lunes, 15 de abril de 2019

15 DE ABRIL, 1938 MUERE CÉSAR VALLEJO EN PARÍS - VALLEJO HACIA LA ETERNIDAD - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LA MUERTE LIBERADA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
 

Construcción y forja de la utopía andina
 
 
ABRIL, MES DE LA PALABRA,
LA CREATIVIDAD LITERARIA E
INMORTALIDAD DE CÉSAR VALLEJO
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
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 SE REZA A VALLEJO


 
1. Probó su canto
y forjó su temple
 
A Vallejo se le reza.
Su poesía se musita: sea conducidos al quirófano, sea si sufrimos una desgracia o nos colme una alegría, sea cuando lloramos, sea cuando tengamos que aferrarnos a una esperanza inaplazable.
En cualquier prueba de fuego, sea que estemos con los ojos abiertos o cerrados en lo alto o profundo de las cimas o los abismos iremos diciendo algunos de sus versos, porque coinciden totalmente con esas cumbres, fosas e inmensidades.
 Con ellos se sube a las montañas a entregar la vida entonando cánticos de júbilo y libertad. Se los dice como consigna, como arenga, como proclama en el fragor de las batallas. 
Nunca antes cada palabra se empapó de tanta vida, se caminó tanto con ellas por calles, orillas de océanos y plazas libres o sitiadas. Nunca otros textos se confrontaron con tanta situación límite.
 
2. Con las cuales
luchar
 
Salvo las Sagradas Escrituras o los Evangelios de los cuales los poemas de César Vallejo forman parte, o creo que son necesaria añadidura, nunca antes la palabra se empapó tanto de la pena o de la gloria que es ser y hacerse hombres en la tierra.
Porque nunca el alma humana probó su canto y forjó su temple con cada arrullo o susurro de ternura como la que se criba en sus versos.
La poesía de César Vallejo ya no es voz de un poeta. Rebasa el campo de la poesía y de la propia persona que lo produjo.
Y es palabra profética en actitud redentora porque propone nuevas y vastas verdades fundamentales en las cuales despertar, creer y confiar.
Con las cuales luchar y enternecerse y hasta dejarse morir.
Suponen arrojo, fervor y adoración. Porque están cotejadas con la vida cotidiana y con la otra, eterna o alucinada.
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
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15 DE ABRIL, 1938
MUERE CÉSAR VALLEJO EN PARÍS


 
VALLEJO
HACIA
LA ETERNIDAD



 FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


 
LA
MUERTE
LIBERADA


  Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Y que hay
un Viernes Santo
 
Abril en Santiago de Chuco es mes dulce y transido, de tierra húmeda y de siembras esperanzadas; de fragancia a flores nuevas e íntimas; de recogerse al abrigo del fogón en las tardes entrañables y apacibles a probar el yantar después de las faenas del campo.
En este mes murió César Vallejo en París, simbolizando con ello una siembra en esta tierra fértil, y ocurrió cuando apenas tenía 46 años y su vida era una bandera izada en lo más alto; de honradez, dignidad y pundonor flameando en el viento.
Moriría un Viernes Santo:
día del cual tengo ya el recuerdo,
Había dicho él. Y, mucho más antes, precisó más aún:
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernesanto más dulce que ese beso.
En esta noche rara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso
Todos estos son planos de una relación paradigmática de César Vallejo con la muerte, vínculo en el cual se dan diversas significaciones de su vida y obra con la muerte.
 
2. Muerte,
con mayúscula
 
En los heraldos negros escribe:
"Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como sí ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
He aquí y siempre su aprehensión con relación a la muerte, que era honda y terrible. Esta relación con ser constante y habitual, nunca dejó de tener el signo de lo estremecedor, atroz e ineluctable.
“Los heraldos negros”, como representación de la muerte, son esos adalides del dolor, son esos representantes de todo aquello que es acervo y oscuro, fatal y desalmado. Precisamente, son: “potros de bárbaros atilas o los heraldos negros que nos manda la Muerte”. Y Muerte, así, siempre con mayúscula.
La muerte tiene entonces para César Vallejo el signo de lo fatal, siempre.
 
3. “¡Qué
horror!”
 
La muerte como realidad no es que la imaginó o la supuso. La tuvo muy cerca y muy presente en su vida. Estuvo muy marcado por ella; y tanto, y continuamente, que algunos hitos son así:
Murió su hermano Miguel, el más cercano a sus juegos. Murió la mujer que más la comprendía y tenía la ilusión más grande acerca de él: María Rosa Sandoval.
Murió su madre cuando él atravesaba una etapa muy crítica y sensible en su vida. Murió después su padre.
Murió rayo el perro de su altura. Murieron los vecinos del burgo. Murió su eternidad, y está velándola.
La muerte para él, como para todos nosotros, tenía el significado del dolor supremo. Esta sensación está presente como ser humano que es. Hasta en sus horas de agonía, cuando dice en un momento, refiriéndose al trance que iba a afrontar y en ese momento padecía:
– “¡Qué horror!” –Cuál fue la expresión que exclamó en su lecho de muerte.
 
4. La muerte
heroica
 
Esta sensación le acompañó hasta el final, cuando refiriéndose a lo que ya presentía venir, la muerte, repitió aquellas palabras:
¡Qué horror! ¿Qué expresión más exacta y cabal acerca de la entraña y el talante de aquella parca?
Qué expresión más legítima en esa circunstancia, cual, es decir:
– “¡Qué horror!”
Y lo único que elimina el horror de la muerte es la muerte heroica.
Y es ello lo que abre paso a la muerte liberada o la liberación de la muerte; en donde a ésta se la libra de sus cadenas, de su encierro o de sus andrajos hasta dejar a besos su cadáver ensangrentado.
Ello ocurre cuando la muerte es heroica, cuando se da como sacrificio por el hermano, en solidaridad con todos los hombres.
Cuando ella sucede o transcurre como una ofrenda por la causa de la comunión universal con todos los hombres.
 
5. La aurora
de un tiempo nuevo
 
Liberación de la muerte es de lo que se trata. Pero, liberarla ¿de qué?
De su prisión, de sus cadenas y de su actitud postrada. De su tristeza y de su mudez. De su inmovilidad, de su silencio y de su miseria.
Y ello a fin de que no sea ya nunca más una muerte inactiva, inútil e inerte. Y la muerte también sea una muerte militante, humana; en el sentido de jubilosa, constructiva y transformadora.
Como fue o es la muerte de todo aquel militante consagrado a servir a la humanidad y al bien común; en coherencia con el ideario vallejiano.
Siendo así será una muerte que deja de ser tal y que se vuelve vida. Ya no efímera sino significativa y eterna:
Constructores
 agrícolas, civiles y guerreros,
de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito
que vosotros haríais la luz, entornando
con la muerte vuestros ojos;
Aquí los constructores agrícolas, civiles, guerreros, es decir los voluntarios de España, ofrendan su vida por el amanecer y por la aurora de un tiempo nuevo, de un mundo mejor, de una vida con imperativo moral.
 
6. Izando
la misma bandera
 
Como cuando expresa:
    que, a la caída cruel de vuestras bocas,
vendrá en siete bandejas la abundancia, todo
en el mundo será de oro súbito
y el oro,
fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de sangre,
y el oro mismo será entonces de oro!
Ante aquella muerte hasta el metal precioso adquirirá su virtud más preciada y excelsa: ¡ser de oro!
¡Se amarán todos los hombres
y comerán tomados de las puntas de vuestros pañuelos tristes
y beberán en nombre
de vuestras gargantas infaustas!
Y no es que él solo alienta, proclama y canta mientras que otros dan su vida y mueren.
César Vallejo murió él mismo en este trance.
Él cayó extenuado por esta causa, el 15 de abril de 1938, en pleno día de batalla, como un guerrero más, aunque a 1038 kilómetros que es la distancia de Madrid a Barcelona, pero izando la misma bandera y la misma causa de la dignidad humana.
 
7. Página
sagrada
 
Y sus últimas palabras justamente fueron:
“¡España!” “¡Me voy a España!”
Ante estos paradigmas hasta los sufrimientos, lo que es triste, apenado y fatal, ha de ser motivo de júbilo y hasta de epifanía, porque triunfa el orden moral:
Descansarán andando al pie de esta carrera,
sollozarán pensando en vuestras órbitas, venturosos
serán y al son
de vuestro atroz retorno, florecido, innato,
ajustarán mañana sus quehaceres, sus figuras soñadas y cantadas!
En esto nos basamos para decir que es él un poeta que triunfa sobre la muerte, que la libera y la resucita. Y que ya no es solamente un poeta, sino un redentor, quien interpreta en función de los sacros intereses del pueblo cuáles son las claves profundas que amparan nuestra existencia.
Por eso su muerte en abril la repite como un acto ritual cada labriego de Santiago de Chuco que a esta hora siembra la tierra buena y fecunda siempre con la ilusión y la esperanza tangibles de construir el mañana.
Y aquel libro donde se escribe tales mensajes traspone entonces la poesía y se torna en letra moral y en página sagrada.
 
 
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