viernes, 4 de agosto de 2017

"DESTIERRO", DE ALINA GADEA - POR JOSÉ CARLOS YRIGOYEN





"DESTIERRO", DE ALINA GADEA

Por José Carlos Yrigoyen


Si Otra vida para Doris Kaplan (2009), la primera novela de Alina Gadea, era la historia de una mujer que en medio de un país hostil y convulsionado decidía y lograba su liberación del represivo ambiente familiar y de las convenciones sociales que le impedían afianzarse como mujer en todos los sentidos, Destierro, su último libro, toma el camino contrario. En sus páginas, la protagonista se desenvuelve en un entorno satisfecho e indiferente y constata cómo todo lo que consiguió construir a lo largo de su vida –su familia, su matrimonio y su seguridad en el futuro– se desmorona sin que nada pueda hacer para evitarlo.

Gadea plantea su novela de forma episódica, por medio de capítulos breves que retratan paso a paso la destrucción de una pareja y del hogar, sus antecedentes y la angustia existencial de la protagonista, quien oscila entre tomar valor para salir adelante y el deseo de acabar con todo de una buena vez. Este dilema aparece desde la primera página del libro: “Me inclino hacia el borde del acantilado. (…) Me inclino hacia adelante para dejarme caer. (…) No saltaría, mis hijos me esperan en casa. Pero podría volar, lejos. Perderme en el cielo”. Los recuerdos de la infancia y de la adolescencia, las reflexiones sobre ser madre e hija a la vez y la urgente necesidad de reivindicación personal y sexual son elementos que van complejizando esta disyuntiva y enriquecen el pequeño universo de esta ficción, otorgándole una tensión narrativa y una fluidez trepidante y por ratos violenta.

Volvemos a encontrar aquí uno de los recurrentes demonios de la autora: la madre enloquecida y egoísta, que castra a sus hijos y empequeñece a sus hijas con una crueldad sin límites. Si la madre de Doris Kaplan era sin duda el personaje más atractivo de aquella novela, en esta la madre del esposo del protagonista la supera largamente. Me atrevería a decir que el capítulo donde se describe la humillante y tortuosa infancia de ese hombre que en su madurez será incapaz de cualquier clase de amor y empatía es el más logrado y perturbador del libro.

En realidad, Destierro está repleto de momentos que en manos de un escritor menos cuajado podrían haber resultado truculentos, inverosímiles y melodramáticos. Pero Gadea tiene el acierto de narrar este amasijo de destinos heridos y truncos con una afiatada prosa lírica, de frases cortas y sequedad bien calibrada. En ciertos pasajes esta cede a un onirismo que torna ambiguo el discurso de la narradora hasta convertirlo en un dislocado flujo de conciencia que devela sus verdaderos temores y traumas. Quizá el mejor ejemplo de ello sea ese fragmento en el que el ensoñamiento transforma gradualmente, casi sin que nos demos cuenta, el relato de una aventura con un amante ocasional en un flashback sobre el crispado parto de su primer hijo.

No obstante los logros y avances señalados, hay aspectos de Destierro en los que Gadea queda con cuentas por saldar. Al igual que en Doris Kaplan, el elemento de la guerra interna resulta manido y forzado, aunque aquí su presencia sea algo más medida. Igual sucede con su crítica a la brutalidad militar, innecesario injerto que entorpece el buen desarrollo de lo contado. Pero quizá la impugnación mayor que podemos hacerle a este libro es un conservadurismo que le niega a la autora ir más allá de lo que las más duras escenas de su novela sugieren, por lo que la fuerza de su potencial se queda a medio camino. Cuando ese paso adelante sea dado, Gadea puede verdaderamente sorprendernos.




Fuente:


http://peru21.pe/cultura/jose-carlos-yrigoyen-senora-nadie-opinion-2292193