lunes, 30 de enero de 2017

30 DE ENERO: DÍA DE LA NO VIOLENCIA Y LA PAZ - FOLIOS DE LA UTOPÍA: EL CIELO Y EL INFIERNO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
 
 CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO

 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL

 
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30 DE ENERO
EN CONMEMORACIÓN
DE LA MUERTE DE GANDHI
 
 
DÍA
DE LA NO
VIOLENCIA
Y LA PAZ
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 

EL CIELO
Y
EL INFIERNO
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
No hay camino para la paz,
la paz es el camino.
Mahatma Gandhi
 
1. ¿Cuál
era?
 
Un día un guerrero se sentía agobiado de haber participado en tantos asedios, asaltos e incursiones armadas y actuado bajo tantas órdenes de: “tierra arrasada”.
Había perpetrado tantos incendios, puniciones y masacres a poblaciones inermes.
Había aniquilado a tantos hombres en el fragor de las refriegas y batallas, y dado muerte a tanta gente.
Que, previendo cuál sería el sitio adonde iría a parar después de muerto por haber cometido tanto abuso, destrozo e infamia…
Que presintiendo cuál sería su castigo después de tanta destrucción en esta vida…, le invadió una obsesión, cuál era:
Saber algo acerca del cielo y del infierno. Y más aún, quiso entender acerca de la raíz, índole y naturaleza del bien y el mal.
 
2. A partir
de allí
 
Queriendo averiguar acerca de estas esencias, deambulaba atento tratando de escuchar cualquier alusión o comentario a este respecto.
Prestaba oído atento a cualquier retazo de conversación que algo le ilustrara sobre estos elementos que parecían inherentes al devenir del mundo e inmersos en la vida misma.
Con dichos fragmentos trataba de componer un concepto sobre el bien y el mal, como sobre el cielo y el infierno, tanto como substancias y también moradas postreras a las cuales vamos a parar, habitando allí los seres humanos hasta el fin del mundo.
Todo ello le inquietaba sobremanera con el fin de asumir alguna actitud, y a partir de allí acrisolar esta y la otra experiencia y perspectiva a seguir.
 
3. El curso
de su vida
 
Largo tiempo meditó sobre estos asuntos, y ni un pálido concepto pudo alcanzar a tener ni formularse acerca de estas categorías, entelequias y hechos raigales de la existencia.
Incluso escuchó decir que el mal no existe, sino que él es la ausencia y negación del bien.
¡Había combatido en tantas batallas y sido tan inescrupuloso ante tanto dolor.
¡Había actuado tan ciegamente!, que sin una respuesta acertada a este grave asunto consideró que su vida era inútil y carecía de sentido!
Intentó incluso dar término a sus días con la misma espada que había utilizado para cometer tantos atropellos y tropelías.
Y para defender causas que se esfumaron, y que ahora consideraba que no merecían en absoluto haber alterado el curso de su vida.
 
4. De un solo
tajo
 
En este trajín pudo enterarse que había un venerable sabio en las montañas, quien probablemente era el único que podría darle una respuesta satisfactoria sobre tales interrogantes fundamentales.
Y allá se encaminó yendo por el sendero en su búsqueda, portando siempre su espada por si fuera necesario utilizarla.
Llegó hasta la austera ermita del monje. Levantó el paño que hacía en vez de puerta, tomó asiento delante de él y le preguntó del siguiente modo:
– He combatido toda mi vida en mil batallas, tantas que es un milagro que aún permanezca vivo.
– Ajá.
– No sé cuántas cabezas de hombres y mujeres han caído cercenadas por mi centelleante espada, ni cuántas extremidades he separado de un solo tajo de sus cuerpos.
– Ajá.
 
5. Y
qué quieres
 
– ¡No sé cuántas manos y brazos he desgajado! ¡Ni cuantos ojos he enceguecido por obra de mi arrebato, furor y bravura!
¡Ni sé cuántos pechos he atravesado con mi lanza ni cuántos cráneos he aplastado con mi escudo.
– Ajá.
– ¡He incendiado aldeas y pueblos enteros! He abusado mujeres y hasta he ultimado a niños solo por considerar que su mirada me ofendía.
– Ajá.
– O solo por la impaciencia de verlos llorar; e inclusive por solo verlos asustados los ensartaba hasta por el delito de arrojarse a los cuerpos de sus padres asesinados.
– Ajá.
Su miedo me parecía ofensivo e igual caían sangrantes bajo mis pies.
 
6. La espada
se detuvo
 
     Y qué quieres ahora. –Le interrumpió el sabio.
– He venido hasta aquí, realizando un largo camino, a fin de encontrar respuesta a una pregunta, cual es: qué es el bien y el mal. O, qué es el cielo y qué el infierno.
El sabio, levantándose y permaneciendo de pie, lo increpó de este modo:
– ¡Hombre ruin, degenerado y perverso! ¿Has cegado tantas vidas humanas? ¿Y te atreves a venir y ponerte delante de mis ojos? ¡Fuera de aquí! ¡Vete!
El hombre sacó su espada y la blandió en el aire listo a hacer rodar la cabeza del monje por el suelo.
Apenas pudo contenerse cuando la espada se detuvo rozando la piel del maestro en su cuello.
– ¡Insensato! ¿Osas hablarme a mí de esa manera?
 
7. Ese
largo camino
 
Sorprendentemente el sabio no estaba alterado sino sereno. –Le dijo.
Respiró lo más hondo que pudo y logró serenarse. Retiró la espada y la enfundó en su enchape engastado de piedras preciosas, y se dispuso a marcharse.
– ¡Espera! –Dijo sereno el sabio–. Esto último que acabas de hacer enfundando tu espada es el cielo y el bien a partir del cual nacen mundos nuevos y todo florece. Y lo primero que intentaste hacer blandiendo tu espada es el infierno y el mal a partir del cual todo se oscurece, daña y destruye. Nada está allá, ni lejos, ni en otro mundo, sino que todo está aquí.
– ¡Perdón!
– Infierno es entonces dar rienda suelta a la cólera, al enojo y a las pasiones. El cielo es ganar la batalla más difícil y decisiva cual es el vencerse uno mismo haciendo que la existencia cobre su verdadero sentido. Si has caminado hasta aquí es porque recién has empezado a aprender ese largo camino.
 
 
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