miércoles, 26 de abril de 2017

LAS TRES LITERATURAS - POR JORGE RENDÓN VÁSQUEZ





LAS TRES LITERATURAS

Por Jorge Rendón Vásquez

La noche del 1 de abril último, “Noche de las Letras Peruanas”, fue para recordarla. No sólo porque el Gremio de Escritores enaltecía a veinticuatro escritores en la Casa de la Literatura (que extrañamente servía también para algo bueno), sino además porque ese acto resaltaba de nuevo la existencia en nuestro país de tres literaturas: una elitista y blanca, mediática y mediocre; y dos populares, mestiza e india, autopromocionadas y vigorosas, representadas por aquellos escritores.

Fue como una noche local de los oscars. Cada escritor homenajeado recibió una pequeña pero significativa escultura y un diploma, más unos minutos para decir algunas palabras a los casi cien asistentes que llenaban la sala. Y hubo también interludios musicales a cargo de Margot Palomino, la grande, y del eximio guitarrista Julio Humala

Por supuesto, los medios de prensa y televisión ignoraron este acontecimiento.

Las tres literaturas indicadas son expresiones ideológicas superestructurales de nuestra sociedad.

La literatura blanca y elitista se proyecta como una emanación de las clases propietarias, dueñas de la economía y del poder político, y de la clase media urbana blanca y blancoide que la rodea y es su real productora. Se caracteriza por la justificación del sistema económico y social imperante y la prédica directa y subliminal, como le convenga, del conformismo combinado con el excipiente de un entretenimiento cursi. Pese a sus enormes posibilidades de edición y distribución sus epígonos —salidos por lo general de alguna universidad privada o arribistas venidos de abajo—  no son muchos ni tan relevantes, sin embargo, aunque en las páginas de los diarios y revistas y en ciertos programas de televisión —creados para ellos— se les presente con la talla de increíbles Hulks y a sus obras como la quintaesencia de la calidad. Los acaudilla el novelista que involucionó hasta convertirse en el gran inquisidor del neoliberalismo, cuyo dedo acusador, siempre alerta, no descansa apuntando profesionalmente a los regímenes de raigambre popular. (Un buen ejercicio de retrospección histórica sería imaginar qué hubiera hecho él en los tiempos de Torquemada).

La otras literaturas, la mestiza y la india, de prosapia popular, expresan las aspiraciones y los sentimientos de las clases trabajadoras, los campesinos y los ínfimos y pequeños propietarios. Sus cultores, diseminados en los barrios populares y en los pueblos de las tres regiones naturales, son más que los otros y en promedio mejores; editan sus obras, casi siempre con su dinero, apartado de su consumo familiar, y las distribuyen y venden personalmente. Carecen de toda posibilidad de publicidad, por su elevado costo y el ostensible rechazo del poder mediático, y hasta de la atención de las revistas que algunos de sus iguales sacan para ofrecer sus páginas a los de la otra literatura, esperando el milagro de que se fijen en ellos y les concedan aun cuando sea una mirada. Y, no obstante, estos escritores no cesan de mantenerse en la brega, creando obras nuevas y derrochando optimismo ¡por puro amor al arte … y al pueblo!

Pero, no es oro todo lo que allí reluce.

Entre los escritores populares no se advierte el espíritu de cuerpo que debería surgir de su común posición. Se les nota tan divididos como los grupos políticos de izquierda a los cuales una parte de ellos pertenece; una separación que, a pesar de ser postiza parecería ya congénita, que debilita la difusión de sus obras en los medios populares para los cuales escriben, y a veces se manifiesta como la oposición de atascos a su publicidad. Y no es esta una rivalidad de origen literario, tan común entre los escritores, que por su esencia competitiva podría impulsar el mejoramiento de la calidad de sus obras. Es una tendencia pedestre, ruin y, a la larga, destructiva, que va desde la desconfianza hacia el recién llegado a las letras (algunos escritores de este grupo son profesores de Literatura y piensan que sólo ellos están bendecidos para escribir poesía y ficción) hasta el propósito de destruir al escritor de otro grupo político (con una ferocidad estaliniana afilada para abatir trotskistas y otros disidentes).

En mi breve discurso de agradecimiento dije que si la solidaridad se instalase entre los escritores que esa noche habíamos sido convocados, tal vez, podríamos irradiarla hacia las clases trabajadoras y contribuir a que muchos entre ellas reflexionen sobre el poder de su organización y número.

El Gremio de Escritores del Perú tiene ya varias décadas de vida, gracias a su animador principal, el escritor Jorge Luis Roncal, y a las mujeres y hombres que lo acompañan con dedicación y fe. Me inclino a creer que se han decidido a abrir las puertas y ventanas de su asociación para recibir el aire fresco de una motivación más trascendente.

(25/4/2017)


 Alberto Hidalgo y Jorge Rendón Vásquez
En Olivos, Buenos Aires, Primavera de 1960
 
Fuente:
 
Escritor Samuel Cavero Galimidi