jueves, 23 de febrero de 2017

HIJA MÍA - POR CARLOS RODOLFO ASCENCIO BARILLAS (EL SALVADOR)

 
HIJA MÍA

Carlos Rodolfo Ascencio Barillas

Hija mía, grandes bendiciones de Dios tienes
el cielo te bendijo con alegre celaje
todos los días el alma te da un mensaje
y sabes que del mundo vienen.
Tus ojos iluminan la luz de la sonrisa
el viento, la lluvia y el ocaso,
el alegre Bohío, el valle, y tu regazo
y las montañas que llevan su brisa.
Hija amada, fruto del amor del alma mía
gracias le doy a Dios por tu eterna alegría
que surgió del fulgor de una estrella,
tu belleza es el cielo que hoy canta
es el agua pura que lleva mi garganta
siempre serás para mí, dulce, tierna y bella.
¡Oh! dulces recuerdos que aprisionan mis sentidos
y un sempiterno lucero que encendió tu vida
y como luz en el firmamento llegaste bendecida
noches placenteras con mi alma soñaron
fueron mis amores que olvidaron los dulces besos.
Infinita verdad que vi en los cielos
suspiros sagaces de bellos anhelos
niños felices en senderos traviesos;
mira hija mía la bella alondra que tienes en tu pecho
y el rocío que cae sobre el heno
y las rosas que exhalan con tu aliento
y los manantiales que corren de tu fuente
brotan en el agua cristalina de tus ojos
y las mariposas que nacen en tu amanecer.
Hija mía, fruto mío, vida mía, mi esplendor
y los mágicos gorriones de tu camino
y conduce con la inteligencia de tu vida
y con los senderos luminosos de tu primavera
y con la belleza de tu dulce sonrisa.
Porque vives en la dicha de nuestros corazones,
y mañana cuando veas el sol brillar:
vibrarás en el nuevo día de tus ilusiones
y con el fulgor destellante de tu ocaso
contemplarás claros horizontes
y tu alegría será siempre mi felicidad
y yo soñaré con los veranos de tu infancia
y tú serás todo lo que yo siento
para que escuches todo lo que presiento
y te diga todo lo siempre tengo que decirte;
tus manos son dos amapolas hermosas
y tus lindos cabellos cual cascadas de oro
y eres tan preciosa como las esmeraldas
y tu silencio es el blanco de los altos olmos
y tus palabras son la fina hierba de los campos
y tu existir es la hermosura de los lirios
y tus plegarias son los mares cristalinos
y los colores que pintan la majestuosa naturaleza.
Hija mía, no olvides el sabio consejo de los años
y la rectitud de tus discretas emociones
y con mesura iluminas tus bellos rubores
el anhelo, el extenso cielo, la llanura,
la flor, el río y el triste desvarío…

Jueves, 23 de Febrero de 2017