domingo, 9 de diciembre de 2018

9 DE DICIEMBRE: POETAS DE MI TERRUÑO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: DEL BIEN Y VERDAD DE ESTA VIDA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
Construcción y forja de la utopía andina
 
2018 AÑO
DE LA IDENTIDAD Y DEL PATRIMONIO
INALIENABLE DE NUESTROS PUEBLOS
 
DICIEMBRE, MES DE LAS MONTAÑAS,
DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES;
DE LOS MIGRANTES, Y DEL NACIMIENTO
DEL DIOS NIÑO EN LA NAVIDAD
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
 
NACE SAN MARTÍN DE PORRES


¡Niños! El bien ese diamante que fulgura cuando todo se ha perdido. ¡Es esa avecilla, pálpito y aliento que todo lo anima y sustenta!
El bien que es la clave del universo, como de la belleza, la verdad y sentido que se encuentra en todo lo creado.
El bien que hace salir el sol cada mañana en que el mundo nace bueno. El bien que todo lo ampara, prodiga y embellece.
Porque hermoso es el rostro del bien. Y de bien está hecha la casa del universo; ¡y la fibra raigal de la vida!
Es el bien que todo lo anima y sustenta. Es el eje que al final gobierna la marcha del cielo y la tierra.
Hermoso es el rostro del bien, esa avecilla palpitante que vive y aletea en el corazón de todo lo creado.
Hermoso es el rostro del bien, por eso a él abrázate, recurre y atente. Y en él confía. ¡Es quien al final renace y triunfa!
Ahora es un gran día de fiesta donde tú eres el centro. Y siente aquella avecilla de luz latiendo en el fondo de ti.
Son las alas dadivosas y doradas del bien las que sustentan la vida. Que abre y pliega sus alas doradas y su temblor que es infinito.
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

*****
9 DE DICIEMBRE
 
POETAS
DE MI
TERRUÑO


FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
DEL BIEN
Y VERDAD
DE ESTA VIDA


Danilo Sánchez Lihón
 
 
“La única manera de vivir plenamente
consiste en saber que uno está perdido”
Álvaro Mutis
 
1. La sencilla
verdad de las cosas
 
La poesía de Antonio Morillo García es poesía del bien y de lo bello de esta vida; como también de la tierra nativa, de los seres queridos, de la casa materna, de los amores eternos y furtivos, como también de la naturaleza, de los pueblos y, lógicamente, de los caminos. ¡Qué sensación tan grata y honda volver a la noble, radiante y sencilla verdad de las cosas!; a la autenticidad de los afectos y de los pensamientos; a confiar en los seres –varón y mujer– que van a nuestro lado; en el ser humano que somos, en el hermano que vela con nosotros, en el Dios que nos habita y que llevamos dentro, a ratos crucificado, en el alma.
Es un orgullo, por eso, presentar a un poeta con dichas huellas o marcas y que, además, ha nacido en la tierra donde nací, aunque ahora él viva desde hace muchos años en Francia; y cuyo nombre conforma la abundante pléyade de excelentes artistas de la palabra provenientes del lugar donde también tuve el privilegio y el honor de nacer, Santiago de Chuco, cuna del poeta universal César Vallejo. En dicho lugar vino al mundo Antonio Morillo García en el año de 1936. Los primeros grados de la educación primaria los cursó en su pueblo natal y los culminó en el Centro Viejo de Trujillo, así como la educación secundaria la realizó en el Colegio Nacional San Juan de Trujillo para luego estudiar en la Universidad Nacional Agraria y en la Universidad Nacional de Ingeniería, en Lima, la capital del Perú, en donde se graduó de ingeniero.
De allí que, no podía corresponderle mejor título al libro suyo que hoy queremos comentar, y cuál es el de “Los caminos” por ser la obra de alguien que no sólo ha recorrido senderos con sus respectivos atajos alrededor del mundo, sino que ha recalado en muchos temas del ámbito de los estudios y las ciencias que son otros tantos senderos e inagotables caminos de esta vida. Diez años estuvo en el Brasil visitando pueblos, posadas, montañas y ríos; así como ha cumplido misiones importantes en hidráulica agrícola y pluvial en diversas regiones del planeta, para mencionar sólo en su calidad de director de proyectos en saneamiento, agua potable y riego: en África, Madagascar, América Central, Macedonia, etc.
 
2. Paciente
y prolijo
 
En Brasil participó en la coordinación del Proyecto Binacional Itaipú, así como en el Perú ha prestado su concurso profesional en los proyectos de Atacocha, Central Hidroeléctrica del Mantaro y en la Irrigación de Majes, periplos en los cuales, entre planos de ingeniero, cálculos matemáticos y fórmulas científicas, aflora en él la poesía que en su caso es franca e inocente como una flor o un arco iris imprevisto en la travesía de los caminos recorridos.
Su ejercicio de la palabra también surge del siguiente hecho: por su trabajo y sus constantes viajes donde necesariamente tiene que desenvolverse hablando diversos idiomas, que él domina a perfección, por un lado, y, por otro, de la circunstancia de que un caminante, por serlo, acumula una sabiduría de vida intensa que decanta en los momentos de remanso, que Antonio Morillo García acrisola y plasma en sus poemas, como cuando dice:
Y... de noche las estatuas tienen frío,
Ellas quieren arroparse, las desnudas,
Otras quieren acostarse, a obscuras...
En cuanto a mí, yo, solamente camino.
Hay en él una rara combinación entre sentimiento, rigor del juicio y aptitud para cincelar, paciente y prolijo, las formas expresivas. Ello, junto con su formación, le permite analizar y descomponer mecanismos y procesos para después organizarlos.
Todo este resultado gracias también a que en él cohabitan el ser peruano, de origen y filiación; como, y de igual modo, su adhesión a la cultura francesa, así como se hace evidente, y se manifiesta en su quehacer, el ingeniero que construye arquitectónicamente un objeto verbal que en este caso es el texto poético.
 
3. Se vive
y se ama
 
Todos estos aportes y elementos se plasman y sintetizan en su poesía, con el predominio siempre de la casta y temblorosa palpitación vital o, por decirlo así, de la existencia, en donde se comprueba cómo ella es más exacta que el mayor y máximo de los teoremas, o de las ecuaciones de la física y la matemática avanzada, como cuando dice:
Y el cisne junto a mí dibujó un omega
Con grácil gesto perfecto en su pescuezo...
Mientras pienso en el origen de la vida...
Poesía noble y signada por la verdad es la suya; escrita desde, con y para la vida, pero alentada a partir de la dimensión del espíritu. Poesía sincera consigo misma, que es realmente lo fundamental; que busca expresar sus sentimientos con autenticidad y transparencia. ¡Con sólo eso basta y es suficiente para ingresar en el ámbito del arte!
Poesía escrita en las posadas, fechadas en uno y otro recodo del sendero, cuando lo sorprende el aleteo del ángel y donde tanto o más que el paisaje de afuera, que es el referente exterior, impera el espacio de adentro, que es el alma del ser humano que goza y que también sufre; y del mundo afectivo en donde verdaderamente se vive y se ama con autenticidad:
Tú sabes más que yo cómo son nuestros caminos
Ellos son caprichosos como nuestros deseos...
Tú también has andado muchas veces por ellos
Sintiendo en las chacras suaves perfumes de flores.
 
4. Olor
de las espigas
 
Se pinta en “Los caminos” hermosos cuadros de tiempo y de costumbres, que lamentablemente el mundo del presente ha olvidado y ya no conoce. Tan es así que, por ejemplo, hace poco leyéndoles a los jóvenes un texto del libro que lo tenía en mis manos, y me han preguntado:
– Y, ¿qué es una parva?
Ante esta indagación me he quedado asombrado y estupefacto. Mientras esperan mi respuesta cruzan por mi mente todos los paisajes maravillosos y demoro entonces en contestar mientras vuelven a pasar en mi recuerdo, y por el revés de mis ojos, las nubes, las colinas y sus árboles encantados; escucho conmovido las voces queridas de la familia campesina, me invade entonces el rumor del viento, el olor de las gavillas y las espigas recién desfloradas.
– ¿Una parva?
– Sí. ¿Qué es una parva? –Vuelven a inquirirme.
Y al tratar de describirles otra vez se agolpan en mi alma mis vivencias de infancia. ¡Oh desventura!, ¿Cómo explicarles? He intentado. Es imposible. No lo comprenderían ni serían capaces de imaginarla. Y en el fondo me diga: ¡Tristes de ustedes quienes no saben lo que es una parva! ¡Yo hasta he dormido en ellas!
Y es cierto. He acampado en algunas de ellas, al pie del asombro que produce el cielo tachonado de estrellas, hasta el punto de no haber un sitio donde clavar una aguja que no estuviera cubierto de luceros, cobijados en una choza de rastrojos; pero debajo, en el centro o arriba, está todo el estallido de la creación que se da en un silencio absoluto, mientras todo reposa para nacer de nuevo hacia un día original y radiante.
Para el caso me siento como aquel narrador de cuentos que todos los días contaba una historia fantástica hasta el instante en que al volver por la playa vio realmente todo lo que había imaginado.  Y ese día cuando le preguntaron qué había visto, él dijo: “Hoy no he visto nada”.
 
5. Lo claro
y lo diáfano
 
Pero he aquí, y al respecto, unos trazos de Antonio Morillo García respecto a la parva, que dicen:
Cuando empieza la carga se estaciona la trilla
Y descansan los brutos sobre gruesa brazada,
Va el labriego soltando con la gruesa gavilla
El sudor de su frente que se nota mojada.
El arriero mancorna alguna vez la cuadrilla
La azota y da vueltas, va silbando muy bajo;
El suave olor de la paja a las bestias cosquilla
Y a voz fuerte les grita su rotundo ¡carajo!
Pero lo extraordinario de nuestro autor es que estas vivencias andinas las escribe en París o estando en cualquier lugar del mundo donde lo asalta la nostalgia, y en donde evoca sus pasajes de infancia, cargando con los recuerdos en flor; brotando luego y en hervor hermoso hacia lo que es la escritura.
Poesía que es sencilla, y que por eso yo la postulo como esencial. Porque, ¿es, acaso, rebuscado lo esencial? ¡Nada más contrario a lo esencial que lo retorcido, obscuro e incomprensible, y que sin embargo es a lo que casi siempre se le atribuye esa categoría! ¿Es acaso tal? ¿No es más bien lo claro y lo diáfano?
Y así como esencial, gran parte de esta poesía es de amanecer, de aurora y alborada. Es poesía matinal, lejos de la sofisticación y la impostura. La primera impresión al conocerla es que se siente en ella la verdad y que ésta es buena, tal y como es la naturaleza pródiga y feraz. En ella las palabras no se extravían del cauce de la vida tal cual es, lejos de retruécanos falsamente estéticos.
Deseo que no se escape nunca
Sencilla felicidad como ésta!,
Mientras dura mi corazón rima
Y serena mi alma entera canta,
Aspiro que no se quede trunca
En mi ser felicidad tan santa.
 
6. El alma
que se posa
 
Como se ve es poesía que trasunta un sentimiento bueno de las cosas; es llana y armoniosa con todo lo creado. Y he aquí otra cita en donde se establece un vínculo hasta sensorial y biológico con aquello que se toca:
Esta es la leyenda, o mejor una historia,
Sencilla y hermosa que dice los hechos
Temporales, cierto, que fueron tus pechos
Ambrosía de amor, de fe y de gloria.
Pero hay un rasgo que me atrae mucho más en la poesía de Antonio Morillo García y ello es la búsqueda de lo querido, la indagación por aquello que está perdido, pero hacia lo cual nos liga un afecto entrañable. Incluso: la comunión con la lejanía. El recuerdo, desde luego, del amor primero; de la muchacha núbil, tierna y encantadora, a quien llevamos por todos los caminos a tal punto que:
Pues me he vuelto a ver nuevamente hablando solo
Envuelto enteramente en mi inmensa soledad.
O, cuando no podemos estar allí donde el sentimiento nos indica que debiéramos estar, porque andamos lejos, sea para el amor como para el dolor solidario. Cuando se entierra a un ser querido y no hemos llegado a tiempo y no podremos llegar nunca más.
O cuando tenemos el alma rota y hecha pedazos. Cuando estamos arrancados, cercenados, divididos, porque no coincide la geografía que engrilleta nuestros pasos y el vuelo del alma que se posa en otro espacio.
 
7. Como echando
un suspiro
 
Como cuando dice:
Me dirás si el llanto helado no caía,
Si las nubes no asistieron al entierro,
Si volvió la gente tarde hacia la casa
Si a pesar de estar muy llena era vacía.
Cuéntame de aquella tierra tan querida
Cuéntame si continúan los difuntos,
Si recuerdas aquel viaje de mi padre
Cuyo sufrir nos abrió profunda herida.
Poesía lenta, reposada, de meditación. De mirar dónde se ha vivido. De pararse en un sitio y mirar la casa que nos cobijó de niños. Y nos protege todavía en el recuerdo lastimado y transido evocándonos mil peripecias. Poesía ferviente, cálida y amable, tal como es la vida:
Poesía la de Antonio Morillo donde está finalmente posado el enigma. De allí que en ella haya como una música en sordina que es la del misterio. Una voz susurrante, leve, de hablar pausado; de hablar con el aliento como echando un suspiro. Y que nos llama hacia lo profundo y hacia la lejanía. Poesía que nos hace bajar la voz para la confidencia y la declaración suprema del amor:
A ti me inclino si el tiempo aún se prolongase
Para hallarte en el eco del mar si no es muy tarde.
Así se agrega un nombre notable a la larga lista de poetas de mi terruño, Santiago de Chuco, Capital de la Poesía del Perú, que honran a mi tierra y nos honran a todos los que en ella hemos nacido.
 
 
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