martes, 10 de septiembre de 2019

LAS TEJAS SON HADAS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN



LAS TEJAS SON HADAS



Por Danilo Sánchez Lihón


1. Lucero ensimismado

 Los tejados son alas de nuestro espíritu tendidas y suspendidas en el aire hacia lo eterno.

Arcilla y viento que contienen agua y fuego para siempre.

Toda la curvatura de la teja está templada a fuego intenso, y afinada para entonar endechas de amor al firmamento.

En ellos se sobreponen una teja macho y una teja hembra, por eso las tejas son cantarinas, sabias e impredecibles. 

Porque sintetizan el amor. Una teja se tiende y la otra fragua tempestades. 

Son barro que vuela y quieto lucero ensimismado.

En los tejados se escuchan las voces y los llantos de las almas que han pasado. Y de aquellas que añoran su lar nativo.

 En ellos los espíritus se posan.

2. Pasos y destinos

Los tejados son nuestra entraña, gracia y extravío. Son nuestra ilusión como nuestra pena.
En ellos se nos encuentra y en ellos, pese a estar, jamás seremos hallados.

En ellos estamos, radiantes o ateridos. Y cuando no estemos se nos mirará en la hondura de su centro o su costado.

Velan, escuchan, aguardan. Son quienes nos amparan y protegen de tanto cosmos inacabable. 

Se enorgullecen si triunfamos y se apenan si sufrimos.

Ellos escuchan las voces de adentro y las de afuera que pasan por la acera. 

Aquellas que provienen del fondo del alma y de las otras que vienen desde lejos cribando nuestros pasos y destinos.

3. Abiertas o sepultas

 Antes yo creía que los techos eran inclinados por el agua que tenía que correr por su pendiente. 

Pero después supe que no era por eso.

Ese gesto es por un motivo diferente. Porque es otra savia la que recorre sus venas o canaletas. Y ello es el sentimiento, ¡y los sueños inatajables!

Porque cuántas veces no hemos jugado al verlos y preguntado: ¿cómo sería resbalar o subir por ellos si fueran más empinados o ligeramente más tendidos?

Entonces son para jugar con nuestras emociones y fantasías sean abiertas o sean sepultas; sean calmas o sean desmesuradas.

Como, en otro tiempo, son inclinados para llorar. A que por ellos resbalen nuestras lágrimas. Cuando nos hemos ido y ya no los tenemos. Y cuando nos despedimos.

4. Senos o regazos

Pero es por algo más que son inclinados: y es por un gesto piadoso y caritativo. Por aquel querer tender hacia abajo los brazos. y proteger al desconsolad.

Es por sus lágrimas compasivas. Por identificarse con la gente más sencilla.

Por ser tan humanos, que es lo mismo del por qué se cimbran o se quiebran. Por el dolor que les causa el sufrimiento ajeno, o del prójimo.

Que en mi pueblo esta palabra se la dice con cariño entrañable, como si dijéramos: próximo, o hermano. 

El por qué se tuercen, es por la ternura que los embarga. Por ser buenos, cariñosos y estupefactos. 

Unen la tierra con el cielo, cual si fueran senos o regazos maternales. Y porque en ellos lo que no hay, así estén derruidos, no es jamás olvido.

5. Los huecos de las puertas

 Por ubicarse en ellos es que tienen una mirada hacia abajo sensitiva y otra hacia adentro compasiva. Y otra hacia arriba llena de preguntas incontestables.

En los tejados es donde los ángeles se guarecen. Y velan las hadas extasiadas. También los duendes de las cercas aquí tienen sus escondrijos.

Solo la parca con su traje de telaraña y sus ojos que no ven, pero que sí señalan, no se atrevió nunca a pisar en ellos.

¡Jamás se ha visto el alma de un muerto en el tejado!, pero si tras las paredes, o las puertas, o ventanas.

Con su guadaña, el chushec y la pacapaca en los hombros, se esconde entre los árboles y en los huecos de las puertas.

6. De cara a los arcanos

Y desde allí lanza su soplo o su flecha envenenada para que la gente muera.

Pero no desde los tejados.

Las tejas son hadas, ¿espantarlas para siempre? ¿Desterrarlas de nuestras vidas?

Es la arcilla ofrendada al viento y a lo eterno.

Los tejados son el plumaje de las divinidades que se arrebujan bajo el cielo anubarrado.

Porque las tejas recogen nuestra vida sencilla y cotidiana y la subliman hacia los cielos abiertos y eternos. 

Pero también afrontan los enigmas y nos lo ofrecen como pan de cada día. 

Más aún, viven de frente y de cara a los arcanos y nos modulan tenuemente sus secretos a los oídos.

7. Velar entonces

Los tejados no solamente son bellos, sino que simbolizan entre otros contenidos trascendentes: la ternura, la maternidad, como el arrojo y el coraje.

Son la línea fronteriza entre lo terreno y lo divino. Porque eso somos y hemos sido. 

Y hasta contienen la trascendencia de la que hemos sido hechos. O bien somos y hemos de llegar a serlo, como victoria en el universo. 

Defender los tejados es dar valor a nuestros pueblos, haciendo que ellos tengan identidad. 

Nuestro compromiso generacional es hacer que los dones y virtudes de nuestra tierra no se pierdan y, al contrario, se exalten y consagren. 

¡Por todo ello y, en primer lugar, velar entonces por la permanencia y conservación inalienable de los tejados!

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