martes, 22 de octubre de 2019

22 DE OCTUBRE: HOY ES DÍA DE LA PERLA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 

Construcción y forja de la utopía andina
 
OCTUBRE, MES DE LA SALUD,
LA ALIMENTACIÓN, LA GESTA
DE ANGAMOS; VIDA Y EJEMPLO
DE MARIO FLORÍAN Y LUIS
DE LA PUENTE UCEDA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****

22 DE OCTUBRE


 
HOY ES DÍA
DE
LA PERLA


 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


 
 
LA PERLA
DE LOS MARES
DEL SUR

 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Culto
al mar
 
 Los primeros pobladores de La Perla en el Callao, donde yo vivo, quienes aquí habitaban hace más de cinco mil años eran collas, pertenecientes a la cultura aimara, ubicados allá arriba en el techo del mundo, a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, en la meseta del Collao, al borde del lago Titicaca. ¿Qué afinidad puede haber entre el zócalo del planeta y aquella elevación ya casi sideral?
¡Mucha! En el fondo estaban fascinados y veneraban a la misma diosa, la Mama Cocha. Para quienes emigraron y se afincaron en lo que hoy es la Provincia Constitucional del Callao, el mar vasto, insondable e infinito era la “Madre agua”, la misma que ondea y se mece, rebrilla y se pasma con la luna en el lago sagrado del Titicaca.
Esencia de culto y adoración y razón suficiente para que aquí se quedaran a morar y construir sus casas al borde del mar, como las ciudades de totoras o islas flotantes que han construido en el lago de esmeraldas, el más cercano a la luna y al sol en todo el ámbito del planeta tierra.
Pero desde aquí hicieron partir varios siglos después uno de los ramales de los caminos del Inca del cual se han encontrado vestigios, lo que prueba que nunca olvidaron su origen y que hay impalpable entre la brisa suave y ululante del mar los ventarrones azulados de la cordillera frígida.
 
2. Vestigios
collas
 
Por eso, además de rendirle devoción a la Mama Cocha en los santuarios piramidales que se encontraban en la parte alta de los farallones de este litoral, se han hallado vestigios del culto que dedicaban a aquella otra deidad secular del mundo altiplánico: la luna.
Eran pescadores diligentes que utilizaban balsas de totora o caballitos de mar que hacían de las cañas que crecían en los humedales cercanos y ahora ya desaparecidos, tal y cual lo hacían los mochica chimúes en Huanchaco, cerca de la ciudad de Trujillo, al norte del Perú, en donde aún se conservan los totorales.
En la parte alta de los escalones abruptos al lado de las capillas estaban las viviendas de quienes aquí además de la pesca se dedicaban a fabricar ollas, que intercambiaban con las poblaciones aledañas de la vera del río Chillón.
El sabio alemán Max Uhle determinó en 1906 que novecientos años antes de Cristo, todavía corría paralelo a la orilla del mar, y bordeando el barranco, un río que denominó Callao, con enormes depósitos de conchas acumuladas en sus orillas, y que guardaban vestigios de los collas de las alturas del altiplano puneño, más arriba de los cuales solo hay estrellas.
 
3. Las primeras
casas
 
 En 1915 la Provincia Constitucional todavía contaba con solo dos distritos, cuales eran: Callao y Bellavista. La Perla pertenecía a esta última jurisdicción.
Dos años después, en 1917, el ingeniero Héctor Boza se propuso hacer aquí, en los terrenos sembrados de frutales de la hacienda Miramar y de los fundos de Chacra Alta, frente a la ribera marina, una moderna urbanización.
Se realizan los primeros trabajos de suelo creándose vías carrozables y en 1920 los terrenos cercanos a los farallones se lotizaron como zona residencial.
Se trazó una amplia avenida perpendicular al mar que se arborizó de cuatro filas de palmeras empinándose airosa y llegando al borde del océano. Su nombre nació indesligable de su fisonomía: Av. Las Palmeras, ahora denominada como Av. Santa Rosa.
Entonces empezaron a construirse las primeras casas, inicialmente de personajes de alta alcurnia, siendo el lugar donde se afincó la alta clase social de Lima: de profesionales encumbrados; y muchas fincas fueron adquiridas por líderes destacados de la política nacional.
 
4. El milagro
de una ciudad
 
Pronto en la avenida que bordea el mar, denominada en aquel entonces Av. Progreso, y hoy Costanera, y en la perpendicular de Miramar, se alzaron construcciones que eran verdaderos palacios pertenecientes a ilustres personajes de la sociedad de aquel entonces.
Después vendría el pueblo fidedigno, esforzado y generoso, aquel que da autenticidad y belleza verdadera y visión de futuro a las cosas que toca y que hace.
  En nota de la revista “Mundial” del año 1924 se lee lo siguiente:
“...El milagro de una ciudad que se levanta como un encanto a orilla del mar, en la parte baja del distrito de Bellavista. Son apenas unos cuantos metros, unos cuantos kilómetros siguiendo la Av. El Progreso las que hay que recorrer, y ya estamos en la zona del nuevo balneario, en donde en tres escasos meses se ha realizado la transformación de un terreno irregular en modernísima y pintoresca ciudad...”
Diversos presidentes de la Republica acostumbran alojarse y veranear en estas costas. Y con ellos se instalaba aquí todo el boato, la vocinglería y el alboroto de quienes tienen y pueden más: los ricos. Entre quienes fueron asiduos concurrentes se cuenta al más ufano, ostentoso y emperifollado de los presidentes que hayamos tenido, como fue el general Oscar R. Benavides.
 
5. “Mar
Brava"
 
Esto dio lugar a que el ing. Boza inmediatamente construyera una casa aparente para toda la parafernalia estatal y que la dona al presidente Augusto B. Leguía, como Casa de Verano de los mandatarios de la nación aristocrática de aquel entonces.
Dicha mansión fue despacho presidencial y casa de gobierno hasta en tiempos del envanecido presidente de la República Manuel Prado Ugarteche, quien fue el último en habitarla y el último que ostentaba su rancio boato.
En contraste a este arcaísmo, en los campos cercanos a la “Mar Brava”, en los alrededores del hoy Parque Guardia Chalaca se construyó un símbolo de modernidad: el primer aeródromo del Perú.
Allí funcionaba también la Escuela de Aviación, donde el 1 de mayo de 1921 se graduó el legendario Elmer Faucett, adalid de la aviación nacional.
Sin embargo, la naturaleza de los vientos produjo allí varios accidentes fatales:
En uno perecieron el comandante Baudiez y el teniente Chabrier, en el biplano “Coudrón” de la Marina de Guerra del Perú.
 
6. Exquisito
sabor
 
Otra lamentable tragedia se produjo en presencia del Ministro de Guerra y de altos jefes del ejército, cuando en una demostración aérea y en el vuelo final el teniente Protzel pierde el control de su nave en el momento de aterrizar y se estrella perdiendo la vida.
Dejando estos lamentables sucesos, cabe registrar que otro hecho relevante es que en la Av. Progreso que bordeaba el mar y la Av. La Paz se realizaba el Circuito Automovilístico más connotado de la época, cuál era el Rally Presidente de la República.
Reconstruyendo la nomenclatura del lugar, existía a principios del siglo XX una laguna en lo que hoy es la Av. Víctor Raúl Haya de la Torre, antes denominada 7 de enero, y más precisamente en la intersección con la Av. Venezuela, laguna que era alimentada por el canal de riego de la Av. Maranga.
En ese lugar se tenía la afición de practicar algo que ahora es difícil de creer: el deporte de la pesca de especies de río y de camarones, apreciados por su exquisito sabor.
Alrededor de ella había establos y típicas casitas hechas de quincha, construcción típica de la costa del Perú.
 
7. Voluntarios
del Callao
 
En el trayecto de Lima al Callao y viceversa se divisaba este paradisíaco lugar y era un regalo para los ojos ver lo idílico del sitio por sus construcciones casi de fantasía. La laguna fue desecada, se hicieron acequias y en ese lugar se levanta hoy la moderna Municipalidad de La Perla.
En la zona de La Perla, frente al mar, hicieron trincheras y acamparon los legendarios batallones de voluntarios del Callao “Guardia Chalaca” y “Guardia Marina” que lucharon en la Batalla de Lima el 15 de enero del año 1881 en la heroica Guerra del Pacífico en la cual nos defendimos de la agresión chilena e inglesa.
Son patronos del distrito de La Perla: San Martín de Porres, el santo limeño de la escoba, y la Virgen de Guadalupe, libertadora de España. Estos componentes de heroicidad y religiosidad se juntan a los del pasado colla, y a la luna como deidad primigenia cuando por las calles de La Perla se desgarra, en cualquiera de sus barrios, la procesión de cualquier santo o santa.
Ahora puede ser del Señor de los Milagros, o de la Virgen de La Macarena, que así se llama la urbanización donde yo vivo y que la encontramos en cualquier paraje con sus velas humeantes, las mujeres vestidas de mantilla, cohetes disparejos y una banda de músicos gemebundos.
Ahora La Perla es un distrito pujante. Del cual amo sus crepúsculos, sus puestos de emoliente apostados en las esquinas, como las luces y sombras de sus calles, y la intimidad candorosa de sus habitantes.
 
*****





LA PERLA,
CON ESE NOMBRE
HAS DE LLAMARLA




Danilo Sánchez Lihón


1. La metáfora
de su nombre

La primera vez que la conocí no podía vivir sino dentro de su nombre. Era imposible olvidar que se llamaba La Perla. ¿Por qué?
Porque su nombre coincide con todo lo que ella es. Porque su nombre está en la luz que la ilumina, en la iridiscencia de la niebla que la arroba: La Perla.
Su nombre está en el reflejo del sol, en las cosas donde el sol se posa, o en el dinamismo y en la quietud que la colman.
Como en el resplandor del aire que la envuelve, sea en las mañanas, sea en las tardes, sea en las noches. Sobre todo, en los amaneceres.
Tanto así que nunca he sentido mayor relación entre la realidad que la integra y la metáfora que contiene su nombre: La Perla.
También por el aire, el cielo, la tierra y el mar que la hacen y la contienen. Por el aura que se desprende de sus bordes, por el fulgor de sus farallones al atardecer.
En ella vivo. En La Perla.

2. Así
se le nombra

Vista desde lejos hacia el litoral, todo en ella canta, entona o modula endechas y armonías e indica inequívoco su distintivo y enseña.
Es la Perla de los mares del sur, cuyo nombre coincide con sus éxtasis, con sus trances y arrobamientos.
Y es que aquello que define a La Perla son los acantilados cuyo tamaño o altura va descendiendo desde unos treinta metros sobre el nivel del mar, en La Perla Alta, hasta casi llegar al ras del suelo que coincide con el mismo nivel que alcanza el mar, como es en La Perla Baja.
Este descenso visto en lontananza o desde las islas, es el de un collar que se hunde en un seno a la vez terrestre y marino, en esa conjunción de tierra y agua, de aire y fuego inaugural, como se siente cuando uno desde lejos se acerca.
Es desde el mar desde donde se divisa cómo el borde terráqueo hace una curva y una línea de inflexión para besar las olas del océano.
Y produce la ilusión de lo que su nombre resume: un collar de perlas que unen el continente con la isla San Lorenzo, haciendo de este un paisaje onírico y de hermosura sin par.

3. No podré
vivir sin ti

Pero, ¿cómo es que nace ese título?
Son dos jóvenes del señorío de Maranga, linaje y heredad que puebla esta ensenada hace miles de años quienes le han dado la gracia o patronímico que ahora tiene:
Que se esclarece y hace evidente cuando riela la luz en las aguas del mar al atardecer.
Que es realidad que se conecta con la historia, justo cuando ella sabe que es irremediable su partida y su adiós hacia aquella región de donde nunca más se puede volver, y entonces le habla así a su amado:
– Mira el mar.
– Prefiero mirarte a ti
– Pero aprende a mirarme a mí en la estela de luz que hace el sol en el mar.
– Es que parecen lágrimas. Las lágrimas que ya he empezado a derramar por tu partida.
– Aun siendo lágrimas, si vienes aquí no te será tan dolorosa mi ausencia. Pero, en vez de lágrimas, ¿por qué no reconocerlas como perlas?
– Es imposible, no podré vivir sin ti.

4. Un collar
de perlas

– Pero aquí yo sé que encontrarás la paz y el sosiego. Y hasta todo el consuelo que tu alma requiera.
– ¿Y con el consuelo el olvido? ¿Eso quieres?
– No, al contrario, quiero vivir siempre en tu corazón.
– Pero con el consuelo llega la resignación, y tras la resignación habita el olvido.
– Por eso, para que nunca se albergue en ti la indiferencia, mira bien: estas, ¿qué son?
– Lágrimas. Y en verdad son mis lágrimas, por tener que perderte.
– Y también son las mías por tener que dejarte.
– Es un collar de lágrimas.
– Pero, en vez de lágrimas, ¿por qué no reconocerlas como perlas?
– ¡Perlas! Pero para mí es una solo perla, que eres tú.
– Está bien. Perla. ¡La Perla! Y yo te pido por nuestro amor que has de venir aquí cada tarde y has de mirarlas como si yo estuviera contigo. Mira hacia ese paisaje.

5. ¡Una
perla!

– Pero tú no estarás.
– Sí. Me tendrás, porque juntos estaremos aquí para siempre. Así en la vida como en la muerte, sin que nada nos separe.
– Y será este suelo y océano el que nos una y nos cobije ayer, hoy y siempre.
– Porque aquí te conocí y te amé.
– Y estuve esperándote y viniste.
– Y aquí también me consolé; sin que deje de arrodillarme y reverenciar lo que fuimos y lo que somos.
– Amaré este lugar por ti a quién extrañaré tanto.
– Y mira lo que te traje para que me recuerdes.
– ¡Un collar de perlas!
– ¡Con una perla mayor al centro!
– ¡Una perla!
– Nombre como has de llamar por siempre a este sitio. 

6. Rosario
de luces

  Y con el nombre de ese lugar surgió La Perla, una ciudad en la costa del Océano Pacífico de Lima que se empina y luego levemente se inclina, se hinca y arrodilla, y se sume en el mar.
Se aduerme y se acuna allí donde las olas son apenas más altas que el quicio de las puertas.
Y el mar encrespado de blanco pareciera salirse y echarse a jugar con los niños por las bocacalles y las esquinas.
Forma una ensenada con el rosario de luces que parpadean al atardecer desde el Morro Solar de Chorrillos, pasando por Barranco, Miraflores, Magdalena y el viejo San Miguel.
En medio de ese rosario está La Perla.
Para quienes la miran desde lejos sumida en un manto de neblina iridiscente. Ensimismada en su propio éxtasis. Pero en el fondo, extendiendo los brazos, a los distritos de la Punta, San Miguel, Magdalena, San Isidro, Miraflores, Barranco y Chorrillos.

7. Alzándose
a volar

Y entre todos ellos hacen un rosario de luces que rebrilla en la lejanía.
 haciendo un abrazo entrañable y profundo que emerge de la tierra y se interna en el mar que se eleva hacia lo etéreo.
Donde en las noches se escucha el rumor del oleaje nocturno arrastrando las piedras de su orilla, llevándoselas y volviéndolas a traer en el dilema de ser tierra o ser mar, o ser música de piedras en el viento.
Ahora tengo abiertas las ventanas por donde entran todos los aromas de las flores que estallan en el jardín, ingresando despiertas o dormidas. Los ruidos más lejanos de los barcos que se van. Y de otros que arriban a la rada del puerto del Callao.
Otro tanto hace la brisa y las voces de los niños que juegan en el parque. Tal vez tus ojos absortos hayan podido posarse desde lejos en la forma que tiene este litoral.
Y en la vasta extensión de casas recostadas suavemente unas al lado de otras en el gesto de aves o palomas alzándose a volar desde una orilla que es La Perla de los Mares del Sur.
 
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