miércoles, 22 de mayo de 2019

CECILL SCOTT ENTRE DOS PROFÉTICOS SUEÑOS: UNA TERRIBLE PESADILLA Y UN HERMOSO SUEÑO SU ÚLTIMO LIBRO - POR SAMUEL CAVERO GALIMIDI, PRESIDENTE DE AEADO


CECILL SCOTT ENTRE DOS PROFÉTICOS SUEÑOS: 

UNA TERRIBLE PESADILLA Y UN HERMOSO SUEÑO SU ÚLTIMO LIBRO

Por: Samuel Cavero Galimidi

Saben, anoche soñé que Cecill Scott se había convertido en Diana, la diosa romana latina de la flora y de la fauna silvestre. Y que yo era una hojita que no quería desprenderme de su robusto, carnoso y blanco tallo. Pero ustedes saben que toda vida es un sueño y los sueños, sueños, sueños son, como lo decía Pedro Calderón de la Barca. Y vino entonces a mí, cual sueño llegado del Infierno,  una terrible pesadilla. Soñaba que un hombrecito con su carita de ogro, de duende triste, célebre en todos los pueblos a donde iba, con su melena de león y zapatillas donde ocultaba sus enormes pies, con encendidos ojos de pedernal;  me llamaba desde la oscuridad de la noche (jalándome de las patas, mientras yo, dormido, sudando de terror, trataba de despertarme y no despertaba).

     Era para ahorcarme con su hermosa e inconfundible chalina roja, por no haber querido acompañarlo, viajando al borde de precipicios,  a Pallasca, Cabana y Cachicadán en su último viaje. ¡Y entonces, en mis pesadillas, vino un terrible derrumbe aluvial arrastrando animales, árboles, tierra y rocas a su paso,  como Fin del mundo, del que hoy no quisiera hablaros más. Pero sí del primer sueño, del hermoso sueño que hoy, ruego, permitidme contarles. Es justamente sobre este libro y su  querida autora, Cecill Scott, que año a año habiendo cientos de escritores y catedráticos de fama continental en  Perú, me hace el honor de presentar sus libros.

Diré en primer lugar que la espléndida prosa narrativa y poética de Cecill Scott vuelve a sorprenderme gratamente. En la sección del libro llamada “regreso a casa” hallamos la búsqueda de sus propias raíces, es un reencontrarse en el recuerdo con su propia infancia. Leamos atentos:

“Afuera, las personas siguen en su andar calmo y silencioso, se cierran algunas puertas y, en unos instantes, mis ojos se cerraron y logré el tan esperado descanso.

Por la mañana, un día de esplendor y fulgurante jornada de sol de verano, penetra por el gran ventanal que me llevó, instintivamente, a abrir la ventana. En el preciso instante de hacerlo una voz de mujer casi adolescente atravesó la transparencia del aire, transmitiendo una orden textual -“Suban al auto, todo está listo, a mediodía llegaremos a la playa”-.

Sonreír fue inevitable, como fue inevitable también recordar mi propia infancia, cuando papá nos daba la misma orden y partíamos llenos de ilusión a esas fantásticas vacaciones. Me sorprende la rapidez con que pudo evocar aquellas memorias de infancia, días felices e inocentes en los cuales sólo me preocupaba de vivir nuevas experiencias en plenitud”.

    Escribir en Cecill Scott no sólo ha sido catarsis, sino un hecho natural de afinar su propia personalidad y provocar en nosotros conductas modélicas. Este libro llamado “Pensamientos de una Chilena”, una nueva criatura de su autora, es un libro de memorias y un libro de autoayuda que nace desde la ciudad chilena de Casablanca, tan cerca de Santiago, un lugar quieto, silencioso, con un bello entorno rural y urbano. Casablanca es una ciudad y comuna perteneciente a la provincia y región de Valparaíso, en Chile. Cuentan que  el conquistador Diego de Almagro se internó hacia la actual Casablanca, tomando la ruta de los incas que desde Quillota cruzaba Limache y Villa Alemana, penetrando por el valle del Marga Marga hacia los campos de Orozco. Desde allí avistó el valle de Casablanca  atravesándolo para seguir a Melipilla.

    Hay muchos relatos, confidencias que se vuelven memoria, que nos remiten a Casablanca, aquel idílico lugar chileno. Al libro me remito:

Rencuentro con la vida

(Casablanca)

Preguntas, preguntas y preguntas

“Con el tiempo, dejé atrás la urbe capitalina junto a mi profesión, pero  traje a Casablanca el conocimiento, el saber que me ha permitido seguir desarrollando la capacidad creativa, sea por mis manos, la pintura, o por mi razón, mi gran pasión…las letras. De igual forma, dejé atrás el paso apresurado de un mundo convulsionado y pequeño, en donde los seres humanos, únicamente, se preocupan de sí mismos y no de quienes los rodean, luchando siempre por conseguir más y mejores cosas que no contribuyen en nada al encuentro de la verdadera felicidad.

Escribir, escribir y escribir…más que acercarme a las personas, me acercó a mí, a mis sentimientos, a las manifestaciones que puede expresar mi razón y lo que pudo llegar a sentir un corazón mutilado y destrozado, pero recuperado, gracias a la tenacidad, voluntad e integridad, como ser humano, que he desarrollado”.

     Hay también en este libro hermosa poesía, poesía rimada, poesía existencial, poesía estrófica, como:

La niña del ayer
(Soneto en pareados)
Fui niña traviesa de gran sonrisa
jugaba y corría siempre deprisa
por el vergel florido de los huertos
hasta derribar los nimbos cubiertos.

Este es un libro de memorias que muy pocas veces fecha los recuerdos, pero cuando los fecha nos precisa el evento, pues chile, como Perú, y otros países del llamado Cinturón de Fuego son países de temblores y terremotos. Cecill Scott lo cuenta con lujo de detalles, y hermosa prosa, en el día en que la tierra se enfureció. Nos dice y la cito:

“Al día siguiente del terremoto del año 2010, escribí lo que vivimos con Victoria, una fatídica noche que jamás he podido olvidar.

¡Terrible, mal, casi nos morimos con Victoria!”

Es además un libro autobiográfico, una preciosa autobiografía que nos deja estremecidos por su ternura y entrañables afectos en la sección llamada las raíces de mi árbol. La vuelvo a citar y leo un fragmento de este libro:

Las raíces de mi árbol

“Mi visión frente al mundo es ser una mujer positiva que se recrea con la vida en todas sus formas y manifestaciones, que se ríe hasta de ella misma, una mujer que cada día voltea la página de lo vivido y abre los ojos al mundo vestida con una hoja en blanco.

He de confesar que no siempre fue así…

Lejos están los días en que solía jugar durante todo el día sin otra preocupación que dejar en libertad mis pensamientos y mis sueños.

Nací en Santiago, la populosa capital de Chile, en la comuna de Providencia, en el mitigo (mítico) hospital Salvador.

Desde que tengo memoria, uso de razón, lucidez y conocimiento de causa, viví, pasé y gocé mi infancia y adolescencia en la comuna de Renca, donde busco (busqué) mi infancia en los sueños de mi mente. En esos años; campo, vegetación, animales sueltos, sin ataduras ni encierros al igual que yo. Corrí libre por los sembradíos y, sentada en el suelo, comí los frutos que arrancaba de las matas, con las rodillas rotas, mi cuerpo lleno de tierra, mis pies embarrados y, digo pies, pues mi goce máximo siempre fue andar descalzas… ¡a patita pela!”.

Como libro de memorias y autobiografía recoge los dolorosos años vividos por chile durante la dictadura pinochetista. La poeta, desde su mundo interior, desde el doloroso pasado que se obliga a contarlo en pinceladas desde lo que ella ama: “la libertad”, entonces reflexiona erigiéndose la voz mayor de chile y nos dice:

“Soy una sobreviviente de la dictadura, del suelo chileno manchado con sangre, del mar enrojecido, del olor a tierra ensangrentada, del país del sur donde se entraba y jamás se podía salir, esa fue mi patria. Pero un día nació una patria nueva, nació la tierra de la verdad, de la justicia, de la paz, del derecho libre y soberano a expresar ideas, sentimientos e ideologías.

A mi vida regresaron los sueños, las ideas y pude volar en libertad para ser testigo viviente de la historia de Chile del ayer, del Chile del odio, del Chile de los desaparecidos y jamás olvidados, del Chile de las torturas y de las aberraciones más tétricas que un ser humano pidiese experimentar. Estas experiencias, constantemente, las examino para no olvidar y celebrar, por sobre otras circunstancias, el dulce sabor de la democracia, de la libertad, de la luz, de la paz y el sublime derecho a vivir libres y soberanos en la tierra que sostiene mis raíces ancestrales y mis fuentes originarias”.

Cecill Scott es voz ecológica que nace de la tierra fértil, que se vuelve humus, raíz, tallo y árbol frondoso, con sus esclarecedores libros que nacen desde la creación literaria. la metáfora del árbol-vida, poeta-árbol, mujer árbol,  del adánico bíblico árbol de la vida, no puede ser más esplendida cuando Cecill Scott nos dice con magia y encanto narrativo de árbol que no quiere morir. la vuelvo a citar:

“Mis raíces originarias, creo, provienen de aquel árbol en donde pasé montada gran parte de mi niñez…el Nogal. Desciendo de los árboles, como todos, como los monos, como los primeros habitantes del planeta y la evolución de mis antepasados ha hecho de mí, lo que soy hoy en día.

Allí están las raíces de mi infancia, soy natural del bosque encantado, del sombrío bosque, de la hondonada recóndita y misteriosa en donde los sotos antiquísimos reinan silentes y soberanos, de la profundidad del laberinto de historias fraguadas y dibujadas en mi mente que se revelan con el paso de los años”.

        Albert Einstein, uno de los más famosos científicos y sabios de todo el mundo ya lo decía: "Mira profundamente en la naturaleza y entonces comprenderás todo mejor." La poeta ha aprendido a escuchar a los árboles. Ella misma se siente un árbol, pue se confiesa que desciende de los árboles y por tanto es un árbol. Los árboles emiten sus propios sonidos, sonidos poéticos. Un árbol es en esencia poesía.

       Cecill Scott es de aquellas personas observadoras que saben que la naturaleza nos brinda infinitas posibilidades de aprender y reflexionar sobre la vida. Una diosa madre es una diosa que sirve como deidad de fertilidad general. Para Cecill Scott, como en Nietzsche, que piensa que «Un árbol es nuestro contacto más íntimo con la naturaleza», la felicidad gira en torno a nuestra conexión con la naturaleza y siente una necesidad de aportar algo para conservarla. Recordemos: los bosques son los pulmones de la tierra. «Entre el hombre y árbol hay un imperceptible vínculo vital que une sus destinos más allá de la célebre obra El Barón Rampante, de Italo Calvino. Recordemos: Cuando tenía doce años, Cosimo Piovasco, barón de Rondó, en un gesto de rebelión contra la tiranía familiar, se encaramó a una encina del jardín de la casa paterna. Ese mismo día, el 15 de junio de 1767, encontró a la hija de los marqueses de Ondarivia y le anunció su propósito de no bajar nunca de los árboles.

      Haciendo literatura comparada hay un paralelo de vidas, un símil, como se llama en la literatura. Para Cecill Scott está vivo el recuerdo del árbol de la felicidad dentro de tanta infelicidad. Quizá, rebelándose la casa paterna,  su objetivo es construir un mensaje ecológico ante la constante destrucción de nuestro planeta, en donde cada quien pueda sembrar su propia semilla y aportar un pedazo de su vida para promover el cuidado al medio ambiente. Un árbol, recordemos,  es el contacto más íntimo con la naturaleza. El cuento, los mitos y leyendas, así la metáfora de la mujer-árbol está presente además en la literatura universal desde tiempos bíblicos. Y el árbol es en esencia toda mujer dadora de vida, dadora de frutos, dadora de sombra, de tallos acariciadores, de perfumes misteriosos atrayentes.  Recordemos además, los árboles evocan todos los sentidos: olores frescos, el sonido de las hojas, el cantar de los pájaros, la textura de su corteza. Todo esto los hace llamativos, especialmente para la gente de ciudad, como nosotros.

      Cecill Escott es una mujer agradecida con ese arquitecto de la naturaleza que es dios. Hay en ella el goce de mujer por la naturaleza. Como dijo Hermann Hesse: "En sus ramas más altas el mundo cruje, sus raíces descansan en el infinito; pero no se pierden allí, luchan con toda la fuerza por una sola cosa: cumplir sus propias leyes, construir su propia forma, representarse... Nada es más ejemplar que la belleza de un árbol fuerte". Cecill Scott, árbol dador de vida, árbol dador de creaciones literarias,  nos dice, y la cito:

“En lo particular, mi deleite se encuentra en los detalles simples de las cosas; desde caminar largas horas por un sendero tapizado de hojas secas que hacen estremecer mi cuerpo con su crujir a cada paso dado, concebir el aroma a tierra mojada luego de una tarde de lluvia, hundirme en la espesura del bosque y escuchar el susurrante movimiento ocasionado por la fresca brisa que se cuela en su frondoso follaje, percibir el suave canturreo de los pájaros y el típico sonido de los grillos al anochecer, inundar, rápidamente, mis pulmones del dulce y fresco aroma de las flores y la hierba, esperar el amanecer rindiéndome ante los primeros rayos del sol, permitiendo que envuelva lentamente mi cuerpo con su cálida luz, llenando mi ser de energía y vitalidad”.

     Imagino debió haberlo escrito gozando estremecida de múltiples sensaciones, palpitando en su pluma su amado valle y región:

“A esa hora las calles están serenas, tranquilas y quietas, antes del trajín diario que da vida a este pueblo. El éxtasis llega junto al anochecer, cuando observo la luna bañar el valle con sus suaves colores sepias envejecidos iluminando cada rincón de la floresta. Es inevitable sentir mi rostro sonreír ante tan sublime imagen”.

       La poeta (o poetisa) en sus reflexiones hace una necesaria introspección psicológica y siempre se cuestiona para hacer un balance de lo vivido. Nos dice:

“He despertado de un largo estado comatoso, en donde diseñé mi propio mundo, con barreras impenetrables para dejar fuera al mundo circundante, para no ser herida y lastimada. Con el tiempo he podido comprender que era yo quien lastimaba mi propio corazón, negándome el derecho a ser feliz, el derecho a vivir una vida plena, llena de amor, de ilusiones, de sueños y deseos. Sinceramente, creí estar muerta en vida, pero fue esa voz que escuché en el interior de mi razón la que me regresó a la vida”.

      Su filosofía de la vida, de nuestra existencia, debe tener raíces y tender puentes en sus lecturas bíblicas y en las filosofías orientales, cuando Cecill Scott nos dice:

“Saber perdonar y no acumular resentimientos en mi espíritu, ha sido fundamental, pues no deseo cargar con un pesado baúl que pueda llevar al otro lado, sólo hermosos momentos que he vivido obedeciendo los impulsos del corazón y no los de la razón.

El Gran Arquitecto del Universo juzgará mi vida de acuerdo a mis obras y no por las riquezas que tenga. Para ello vivo el momento presente y no del pasado”.

      Su mensaje oscila entre los pensamientos, la prosa poética, la prosa narrativa, la prosa de autoayuda, las memorias y la autobiografía. Y claro, veamos sino este texto que está en su libro:

“Mi corazón es más delirante e impulsivo de lo que yo creía. Él, interpreta las decisiones correctas en milésimas de segundos, ya no dejaré que mi razón actúe, seré más intuitiva que racional. Todos tenemos los mismos problemas, pero dependerá del grado de madurez y crecimiento que posea para encontrar la solución correcta; con carácter, audacia y valentía. Si me equivoco, me levantaré, sacudiré el polvo de mi ropa y, a pesar de los golpes, resolveré continuar con el cuerpo adolorido, pero con la frente en alto. La perseverancia y tolerancia mantendrán mi fe y esperanza en las metas fijadas, a pesar de las derrotas temporales, ésta será la única diferencia que tendré con quienes enfrentan sus problemas y quiénes no”.

        Sobre las críticas es intuitiva y autocrítica, habla con mucha serenidad, seguridad y sabiduría. Así Cecill Scott nos dice:

“He experimentado críticas de todos los colores y sabores que han frenado el crecimiento y desarrollo de mi propio yo. Haciéndome perder la confianza en mí misma en muchos momentos de mi vida y aprendí a ver el mundo, no como es, sino como soy yo. Deseo creer en mis ideas y no aceptar las de otros (…) no quiero encadenarme a sus fracasos y aceptarlos como verdades absolutas, pues sus amarguras y sus resentimientos pueden proyectar derrotas sobre mis futuros proyectos y desafíos”.

       Sus palabras son reveladoras en cuanto a la incomprensión y el mal trato que ha sufrido desde su infancia desde el seno de su familia:

“Mi familia, nos confiesa testimonialmente, expresa sus complejos, miedos y derrotas a través de las críticas hacia mí, sólo porque soy diferente a ellos. Me pregunto -¿cuántos complejos tienen?- porque alguien hizo una crítica que destruyó su confianza y fe en sí mismos”.

     Tiene una posición muy firme antes insanas y perversas críticas. Sabemos que las críticas a veces son buenas, modelan el carácter, la conducta, la manera de ser, son referentes de nuestro actuar. Cecill Scott sobre esto tiene una posición muy clara, definida, respetuosa, apenas tolerante:

“La crítica es maligna, destruyó mí confianza y me hizo tímida. Me hizo perder la serenidad al hablar, me hizo evitar confrontaciones contra personas que, estúpidamente y sin razón, me criticaron. No permitió expresar mis puntos de vista con seguridad, independientemente, de si tenían razón o no. Curiosamente, las personas que más critican, son las que poseen un mayor complejo de inferioridad y, paradójicamente, son las que más se molestan cuando son criticadas por la ausencia de valor y fortaleza en sus vidas”.

       Qué interesante y qué justa se hace la palabra y la acción en ella cuando nos dice:

“No compartiré mis sueños con aquellos que piensan que todo es imposible de realizar. Cuando mi interior me dicte hacer una cosa, simplemente, la haré. El precio de obedecer a los demás antes que, a mí misma, será despojarme de la hermosa sensación de vivir mi vida como yo he elegido vivirla. Con mis fracasos, derrotas, desafíos y proyectos, será mejor vivir mi vida como dicte mi corazón y no de acuerdo a normas sociales preestablecidas. De esta forma, corregiré mi camino, dando un paso siempre adelante, con seguridad en mis capacidades y con el convencimiento que esto me hará conquistar la felicidad”.

       Su amor a la naturaleza y a dios, por encima de todas las cosas, es proverbial, el de un ser humano agradecido que sabe  cuidarse, que valora el tesoro de la Amistad y busca protegerse de todo lo que es invasivo, contaminante, ruidoso, dañino, incluso en la comida, y está evidenciado en sus pensamientos, cuando nos dice:

Mi vida

 Quizás uno de los aspectos menos conocidos de mi vida, es el tremendo amor por la naturaleza. Encuentro que ésta me ofrece todo lo necesario para tener una buena vida. Estoy convencida de las grandes virtudes que ofrecen las frutas y verduras, ya sea por su sabor, color o simplemente, por todas aquellas vitaminas que proporcionan, es una ruta de purificación para este inmundo ambiente que se encuentra existiendo a mi lado.

Mis ilusiones siempre fueron navegar por el firmamento; de tonos rosas, celestes o aquellos fuertes grises que anunciaban una gran tormenta, es aquí en donde me sentía realmente libre. Siempre que conseguía tumbarme en los prados, comenzaba a mirar el perfecto y extraordinario cielo azul. Pero éste no era cualquier azul, era uno muy personal. Pensaba que estaba sola frente al mundo, que nada me intimidaba, que éramos…Dios y yo. Él hacía hermosos dibujos con las nubes que avanzan lentamente, las figuras se veían tan reales como si él, estuviese narrando hermosas historias de la creación, mis sueños se alejaban junto a las nubes, volando cerca de ellas, sólo de esa forma lograba la dicha y la paz de mi espíritu.

Cuando tengo que viajar a Santiago, generalmente me quedo poco tiempo, pienso que la cuidad me encierra y envuelve, literalmente se cierne sobre mí, cubriéndome. No soporto los olores que emanan del suburbio, aquel hedor incontenible; la contaminación ambiental, congestión vehicular, los ruidos excesivos. Al regresar a casa me acompaña una colosal jaqueca que me tumba en la cama por horas y no me abandona hasta el día siguiente.

Mis padres adquirieron una casa antigua, de adobe, en las afueras de Santiago, comenzando su restauración. Pasé mi niñez y adolescencia en esta enorme casa campestre. Allí daba rienda suelta a mi amor por la naturaleza y a los animales. Éramos cuatro hermanos, dos hombres y dos mujeres, yo, la tercera.

Fuimos criados rodeados de animales, mi mamá mantenía un pequeño zoológico; perros, gatos gallinas, pavos, conejos, cerdos, ovejas, etc. Entre música, libros, fiestas, comida y mucha alegría. Mis amigos y los de mis hermanos acudían a casa en forma frecuente, manteniendo largas horas de tertulias, de sana convivencia y amistad. De pequeña me encantaba jugar con mi hermano menor, para mí, la infancia significaba jugar sin mantener grandes obligaciones.

       Cecill Scott nos habla de su amado padre en nueve ocasiones, en especial en la sección “lección de vida”, la figura paterna que partió al Más allá. Igualmente asoma la figura del abuelo o los abuelos en seis ocasiones en su libro, que podría asumirse como la restablecedora de ese orden de afectos familiares necesarios. El abuelo representa la vejez. La vejez a la que llegaremos todos. La vejez es la segunda infancia, dice Aristófanes. El abuelo, los abuelos, y en especial su padre, lo era todo para ella. Así pues, Cecill escott, citándola, nos dice:

“Durante mi niñez, compartí muchas horas junto a mi abuelo. Era para él, un soplo de brisa fresca, me convertí en su niña consentida. El tiempo se hacía corto y corría excesivamente rápido. Siempre sentados bajo la higuera, árbol sagrado para muchos pueblos indígenas, allí relataba sus grandes historia y hazañas de juventud; experiencias, alegrías y penas de su niñez, grandes relatos de fantasmas, demonios y, sobre todo, la divina palabra de Dios. Me enseñó valores de vida y cada palabra quedó guardada en mi cerebro y, principalmente, en mi corazón, jamás he olvidado sus consejos y ejemplos de vida. A pesar de mi corta edad, parecía absorber cada uno de sus mensajes. Una maravillosa sensación de paz invadía todo mi ser cuando estaba a su lado, naciendo un gran amor entre ambos. Mi abuelo logró ejercer una gran influencia de naturaleza espiritual en mí”.

       Pero la vida de Cecill Scott no es una vida tan atormentada y trágica desde la familia, como lo ha sido sí el de muchas otras escritoras. Ha sido una vida en familia, con los padres y abuelos, que pudieron brindarle hasta ellos pudieron su protección, cariño y ayuda. Así pues, Cecill Scott nos dice:

“Quería hacer cosas maravillosas con mi vida, mis padres me apoyaron en cada proyecto presentado. Siempre he pensado que crecí muy rápido, como desearía regresar a la época en que vivía bajo la protección y seguridad de mis padres, deseo volver a esos tiempos, a la tranquilidad del primer hogar”.

     También la figura paterna es en nuestra escritora chilena una figura modélica de conductas, incluso castigadora, que de alguna manera la hicieron rebelde hacia la verdadera libertad buscando un amor, así su propio espacio y ser como es ella ahora, gran poeta viajera. Con nostalgia y candor Cecill Scott nos dice:

“Mi adolescencia comenzó con el deporte, mi gran pasión. Estar siempre al aire libre disfrutando de la vida sana y de la tranquilidad que la naturaleza me proporcionaba. Mi rebeldía, nos dice, la manifesté en esta etapa, llegando un par de horas más tarde de lo acordado con papá, el cual aplicaba el castigo correspondiente, negándome el permiso para la semana próxima. Fui feliz mientras viví junto a mis padres y hermanos, extraño aquellos días de inocencia que jamás regresarán”.

     El amor en la poeta y escritora es aquí importante, la búsqueda de un nuevo espacio amor, de cariño y comprensión, también. Este libro autobiográfico es revelador en tanto nos transmite los vivos sentimientos de la poeta, así sus pensamientos y deja un registro imperecedero de una parte importante de su vida. No oculta nada. Como las hojas de un árbol se desnuda ante el público, ante sus lectores, buscando amor, un amor bueno, noble, sublime y verdadero. en pocas palabras Cecill es poesía viva, es nostalgia, es árbol prohibido que anda, por donde es su glorioso camino,  buscando personas que la escuchen y le hagan reír, dejando en la era sus huellas, y la cito:

“En el fondo de mi ser, subyace el deseo de mantener unida a mi familia. Siento la necesidad de ser amada, respetada, deseada y valorada como ser humano y, principalmente, como mujer”.

      Este hermoso libro, quiero acotar, no pertenece tan solo al género de la autobiografía o Menorías, sino también resulta espectacular, interesante, llamativo, que se lee estremecido con el pálpito en las manos por a la vez es también un libro de pensamientos y poemas, de poemas como el de:

Simplemente, una mujer
Viajé a la naturaleza,
espacio vedado y brusco,
allí brilló mi corteza.
Busco personas sencillas;
que escuchen y hagan reír
dejando en la era sus huellas

        En este bello libro de memorias, aunque las memorias tradicionalmente tienen una fecha que recoge los pasos de cuando fue escrito. aquí pocas veces hay eso, el del lugar donde se escribió y del fechado en cada tramo narrativo y vivencial en que se escribe las memorias, pero en esencia  no por ello deja de ser memorias y siendo pensamientos, poesía y memorias desde el corazón no deja de ser memorias del Alma y del espíritu, y autobiografía, pero también un hermoso libro de poesía, de prosa poética,  es una voz rectora, voz profética y anunciadora, voz humilde que recoge nuestros pasos a veces insuflados de total vanidad porque hay quienes piensan que cuanto a más encuentros literarios van se vuelven más arrogantes, y la miran con molestosa arrogancia y falso orgullo. y entonces me pregunto, no son acaso, muchas veces, nuestros pasos perdidos, nuestros pasos por la egolatría, por la efímera fama. pues, permitidme recordarles, es incluso nuestra manera de ser como escritores. Y Cecill Scott, con humildad, nobleza y sabiduría, nos pone alertas, nos sensibiliza, nos educa, nos quiere decir ¡eso no es todo!, ¡escritor, escritora, amiga poeta, ¡publica primero buenos libros!, y por eso en metáforas intensas y acertadas da las campanadas, cuando ella, Cecill Escott, nos dice:

“He conocido personas inteligentes, dotadas con habilidades exageradas, con carpetas colmadas de eventos y encuentros, me rebasan sin mirarme a los ojos, circulando por caminos angostos de una vía y sin retorno, quedándose dormidos en su inexistente conocimiento. Para ellos pensar deprisa, es un absoluto obligatorio, reflexionar sin un objetivo, es una locura y un vicio. La necesidad de una mente rápida se ha convertido en virtud”.

       Me pregunto en la parte final. ¿Por qué los escritores y artistas están tan empeñados en los árboles? ¿Qué nos pueden enseñar? ¿Realmente pueden darnos paz y felicidad? ¡Claro que sí! Un árbol, como este libro que hoy me honro en presentar, nos conecta con el pasado, presente y el futuro. Un árbol, recordemos, casi siempre (si no interviene allí la mano del hombre) tiene larga vida.

       En esencia este libro es pues un santuario de hondos mensajes de humanidad nacido desde una librepensadora como es Cecill Scott. Sylvia Plath y Robert Graves son dos artistas que dibujaron un bosque oscuro imaginario.  Cecill Scott, dibujando su propio bosque, incluso hablándonos de las aves, del vuelo de las aves, cual Richard Bach en Juan Salvador Gaviota, y en especial de la naturaleza y vida en costumbres que tiene Casablanca, rodeada de interminables valles y viñedos, se erige hoy en Artemisa del pensamiento. Por eso este es un libro que no se debe dejar de leer y releer. Es un libro para la cabecera y la reflexión permanente sobre nosotros mismos pues ella ha decidido trascender en este Mundo a través de la literatura. ¡Y bien que lo está logrando! Es también un libro de Autoayuda para quien quiera hallar pastillas para el espíritu atormentado o para reeducar y encaminar conductas.

      El nihilismo, damas y caballeros,  es una corriente filosófica que sostiene la imposibilidad del conocimiento, y niega la existencia y el valor de todas las cosas. El nihilismo es la negación de toda creencia o todo principio moral, religioso, político o social. Este es un libro en nada nihilista, aunque nos hable del nihilismo, que nace desde sus propias raíces confesionales, un libro-mujer, un libro-madre, un libro Eva, un libro enternecedor y sublime, que nos recuerda que "Los árboles son santuarios", como alguna vez escribió el poeta y filósofo alemán Herman Hesse. Cecill Scott, gran coplera de pie “nada” quebrado, gran andariega, gran posera, nos recuerda en su prosa poética, en su autobiografía y memorias de aliento universal, que "Cuando hayamos aprendido a escuchar a los árboles, y con el rumor estremecido de sus poéticas hojas, nos sentiremos en casa. ¡Eso es la felicidad!".

 Dr. Samuel Cavero Galimidi