sábado, 7 de marzo de 2020

EL VIAJE LEGENDARIO DE CARLOS EDUARDO ZAVALETA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
MARZO, MES DEL AGUA, DE LA MUJER,
LA POESÍA, EL TEATRO Y EL NACIMIENTO
DEL POETA UNIVERSAL CÉSAR VALLEJO
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


*****
 
BELL, HOY DÍA DEL AÑO 1876,
PATENTA EL TELÉFONO

 
LLAMADA
A LA CUAL
NO LLEGUÉ


 
Danilo Sánchez Lihón
 
1
 
Todo
el santo día, ¡me llamaron
tantos!
Pero la única llamada que
perdí,
y que mi corazón se ciega
en creer
que era tuya, no alcancé
a llegar
al teléfono para contestar,
porque me
caí, y no me pude levantar.
¡Y era
tuya!, la que en ese trance
es
lo único que hubiera podido
salvar mi vida.
 
2
 
Si hubiera
corrido un poco más a fin
de llegar
ahora estaría vivo y sería
el hombre
más dichoso de la tierra, y
feliz,
porque hubiera regresado
contigo.
¡Todo dependía de que tú
llames!
Seguro llamaste, pero yo
tropecé y
rodé cerca ya del velador.
Aunque
no sé por qué estoy seguro
que eras tú.
 
3.
 
¿Por qué no fallé en llegar
a otras
llamadas intrascendentes?
A esta
la esperaba con la vida en
un hilo. A
todas llegué acezante con
la esperanza
de que fueras tú, ilusionado
en oírte.
Nunca me parecieron más
ajenas,
insulsas y distantes, como
si lo
hicieran seres a los cuales
no conocía.
 
4
 
Pero,
la única a la cual no llegué
mi corazón
se aferra en creer que era
tuya.
que si hubiera contestado
esa llamada
ahora yo estaría salvado y
contigo.
Pero sí, es cierto, volvió a
timbrar
inmediatamente y estando
caído
y desde abajo en el suelo,
en verdad
precipitándome, si pude
estirar
la mano. Pero ya no eras
tú.
Guardé silencio y procedí
a colgar
 
5
 
La única
llamada que perdí para ser
y estar
en la vida, otra vez juntos,
fue
tuya. Me hubiera bastado
oírte
para ahora sobrevivir, para
afirmarme
en la vida y superar ya esta
pena.
 
6.
 
Ahora la tengo en mi alma
transida.
como una llaga. Si volvieras
a decidirte
a marcar el número estoy
desde
hace horas y días con mi
mano
temblorosa puesta encima
del teléfono.
¡Pero llama, por favor! Y yo
contestaré,
aunque por ti hace tiempo ya
haya muerto.
 
*****
 
7 DE MARZO
 
HOY NACE



CARLOS
EDUARDO
ZAVALETA

 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


EL VIAJE
LEGENDARIO
DE C. E. ZAVALETA


Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Y mirar
la lejanía
 
Se dice que para morir hacemos un viaje final pero ya como almas en pena y que es el viaje de despedida que realizamos por la senda más querida y subyugante, en donde se han quedado ensimismados nuestros pasos.
Es el viaje que cumplimos ya en espíritu. Y lo llevamos a cabo sin levantarnos del lecho donde agonizamos o del suelo en donde estamos caídos, pero sin haber exhalado todavía el último suspiro.
Entonces en ese viaje nos acompaña nuestro cuerpo, pero ya ensangrentado, o herido mortalmente por las flechas de esa madre también compasiva, que es la muerte.
Si así fuera, ese es el viaje que me hizo ya como alma Carlos Eduardo Zavaleta, y que me relató con lujo de detalles, describiéndome los recodos, los árboles y hasta las piedras del camino.
Y que va de La Pampa, donde él nació, a Corongo que era su obsesión, su desvelo y su martirio. O la espina que tenía clavada en el alma.
 
2. Desde
lo alto
 
Y de Corongo se proyectaba a Sihuas. Viaje a la matriz pues en esa tierra nació su madre y hacia allá se dirigía en lo que los hombres tenemos de atávico o de impulsos, pero en las vísceras.
Lo describía con pormenores y minucias, con afecto y con ternura, en cámara lenta, acompañado de Pío, su guía y tótem.
Viaje que partía desde la oscuridad de la noche, de los cañaverales que asentían titubeantes, hacia la luz esplendente de la amanecida, hasta ver clarear el día.
Pasando por un temible puente colgante, “pálido pero sereno” es su frase reiterativa, puente sobre el río Chuliclín, para llegar al mirador llamado Tarica y allí servirse el fiambre, arroparse y mirar la lejanía.
Era esa su evocación la tarde de marzo que yo lo visité en su departamento de Miraflores, mirando él la vida pasada más nítida que la de este presente difuso, observando los pueblos desde lo alto de un caballo, siendo un niño de ocho o nueve años, más o menos.
 
3. Una serpiente
diminuta
 
Recién cantan los gallos de la amanecida, pero aquí ya está él envestido como un caballero andante de los sueños. Como El Quijote, con una irresistible nostalgia de las casas dormidas aún en la honda penumbra de la madrugada.
Y emprende paso a paso la marcha, cabalgando hacia su destino final. Ahí está la cuesta –le oigo decir– cuyo nombre es La culebrilla, un camino zigzagueante de guijarros y arena resbaladiza.
Aquí ya clarea el día y amanece por el lado de la cima de las montañas. Allí está El Mirador de Tarica, desde donde se contempla hacia abajo la planicie con una piedra monumental como emblema de poderío, pero también de extrañar mucho a alguien.
Como se ha caminado tanto aquí se sirve otra vez el fiambre, en una mesa servida por el guía, en un mantel de tela escocesa que se extiende. Y lo primero que prueba es el pan del horno de la abuela.
Y prosiguiendo esta senda novelesca en su relato, allí está el río que apenas se lo ve hacia abajo como una serpiente diminuta.
Árboles al margen y al otro lado de la orilla la tierra yerma.
 
4. Geografía
infinita
 
De Corongo hacia Sihuas en su relato el viaje abarca la jalca, con lagunas traslúcidas, el suelo escarchado y los chorrillos de agua convertidos en hielo. Entre roquedales el agua blanca que se despeña. Y el frío ahora cortante de la puna. Con el ichu que se cimbra con el viento
Me explica que en el viaje a caballo se ven girar las montañas, hecho que nos enseñan a vivir la vida cotidiana con épica y fortaleza. Siempre él y Pío, el arriero, el peón hierático y austero, leal y sufrido.
En ningún momento era el viaje él con su familia. O de él con sus padres. Sino él y Pío, el guía. Y esto sucedía cuando él tenía de ocho o nueve años.
Viajes en los cuales recorre pueblos, atraviesa puentes. Y siempre avanzando desde los llanos hasta las cumbres, cabalgando en la geografía infinita.
Pero hay en su relato reflexiones, como por ejemplo acerca de los paisajes del Perú, tan fabulosos.
 
5. Pueblos
vetustos
 
Y haciendo anotaciones poéticas, como por ejemplo acerca de las piedras, respecto a las cuales me dice que es una experiencia sublime contemplar y extasiarse con los diversos tipos de piedra. Y me pregunta:
¿En qué parte del mundo se puede ver un espectáculo así? Y él mismo se responde: ¡En ninguna! Recalcando: ¡Y cómo se ordenan y acomodan para conformar las ciclópeas montañas que tenemos! E insiste:
Viajes y miradas donde vemos que la tierra son placas: como un alfajor, hoja por hoja. O como un nido: brizna con brizna. O como un ala: pluma sobre pluma. Así se juntan las distintas clases de piedras y de rocas.
Y las lagunas arriba, traslúcidas y encantadas. De escarchas azules y grises, seduciéndonos, invitándonos a entrar en sus superficies fantasmales y en sus aguas tersas pero heladas, como una manera dulce de morir.
Y luego llegar a los pueblos vetustos, donde se siente su densidad histórica, lleno de grandeza y de heroicidad. Y donde allí mora alguna novia nuestra que no alcanzamos ni a conocer pero que sí amamos en el fondo de nuestro corazón arrebolado.
 
6. Un mensaje
oculto
 
¿Qué fue entonces esta conversación sino una despedida y a la vez un reencuentro con algo muy hondo? Porque mediante esas referencias pude ingresar a esas poblaciones, aunque a oscuras, pero de gran linaje, de casas solariegas, de portales en alto relieve.
Si no, ¿a qué razón se debe que me hablara de viajes y jinetes insomnes y remarcando tanto en esa edad, la de un niño de ocho a nueve años?  ¡Claro!, en ese momento yo no podía pensar jamás que con esos relatos él en realidad me estaba diciendo adiós, caminando de uno a otro lado de la habitación.
Aunque claro, cuando me lo refería se lo notaba exaltado, vehemente, caminando febril y agitado entre los muebles, apoyándose en un bastón tronante e indetenible. Y como si hubiera estado buscando que alguien lo escuchara.
Me dejó la sensación de algo simbólico, de que había un mensaje oculto en toda esa conversación; consigna dicha en ese estado misterioso y difuso del adiós. Después he revisado sus libros para ver si este era un tema recurrente en él, y que quizá estaba repitiendo constantemente en melopea. Que quizá fuera un tópico y algo para él muy querido. Que tal vez son estampas en las cuales se recreara siempre.
 
7. Le agradecí
conmovido
 
Pero no. ¡No hay tal! No encuentro ningún desarrollo de estos temas de los cuales me habló esa tarde alucinada donde el estío tremolaba en las ventanas pocos días antes de morir. Es más, ninguna referencia a Pío, el guía. ¿Era un personaje que lo estaba inventando en esos días?
Eso sí, recuerdo que mientras me narraba, él caminaba por su sala apurado y golpeando el suelo con el bastón, tentando ya como alma si el suelo era todavía suelo; ¡o qué! Yendo por los caminos que recreaba, obsesivo en el relato que me hacía, hundido en la imagen de algún sueño que se hacía realidad en la antesala de morir.
Pero al darse cuenta de mi presencia, creo que, por disimular, aunque en ese momento yo le creí, aunque ahora piense que lo dijo por disimular, me aclaró:
– ¡Los médicos me han recomendado caminar mucho! –Y se sonrojó. ¿Por qué?
Lo curioso es que lo decía detenido en mirarme, pero ya abstraído, quizá asombrado de reconocer que yo estaba en la orilla extraña, mientras él ya retozaba libre y gozoso en la ribera definitiva.
 
 
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