jueves, 18 de enero de 2018

FELIZ 27 ANIVERSARIO VIERNES LITERARIOS

JUAN BENAVENTE, PURO CORAZÓN
 

 
Danilo Sánchez Lihón
 
1. Eran diamantes
 
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo que los hombres caminaban agobiados por el cansancio, el hambre y la sed. Mil penurias habían pasado en la jornada. Avanzaban ahora por un camino abrupto y pedregoso. Y tanto invocaron a Dios que se les apareció un ángel cuya única recomendación fue:
 
– Junten todas las piedras que puedan.
 
A la mayoría de peregrinos esta advertencia les supo a burla, a mofa y hasta a escarnio. ¿Qué nueva condena y punición era esta? ¿Juntar piedras cuando lo que querían era hasta despojarse de sus propios cuerpos que traían a rastras?
 
Pero hubieron algunos que sí recogieron algunas piedras, aunque las más pequeñas, las mismas que pronto fueron arrojando en el camino. No se avizoraba poblado dónde pudieran sosegar su hambre y su cansancio y proveerse de alimentos. Los pocos que habían juntado piedras las terminaron de arrojar definitivamente.
 
Solo uno persistió, fue constante y las guardó hasta el final. Llegado hasta un lugar donde por fin pudieron sentirse salvos, al mirar lo que tenía en la mano aquel que había perseverado descubrió que las piedras recogidas eran diamantes.
 
2. Único en el mundo
 
Recurro a esta leyenda para referirme a la proeza de Juan Benavente de entregarnos a todos los peruanos y al mundo en general, en el 27 aniversario de los “Viernes Literarios”, una gesta y hazaña cultural, portentosa y extraordinaria cual es no haber dejado de realizarse un solo viernes de cada mes y de cada año la programación de esta actividad.
 
Al destacar esta trayectoria queremos poner de relieve una de las tantas virtudes que destacan en esta epopeya a fin de que cada día sea más frecuente entre nosotros: la perseverancia, el ser consecuentes, e inquebrantables. 
 
Queremos destacar una cultura que se hace con plena convicción, constancia y desde abajo, con arraigo y no desde el poder, no desde los favoritismos, no desde los que reciben encargos o prebendas, como a veces creemos que es la única manera para emprender algo y hacer aquello que debemos hacer.
 
Queremos destacar en Juan Benavente aquel que tiene una mirada amplia, sin excluir a aquellos de la otra orilla, de lo popular, pero dejando a este lado con la orla en la frente de haber mantenido hasta ahora 27 años sin fallar un solo viernes de la semana en su realización en la cita para escuchar poesía, narrativa y dramaturgia alcanzando una dimensión y categoría que lo hace por sus características un evento único en el mundo.
 
3. Diversos auditorios
 
Juan Benavente mantiene de manera ininterrumpida desde hace 27 años esta llama viva sin apagarse ni detenerse un solo viernes del año, desde el 18 de enero del año 1991, sin pedirle ningún recurso a nadie. 
 
Y en cuya nómina se incluye cada semana a poetas, narradores, dramaturgos, creadores de literatura infantil y artistas en general quienes se presentan en ese espacio, en una secuencia proverbial por la constancia y asiduidad con que se desarrolla este certamen. 
 
La actividad de los Viernes literarios se inició el 18 de enero de 1991 en el auditorio principal de la fenecida Anea, cuyo local se encontraba ubicado en el Jr. Puno 421 del Cercado de Lima. 
 
En el lapso de estos 27 años, ha continuado desarrollándose en diversos auditorios de la capital.
 
Así: Cooperativa Santa Elisa, Casa del Maestro, Casona de la UNMSM, Biblioteca Nacional, CNA, auditorio Vallejo de la Feria Permanente de Quilca, El Averno, Casa Museo Mariátegui, Roal Wasi, Savarín Arte, entre otros, siendo que la programación del mes por venir se entrega religiosamente en el último viernes del mes que está feneciendo.
 
Pero, a veces, ha tenido que desarrollarse en plena calle. Una anécdota para muestra es la siguiente, y que consta en los anales de los medios de prensa:
 
4. Calles de Lima
 
Cuando los “Viernes Literarios” se desarrollaban en la Anea, el personaje que llevó a esa institución al descalabro, ordenó que echaran llave al auditorio intentando abolirlo definitivamente. Juan recurrió al concesionario de la cafetería quien al principio aceptó que se realizase allí en ese lugar. Pero pronto se apersonaron dos policías llamados por los obstruccionistas:
 
– ¡Qué pasa! –Reclamó airado Juan–. ¡Yo aquí soy dirigente, señores, y no pueden cerrarnos la puerta de esta institución que es la casa de todos, puesto que es la casa de la cultura del país, y estamos haciendo cultura para nuestro pueblo!
 
Pero Lucy Barrantes le susurró a Juan: “evitemos enfrentamientos, y hagámoslo aquí donde estamos, en el patio”. Y así convinieron hacerlo. Pero el grupo opositor salía a espiar por la ventana. Los policías volvieron a tocar la puerta de calle y salieron a recibirlos afuera, cuando desde dentro cierran la puerta. Empezaron a golpearla pero algunos dijeron: “Evitemos líos y hagámoslo aquí en la calle”. Y así se hizo. Lo curioso es que se llenó de gente. Y los autos voluntariamente ya no pasaban al ver a una multitud aglomerada.
 
Fue el recital más apoteósico que se tuvo en esos años. Y de allí como ya se estaba ocupando la calle se marchó hacia el Congreso de la República, y hacia algunos medios de prensa. El diario “La República” entonces publicó una noticia al otro día que decía: “Con o sin local, los “Viernes Literarios” colma las calles de Lima”.
 
5. Una fe
 
Y en el período del terrorismo en cualquier momento se iba la luz por la voladura de torres. También era la época de los apagones por efecto de las bombas que reventaban en cualquier sitio de la ciudad, sobre todo en el centro de Lima en donde se desarrollaban los “Viernes Literarios”; sin embargo nunca se detuvieron ni dejaron de funcionar, aunque padeciendo por locales y sin luz.
 
Para eso cada uno de los asistentes llevaba un cabo de vela en el bolsillo y que cargaban de viernes a viernes. Todos cargaban una vela que luego encendían. Creo que en este rasgo hay un simbolismo profundo, en el hecho de que cada quien de su bolsillo sacase una vela. En el cajón de la mesa, que era la tribuna principal, había fósforos y un cabo de vela. En todo esto radica un significado especial de esta gesta.
 
Actividad en cuyo marco se realizan concursos, celebraciones, campañas y ayudas a escritores. Se editan libros y es un semillero para jóvenes creadores. ¿Cuántos cultores del arte tendrían que haber en un país para mantener un certamen que presenta en cada jornada a diez artistas en promedio cada semana? 
 
Y es este el prodigio: de no haber cesado jamás desde hace 27 años, ni un solo viernes, manteniendo un sueño, una fe y una esperanza que ahora flamea como una espada en el aire.
 
6. Público fervoroso
 
Para cumplir la meta de no cesar ni detenerse jamás, Juan desestima viajes, paseos, fiestas, compromisos sociales, dolencias, sobresaltos, escaseces de recursos. Contra viento y marea mantiene este espacio, que es un claro de bosque y un manantial. 
 
Le cierran los locales, sucumbe la directiva que le da una mano, sube otra que lo persigue, otros que quieren hacerle que él cambie. Sufre todos los avatares e incomprensiones. El continúa. No se detiene. Por esta y otras razones Juan Benavente es el paradigma de los promotores de nuestro país.
 
El suyo es un amor más que verdadero a la poesía, a la literatura y al arte en general. No lo proclama ni ostenta sino que lo demuestra en obras. Esa pasión, ese amor callado y profundo es lo que lo engrandece. Es esa entrega y ese cariño auténtico y legítimo hacia algo que se lo olvida o menosprecia.
 
Pero no solamente el homenaje ha de ser a Juan, sino a su público fervoroso. A ese contingente de hombres y mujeres en quienes palpita el fuego sagrado del espíritu, y que cada noche de los viernes se junta, espera, permanece, escucha, pregunta y se va llevando alguna inquietud, alguna palabra y frase; pensamiento que ronda la mente y el corazón; e ilusiones que con fe se nos clavan en el alma.
 
7. Milicianos del alba
 
Con los “Viernes Literarios” siento que todos los peruanos hemos triunfado y que igualmente vamos a triunfar en otros campos y en otras áreas.
 
Porque nos llena de emoción y nos da una sensación de fortaleza, de hacer algo y mantenerlo sin pedir nada a nadie, sacando de nosotros mismos el dinero que se gana de manera honrada y con sacrificio para pagar papel, fotocopias o lo que sea, con emoción que nos brota desde las entrañas.
 
Reconozcamos pues quiénes son los verdaderos constructores del Perú eterno, quienes lo hacen sin desmayar, con humildad y sin desaliento, también sin poses ni soberbias, hasta sumisos frente a los demás. Siempre, como lo es Juan: respetuoso, gentil, aldeano.
 
¡Estos son los baluartes de un mañana promisorio! Estos son los hombres imprescindibles, los milicianos del alba a quienes Capulí, Vallejo y su Tierra quiere honrar. Así como también cultivar en nuestro pueblo la cultura del reconocimiento y gratitud a quienes son portadores de los verdaderos y legítimos valores que debemos erigir cual banderas izadas al tope hacia el cielo infinito.
 
Porque son además el sustento y el baluarte para la forja y construcción de la utopía andina que nos hemos propuesto alcanzar a cumplir. A ellos, en la persona de Juan Benavente, todo nuestro homenaje. ¡Salud, milicianos y constructores del alba!