sábado, 19 de enero de 2019

EL BARQUITO PERDIDO - POR JOSÉ PABLO QUEVEDO (PERÚ)



 EL BARQUITO PERDIDO

 ( Según un poema de César Vallejo)

 Por José Pablo Quevedo (Perú)

Personajes:

César Vallejo

3 niños

Pescador

Antenor Orrego

Periodista


Vallejo ante el mar, dos niños jugando ante una orilla, ruidos de olas.

Niño 1 : Ya podemos  echarlo a navegar.

Niño 2:  Todavía no, en la revista que vi el barquito tenía velas muy bonitas, todas de colores. Se le veía muy bacán.

Niño 1: Los trapos que me dará mi tía le servirán como velas.

Niño 2: ¿Trapos? Eso lo malogrará.

Niño 3:  Tal vez, no necesitemos de las velas, lo tiramos al agua, así nomás, para ver qué pasa.

Niño 1 : Con velas o sin velas lo tiramos, y si no lo hacemos navegar, pues nos pondremos a caminar de manos sobre la arena. Yo, en eso, soy un trome.

Niño 2: No está mal  jugar con ambas manos. Pero probemos primero a lanzar el barquito.
 
Vallejo: (Interrumpiendo) Perdón.Yo tengo ésta corbata de colores que ya no me gusta, ustedes la pueden utilizar para las velas de vuestro barquito. Seguro que los colores le quedarán muy bien. Solamente se necesita unas tijeras y agujas para coserlas a los palos.
Si el viento ayuda, ustedes podrán entretenerse de lo lindo este día. ¿Qué me dicen?

Niño 2 : Si usted ofrece la corbata para el barquito, yo estoy de acuerdo, y yo puedo ir a traer las tijeras, el hilo y la aguja. Eso está bien amigos, lo que el señor nos ofrece, no debemos desaprobarlo.

Niño 1: Nosotros nos iremos, señor  y usted puede cuidar nuestro barquito. ¿Verdad, que sí?

Vallejo: Tengan cuidado, eso sí, vayan, pero no demoren, ni me hagan esperar mucho, que estaré sentado sobre esta barcaza esperándolos .


Vallejo escarbando en la arena con una pequeña pala, algunos pescadores, gritos de gaviotas

Vallejo: Levantaré esta capa de la orilla para ver que tiene la arena adentro. ¡Nada, nada! Parece que verdaderamente el barquito se ha esfumado. Pero aquí, bajo estas capas de las arenas, hay otras cosas, y ellas son como costras que atraen los recuerdos míos.  Pero sobre eso no hay que pensar, yo tengo que hallar ese barquito, no se vayan a indisponer los niños si les digo que lo he perdido. Ellos me harán preguntas, insistirán, no creerán en mis palabras, me dirán, ¿cómo se puede perderse un barquito si lo dejaron a mi lado? Me dirán que hay adultos irresponsables, que prometen y no cumplen. Tal vez pondrán las caras tristes, llorarán, se volverán oscuros de pena. Y yo, ¿qué haré?

Pero, tal vez, fue todo un sueño lo que pasó con esos niños, tal vez son alucinaciones creadas por mi propio cerebro, y ya tanto tiempo de esa cárcel de Santiago de Chuco, y todo ello, que sale como un concho con esos días de prisión. Pero  mi corbata de colores, ¿porqué no la tengo?, también fue un sueño el que se la llevó, aquella corbata que estuvo anudada a mi camisa blanca almidonada de historias, de días de gloria, esa corbata que me la regaló mi hermano Miguel, y hoy, me la puse por la mañana, después de afeitarme, y ella coloreaba este traje gris que llevo como día de pena.  Pero el barquito ya no lo tengo. Entonces, cuando me quedé dormido el barquito desapareció, o las olas se lo llevaron o tal vez se hundió en la arena. ¿Y, si los niños se lo llevaron? ¿Porqué no me lo dijeron? No querían despertarme. Pero yo había hecho bien en regalarles mi corbata y el barquito se veía tan bonito con sus velas de colores, y ellos lo miraban y les gustaba y cada uno quería tenerlo, y se fueron un momento a  esa laguna, y las velas le dieron brillo e impulso.  Creo que así sucedió. Ellos se lo llevaron, no quisieron despertarme. Y si no fue así, ¿qué entonces sucedió?

Pescador: ¿Qué es lo que busca en la arena, buen hombre?

Vallejo: Un barquito que me  dejaron  unos niños y no lo hallo. Aquí estuvo, aquí se perdió, o tal vez el viento de la tarde lo enterró. Yo pestañé un momento,  y no sé cuánto tiempo pasó,  pero el barquito, ya no está.

Pescador: Si ha caído y se ha hundido en la arena será difícil hallarlo. Las olas del mar deben de haberlo enterrado muy profundamente. Aquí los vientos, por las tardes, son muy fuertes, ahullan y garguean como penas, y se llevan a la mar lo que está sobre la arena. Aquí el viento silba y peina las cosas por las noches.

Vallejo: Eso fue por la mañana, cuando los niños me lo entregaron para cuidarlo, dijeron que se iban a jugar a caminar sobre manos, que iban a competir,  que no demoraban. El barquito no era tan pequeño ni tan grande, pero era muy bonito hecho de madera blanca y con velas de colores. Yo lo ví navegar cuando los niños lo echaron a jugar por esos lagos donde las aguas del mar se hallan estancadas, y los vientos corren por entre los juncos y las totoras. Los niños fueron buenos conmigo, y me dijeron que también tenían ganas de ir a sacar  muymuyes, ellos querían ligarlos a sus anzuelos y pescar un momento. Ellos todavía no han regresado y yo me preocupo, pues cuando ellos regresen, ¿qué les diré sobre el barquito que se ha perdido?

Pescador: ¿Tal vez, ellos se lo llevaron?

Vallejo:  Ellos me hubieran despertado,  no creo que hayan procedido como fantasmas. Las aguas, parece, que se lo han devorado, pues hasta aquí llegaron y mojaron la barca.

Pescador: Puede que sea así, o tal vez ellos se lo llevaron, o la resaca se lo llevó.

Vallejo: Ya lo busqué también en esa parte de orilla, y por eso, nuevamente, vine aquí. Y cuánto lo siento, y si ellos vienen, no podré devolvérselo. Ya le repito señor,  tan sólo fue un momento, al haber pestañeado. Y vea, cómo me atormento, y sin saber qué pasó o  si eso pasó verdaderamente. Yo no sé.  Pero al no verlo corrí, y corrí para buscarlo, y después se me vino la idea de la pala.

Pescador: Le ayudaré a buscarlo, yo iré por la orilla contraria. Tal vez, el agua se lo llevó y lo haya varado por otra parte.

Vallejo: Por favor, si usted lo encuentra, avíseme, buen hombre, yo esperaré aquí a los niños y seguiré escarbando la arena.


Antenor llegando

Antenor: Me dijeron que te encontraría en la playa, que deseabas llenar con aire fresco tus pulmones. Y cómo te encuentro, casi buceando en la arena, haciéndole huecos por todos lados.
Qué debo de pensar sobre lo que estás haciendo. ¿Estás, ahora, llenando de nuevas fantasías tu imaginación de poeta?

Vallejo: Aunque te parezca mentira, busco un barquito que me fue dado a cuidar. La arena o el agua, o uno de los dos, tal parece, se lo han tragado.

Antenor: A ti te sorprende siempre lo más inesperado y tú también nos sorprendes con cosas increíbles. Sin duda, sabemos, que estamos ante un creador, ante un innovador, ante un modernista que está en el más allá del más allá y al que todavía  su dimensión no le es reconocida. Tus poemas son y seguirán siendo de vanguardia para la humanidad, mientras no se supere esa subsección histórica que creó esa clase que trasgredió nuestra historia y que se halla en ese polo que solamente sirve para la desdicha humana. Ella representa esa costra dura de la historia  y solamente un arte de vanguardia puede desmontarla de sus riendas.

Vallejo: Antenor, tú siempre con superlativos, y yo solamente me mantengo en la piel de este tiempo, pues el bisturí para ingresar a la epidermis de este tiempo necesita ser una hoja cortante la cual rasgue capa por capa  la historia para ver lo que somos dentro de un tiempo y el cual compara otro tiempo. Si, habría que ver el tiempo de la subsección, él te explicará con tantas y tantas palabras lo que somos y lo que nos diferencia.
Cada tiempo, amigo mío, necesita de un nuevo instrumentario de palabras para medirse asímismo, y yo, desde cuando estuve en la cárcel salí con un nuevo libro hecho con ese bisturí que es mi pluma, mi sangre y son mis ideas, y que es lo que deviene y lo que va hacia nuestro pueblo. Por eso, cuando salí de la cárcel quise venir a este mar de Huanchaco. Aquí me traen mis recuerdos, las caídas del sol, las arenas, el muelle, los pescadores con sus caballitos de mar, los cerros curvos y puntiagudos como botellas, las estrellas, y la gente con su rumor, como es cada cuadro de la vida cotidiana hecho a la manera de Sabogal. Todos esos elementos germinantes y vivos, son lo que hacen mi poesía entre dos polos o una balanza que tiene una desigual contienda, y ellos mismos se acercan y se alejan con sus bemoles.

Aquí el tiempo sigue siendo el maestro de todos, el maestro que con sus ojos ve las diferencias de cada escuela y de cada interés y objetivo humano. Y mi arte se reproduce cuando yo concibo sus extremos y  sus medios, y los clarososcuros, y todo es como una ola, como verbo que se hace y se deshace y que se construye y se destruye...  Y yo busco en la arena, y navego en su profundidad para sacar todas las raíces, hasta sacar las piedras para elevarlas hasta el  aire. Sí, Antenor, el aire me hace bien, y peina nuestras sienes, amigo mío.

Antenor: ¿Es entonces, el segundo libro?

Vallejo: Lo tengo conmigo. Aquí en mi pecho, bajo mi saco, en mi bolsillo, y en el costillar que me impulsa, que me levanta, que está cerca a mi corazón. Ya lo he oreado en el mar este día, y hasta he regalado mi corbata de colores que me dio mi hermano Miguel, y he saltado con mi alegría. ¡Ves las huellas, Antenor, que están regadas por las arenas, cuando mi capa va conmigo y se adelgaza  brilla mi perfil ante las aguas! 

Antenor: Tu debes ser un héroe. Escribir un libro, allí en la cárcel. Sólo los héroes salen de ellas, o se pudren allí. Pero tú le ganaste hasta a la mentira inventada por los inventores de los medios chances, de los que siempre nos burlan, esos que nos dan una ventaja pero nos ganan la carrera. Los escribidores, y los fariseos tendrán que rumiar ante tu grandeza, César.

Vallejo: ¡No, no! Ser héroe no es mi papel. Esa idea la detesto. El texto es mi alma, el verbo, la pluma, es la madera que somos. El héroe se sitúa en otra perpectiva de la historia. Yo no soy el héroe, soy el poeta, un testigo, un escritor que ve lo que pasa en este tiempo por las orejas sordas de este burro que es mi Perú.

Antenor:  Lo sé, y es algo que me hablaste, antes de que te llevaran a la cárcel. Tenemos los mismos sueños que mueven el corazón y anidan en el cerebro. Lo malo es que predicamos en un desierto...

Vallejo:  Yo deseo ir donde quiero que me oigan, o donde solamente alguien me escuche, el caso de mi prisión no está definitivamente cerrado, ellos buscarán otras razones para detenerme. En el fondo todavía soy un perseguido.¡Volverrrr... a la cárcel o irme al exilio! ¡La cárcel hará de mí una sombra, ella es la antípoda a la claridad, Antenor!


El pescador interumpiendo

Pescador: Señor, no está por ninguna orilla el barquito, y yo, ya he peinado todas. Parece que los vientos lo han llevado mar adentro. Intenté buscarlo con uno de estos caballitos de totora, pero el mar parece se pone bravo.

Vallejo: Si no lo consigue, pescador, ya les compraré otro barquito a esos niños. No quiero quedar mal con ellos.

Pescador. Los niños juegan en otra playa. Corretean a los cangrejos, se suben a las lomas de arena y están felices. Apuestan a jugar a dos manos.

Vallejo: Si los vuelve a ver, les dice, que aquí los espero, con o sin el barquito.

Antenor:  ¿Te irás, te quedarás? ¿Qué planes tienes?

Vallejo: Ulises tenía los oídos libres para escuchar los cantos de sirenas, él estaba amarrado a su nave para saber si ello era cierto  y así pudo navegar sin arrojarse a la mar, para  controlar la marcha del barco que iba contra las tormentas. El exilio no lo admiro, pero es un camino que por lo menos se puede prevenir. Hay tantas Itacas en donde uno puede anclar una nave.
 El irse y venir de uno a otro lado logrará otra  memoria, tal vez reproducirá lo permanente entre lo vivido y lo que habré de vivir y de crear. Y yo busco de edificar una memoria como la ola en su eterno devenir. Para eso escribí este libro, aún en la cárcel. Y ninguna palabra va a perecer frente al poder de los tanques, de las balas  o de la violencia desenfrenada de un bárbaro. Este libro formará una conciencia. Aquí hay un Continente que lo llevo en mi capa, y mis quijadas estarán vertiendo palabras en el combate hasta en la hora de mi muerte.


Un periodista llegando

Periodista: Esta orilla es muy grande, y yo tengo que cubrir la información para la página cultural de fin de semana. Una foto para presentar su rostro sería necesaria para nuestros lectores. Le quería preguntar, ya que usted no está entre rejas, y ahora goza de libertad, qué tiempo vivió en la cárcel de Santiago de Chuco? ¿El tiempo de la duda? ¿El tiempo del yo no sé, que es lo mismo que su yo existencial?

Vallejo: Ya que usted conoce lo que es el arte, le digo,  el tiempo que existe es el del no yo. En ese tiempo existimos muchos hombres.Yo vivo, yo muero, hablo y formo parte. Vea esa arena que se construye infinita. Ella se reparte en sus granos. Yo allí veo venir e irse  la existencia de los acontecimientos, ella es mi propia existencia. Usted ve que los teatros del mundo se llenan en donde las horas corren para devorar sus principios. Aquí nacemos, nos vamos, corren o vuelan los seres. Pero  hay quienes solamente construyen artificios y en eso empeñan su tiempo. Mi empeño no es sobre la duda, pero tal vez sí, pero de otra manera para confrontarme con la vida.

Periodista: ¿Y qué hace usted, aquí? El teatro está en la ciudad. Allí, otros han hablado de sus fantasías y han llenado los teatros. Sale la luna ,se da la luz, y ya no hay tentativas, las sillas antes vacías se llenan de espectadores, todos comentan, todos escuchan.

Vallejo: Dice bien. Ellos, otros... Pero el alma no hay que llenarla de días vacíos. Cuántas vidas es la Vida... La vida al nacer...Y lo que nos cuesta el nacer... Y yo paseo de manos, ¡cierto!, y busco un barquito que he perdido en todas estas arenas. Mientras mis sentidos se expanden sobre otras geografías, respiro, clamo, grito, estoy en silencio, pero mi quijada se mueve, y mis manos aprietan mi calavera, mis manos calzan mis pies. Y mi yo, y mi todo, me dicen que curso sobre un río, un río regresivo. ¡Volverrrr otro, entonces!

Periodista: Hay algunos que dicen:  Abre los ojos, deja la rebelión de tu alma, no luches con lo imposible, el mundo es el mismo, la vida tiene el mismo curso.

Vallejo: El mundo no solamente gira, sino los hombres lo hacemos girar cuando vemos a través de nosotros mismos y de lo dicho por otros sabios. Y hay que ponerse vertical o horizontal frente al universo para ver como la yerba crece desde su silencio hasta la luna.  No tendremos las suficientes vidas para vivir es lo que se dice, pero todo es un instante, un parpadeo de ojos y todo puede cambiar cuando con nuestros ojos vemos mejor los caminos. Es entonces que podemos anticiparnos a todo y esos caminos los vemos diferentes.


Antenor y Vallejo

Vallejo: Por lo menos, el viento nos peina las sienes, nos hace sentir nuestros labios, nuestros huesos, nuestros poros y nuestra frente. Ninguna alma se sacia de tanto horizonte, de tanto sueño velero y qué paz en lo que orea en los sentidos.  Mi barquito amado, si lo recupero, niños del mundo se los entregaré como era antes, ingenuo e ingenioso, musical y tan valiente. Tal vez, a él le falta una ribera a dónde llegar y por eso se ha perdido.

Antenor: Si todos tus deseos pudieran caber en toda la respiración del día, ¡Vallejo, hermano! ¡Pero no! Violencia en las calles, en los mercados, y en las puertas y en los candados, como tú nos hablas.

Vallejo: Y para qué hablar de Picasso y de Goya si un hombre anda con un palo en las manos, y los soldados acusan medallas que son ganadas con la muerte. Acaso, hay que dar razón a quien, que por tener una pistola desenfundada y nos amenaza, nos dice hay que hacernos a este camino, o hacia aquél que amenaza hasta maltratar la hormiga la cual no nos hace nada.
 No he respirado de ese aire hediondo. Lo he resistido desde todos los frentes. El futuro es avisor y no se encierra como una sombra esperando a la muerte... El verifica constantemente cada época, y es como sueño que  ha sido alcanzado por  otros sueños diarios para la lucha de cada día y de lo que  hemos aprendido y multiplicado. Allí donde  iré, iré para que me oigan.

Antenor: La cárcel y la muerte. El exilio o la nube. La gota que amenaza ser la amargura.

Vallejo: En Aristófanes el héreo va directo hacia la muerte. Lo fatal acude en todas sus palabras. Mi exilio, lo ves, Antenor, está en el codo de esa orilla. Yo he levantado la arena y no he hallado a mi barquito tan querido. Lo último que regalé fue mi corbata, y Miguel, mi hermano se sentirá orgulloso. Miguel se quedará con mi madre y mi padre. Las horas corren a devorar sus propios  principios, no se sumergen, ni se apagan, se sujetan a su reloj, a ellos los alcanzarán con zancos pero sin dar zancadillas. Yo estaré siempre delante de ellas. El ojo del reloj parece que vive en el iris de nuestro ojo. El hombre que nació desnudo es un accidente de Dios. Yo nací, un día que Dios estuvo enfermo, y que lo constaten estos húmeros que llevo conmigo y este traje prestado, y estas dientes que se sostienen en mis quijadas duras y este peinado  que es rebelde como el aire.

Antenor: ¿Estás fatigado? Te llevaré a casa.

Vallejo: Sin el barquito no podemos irnos, no podemos abandonar a  los niños, pues me lo han dejado a mi cuidado, pero  lo yo he perdido, perdido. Ya vendrán ellos, y les diré que pestañé y que cuando desperté el barquito ya no estaba, y que supongo que una ola lo hundió en la arena, y que a pesar que introduzco mis manos en ella,  no lo hallo. Allí sobre la piel de ella están las conchitas y los erizos que he dejado.


El pescador viniendo nuevamente

Pescador: Buenas noticias señor. Los hijos de unos amigos pescadores lo han encontrado, el barquito estaba en una parte de la orilla, las olas se lo llevaban y ellos lo vieron y lo subieron a un bote, ellos estaban jugando con el.

Vallejo: ¿Me lo devolverán?

Pescador: Ellos me prometieron que solamente iban a jugar otro momento. Ellos saben que el barquito pertenece a otros niños y que usted lo estaba cuidando.

Vallejo: Les prometo leer una historia, cuando ellos vengan. Paco Yunque, así se llama mi cuento. Pero que digo, es la realidad de mi Perú, que me sale como espuma de la boca.

Pescador: Por ahora, ya no puedo perder mi tiempo, voy a ver si los peces ya picaron en mis anzuelos. Iré para ver que esos niños se lo traigan.


El pescador llegando con los niños

Pescador: El barquito estaba sobre los lomos de un cerrito de arena. Los otros niños, allí lo dejaron. El viento se lo quería llevar. Pero rápido lo sujetamos y se lo traímos.

Niño 1 : Tiene unas velas de colores, y ¡qué bonito ha quedado!

Niño 2: Cuándo juguemos con sus velas apostaremos .

Niño 1: Ah, y si pudiéramos jugar por mucho tiempo con usted señor...

Vallejo: Imposible, ya es tarde ¿Ustedes regresarán a vuestras casas?

Niño 1 : ¡Todavía no!

Vallejo: ¿Qué esperan?

Niño 2:  Esperamos a que suba la marea, queremos verlo subir a  las aguas, lo perseguiremos con un bote.

Niño 1 : Le veo pensativo señor. Y no le hemos preguntado,  ¿por qué está usted aquí?

Vallejo: He venido a refrescarme con el aire del mar. He dormido poco, desde hace meses duermo poco. Es que tengo que hacer un gran viaje fuera de aquí,  y tal vez, no sé si regrese nuevamente a este lugar, donde las olas me dan regocijo y alegría.

Niño 1: Mi barquito se lo regalo a usted. ¡Lléveselo!

Vellejo: ¡No! ¡El barquito se queda contigo, no quiero que se pierda! En mi memoria me lo llevaré como un cuadro, pues no deseo que se pierda nuevamente.

Niño 1: Pero no estaba perdido señor, lo tenían otros niños que  lo deseaban tener cuando lo vieron sobre la barcaza. Ellos se lo querían prestar,  pero como lo vieron de pie, casi dormido, no lo hicieron, y lo tomaron, así nomás. Nos dijeron que lo soltaron en las aguas y lo siguieron con sus botes, que las velas de colores les habían gustado.

Vallejo: El cansancio y el sueño me hicieron creer que había perdido el barquito, y yo cuánto lo he buscado, hasta mi parpadear se fue a los horizontes lejanos, tal vez fui a una nube.

Niño 2: No pasó nada, señor, estamos entre amigos, y si usted ha soñado, eso ya no importa, un sueño es un sueño, pero el barquito está con nosotros.


En camino a casa: Vallejo y Antenor

Antenor: Antes de tu prisión hubo un bautizo con bayonetas. Hubo órdenes de no dejar vivo a ninguno de los sublevados. Toda una masacre. La orden vino del mismo Presidente.  No hubo perdón, ni bastó el arrepentimiento de los reos, ni que ellos imploraran y que se pusieran de rodillas y que juraran por la madre de Dios que ellos no tenían la culpa. Las metrallas de los marinos ahogaron las voces de aquellos rapsodas. El napalm y el fósforo quemó  los cuerpos y los huesos de esos muertos en los cuartos de la cárcel. Cruces, tumbas para subversivos es el lema del verdugo, y  por eso, los cuerpos desaparezcan lo más antes posible, antes que sean llevados a fosas clandestinas.
Los  oficiales cantaban victorias, mientras los gritos de espanto de los fusilados rebotaban contra las paredes.

Vallejo: ¡Terrible!, y la gente aún sigue suplicando por sus muertos, ellos perdidos en los rezos  de  las Marías que se van, con el corazón lleno de espadas.

Antenor: Huesos calcinados, cruces, tumbas. El presidente es el verdugo, y seguro que en esta hora  estará afilando una nueva navaja. ¡Manuel, Pedro de la Cruz, Juan Arroyo!  ¡Cuánta espuma le estará saliendo al mar por la boca para cargar su propia furia!

Vallejo: Pero nosotros no abonaremos la espera, yo me iré pero regresaré con mi pluma, y seguiré con ustedes aunque me vaya a otras tierras. La piedra que andará por los horizontes traerá la resaca de la espuma para no fatigarse, para no perderse en el tiempo de vacilaciones en el quehacer de los muchísimos quehaceres por el Perú nuestro y su nuevo futuro.

FIN