jueves, 12 de septiembre de 2019

RESCATANDO DEL AGUA Y DE LAS LÁGRIMAS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


RESCATANDO DEL AGUA Y DE LAS LÁGRIMAS
 

 Danilo Sánchez Lihón

1. ¿Cómo salir?

– ¡Auxilio! ¡Auxilio!
– ¿Qué ocurre? –Pregunta mi hermano Jaime a Bárbara, su esposa, que ha venido corriendo hasta donde él está.
– Se ha caído un hombre de edad avanzada, al lago. Ha dado un paso falso al querer subir al bote y se ha ido al fondo del lago. No sabe nadar. Y se está ahogando.
Jaime corre hacia el sitio en donde está apelotonada la familia que grita desesperada. Jaime mira bajo el muelle donde el señor da manotazos desesperados.
– ¡Alguien, por amor de Dios! ¡Alguien que lo salve!
Mi hermano se quita rápidamente la ropa y sin pensarlo dos veces se lanza al agua helada que la siente como millones de agujas y cuchillos que se incrustan por su piel.
El señor ha tragado bocanadas de agua antes que Jaime lo saque a flote. Vomita con largas y dolorosas arcadas.
Es grande y pesado, y el borde del bote es alto y la plataforma del muelle más alta todavía; la misma que se apoya sobre columnas verticales de gruesa madera, pulidas y lustrosas por el verdín del musgo y el constante golpear de las olas.
Pero el señor es grande y pesado. Y da manotazos tratando de cogerse de algo. ¿Cómo salir? Y, ¿cómo sostenerlo en la superficie del agua? Las mujeres desde arriba estiran vanamente las manos.
– ¡Valor! ¡Valor! –Claman desesperadas.

2. Aguas oscuras

Mi hermano Jaime es buen nadador. Cuando vivíamos en el balneario de Buenos Aires, cerca de la ciudad de Trujillo, ya entraba muy adentro del mar cuando tendría apenas doce a trece años de edad.
Después siguió practicando natación cuando estudiaba en la Universidad Nacional de Ingeniería, en Lima. Los fines de semana a La Punta, en el Callao. O a las playas de Barranco y Chorrillos.
En los Estados Unidos, donde vive, por lo menos nada una o dos horas inter diarias, en una de las piscinas que hay cerca del lugar donde vive, en Birdsboro, Pensilvania.
Se ha especializado en el funcionamiento de hornos de plantas de cemento, y esta vez le ha tocado trabajar en Wampum; donde Jim, un amigo del trabajo, sabiendo que ha venido su esposa, lo ha invitado a pasear en su bote en el lago Webster.
Ya de regreso, y habiendo desembarcado, se han encontrado con el accidente ocurrido en el muelle, y a una familia más compuesta de mujeres y niños, que han visto con espanto cómo caía el abuelo a las aguas oscuras y frías del lago.

3. Primeros auxilios

El agua está helada y pronto sufrirán de hipotermia si Jaime no se apura en el rescate. Pero el señor es grueso y su peso es enorme. Además, no hay nadie que pudiera cogerlo desde arriba. Jaime se cuida que en su desesperación el hombre no fuera a echarle el brazo al cuello, como lo intenta, y así ambos ir a dar al fondo del lago, tiesos y ahogados.
Quiere darle vuelta y cogerlo por detrás del cinturón, pero el señor manotea tratando de cogerse de él. Intuye Jaime que la solución es dejar que se hunda y allí cogerlo por detrás. Y, para intentarlo, se aleja.
El rostro de desesperación del hombre es atroz cuando ha visto que su auxilio se aleja. La mirada de horror y desamparo que ha puesto es ver a la misma muerte pintada en su rostro de agonía. Y se hunde. Inmediatamente también Jaime hunde la cabeza y lo alcanza, pudiendo cogerlo del cinturón por la espalda y haciendo un esfuerzo supremo lo alza sacándolo a la superficie del agua. 
Y con el brazo izquierdo, chapoteando con todas sus fuerzas, lo va llevando metro tras metro en dirección de la orilla, hasta tenderlo en un matorral de juncos y tacuaras donde con la rodilla le aprieta el estómago, haciéndole devolver toda el agua que ha tragado. Felizmente ya ha empezado a vomitar y la familia le aplica los primeros auxilios, mientras Jaime se tira con los brazos abiertos y mirando al cielo sobre el limo tibio del lago, hasta donde llegan suavemente las olas.

4. De todos modos

El hombre ya respira cuando Bárbara le alcanza la ropa a Jaime, para que se vista. Una mezcla de sentimientos encontrados se le agolpan en el alma. Los más dominantes el de horror. Y otro el deseo de golpear a alguien. De agredirlo hasta no más.
Le pide a Bárbara que se retire y lo deje solo. Y así está un buen rato, done lloró y lloró. Y eso lo fue calmando hasta poder volver los ojos hacia donde estaba su esposa y, más allá, parte de la familia que lo espera reverente y en silencio, mientras otra ya ha partido con el anciano para ser atendido en un centro médico. 
La familia que lo espera es para extenderle un cheque por una cuantiosa suma de dólares en señal de recompensa y gratitud. Jaime es rotundo:
– De ninguna manera acepto. ¡En absoluto! ¡No quiero escuchar hablar de eso!
Por el tono y determinación con que lo dice entienden respetuosamente que lo mejor es no insistir. Pero intentan persuadir a Bárbara, su esposa, para aceptarlo.
– Si él dice que no, es no. De todos modos, muchas gracias. Pero sería mejor no volver a tocar el tema. –Recomendó.

5. Allí estaremos

Dos o tres días después del suceso Jim, el amigo del trabajo, le cuenta que una de las nietas del señor está mal, con una fuerte crisis nerviosa. Tiene depresión severa y se pasa el día llorando. Ha dejado de ir al trabajo y se siente culpable y avergonzada ante a su familia.
– ¿Por qué? –Preguntó Jaime.
– Porque ella trabaja de salvavidas en una de las piscinas del estado. Y no se lanzó a rescatar a su abuelo. No atinó a hacer nada. Y sintió miedo.
– ¿Así? Y, ¿cuál de ellas?
– La más bonita.
– Todas me parecieron bonitas.
– La de cabello corto y ojos azules.
– ¿No quisieras hablar con ella? La familia me encarga pedirte, además, que quiere invitarte a comer, a ti y a tu esposa. Es una familia muy rica y respetable, aquí en Wampum.
– Con una condición. Que nadie vaya a tocar el tema de la recompensa.
– Les diré. Y me han dicho si es que puede ser este fin de semana. Porque a mí lo importante es que puedas rescatar del lago de lágrimas en que se está ahogando Mirian, que así se llama la chica.
– Si puedo ser útil en algo, allí estaremos.

6. Mi pueblo natal

La familia en pleno recibe a Jaime como a un héroe, que no solo ha ganado una batalla sino una guerra para toda una nación. La casa luce engalanada y se ha convocado incluso a familia que vive en otros estados que no quieren perder la ocasión de saludar al abuelo y conocer al superhombre que ha salvado de morir del patriarca de la familia y fundador de toda la fortuna que posee la familia.
El señor Lucien, que así se llama el patriarca, luce en esta ocasión su mejor traje y se siente un hombre revivido. Más los jóvenes se admiran que una persona de 1.65 de estatura y de apenas 70 kilos de peso haya podido sacar del lago y ya sin aliento a un señor de casi dos metros de alto y 140 kilos de peso. Y desde las aguas de un lago casi helado.
Consideran que es una proeza, un hecho portentoso y hasta un milagro. Todos le dan la mano, los niños lo miran extasiados y los jovencitos poniendo las manos en sus hombros o en sus brazos. Todos están a su alrededor, mirándolo y preguntándole.
– ¿De dónde es usted? ¿Dónde nació? ¿Hay lagos en su país? ¿Cómo aprendió a nadar? ¿Qué estudió? ¿Dónde trabaja?
– Nací en el Perú; en los andes de la América del Sur, que es un lugar de montañas muy altas y hondos precipicios. No hay lagos en la región donde yo nací. Aprendí a nadar en los ríos de mi pueblo natal. Estudié en la Universidad Nacional de Ingeniería y luego revalidé mis estudios en la Universidad de Pensilvania. Soy ingeniero y trabajo supervisando hornos de las plantas de cemento aquí y en otras partes del mundo.

7. A favor de la vida

En eso aparece Mirian, la nieta que se reprocha no haber actuado pese a que sabe nadar y es rescatista de piscina. Tiene los ojos llorosos; nuevamente pide disculpas a todos. Jaime se levanta y le tiende la mano. Ciertamente se la ve lívida, decaída y demacrada. Pero, es linda.
– Me siento culpable. –Dice ella–. Usted se lanzó, arriesgó su vida y yo que soy su nieta y trabajo como rescatista en una piscina del estado me quedé paralizada de terror.
Voy a contarle, –le dice Jaime–, lo que nos explicó nuestro profesor en una clase de psicología en la Universidad de Pensilvania, donde estudiaba también allí con nosotros un alumno que había sido soldado en la guerra de Vietnam, y había salvado a 7 compañeros de morir entre las llamas de un incendio. A ese estudiante, quien tenía Medalla al Heroísmo del Congreso de los Estados Unidos, le preguntó:
– ¿Por qué se lanzó usted? –A lo que el muchacho respondió: 
– Hasta ahora no lo sé. 
– Ya ven, –nos dijo el profesor–. Lo que afloró allí es el instinto. Los instintos tienen diversos comportamientos, pero todos a miles de revoluciones por segundo nos dicen lo que hay que hacer a favor de la vida. Todos, tratan de conservar la vida. Porque allí había otros soldados pero que se quedaron paralizados también por instinto de conservación a favor de la vida.

8. Cabal y preciso

– Pero él es mi abuelo. Y es el ser al que más quiero. Yo debí lanzarme. –Dice. Mira a su abuelo. Y este al mirarla a ella también se le humedecen los ojos. Ella se levanta, va hacia él y se abrazan.
– Usted Mirian se siente avergonzada ante su familia y ante usted misma. Pero, créame, y quiero que escuche toda la familia aquí reunida: que si usted se lanzaba moría. Y esto por lo mismo que nos acaba de decir: que él es su abuelo querido. Entonces, usted en el agua lo hubiera abrazado y él a usted. ¡Hubiera dejado que le abrace! Y ambos juntos habrían ido a parar al fondo del lago.
– Está absolutamente claro. –Dice el abuelo.
– Y eso, quien nos lo dicta, pero en un instante, es el instinto.  Usted tuvo instinto. El instinto rápidamente compulsó todo. No solo distancias, medidas, peso, posibilidades, sino ese factor invisible que le digo, el abrazo. Porque, les cuento: toda mi lucha al principio en el lago fue no dejarme abrazar por el señor. Por eso, lo digo con toda sinceridad. No hay nada de lo cual usted tenga que arrepentirse. Y su familia debe estar feliz, de que usted siga viviendo y tenga todo un futuro por delante. Y el resultado es que nadie puede culpar al abuelo de ninguna muerte por haberse caído. La de él y la suya.
– Es así. –Dicen todos.
Hubiera sido un mal recuerdo para la familia que usted muriera por culpa de su abuelo. Y hasta para su abuelo, que veo que la quiere mucho, su alma no hubiera tenido paz sabiendo que por su culpa usted, que es joven, hubiera muerto. Así que siéntase en paz sabiendo que hizo lo correcto, y siéntase en paz toda la familia por el instinto tan cabal y preciso que tuvo Mirian.

9. Gracias, otra vez

Ella ha dejado su rostro compungido. Ahora se la ve repuesta, y hasta luminosa. Mira a su abuelo y este la mira enternecido. 
– ¿Fue muy difícil sacar a mi abuelo? –Pregunta ya, profesionalmente.
– Era imposible sacarlo consciente, porque él manoteaba y buscaba cogerse de mí. Yo tuve, por eso, por no estar ligado a él familiarmente el recurso de dejarlo hundirse, para cogerlo por detrás y desde el cinturón. Ese detalle jamás lo hubiera podido hacer usted, por ser su nieta. No hubiera podido tener una luz de razón, que yo sí la tuve. Y ese es el detalle para estar celebrando hoy día un resultado positivo: el detalle fue dejar que se hundiera. 
– Gracias, Jaime. –Dice el abuelo–. por toda la bendición que nos ha traído. Le debo la vida. Y quiero decirle con toda el alma que también usted ha regresado conmigo a esta vida juntos. Porque usted ha estado también en peligro de muerte.
–Yo también agradezco a la vida por la ocasión que nos da de ser útiles.
Días después su amigo del trabajo le comenta a Jaime:
– Mirian ya está bien. Creo que a ella la has rescatado de aguas que son mucho más hondas, profundas y procelosas que las de un lago. Y esas son las aguas de los mares que son del alma humana. Gracias, otra vez, Jaime, le dice Jim conmovido. Y lo abraza.


  
LA CASA DE LA INFANCIA




Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Aquí y ahora
 
Jaime, querido hermano. Un día como hoy, 12 de septiembre naciste en nuestra casa de Santiago de Chuco. Por eso te abrazo aquí, en esta misma vieja casa que tú has reconstruido, que antes estaba cerrada y silente porque todos nos fuimos de ella, y en donde yo que entre esas ruinas se humedecían los ojos de nuestro padre muerto.
Te abrazo en ese cuarto del segundo piso de este “Hueco en la pared", como a veces mamá, cuando está enojada, así lo llama. Y en donde de noche vela la lámpara de kerosene de tubo acampanado que se ha ido negreado porque la mecha se gasta y se tuerce, alumbrando solo para un costado.
Lámpara que tú y yo hemos soplado de niños y apagado ya para dormir, pero antes hemos conversado desde nuestras camas, que es cuando nos confesamos secretos, y a veces entre las sábanas lloramos en silencio.
Casa que cuando ahora nos llamamos por teléfono evocamos contándonos cualquier historia que en ella sucediera cuando éramos niños. Que nos hacen reír, como también cuando enmudecemos nos hacen sollozar hacia adentro, acongojados.
 
2. Y un buen día
 
Aquí te abrazo hoy día porque aquí seguimos desvelados, ideando un destino mejor para nuestro pueblo, por lo cual también estamos luchando.
Porque presentimos que hay un tesoro escondidos entre estas paredes y en nuestras vidas y que es nuestra infancia, y el mundo de inocencia, de candor y de ternura que absorbimos de la gente humilde del campo, y del mundo andino.
Que nuestros mayores supieron inculcarnos y cultivar en nuestras almas, ahora extasiadas en esas lejanas horas. Y es lo que nos hemos prometido rescatar y defender, consagrando a ello nuestras vidas.
En esta casa que tú has vuelto a reconstruir. A la cual ya no se podía entrar porque las vigas se habían caído y todo adentro eran escombros, agujeros y hasta crecían en sus montículos malvas, retamas y otras plantas silvestres.
Hasta que un día dijimos: que sea la casa de Jaime, que tanta insistencia pone en que hay que reconstruirla. Está bien, yo doy mi parte. Y yo también. Yo igual. ¿Todos estamos de acuerdo? Sí. Ya Jaime, es tuya. Pero tú te enojaste, diciendo: O sea que yo tengo que hacerlo todo. Y pasaron los años. Y ante cada insistencia te decíamos: Es tuya. Y un buen día, lo hiciste.
 
3. Gracioso y encantador
 
Te recuerdo, Jaime, desde pequeño como un ser de cariños fuertes y libres, quien rápidamente hacía "querencias". Que sabías llegar y encantar y tocar el corazón de la gente de toda condición tanto de humildes como de soberbios. Recuerdo que tenías muchas ilusiones, y voluntad propia.
No olvido cómo de niño tú mismo te empleaste como ayudante de un vendedor de cachivaches: de aretes, anillos y collares en la fiesta grande del mes de julio dedicada al Patrón Santiago. Que abría unas cajas grandes como maletines y ahí estaban esas maravillas que más encantan a las mujeres lucen en sus dedos, ostentan en sus pechos o cuelgan de sus orejas y que representan flores, corazones, lunas o cualquier alusión a la magia y al afecto. Te detuviste ante el mercachifle y le dijiste:
– ¿Le ayudo a vender?
Te miró. Vio que eras un niño gracioso y encantador, y te dijo:
– ¡A ver!
Improvisaste una voz, y dijiste.
– ¡Se venden, lindosh aretes, anillos y collaresh! –Y al punto la gente se detenía.
 
4. Entre el bullicio y la multitud
 
¿Tendrías 5 o 6 años? ¡Y no más! Porque la impresión es que eras muy pequeñito. Y lo cierto es que lo que empezó como una broma, el vendedor pronto reconoció que el negocio con tu presencia iba estupendo. Y pasaban las horas y te ofrecía pagarte mucho más y mejor. Y así fue día a día.
Porque contigo el negocio iba redondo y sin ti decaía hasta casi no vender nada. Y cada hora que te escapabas temía que de repente no volvieras y la ayuda que tú le prestabas era para él como un milagro.
¡En los momentos en que tú estabas la venta era buenísima, increíble! Y es que la gente se detenía a mirarte de la gracia que le ponías para vender. Y de puro gusto compraba.
Y bastaba que desaparecieras para que todo decayera. Porque tú le ponías corazón y vida, colocándote a un costado del atril y anunciando las ofertas. Yo pasaba a tu lado y escuchaba tu vocecita:
– ¡Se venden, lindosh aretes, anillos y collaresh!
Y lo decías de manera tan persuasiva que la gente se detenía, dándole gusto ver a un chiquillo gracioso y vivaz entre el bullicio y la multitud.
 
5. Como un cascabel
 
El mercachifle en plena fiesta tuvo que ir y volver dos veces trayendo más mercadería de Trujillo. ¡Y tanto vendía que te citaba desde primera hora de la mañana hasta el anochecer!
Venías a almorzar tan apurado que te quemabas la boca. Y tomamos tan en serio y con tanta responsabilidad tu puesto de trabajo que te íbamos llevando la comida a La Alameda.
Pero el gesto maravilloso es que todo lo que ganabas venías y lo entregabas a mamá.
Y eso te llenaba de orgullo y de felicidad, tanto que durante los breves momentos que estabas en la casa estallabas de gozo como un cascabel.
No recuerdo cuánto era lo que ganabas, pero me ha quedado la certeza de que era mucho dinero lo que el señor te pagaba y tú entregabas a mamá.
Y ya en confidencia todos en la casa comentábamos acerca de tu generosidad, que era tanta y que se ha corroborado con el correr de los años porque a todos ayudas y proteges.
 
6. Y es que tú
 
Y te cuento todo esto por algo quiero revelarte y que quizá tú no lo sepas. Y lo sé porque soy tu hermano mayor. Y es que, todo lo que tú le entregabas puntualmente a mamá fue motivo de una conversación de ella con nuestro papá, a quien le dijo:
– Fíjate cuánto ha ganado Jaime, nuestro hijo.
– ¿Tanto? –Se asustó papá.
– Y no quiere para él que le compremos nada. Dice que todo sea para la casa. ¿Qué hacemos?
– Esa cantidad alcanza para cambiar el techo que se ha caído, y que no sabemos cómo arreglarlo.
– ¡Si alcanza entonces invirtamos en eso! –Le dijo mamá.
Y se compraron tejas, magueyes y carrizos. Y se cambió el techo viejo por un techo nuevo.
Esto se me ha quedado indeleble y grabado como una flor con todas sus espinas. Y hasta ahora me produce pena y admiración. Y, a la vez que me duele, me fascina, de cómo un niño puede hacer cosas tan grandes que no pueden hacer los mayores. Y ser tan puro en su corazón. Y es que tú eras un ser alegre, animoso, luchador. Y ese mismo espíritu es lo que te hace triunfar ahora.
 
7. De la crisálida sus alas
 
Y te cuento todo esto porque lo que hiciste de niño lo has hecho también de mayor. Indudablemente, acciones como esa eran anuncios de lo que harías después, como reconstruir nuestra casa de infancia en donde ahora te abrazo; y lo has hecho piedra sobre piedra. Un patrimonio que la mayoría abandona y desestima. Tú en cambio la has levantado de las ruinas, muchos creyéndote insensato:
– ¿Viene a invertir en estos despojos? Entonces eso quiere decir que ha fracasado lejos, en el extranjero.
Lo has hecho incluso con la opinión adversa de muchos de nosotros: “A mí ni me hablen de eso”. “Ni que estuviera loco”. “¿Y qué saco yo con invertir en eso?”. “¿Acaso me sobra la plata?” Tú la has levantado a espaldas de todos nosotros. Y yo quiero celebrarlo como ejemplo. Y signo de una actitud coherente y moral en relación a nuestra historia, a nuestro origen y a nuestros ancestros.
Porque el carisma es regresar a nuestros pueblos de origen; devolver lo que la tierra y nuestros pueblos nos han dado, puesto que cada grumo de polvo pertenece a la tierra que nos vio nacer, debiendo ser gratos con el sitio donde pudimos alentar nuestros sueños, anhelar y donde pudo abrir la crisálida sus alas, para volar hasta el sitial en que cada uno ha volado.



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