sábado, 10 de noviembre de 2018

10 DE NOVIEMBRE: DÍA DE LOS DERECHOS ANIMALES - FOLIOS DE LA UTOPÍA: EL GUARDIÁN DE LA CASA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
 

Construcción y forja de la utopía andina
 
NOVIEMBRE, MES DE LA GESTA
DE TUPAC AMARU; LOS DERECHOS
DEL NIÑO; VIDA Y EJEMPLO DE
J.M. ARGUEDAS Y MANUEL SCORZA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO

 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
EL GUANAY, AVE DEL MÁGICO PER


Es curioso y extraordinario cómo la economía del Perú en su época de mayor bonanza republicana se ha debido a un ave, cuál es el guanay; de gran importancia por su guano, elemento utilizado como fertilizante en las labores agrícolas, tanto que en la segunda mitad del siglo XIX se prohibía a los barcos tocar las sirenas en los contornos de las islas peruanas, donde habita el guanay, con el fin de no interrumpir ni su digestión ni su sueño.
Fue una época en que se apreciaba mucho a esta ave costeña, porque el guano que depositaba en las rocas constituía una fuente de riqueza por su rica composición de nitrógeno, fósforo, sales potásicas, amoníaco y sodio, que lo convertían en un abono de primera magnitud para la agricultura.
Incluso, en nuestro país se hizo un censo de él antes que de la población humana y se hicieron estudios sobre su salud, sus enfermedades y las causas de sus migraciones a otros mares. Esta es un ave propia de nuestras costas que anida en las superficies planas de las islas y puntas. Es parecida a un pato, de color negro, con el pecho y vientre blancos. Los adultos tienen la cara desnuda y de color rojo y verde. Vive en las aguas frías de las costas del Perú.
La vida y costumbres de los guanayes son de lo más pintorescas: al despertar, y frente al sol, abren sus alas mostrando millares de pechos blancos e inician una curiosa danza a manera de rito. Luego envían aves exploradoras con el fin de ubicar los bancos de anchovetas en el mar. A su aviso levantan el vuelo delicadamente capitaneados por pájaros guías que vuelan a la cabeza de gigantescas formaciones en V. Al llegar al lugar donde está la anchoveta se lanzan en picada y con extraordinaria destreza se introducen en las aguas, hasta una profundidad que asombra, atrapando los peces con el pico.
Terminado el festín la bandada retorna a las islas lenta y pesadamente. Horas después en sus nidos se inicia un murmullo y poco a poco, a medida que va cayendo la tarde, se va haciendo el silencio total en que no se escucha ni siquiera el roce de un ala, hasta el amanecer en que todo se torna jolgorio y algarabía.
El abono del guanay, junto a la harina de anchoveta utilizada también con los mismos fines, sigue teniendo una gran importancia para la agricultura y en la economía de nuestro país. Curioso destino el del mágico Perú, donde las aves y los peces ponen su cuota a favor de que cumplamos plenamente en la realización de nuestros sueños.
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
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10 DE NOVIEMBRE
 
DÍA DE
LOS DERECHOS
ANIMALES

 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA

 
EL GUARDIÁN
DE
LA CASA


 Danilo Sánchez Lihón
 
 Quien busca al Espíritu,
que siga el camino de los animales.
(Popol Vuh)
 
 
1. Cuidar
la casa
 
– ¡Se va! ¡Definitivamente ese perro se va de esta casa!
– Pero, papá, si a Sultán lo hemos criado desde que era bebito.
– Ahora se ha perdido la barreta. Antes fue el serrucho. También se ha perdido el pico, ¿dónde lo encuentro? Ahora busco la comba, ¡y no está!
– ¡Tienen que estar por algún sitio, papá!
– ¿Dónde? ¡Alguien entra a la casa! Y nos confiamos en este perro que no cuida. Y un perro tiene que cuidar la casa, sino: ¿para qué sirve?
– El perro me acompaña, es mi fiel amigo, papá.
– Si no cuida la casa, seguro que a ti tampoco te está cuidando bien.
– Y, ¿adónde se va a ir?
 
2. Así es
la vida
 
– Que lo lleve Manuel. Él lo quiere. ¡Que lo lleve a la chacra de Calipuy!
– ¿Tan lejos, papá? ¿Y cómo iré a verlo?
– Tú dedícate a estudiar. Pero, ¡no podemos aquí consentir a un perro que no cuida bien la casa!
– Y, ¿por qué crees que lo quiere Manuel? Porque es un perro bueno, leal y valiente.
– ¡Pero no es útil! En sus narices se están perdiendo las herramientas de la casa.
– ¡Tienen que estar en algún sitio, papá!
– Hace días que las buscamos y no están
– ¡Papá, extrañaré mucho a Sultán!
– En la vida, hijo, cuando algo no funciona se lo deja. Nos están robando las herramientas y eso no está bien. Nos atenemos a que el perro cuida la casa y no lo hace.
 
3. Se ha dormido
abrazado
 
Manuel, el alpartidario, hoy día, se llevó al perro, amarrado del cuello y jalado con una cuerda atada a la montura de su mula. Pero Sultán, no queriendo ir se ha arrastrado por el suelo; y, a ratos, tiene que rodar porque la mula no se detiene, pese a la resistencia que él hace.
Es atroz la vida sin Sultán, la casa parece vacía, oscura y sin alegría, en donde solo cabe echarse a dormir. Pero esta noche, ya hacia el amanecer, Santiago siente, rayando ya la madrugada, que alguien rasca la puerta.
Cuando la abre es Sultán, sangrante y empapado de sudor, mojado por haber cruzado atajos, el río que atruena; portando un pedazo de soga roída y arrancada, y atado aún a su cuello.
– ¡Sultán! ¡Mi querido Sultán!
Tiene la pelambre sembrada de espinas, de cadillo y abrojos por haber cortado camino entre los zarzales. Santiago abrazado a él se ha dormido, sin hacer un solo ruido, sabiendo la condición clandestina del perro, y de expulsado de esta casa.
 
4. Bajo el cielo
azulado
 
Pero ya por la tarde llega Manuel diciendo que su perro se ha escapado y que seguramente está aquí.
Lo buscan en el cuarto de Santiago y allí lo encuentran.
Esta vez le ata las patas delanteras, y le ata las patas traseras. Y lo atraviesa de uno a otro lado de la mula. Y carga con él de regreso a Calipuy.
Santiago cuando llega de la escuela va directo a buscarlo y no lo encuentran. Y pregunta a su madre:
– ¿Mamá, ha venido Manuel?
– Sí.
– Y, ¿se ha llevado otra vez a Sultán?
– Sí.
Sultán ahora permanece encadenado en el campo verde y bajo el cielo azulado de Calipuy, ladrando lastimero.
 
5. Bajo
el techo
 
Santiago va a verlo cada dos o tres días. El camino a Calipuy es lejos y fragoroso.
Permanece abrazado a él y el perro llora recostado a su pecho. Hasta después que se han despedido.
Ya en su casa Santiago revuelve las cosas buscando las herramientas de su padre por uno y otro lado, removiendo cajones. Bajo el techo de los terrados y detrás de todo traste que encuentra.
– ¿Dónde se han metido? ¡No están! ¿Las habrán robado, como dice mi papá?
Hasta de noche se levanta, recordando no haber buscado en uno y otro sitio.
Pero no. No son habidas y la culpa la tiene Sultán por no cuidar la casa de algún ladrón furtivo que se ha llevado la barreta, el serrucho, el pico y la comba.
 
6. ¡Voy
a traerlo!
 
Pero una noche en que permanece llorando en silencio, extrañando a su perro, Santiago se acuerda en un relámpago de lucidez que su padre prestó las herramientas a su compadre Baldomero. Como puede se viste y entra corriendo a la habitación de sus padres, gritando:
– ¡Papá!
– ¡Qué pasa, hijo! ¡Qué sucede! –Se incorpora en la cama su padre, asustado.
– ¡Papá! Tú prestaste las herramientas a tu compadre Baldomero, ¿Te acuerdas?
– ¿Las presté? ¡Claro que sí! ¿Y no las ha devuelto todavía?
– ¡No, papá! ¡No las ha devuelto!
– ¡Claro, pues! Sí. Entonces, él las tiene.
– ¡Quiere decir que no es culpable Sultán, papá! ¡No es culpable!
– ¡Voy a traerlo!
 
7. Enjugándose
las lágrimas
 
Y se lanza a la carrera. Es de noche, pero no escucha las llamadas desesperadas que hacen su madre y su padre.
Y desaparece corriendo por la bajada del río Patarata. Son tupidas las sombras, pero él conoce bien el camino.
Los gritos de su padre y de su madre ya no pueden detenerlo porque él ya está lejos y no los escucha. Ha corrido sin parar hasta Calipuy, hasta llegar a casa del alpartidario Manuel.
Pero también el perro lo ha olfateado desde lejos. Y ha empezó a ladrar. Y esta vez ha roto como sea la cadena hasta ir a su encuentro. Y se abrazan. Y nunca más pudieron separarlos hasta que un día de Navidad Sultán murió ya de viejo.
– Así rescaté a mi perro quien vivió desde que era bebito hasta que fue viejo conmigo.
Me dice Santiago, ahora ya anciano, enjugándose los ojos de las lágrimas que le resbalan y corren por sus curtidas mejillas. Y solloza.


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