viernes, 20 de julio de 2018

TIEMPO NUEVO INTERNACIONAL (MIAMI), DE ADDHEMAR H.M. SIERRALTA - AÑO 10 Nº 332, DEL 20 DE JULIO DE 2018

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TIEMPO NUEVO 
 
Internacional 
 
por  Addhemar Sierralta 
 
Año 10 Nº 331
 
 
Miami, 20 de julio de 2018
 
 
PUNTO DE VISTA.
 
Por Addhemar H.M. Sierralta (Perú).
 
 
NUEVA CRISIS DE CORRUPCIÓN EN PERÚ.
 
En esta ocasión una nueva crisis remece al Perú. Engloba corrupción en el Poder Judicial e involucra al Consejo Nacional de la Magistratura Peruana y la obligada renuncia del Ministro de Justicia. Todo fue originado al darse a conocer audios acerca de la mala actuación del magistrado Hinostroza. Luego otros audios que ponían en evidencia a políticos terminó de  impactar a la ciudadanía.
 
La crisis en que se sume el país puede tener consecuencias muy delicadas. Si bien el Poder Ejecutivo está tomando ciertas medidas, estas no parecieran que serían las más adecuadas.
 
Muy lamentable esta situación pero ya advertíamos de la debilidad del presidente Vizcarra  y sus titubeos.
 
Esta crisis viene, posiblemente, a tapar acciones más preocupantes en las que se está siendo muy permisivo. El ejemplo es la poca decisión para combatir a los terroristas del VRAEM, a los narcotraficantes y a la minería informal. A ello se puede agregar las metidas de pata en la exploración petrolera.
 
Esperemos que no se precipite una mayor crisis.
 
 
REUNIÓN DE TRUMP Y PUTIN SIN RESULTADOS CONCRETOS.
 
La reunión del último lunes 16 en  Finlandia entre los gobernantes de U.S.A. y de Rusia, Donald Trump y Vladimir Putin concitó mucha expectativa pero pareciera ser que no se concretó en resultados efectivos, salvo que se abrió una puerta para próximas reuniones.
 
Sobre el tapete están los problemas de la injerencia rusa en la elecciones norteamericanas de 2016, la situación final de Crimea y Ukrania, el problema de Siria, los convenios con Irán, así como aspectos vinculados con Corea del Norte y China. Esperemos que pronto se pueda llegar a avances serios en estos temas.
 
 
CON EVENTO DE ESCRITORES EN MIAMI CELEBRARÁ FIESTAS  PATRIAS 

INSTITUTO DE CULTURA PERUANA.
 
Con diversas actividades el Instituto de Cultura Peruana Inc. (ICP) Celebrará los 197 años de la independencia del Perú. Asimismo, dentro del marco de estas celebraciones se llevará a cabo el evento “Perú al pie del orbe” que viene organizando con la institución cultural peruana Capulí, Vallejo y su tierra, del 27 al 29 de este mes. Se espera asistencia de escritores peruanos tanto de U.S.A. como llegados especialmente de Perú.
 
Adjuntamos la invitación del  ICP:
 
Instituto de Cultura Peruana, Inc.
 
Tiene el honor de invitar a Ud. y familia a la celebración del 197º Aniversario de la Independencia del Perú.Ingreso libre. Actividades:

Primer encuentro de autores peruanos. Conferencias, ponencias, presentación de libros, recitales. Viernes 27 de julio, 2-5 pm -auditorio de Miami-Dade Public Library-1398 SW 1st Street. Miami, 33135.

Entrega de premios del XXVII concurso literario del ICP en homenaje a César Vallejo y Georgette Philippart de Vallejo. Viernes Cultural de la Calle Ocho, 27 de julio, 7– 9 pm. Futurama Building, 1637 SW 8 St. Miami, 33135.

Clausura del primer encuentro de autores peruanos en Miami. Recitales, reconocimientos, exposición de pinturas, libros, fotografías. Sábado, Julio 28, 3-5 pm. West Dade Library, 9445 SW 24 St. (Coral Way). Miami, FL 33165.
 
Informes: 305 794 0695.
 
Domingo 29 de Julio –Mediodía. GRAN FIESTA PERUANA en Rancho Mi Perú. Marinera – Saya – Danzantes de Tijeras y la increíble gastronomía peruana. 2102 NW 22 CT Miami Fl 33142. Ingreso Libre.
 
Adhesiones y colaboraciones son bienvenidas. Ricardo Calderón, presidente del ICP, le agradece de antemano su asistencia.Informes: 305 794 0695
 
 
CRISTINITA, ¿OTROS US$ 5.000 MM?
Por Enrique Guillermo Avogadro (Argentina).
"La historia la juzgará. 
Pero tiene el mejor de los abogados: 
el olvido". 
Roberto Fontanarrosa
 
A veces, como todo el mundo, me he preguntado, al enterarme de las enormes fortunas que han acumulado algunas personas en el mundo, para qué quieren más; es el caso de algunos megamillonarios, futbolistas, especuladores y, sobre todo, funcionarios políticos que han robado hasta el hartazgo. Gracias a Dios, América Latina y Europa están llenas de ejemplos de estos últimos que hoy miran la realidad desde el otro lado de las rejas. 
Argentina, como todos sabemos, es la excepción -como en tantas otras cosas negativas- en la inmensa ola de represión a la corrupción que está recorriendo el planeta y que, con ella, trajo significativos cambios en los regímenes políticos, por la presión civil que las sociedades mantienen sobre sus dirigencias; en la región, los últimos ejemplos son, claro, la ensangrentada Nicaragua, Guatemala y, desde hace una semana, México.
Pero hubo una noticia que, en medio del mundial de fútbol y la crisis cambiaria que se desató aquí, pasó absolutamente desapercibida: un fondo especulativo, Burford Capitals, que ¿compró? los derechos del grupo Petersen a litigar contra nuestro país por la expropiación del 51% de YPF, porque no se ofreció comprar todo el resto de las acciones, demandó a la Argentina ante el mismo Tribunal del fallecido Juez Thomas Griesa, en Nueva York, por la suma de US$ 3.000 MM que, con los gastos y costas, puede llevar el total a la cifra mencionada.
La historia: ¿quién es el grupo Petersen? Un conglomerado perteneciente, al menos en teoría, a la familia Ezkenazi. Por si no la recuerda, éstos son los dueños del Banco de Santa Cruz, sí, ¡el mismo que operó los fondos desaparecidos de la Provincia cuando don Néstor era Gobernador!; esos dineros faltantes surgieron de la privatización de YPF. 
Carlos Menem ofreció a los gobernadores de las provincias petroleras una fórmula que recalculaba las regalías que les correspondían, pero condicionó su aplicación a la aprobación de la ley que habilitaba la venta de la empresa; el famoso "pelo." Oscar Parrilli fue el miembro informante de la ley, Kirchner llegó al extremo de enviar el avión sanitario para permitir a un legislador del norte llegar al Congreso para la sanción definitiva, y la norma fue aplaudida de pie, por "patriótica", en el recinto. La Provincia de Santa Cruz recibió entonces más de US$ 600 MM, y acciones de la compañía privatizada, que había comprado Repsol.
Luego, don Néstor vendió esas acciones, con lo cual se hizo de otros US$ 500 MM y, todos sumados, se fueron a pasear por los bancos del mundo, en cuentas a nombre ¡personal! del Gobernador, y nunca regresaron. La Legislatura provincial, bajo su control, aprobó permanentemente sus sucesivas explicaciones, a pesar de los alaridos de los escasos opositores. 
Y comenzó el segundo acto de la tragedia. Para entender por qué la califico así baste recordar que, cuando los pingüinos llegaron a la Casa Rosada, Argentina era exportadora neta de energía, y había construido varios gasoductos para exportar el fluido a Chile y a Uruguay, y líneas de alta tensión para enviar electricidad a nuestros vecinos orientales y a Brasil.
Don Néstor comenzó a apretar, vía un populista congelamiento de tarifas, a las empresas que generaban, extraían, destilaban, transportaban y distribuían energía en el país; se llegó al extremo de pagarle a Repsol, por el gas que obtenía en el sur argentino, un tercio del precio que se le reconocía por el mismo gas que producía en Bolivia.
Esa política produjo nefastos resultados: la producción de hidrocarburos cayó en picada y obligó al Gobierno a invertir el sentido de los flujos de los ductos para importar electricidad y gas licuado, otra fuente de "negocios" para los funcionarios, incluyendo las operaciones con Venezuela, "arregladas" con el socio Hugo Chávez. Y, en el caso, llevó a los españoles a mirar con buenos ojos la posibilidad de irse del país.
Alguien les acercó entonces una idea muy original: vender una importante proporción del capital social de YPF (15% + 10%) a una familia local, lo cual sería muy bien visto por Kirchner; por si no lo imagina, se trató de los mismos Eskenazi. Nada importaba que éstos, de la industria petrolera, lo único que sabían era cómo cargar combustible en sus automóviles. Pero, además, los banqueros carecían del dinero necesario para pagar las acciones que compraron así que, "naturalmente", la propia Repsol les prestó los fondos necesarios y, por si fuera poco, les cedió la administración de la compañía.
Los españoles, encabezados por Antonio Brufau, no eran tontos. Exigieron que el préstamo otorgado fuera pagado por los Eskenazi distribuyendo como dividendos, como mínimo, el 95% de las utilidades de YPF, y que el contrato fuera firmado por don Néstor y por Guillermo Patotín Moreno. En la industria del petróleo, ninguna empresa distribuye más del 30/35%, porque el resto debe destinarse a exploración de nuevos yacimientos; o sea, YPF dejó de buscar y, nuevamente, cayó la producción. Y, por cada US$ 100 que repartió, Repsol se llevó los US$ 75 que le correspondían por sus propias acciones, y los otros US$ 25 como pago de la deuda familiar. ¡Todos de fiesta, salvo la Argentina!
Muerto su marido, Cristina Elisabet Fernández logró, sin esfuerzo, una ley, también aplaudida de pie y por idénticos principios, que le permitió expropiar las acciones que quedaban en manos españolas; cuando éstas protestaron (no sólo no se les pagaría sino que se les cobrarían daños ambientales), la noble viuda envió a Axel Kiciloff a negociar a Madrid y el Ministro, iniciando un hábito que luego ratificó con el Club de Paris, le tapó la cara a billetazos. ¡Le pagó US$ 10.000 MM!, y sus compatriotas, agradecidos, construyeron un monumento a Brufau.
Es decir que la compulsión de los Kirchner por robar no solamente implicó que Argentina perdiera el autoabastecimiento energético y requiriera importar ingentes cantidades de electricidad y gas, sino que esas operaciones significaron un drenaje monumental de divisas, lo cual llevó al default, al cepo cambiario y a la terrible inflación que hoy padecemos.
Las acciones que habían "comprado" los Eskenazi fueron puestas a nombre de dos compañías con nombres similares -Petersen algo- radicadas en España y que, a su vez, pertenecían a otra empresa, también llamada así, creada en Australia. No se sabe -y nadie se ha preocupado por averiguarlo- quiénes son los dueños reales de esta última pero, como soy malpensado, presumo que su apellido comienza con K.
Si acierto en mis sospechas, Cristina y sus hijos no perdieron su vocación por el saqueo, no les basta con los dineros acumulados en las Seychelles y en Angola, y hoy van por más, mucho más; si el Senado sancionara la demorada ley de extinción de dominio, y el H° Aguantadero permitiera el desafuero de la jefa y de Máximo, seguramente otro sería el cantar.      
Bs.As., 7 Jul 18 

LAS DULZURAS DE KUMARA.
Por Alfonsina Barrionuevo (Perú).
 
Los Andes recibieron con alegría los finales del Pleistoceno. Las capas de nieve  que los cubrían iniciaron su retirada. Pachamama, la madre tierra, estaba allí acurrucada, hibernando, en una larga espera. De haberla visto hubieran pensado que era una niña. Cuando el mar comenzó a bajar y vinieron los deshielos ella bajó a los valles llevando los alimentos. 
Eran muchísimos pero cabían apretados en sus brazos. Las papas tenían el tamaño de una pasa, los frijoles eran como un grano de trigo, los tubérculos de la yuka y el camote también muy pequeños.
 
Hace unos diez mil años los primeros recolectores hallaron papas de finísima piel casi a ras de tierra y la agregaron a su dieta de mariscos y peces. En el caso de kumara, camote o batata en México y Centroamérica, les fascinó sus raicillas ligeramente gorditas que resumían dulzuras. A estas alturas del tiempo muy poco se piensa del proceso de domesticación. Ahora que en el mundo se consumen “nuevas especies del Ande como la kihura o kinua y la kiwicha, se olvida la hazaña de los domesticadores. Los primeros cultivares deben haber resultado de un juego. Hacían un hueco con un dedo, sacaban la tierra con la uña como si fuera una lampa diminuta y colocaban los pequeñísimos frutos.
 
Al principio fue en tierra áspera, árida, y se murieron. Buscaron lugares más propicios,  húmedos, y se malograron. Al cabo los irrigaron con cuidado y brotaron hojitas verdes que protegían a nenes papa, frejol, yuka, pallar o calabaza.
 
Nuestros pueblos deberían levantar monumentos a los antiguos agricultores de Perú que siguen dando primicias a la Humanidad a través de sus descendientes.
 
Kumara, desdeñada por los españoles, siguió la aventura del resto de nuestros alimentos. Acompañó al hombre de una altura a otra, se solazó en los espacios fértiles, absorbió la dulzura del agua, se diversificó y lo ayudó a vivir. Se conoce al camote blanco, un poco seco, delicioso; al camote amarillo, de carnes más sueltas propias para el ceviche; al camote morado, de las watias, también muy querido por las señoras chef de las distintas regiones, y debe haber una gran cantidad de  variedades por conocer. 
 
La historia del camote llega escuetamente través de los arqueólogos, como una curiosidad. Su laboratorio se pierde al igual que los demás en las páginas amarillentas de los milenios. El registro de restos encontrados lo incluye y hace unos cuatro mil años a.C. expediciones que hacían trabajo de campo entre 1962 y 1988 en grupos arqueológicos encuentran especímenes enteros o fragmentados.
 
Qué habría avizorado el inteligente observador prehistórico para advertir su buen sabor parcialmente carbonizados por fuegos (rayos) caídos del cielo. En la Pampa de Llamas, Casma, Thomas y Sheila Pozorski descubrieron camotes del precerámico a un metro de profundidad junto a conchales  al lado de palta,  ciruela del fraile, frijol, pallar, achira, lúkuma, yuka, maní, ají y zapallo.
 
En el valle de las Tortugas, también en Casma,  los investigadores Donald Ugent y Linda W. Peterson vivieron después su propia experiencia, trabajando en Waynuma a unos cuantos kilómetros.
Mama Aqsu y Mama Kumara fueron creciendo mediante los experimentos casuales o deliberados. Si la semilla cae y germina junto a una cabeza o cola de pez crece más, adquiere arrogancia y llena de placer los estómagos hambrientos. Si se les riega con cuidado las plantas se levantan con mayor prontitud, como si llegaran a una pubertad insospechada.
 
En Pachakamaq aproximadamente mil años d.C. ya tenían una personalidad contundente. En el Cerro Las Tres Ventanas, en Chilca, Frederic Engel encontró camote con aji y tuna, además de los otros alimentos conocidos. En la Waka La Centinela, dentro del reino Chincha, Ugent y Peterson hicieron excelentes hallazgos. Los chinchas eran mercaderes y llevaron por el litoral y el interior las cosechas para los trueques.
 
Más abajo, en Parakas, otros estudiosos los encuentran como ofrendas en los fardos funerarios de sus gobernantes.  Ya han dado un paso a la eternidad en otro nivel, como alimentos para la otra vida.
 
El Centro Internacional de la Papa le ha dado un lugar al camote, como especie alimenticia básica. Según la tradición las mujeres prehispánicas tenían preferencia por este tubérculo que mantenía la lozanía de su piel, el brillo de sus cabellos y su disposición al amor. Otro regalo de los Andes.
 
 
MOMENTOS EN  LA VIDA.
 
Por Norka Brios Ramos (Perú).

Contemplando el jardín en esta mañana fría de invierno, el limonero preñado de limones regordetes que caen al suelo, pájaros picoteando las guayabas y aguaymantos rodando cual bolitas doradas adornando el pasto, es un otoño que se apresuró en llegar; en un paisaje frío que queda en la memoria es una realidad que parece un sueño de espejos, ya en otoños  del tiempo que tienen alma de ausencia, pero... algo falta.
 
Escucho una antología en la radio Te extraño tanto, "es una canción que llega al alma", me dijo el paisano don Alejandro Aldave Montoro, creo que tiene razón  se escuchó en algún momento donde la soledad ronda en las sombras.
 
Bajo esta luz tenue nadie lo ve ni nadie lo oye más nadie habla es sólo sombra  que ronda  al vacío de una nada que habitan nombres y miradas en nubes grises.
 
La tarde va pasando, mi pensamiento vuela al ayer en un sueño de manantiales, y una silueta en sombras se disuelve en la niebla, la sombra se levanta al vacío y el viento se desliza en quietud de ichus  que se menean como olas con el viento sobre el agua de la laguna de Conococha, donde el frío muerde el alma.
 
Volverá como vuelve la primavera con cielos azules y aves que trinan; mariposas de colores adornando las rosas de mi jardín.
 
Volverá como el verano de cielo azul con reflejos dorados, con gaviotas que vuelan alegres y olas de mar que susurran al oído  las melodías más sublimes de la vida, con cálidas brisas que acarician la piel  y noches estrelladas en San Bartolo.
 
Volverá el otoño con fragancias a cerezas y capulí, con caminos adornados de hojas doradas y secas,  juguetes del viento que vuela y vuelan a la deriva sin destino.  Son vientos andinos que susurran al oído en  un lejano eco del recuerdo de un adíos.
 
Volverá  como vuelven a este cielo las nubes grises sin pájaros, y a esta oscura llovizna, la bóveda nocturna sin estrellas, el invierno con su niebla salobre, bajo el agua invertida se desangra una rosa en la orilla del camino con la tristeza gris de las tardes de invierno.
 
 
BAJO LA LLUVIA.

Por Nalo Alvarado Balarezo (Perú).
 
De niño, como una manera de relajarme de la tensión escolar, iba al arroyuelo de Shapash para caminar por la orilla sintiendo las piedrecillas bajo mis pies desnudos. 
 
La tarde del sábado 8 de diciembre de 1962, cuando estaba haciendo un mini safari entre los abrojos y las sacuaras del escarpado, retumbó el trueno y el cielo se tornó gris. Minutos después empezó a llover con rayos y relámpagos iluminando la blanca silueta del Huayhuash.
 
Me puse los zapatos a la volada e inicié el retorno al pueblo.
 
No sé cuántas veces caí durante el pedregoso ascenso, lo cierto es que llegué todo empapado al barrio de Tranca cerca del anochecer. Allí me cobijé bajo un umbral, quedándome dormido. Una samaritana que caminaba por ahí se apiadó de mí e ingresó a mi sueño. Aquí, el episodio onírico: 
 
Era una mujer de 35 abriles, rostro ovalado, labios carnosos y dientes perfectos. Me invitó a su casa para que mi ropa se seque al calor del fogón. Acepté complacido, y caminamos por el sendero que va a la plazoleta de Quihuillán. En su cocina puso mi ropa cerca del fuego y abrigó mi desnudez con su pañolón. Luego entramos a su cuarto, se quitó el faldellín y se metió a la cama, diciéndome: 
 
- Siéntate en ese quncu hasta que tu ropa esté seca, y te vas a tu casa. No te olvides de cerrar la puerta del zaguán.
 
Como a los quince minutos de estar sentado en el qunqu me quedé dormido, perdí el equilibrio y rodé al piso. Al oír el ruido se levantó y me recostó en su cama.
 
Minutos después, los rayos plateados de la luna que entraban por la ventana pusieron al descubierto sus contornos de mujer junto a mi cuerpo impúber. Ni corto ni perezoso aproveché la mágica visión que me brindaba el destino y acaricié su cáliz; por fortuna, sin reproche alguno... De pronto el sonido de herrajes en el empedrado de la calle ahogó su gemido, y exclamó: 
 
-Es el caballo de mi marido, agarra tus cosas y vete por la chacra del costado.
 
En un santiamén salté del tálamo, trepé la pirca y corrí hacia la plazoleta de Quihuillán con la ropa en la mano, mientras la lluvia seguía cayendo...
 
Fuente: 
 
Libro de bolsillo "Relatos del más acá", de Nalo (Pág. 169). Ediciones Cachizada 1981
 
 
NO SIEMPRE ES MALA LA TORPEZA (Fantasía).
 
Por Andrés Fornells (España).
 
Rosendo Cuesta había demostrado su notable torpeza mucho antes de nacer. A su madre habían tenido que hacerle una cesárea porque siendo todavía un feto Rosendo cambio la posición que le convenía a la buena mujer que lo llevaba en sus entrañas, y en lugar de venir de cabeza, que habría sido lo favorable, él vino de nalgas.

Una vez nacido, Rosendo, desde un principio, procuró a sus familiares con unas explosivas muestras de hilaridad tan exageradas el temor de que pudiera asfixiarse, pues se quedaba exhausto, sin aliento, al borde del colapso.

De quienes lo criticaban por aquellos desmesurados ataques de risa, su madre lo defendía:

—No le regañemos. Es bueno que sea tan alegre mi niño.

Rosendo tardó casi dos años en aprender a gatear, y cuatro en ser capaz de andar. Y cuando por fin caminó, eran tan torpes sus pasos que tropezaba continuamente, causándose hematomas, rasguños y hasta algunas heridas.

Todo el mundo le pronosticó que sería muy desdichado. Todo el mundo menos su madre que llena de fe lo defendía siempre:

—Mi niño es muy bueno. Tendrá suerte en la vida, ya lo veréis.

Quienes la escuchaban no la contradecían, se limitaban a mirarla con lástima y a mover la cabeza en sentido negativo, evidenciando que no compartían su optimista parecer.
Pero ocurrió que un día, mientras caminaba con su torpeza habitual, Rosendo tropezó nada menos que con la felicidad, se abrazó a ella con todas sus fuerzas y nunca más la ha soltado. 

Y con esta ingenuidad me despido durante todo el tiempo que sea capaz de mantenerme abrazado a la sensatez.
 
 
 
 
Un poblado al que nunca quisiéramos llegar y el que es mostrado en un relato cuasi espeluznante.
 
La historia de Warmipata, una pequeña y olvidada población enclavada en las alturas de los andes, sigue siendo hasta hoy un gran misterio.
Por aquellos días, de mi primer viaje desde la costa hasta la selva amazónica, quedan recuerdos lejanos como las nebulosas cubriendo en las mañanas el cielo del camino, los gorjeos de las aves al amanecer,  y el vaivén del camión saltando las irregularidades de la vía más escondida de la sierra.
Mi madre dormida sobre costales de harina y yo acurrucado contra la baranda de madera y abrazado a mi fiel cachorro "Tuerto" tratábamos de pegar los ojos pero era imposible conciliar sueño alguno y  menos descansar. Pero allí avanzábamos lento pero seguro. Al segundo día de viaje nos sorprendió una tormenta que nos adelantó la noche. No se veía nada a dos palmos de narices y el chófer decidió detenerse para, pegado al cerro y algo lejos de los acantilados, asegurar el vehículo hasta que pasará el mal tiempo.
Ahora mi madre, el perro y yo éramos uno solo de abrazos. Como el camión se detuvo, en un lugar aparentemente seguro, tratamos de dormir y vaya si lo hicimos. No se cuántas horas dormimos pero cuando despertamos era un día resplandesciente. Claro que todo no saldría tan bien como comprobamos en pocos minutos. El chófer nos dijo que el camión no arrancaba y que teníamos que caminar hasta una zona cerca al río, al fondo de un valle singularmente hermoso por su verdor y aroma a frutas y flores, donde se divisaban algunas casas.
- En ese pueblo, señora, conseguiremos algo de comer y quizás alguien que me ayude para proseguir el viaje, le dijo el chófer a mi madre.
- Esta bien- contestó ella.
Y como nuestros cuerpos y ánimo amanecieron recuperados emprendimos la marcha muy dispuestos y algo curiosos.
Lo que parecía una distancia pequeña no lo fue tanto. Si bien nos entretuvimos recogiendo algunas tunas para comer demoramos cerca de unas dos horas hasta llegar a aquella villa.
Ya siendo como el mediodía nos extrañó no ver a nadie por las calles. No había automóviles, ni gente, ni animales. Era un pueblo solitario aparentemente. Casi a unas siete cuadras de la entrada al pueblo arribamos a una placita, que debía ser la más importante, porque allí estaba ubicada una iglesia, una comisaría, y un colegio, además del edificio del municipio.
Nos acercamos para leer lo que decía un destartalado anuncio y pudimos descubrir que el poblabado se llamaba Warmipata. Pero tampoco encontramos a nadie. En una de las esquinas otro letrero indicaba que allí funcionaba una bodega. Como el estómago nos tenía llamando a alimento nos  dirigimos allí con la esperanza de encontrar algo de comer. La puerta del local abierta nos emocionó pero adentro tampoco encontramos a nadie. Gritamos hicimos el mayor ruido posible y hasta "Tuerto" nos hizo coro con múltiples ladridos. Pero ninguna respuesta.
Era el silencio de las tumbas. Divisamos algunas bebidas gaseosas en los anaqueles, unos chocolates y una lata de galletas. Decidimos tomarlas y colocamos un billete de 20 soles sobre el mostrador como pago por ello.
Sentados en una banca de piedra de la plaza ingerimos gaseosas, chocolates y galletas, que nos supieron a manjar de dioses por el hambre que saciamos. Luego nos dirigimos hacia la iglesia que tenía su puerta abierta como invitándonos a visitarla. Al interior tampoco había nadie. Ni siquiera ubicamos al cura por más que lo llamábamos a grito pelado. Rezamos algunas oraciones y salimos en busca de alguien que nos dijera dónde encontrar ayuda para arrancar el camión. Nuevamente no hallamos alma alguna.
Si mi memoria me ayuda recuerdo que recorrimos todo el pueblo sin encontrar vestigios de sus pobladores. Y el sol se escapaba tras los picachos andinos. Antes que diera la noche regresamos a la bodega. Allí estaban los veinte soles sobre el mostrador. Volvimos a comer algo más, felizmente ubicamos unas conservas en frascos de vidrio, eran aceitunas y mermelada. Con las gaseosas y galletas tuvimos algo para comer y después cerramos la puerta de la bodega y nos acurrucamos detrás de los mostradores. Intentamos dormir pero presentíamos que algo ocurría afuera. Unos murmullos y de cuando en cuando risas se dejaban escuchar por la ventana de la bodega.
El chófer miró su reloj pulsera y nos dijo :
- Es ocho de la noche.
- Pero se nota luz como si fuera temprano- replicó mi madre, mientras todos salíamos de detrás de los mostradores para ver con asombro el resplandor como si fuera el mismo mediodía.
De pronto se abrió la puerta de la bodega y apareció un hombre barbiblanco seguido de una multitud. Lo curioso era que, a excepción del barbudo, los seguidores vestían de blanco. Blancas sus ropas, blancos los zapatos o sandalias, también blancos sus cabellos. Sería como unos doscientos que se detuvieron detrás de aquel extraño hombre que al frente nuestro  exclamó :
- ¡ Quién les autorizó para estar aquí ! - dijo a viva voz y con adusto gesto y levantando las manos sobre sus hombros.
El chófer explicó lo que había sucedido y mi madre corroboró aquello. Yo y "Tuerto" permanecíamos escondidos detrás de mi madre. El perro ni siquiera emitió ladrido y ni un gruñido, también estaba sorprendido como todos. Chófer y can desaparecieron en un instante. Nos llenamos de asombro.
Después de este encuentro el barbiblanco, aparentemente comprendiendo la situación, nos invitó a sentarnos en unas sillas que trajo del bar que estaba en una habitación situada a la derecha de la entrada, separada por las tradicionales puertas batientes de los bares antiguos.
- Bueno, pueden quedarse aquí hasta que termine el día, indicó el barbiblanco que parecía el líder o la autoridad en ese pueblo.
- Pero -replicó mi madre con curiosidad- si llegamos por el mediodía y ya nos aprestábamos a pasar la noche cuando ustedes irrumpieron. El chófer me dijo que era las ocho de la noche y todo estaba muy oscuro y, de pronto, desapareció con "Tuerto". Y apenas en minutos aparecen ustedes y traen nuevamente la luz del día. No entiendo nada.
- Ahora me toca explicar lo que ocurre. Este pueblo, es un lugar de tránsito y ustedes al comer de los víveres de la bodega recién pueden ver lo que ocurre aquí. El efecto se da a las ocho horas de haber ingerido dichos alimentos. Por ello es que temprano no pudieron ver absolutamente nada. Pero lo más importante es que los días son distintos a los que ustedes tienen por costumbre medir ...- nos decía el barbiblanco.
Y mis memorias solo me dejaron recordar de aquello que aconteció hasta esta última intervención del viejo. Luego sabría que mi madre y yo despertamos en la Clínica Lozada, que  "Tuerto" había desaparecido y el chófer tenía una semana de enterrado. Murió cuando el camión se desbarrancó y  se precipitó hasta el pueblo de Warmipata. De allí nos recogerían para llevarnos de emergencia y salvarnos la vida. Habíamos permanecido sin sentido varios días. Conversando luego de lo ocurrido con mi madre, no había duda, estuvimos en carne y hueso en Warmipata.
Indagando sobre lo ocurrido durante nuestra permanencia en la clínica supimos que fuimos trasladados a Lima agonizantes. "Tuerto" había desaparecido en aquel poblado. El chófer falleció instantáneamente. Mi madre y yo estuvimos en estado de coma, nos dieron los Santos Óleos y pensaban que moriríamos.
Ya fuera de peligro, y varios años después, conocí a una chica que -como nosotros- estuvo en estado de coma a consecuencia de un accidente de tránsito en la misma ruta. Cuando narré lo que nos pasó ella dijo muy sorprendida :
- Lo mismo me  ocurrió ... me acuerdo del viejo de la barba blanca y de la gente que lo rodeaba.
- No puede ser -exclamé.
- Es cierto y me dijo lo mismo ... lo de las ocho horas y lo de que era un lugar de tránsito.
Ante esta coincidencia decidimos marchar a Warmipata el próximo fin de semana. Tal vez encontraríamos respuestas.  Muy temprano el sábado siguiente emprendimos el camino. Estando muy cerca del poblado y casi al mediodía estacionamos nuestro auto a un lado de la carretera y nos aprestamos a cruzar para marchar caminando al pueblo.
Y nuevamente llegamos a Warmipata. Ocurrió lo mismo ... la plazuela ... el bar ...las ocho horas ... y apareció el viejo nuevamente. Cuando se volvió a presentar llamé a mi amiga Martha pero ella no estaba. La grité para que me escuchara por si hubiera ido a la otra habitación. Pero de pronto ocurrió algo increíble :
- Aquí estoy dijo - mientras ella se aproximaba hacia el bar caminando desde atrás de la gente . Vestía de blanco y tenía el cabello completamente cano.
- No estabas conmigo, dije.
- Estaba, pero ahora solo estas tu en tránsito.
Y dicho esto sentí que una enfermera, vestida de blanco, y que estaba tomándome el pulso me dijo :
- Al fin ha despertado, gracias a Dios.
- Despertado de qué -pregunté.
- Del coma en que estaba sumido a consecuencia del accidente en la carretera.
- ¿ Dónde estoy?
- En el Hospital del Empleado en Lima.
Al costado, mi madre me sonreía ... y Martha ¿ dónde está ? ... una mirada cómplice entre la enfermera y mi madre ... un silencio ... a ustedes los atropelló un camión y ella murió en el accidente dijeron casi al mismo tiempo.
Las lágrimas rodaron por mis mejillas. Y ya tenía la respuesta : Warmipata -si existió algún día- era el tránsito hacia la muerte.


  
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Fuente: 

TIEMPO NUEVO INTERNACIONAL
 
 
Addhemar Sierralta
 
Año 10 Nº 332 de 20 de julio de 2018