martes, 14 de noviembre de 2017

14 DE NOVIEMBRE: SE FUNDA EL COLEGIO GUADALUPE - ERNESTO RÁEZ: SIEMPRE RECORDARÉ AGRADECIDO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
  
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO



SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL

 
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14 DE NOVIEMBRE
  
SE FUNDA
EL COLEGIO
GUADALUPE
 

FOLIOS
DE LA
UTOPÍA

 
ERNESTO RÁEZ:
SIEMPRE RECORDARÉ
AGRADECIDO
 
 
Danilo Sánchez Lihón
   
1. Era
su joyita
 
Para Ernesto Ráez Mendiola aquellos lugares vetados del Rímac donde nació y se crio siendo niño, eran su nido y su cobija, adonde entraba y salía como si fuera su propia casa.
Los requisitoriados, los fugados de las cárceles y buscados por la justicia y la ley, lo cuidaban a él como si fuese su propio pupilo.
Caminaba de su casa a la tienda de su padre, un trecho de ocho cuadras que todo Lima lo evitaba hasta en las pesadillas, recorriéndolo él de día o de noche. Porque la gente cuidaba a ese niño seguramente porque veían algo en él: los arranchadores o los atacantes con navaja, sean meros palomillas o los escaperos de todo pelaje.
Incluso se inclinan a saludarlo a su paso, porque saben quién es y lo que lleva dentro. Había nacido en el tuétano y en el corazón, si es que lo tenía o si es lícito decirlo así, de ese barrio vetusto. Pero de allí él era su joyita. O al contrario: su lunar en la cara, serio y aplicado.
Y aunque sea difícil creerlo, aquellos señalados por la ley lo respetaban por juicioso. Y, en vez de zaherirlo o burlarse o querer obligarlo a ser como ellos, lo admiraban, lo cuidaban y querían.
Y hasta se sentían orgullosos de que él fuera tal y como era. Tanto que cuando apenas se le engrosó la voz era a él a quien pedían consejo y finalmente a él le pidieron la mano de sus hermanas.
 
2. La mano
amiga
 
En esas van y estas otras vienen, un día conoció allí a Tatán, un señor que llegaba al barrio y que inmediatamente impresionaba a los niños por sus modales, su elegancia y porque los premiaba con golosinas y caramelos y tenía un aura que relumbraba más que el diamante que tenía incrustado en su dentadura.
Con aquel bandido y facineroso legendario, ¡ahora mito y estropajo!, estuvo Ernesto cogidos de la mano. ¿Pero, qué hay en todo ello como fondo y metáfora y que es la razón para que aquí lo cuente? ¿Cuál es el motivo para que aquí lo relate?
En todos ya estará figurado el significado que esto tiene para la educación, la cultura y el destino de nuestro pueblo. Aun así lo reiteraré uniendo otro cabo suelto, cuál es que en la infancia de Ernesto había otra casa que era la de su abuelo en el barrio chino, a escasas cuadras de los fumaderos de opio.
Para ir a ella muchas veces ha tenido que cruzar con el espectro o el endriago del vicio en su camino. Tropezaba con él a unos centímetros de su cara. Ahora bien, ¿cómo haber pasado encima de esas brazas sin que lo chamusquen ni le quemen? Ahí está la proeza. ¡Es esa la cuestión de fondo! Es decir: ¿qué le dieron sus mayores en cuanto a formación y naturaleza? “Porque si tú eres otro, el vicio ni te mira ni te toca ni te alcanza”, enfatiza.
Todo depende del ser para el cual estás formado, ya que tú eres quien gobierna tus pasos, por más que el camino sea abrupto, lleno de atajos y de espinas.
 
3. Asombro
y estupor
 
Para eso también tenía la mano amiga y cordial de su padre de quien heredó el buen hablar, el liderazgo sin codazos. Y la inclinación inveterada por los espectáculos, principalmente el teatro, el fútbol y los toros.
Y Ernesto cuenta que en el trayecto de su casa a la tienda de su padre, en el Mercado “El baratillo”, de Barrios Altos, pasaba por una escuela donde una maestra de blusa blanca, falda parroquial, trenzas de colegiala e índice amonestador, tenía un método muy peculiar de enseñar cantando. Por esta razón él se detenía siempre en la puerta y miraba hacia adentro.
La maestra leía unos cuentitos muy cortos y luego dejaba que los niños adivinen o traten de deducir las palabras que conformaban el texto escogido, que era muy simple y muy breve. Según ha referido Ernesto; ¡ése es un magnifico método de enseñar!
Porque el niño se ve inquietado a adivinar, a formular hipótesis de aprendizaje, como diría un constructivista pedagógico de los tiempos modernos. Porque Ernesto aprendió a leer solo de pararse en la puerta y contemplar lo que se enseñaba adentro.
Lo cierto es que el método dio resultados inmediatos, tanto que un día que llegó el periódico a la casa, Ernesto resultó leyendo ante el asombro y estupor de toda su familia.
 
4. Siempre
recordaré
 
Pero he aquí que le sobrevienen dos desgracias tremendas en aquel tiempo y cuando apenas era un adolescente: muere su padre y diez meses después también muere su madre.
Para sostener el hogar, de 11 hermanos, tuvo que trabajar, y lo hizo de todo: de carbonero, de vendedor de kerosén, de verdulero, de repartidor de ron de quemar, de ropavejero. ¡En fin... de todo!
Ha escrito:
"No soy historiador, pero tengo mejor memoria que muchos historiadores que llegan a mutilar los hechos. Tengo escritas algunas notas donde testimonio lo que he visto y oído en el mundo del teatro desde 1946.
Aquel año comencé a apreciar este arte maravilloso que me enseñaron a amar Ernesto Ráez, mi padre, y Amelia Mendiola, mi madre. Y mis profesores de primaria en el Centro Escolar 431 del Rímac.
Siempre recordaré, agradecido, mi paso por las aulas del Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe, donde tuve extraordinarios profesores y talentosos compañeros de estudios que hoy honran a la ciencia, al arte y la cultura del Perú y del Mundo".
 
5. Coro
de mendigos
 
De aquellas épocas no tiene un maestro único, al cual le deba reverencia y pleitesía. Cree que de cada uno de sus profesores tomó un poquito de aquí y un poquito de allá.
Eso sí, terminada la Educación Secundaria él sabía que podía ingresar a donde quisiera, sea a medicina o a ingeniería.
Tenía conciencia plena que lo haría, pero su elección ya había sido tomada desde mucho antes: el teatro.
Postuló así e ingresó de inmediato a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Estudió en la Escuela Nacional de Arte Dramático de la cuatricentenaria universidad a fin de prepararse ¡para ser profesor de arte escénico!
En esa actividad, ya como actor, ha hecho teatro desde los 14 años de edad con su maestro don Luis Álvarez, uno de los grandes actores del teatro peruano.
Fue él quien a esa edad lo llevó a la Asociación de Artistas Aficionados, AAA.
Así resultó entropado en el coro de mendigos que seguían a Jorge Montoro, quien interpretaba "el pobre" en el Gran Teatro del Mundo", Auto Sacramental de don Pedro Calderón de la Barca, dirigido por Ricardo Roca Rey.
 
6. Hacerlo
aflorar
 
A este respecto, quiero referir un rasgo, a mi entender notable en la personalidad de Ernesto. Él, desde estudiante, ya tenía vocación de maestro.
¡Es interesante ver cómo estudiaba las materias en la escuela y en el colegio secundario, con un método estupendo! Ciertamente, no como la mayoría de nosotros, los simples mortales.
Ernesto repasaba un curso o una asignatura, pero del siguiente modo: reunía a dos, tres o más amigos o compañeros de aula ¡a fin de enseñarles!, y él mismo explicarles la materia, sea un asunto, un tema o una lección.
¡Es su manera de estudiar y aprender, pero enseñando!
Allí reconocía con asombro cómo se escuchaba decir cosas que recién las descubría, aspectos y detalles de ésta y la otra materia que él mismo se admiraba de decirlas. Y después ¡de saber que eran ciertas y que hasta ahora no sabe cómo es que las había intuido!
“Es que yo creo que uno se estimula haciendo de maestro”, reflexiona. Porque es enseñando como uno más se ilustra.
Aprendió así a sintonizar con su currículo oculto o escondido, del cual ahora hablan los psicólogos del aprendizaje quienes nos advierten que el recurso más eficaz e infalible para aprender es hacer aflorar esas potencialidades.
 
7. Motivador
más que educador
 
Así él fue un alumno brillante, obtuvo la Medalla de Plata de su promoción, por demás extraordinaria por las personalidades que la conformaron.
Para poner un caso: un intelectual y científico muy conocido por todos nosotros, como es Carlos del Río, quien dirigió el CONCYTEC de manera magnífica, era su compañero de asiento en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe.
Como hemos visto, su conocimiento se sustenta en la actitud de arrojarse a las aguas profundas de lo que es ser maestro. Y ésta es otra de sus virtudes trascendentes:
Enseñar a sacar elementos de lo profundo del ser, a dar lo que se tiene pero de manera afectiva, misteriosa y entusiasta. ¡A vaciarse de sí!
Respecto a esto, Ernesto me escribió una carta donde dice:
"Creo que siempre quise y he logrado ser un buen profesor; como profesión de fe o vocación vital. Reconozco que donde me siento y me he sentido más cómodo siempre ha sido enseñando.
Algo que nace muy dentro de mí me impulsa a ser maestro... motivador más que educador o formador. Posiblemente orientador y guía antes que entrenador o informante".
Maestro de alma, hombre señero, voz que orienta y conduce a su pueblo.


 
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