213 años pasada esa fecha, en todas las ciudades del mundo el 2 de abril se realizan festejos por el nacimiento del autor de “El patito feo”, “La sirenita”, “El soldadito de plomo”, “La Reina de las Nieves”, “La princesa y el guisante” y 162 cuentos célebres más que se han engarzado como joyas en el alma de la gente.
En América latina es probable que esta fecha pase desapercibida, aunque Hans no solo lo parezca, sino que es auténticamente un escritor más bien del Tercer o Cuarto Mundo por los temas que trata y las esencias de que está imbuido.
Tanto por su actitud, su contenido y su mensaje es nuestro autor, y nos representa debido a que escribe desde el dolor, desde la marginalidad y hasta desde la humillación más atroz; y en contra del orgullo, del poder y la soberbia. Es un escritor que nos pertenece plenamente; porque escribe desde lo humano y sincero que siempre estarán de parte nuestra.
 
3. Un mendrugo
de pan
 
Y es que la experiencia de la vida determinó su sensibilidad, su sabiduría y su grandeza. Así, su madre, en su infancia fue indigente y mendigó por las calles desalmadas de Odense.
Fue pordiosera como tantas niñas de nuestras ciudades, que suben a los ómnibus para decir, con voz quebrada, quejumbrosa y dolida, aunque irrenunciablemente puras e inocentes, diciendo más o menos la siguiente soflama, que la repiten cientos de veces y que reproduzco a tientas:
“Señores y señoras, damas y caballeros, no quiero molestarles en su lindo viaje. No quiero perturbar nobles pasajeros que me escuchan, su agradable día; pero soy una niña de un hogar sin padre ni madre. Tengo a mis hermanitos enfermos y soy quien quiere llevarles al menos un pan.
Ayúdame por favor, no me des la espalda, regálame una moneda de 10 céntimos que no te harán a ti ni pobre ni a mí rica, pero que a mí y a mis hermanitos nos servirá para comer hoy día siquiera un pedazo de pan ¡Y eso nos levantará la moral!
Y que Dios bendiga tu familia, tu trabajo y siempre tengas salud”.
Discursos así es lo que muchas niñas y niños suben a decir a los ómnibus en las grandes ciudades de América Latina, mendigando un mendrugo de pan; y nosotros arrellenados en los asientos les respondemos casi unánimemente con indiferencia o desprecio. O con algo igual o peor: el desconocimiento.
 
4. Cerilla
tras cerilla
 
La madre de Hans Christian le confesaba que por vergüenza de pedir limosna muchas veces se quedaba a dormir bajo los puentes. Y fue en honor a ella que él escribió aquel cuento desgarrador que se conoce con el nombre de “La muchacha de las cerillas”.
Trata dicho relato de una pequeña vendedora ambulante, quien en plena noche de Navidad trata de que le compren fósforos a la salida del templo para que la gente encienda las luces de bengala en sus casas en donde habrá fiesta, diversiones y un opíparo banquete donde la mesa estará servida con ricos y apetitosos manjares.
Pero esa noche tan inclemente el frío es tan gélido que en el intento de calentarse un poco va encendiendo cerilla tras cerilla. Y en la luz que estas llamas fugitivas desprenden e irradian entrevé el rostro de su vieja abuela, muerta hace algún tiempo, y quien desde el cielo la llama con ternura.
Era tan nítida esta visión, y es tan dulce el semblante de la vieja madre, que la niña no quiere por nada del mundo dejar de seguirla, y entonces no deja de encender uno y otro fósforo.
Enciende tantos que al otro día las personas que se levantan temprano a recorrer las calles encuentran muchas de ellas regadas en el suelo. Y muerto por el abandono, la desolación y el congelamiento, el cuerpo de la niña vendedora.
 
5. El teatrino
de títeres
 
Pero a su vez en la vida de Hans fue muy significativa, gravitante y conmovedora, la figura austera, de recogimiento y de humilde sabiduría de su padre que fue en su vida un ser providencial. Quien era zapatero y pudo acompañarlo hasta cuando él cumplió los once años de edad. Y no más.
Porque ocurrió que fue enrolado en el ejército dinamarqués para luchar en las guerras napoleónicas que asolaron Europa y murió a consecuencia de aquellos acontecimientos en algún recodo inubicable de una trinchera, entre el barro, la pólvora y la nostalgia.
Afanados como estamos ahora en elevar los niveles de comprensión lectora de niños y jóvenes, qué bueno es recordar que este niño desvalido, cuya vida fue una herida siempre abierta y sangrante, pero cuya obra se eleva como un prodigio, fue guiado por su padre en el mundo de la lectura.
Ahora como una estrella matutina y hasta como el sol del mediodía que se eleva, qué importante reconocer que fue educado, motivado hacia la lectura e incentivado para la creatividad literaria y la proeza de un destino sublime sobre la faz de la tierra, por su padre.
Sin embargo, cabe preguntarnos: ¿quién era aquél? Un modesto artesano y trabajador manual fue quien formó el alma de este genio, fue un remendador de calzado, aparentemente escaso, limitado y desasido, quien nos ha legado a un príncipe, a un portento de las letras y a un manumisor.
 
6. Y,
¿quién es él?
 
Porque es gracias a ese hombre taciturno que tenemos la maravilla universal de los relatos colmados y rebosantes de prodigio que escribió Hans Christian Andersen.
Y es que su padre en su mesa de trabajo al lado de suelas, clavos, martillos y leznas, tenía siempre un pequeño estante de libros que leía a su hijo cuando este se acercaba consciente o desprevenido. Y suspendía cualquier tarea urgente que tuviera a fin de leerle a su hijo.
Aquel varón que lo engendró, nos cuenta Hans, era un hombre triste que nunca reía, salvo con los diálogos y los sucesos graciosos que ocurrían en los libros cuando ambos leían juntos, tiempo y espacio mágicos en que eran estentóreas sus carcajadas, que asombraban, fascinaban y hacían feliz al niño porque le llenaba de gozo que ese hombre sacrificado que era su padre alguna vez riera.
También recuerda en su autobiografía que él le hizo un teatrino de títeres en donde ambos representaban comedias. Y narra enternecido que una vez lo vio llorar desconsoladamente después de la visita de un distinguido caballero.
En ese momento y ante esa situación su hijo se acercó y le preguntó con enorme inquietud:
– ¿Alguna noticia desgraciada te ha traído ese señor, papá? –Le indagó con recato y timidez.
– No. Ninguna, hijo. Al contrario, ha sido muy gentil y amable conmigo.
– Entonces, papá, ¿lo conoces?
 
7. Quien
en lo moral
 
– Sí. Claro que lo conozco desde que éramos niños.
– Y, ¿quién es?
– Fue mi antiguo compañero de carpeta en la escuela donde alguna vez yo estudié.
– Y, entonces, ¿por qué has llorado tanto como hoy te he visto llorar?
– Porque él ahora es un ilustre personaje.
– Siendo así, ¿por qué esas lágrimas, papá? ¿Por qué te conmueve? ¿No debieras estar más bien alegre por haberlo visto?
– No. Lloro porque él ha seguido estudiando y se ha instruido.
– Y, ¿tú?
– Yo, lamentablemente, no. –Fue lo que le confesó aquella vez.
Así, Hans Christian Andersen se ha consagrado porque escribe desde el fondo del alma, desde el afecto y el cariño más entrañable; desde la ternura, como también desde la indignación.
Igualmente, desde el compromiso por coadyuvar a hacer una humanidad más noble, digna y feliz.
En este 213 aniversario de su nacimiento es justo reivindicarlo como un escritor que nos pertenece, nacido entre nosotros y quien en lo razonable, afectivo y moral está al lado nuestro.
 
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