jueves, 21 de septiembre de 2017

21 DE SEPTIEMBRE: DÍA DEL VALS “ÓDIAME” - FOLIOS DE LA UTOPÍA: SOLO SE ODIA LO QUERIDO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN



CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina

 
SEPTIEMBRE, MES DE LA PRIMAVERA,
DE LOS DERECHOS CÍVICOS
DE LA MUJER, EL NIÑO Y LA FAMILIA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO

 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL
 
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ORÍGENES Y VERTIENTES EN CÉSAR VALLEJO


Son importantes los antecedentes familiares porque caracterizan la poesía del autor de los Poemas humanos y nos dan claves de enorme significación para entender su concepción del mundo y de la vida. Por un lado, su enraizamiento con lo oriundo, telúrico y popular, que determina esa adhesión tan grande que tiene a su tierra, a su país y a su gente, que lo hacen exclamar:
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
Esta actitud deriva principalmente de su raigambre indígena. Y aquella veta le viene por la  línea de sus abuelas, en una línea genética afincada siglo tras siglo en el lugar. Este ancestro explica esa fuerza natural, primigenia e instintiva de identificación con todo lo que es aborigen, elemento germinal que sustenta el linaje femenino de su progenie familiar.
Pero, de otro lado, está presente en él la otra vertiente cultural, metafísica e idealista, que es el legado de sus abuelos que fueron españoles, quienes para venir y llegar hasta aquí cruzaron un océano temible y anchuroso. Y, además, porque ambos eran clérigos. ¿Pensarían acaso, siquiera por asomo de duda o certeza, que a partir de ellos se procrearía un niño con las dotes, el designio y el genio que él alcanzó a tener?
Hay, por eso, también en la obra de César Vallejo, ese hálito místico, litúrgico y espiritual; aquella vena de religiosidad en el sentido de un sentimiento trágico de la vida, que se funde o mezcla con esa otra vertiente raigal, terrígena y auroral de sus abuelas de sangre nativa.


DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
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21 DE SEPTIEMBRE
 
 
DÍA
DEL VALS
“ÓDIAME”

 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
SOLO
SE ODIA
LO QUERIDO
 
 

Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Tampoco
cabe duda
 
Hoy es día del vals “Ódiame” porque el soneto en el cual se basa su letra es el titulado “El último ruego” del poeta tacneño Federico Barreto, el mismo que se publicó un día como hoy del año 1903, hace 113 años.
Fue en la edición de la revista “Actualidades” de Lima, en el número 35, p. 576, del 21 de septiembre del año 1903, poema que sirvió de base para la composición del vals “Ódiame” que ha adquirido renombre universal.
Y que lo cantan artistas y conjuntos como Los Embajadores Criollos, Julio Jaramillo, Los Panchos, Soledad Pastorutti, José Feliciano, Dyango, Charlie Zaa, Enrique Bumbury, Miguel Vargas Jiménez, Bambino, entre muchos otros.
Se discute mucho cada período de su composición, pero lo que ya no cabe duda es que la estructura fundamental de su letra es el soneto de Federico Barreto, como tampoco cabe duda que el compositor musical Rafael Otero López natural de Sullana en Piura es quien lo hizo vals, en cuyo molde es cantado por la mayoría de intérpretes internacionales.
 
2. Por piedad,
yo te lo pido
 
Federico Barreto autor de la letra es un intenso poeta peruano quien asumió dos vertientes como temas de su poesía: por un lado el cautiverio que padeció su pueblo natal al quedar Tacna esclavizada por el poder de Chile y como botín de guerra, y por otro lado es motivo también de su canto: la mujer.
Y con ella el amor romántico, apasionado, donde resalta la condición de la mujer seductora, voluble, imprevisible; donde su verso adquiere la característica de ser descarnado, directo y sin falsas delicadezas, dando más bien lugar al reproche franco, crudo y aparentemente cruel, de allí que dicen las dos primeras estrofas del soneto de Barreto:
Ódiame, por piedad, yo te lo pido....
¡Ódiame sin medida ni clemencia!
Odio quiero yo más que indiferencia.
El rencor hiere menos que el olvido.
Yo quedaré, si me odias, convencido
de que me amaste ayer con insistencia,
pues estoy cierto de que en la existencia
tan sólo se odia lo que se ha querido.
 
3. Memoria
eterna
 
No es tema de este comentario abundar en los detalles de su composición. Aquí nos atenemos a lo que ya no está en duda: que la letra es el poema de Federico Barreto y que Rafael Otero López es quien le dio su versión en ritmo de vals, que es lo que para este caso interesa considerar.
Y enfatizamos esto porque es en el ritmo de vals que se ha consagrado internacionalmente, porque en él alcanza a ser hondo, emotivo y conmovedor, siendo esta la cadencia con la cual se lo ha identificado, ligado a este suelo, a este cielo y a este mar.
Ritmo que es parte de su estigma en la frente que porta y ostenta, o de esa marca en la mejilla, y que se impregna en su carácter cabal como lo es cualquier signo grabado a fuego lento.
El mismo que le diera a esta canción Rafael Otero quien formó parte del conjunto “Los trovadores del norte, autor quien además, aparte de muchas otras canciones de éxito, compuso para su memoria eterna dos más que el pueblo ama; una de ellas que empieza diciendo: “Verdes mis algarrobos verdes”, y aquella otra titulada: “Ciudad blanca”.
 
4. Solo se odia
lo querido
 
En la versión de “Los Embajadores criollos” la letra del vals “Ódiame”, dice así:
Ódiame, por piedad, yo te lo pido,
ódiame sin medida, ni clemencia;
odio quiero más que indiferencia,
porque el rencor hiere menos que el olvido. (bis)
Sí tú me odias, quedaré yo convencido
de que me amaste -mujer- con insistencia;
pero ten presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan sólo se odia lo querido;
pero ten presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan sólo se odia lo querido.
¿Qué vale más yo humilde, tú orgullosa?
¿O vale más tu débil hermosura?
Piensa bien que en fondo de la fosa
llevaremos la misma vestidura. (bis)
Sí tú me odias, quedaré yo convencido
de que me amaste -mujer- con insistencia;
pero ten presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan sólo se odia lo querido;
pero ten presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan sólo se odia lo querido.
 
5. Intenso
y firme
 
Vals donde no se clama ya al amor sino al odio en versos perfectos y bien acompasados.
Donde la rima cae justa y perfecta. Pero más y mejor cae el concepto: “Ódiame sin medida ni clemencia, odio quiero más que indiferencia, porque el rencor hiere menos que el olvido”.
Vals en sus inicios para piso de madera o de ladrillo pandereta, pero también para rellano de tierra, porque se baila dónde nos sorprenda la noche o la amanecida inclemente, pero siempre con el fuego ardiendo en el corazón.
Vals cara al aire de la madrugada, cuando se camina silencioso y se vuelve después de haber dado una serenata, con la chalina al viento.
Vals criollo, del pueblo llano, de barrio pobre, que se entona igual o junto a esas otras músicas igualmente de pared de barro y cerca de caña brava, como son el panalivio y el amorfino; la zamacueca, el zambalambó y el alcatraz.
Emoción pura, absoluta y total. Que es desgarro intenso y firme del alma, tal como debe ser la vida y debe ser el arte.
 
6. Leche
y miel
 
Que se lo canta en las noches hondas, con la voz transida y el aliento desgarrado.
Que se lo modula en los corredores y patios con el rostro vuelto mirando las estrellas.
Con el alma loca de pena, sumergida en el recuerdo del regazo del ser amado.
No como novia o enamorada sino como presencia esfumada, perdida y como fantasma cuyo recuerdo nos lacera.
Que se lo canta en los retazos del alba, apenas suspendidos en este planeta azul que rueda firme pero a veces a tropiezos y azorado.
Que se lo canta a pecho descubierto, y con el destino en vilo, cuando está cerca lo lejos y, amargo lo que fue dulce.
Carbón o brasa lo que fue flor, puñal lo que fue beso. Sangre que se subleva y se derrama, lo que fue néctar, leche y miel.
 
7. Al borde
de los abismos
 
Donde todo el poema que lo inspira es secreto, una historia no contada, que solo es conocida para los que lo vivieron.
Donde hay un conflicto no resuelto, donde queda un rescoldo hiriente, y una llama viva no apagada.
Donde el invocar “Ódiame” es un cuchillo que abre y que cercena.
Donde se reclama y se suplica sumar odio a lo que era amor. Que tiene a su vez el gesto callejero, mundano y vital.
Donde en verdad, más que concepto lo que hay aquí es grito, un emplazar por lo sucedido, apelando al tiempo pasado, y a lo que aconteció.
Que tiene todo el desgarro del nuestro vals, la súplica, el perdón, el tono confidente. Y el rictus del resentido. Y el final de arrepentimiento.         
Que se lo masculla en los callejones oscuros caminando a solas.
En chozas sobre los barrancos y al borde de los abismos.
 
 
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