sábado, 17 de diciembre de 2016

17 DE DICIEMBRE: EL ECO DE LAS PEÑAS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN



    
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina

2016 AÑO
CONSTRUCCIÓN DE CONCIENCIA
Y CONCRECIÓN DE SOLUCIONES
 
DICIEMBRE, MES DE LAS MONTAÑAS,
DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES;
DE LOS MIGRANTES, Y DEL NACIMIENTO
DEL DIOS NIÑO EN LA NAVIDAD

 

EL ECO
DE
LAS PEÑAS
 
 

Danilo Sánchez Lihón
 
1. El eco
responde
 
Es contigo entonces, prima mía, que juego a desafiar al eco frente a estos farallones, desde donde se alzan arbustos tupidos de un verde oscuro que se va aclarando hacia lo alto cuando las peñas se elevan.
Crece en ellos la yerba mora, infinidad de helechos, la tímida zarzaparrilla; y donde sobrevuelan las aves que tejen sus vuelos sobre la piedra blanca, al amanecer espolvoreado de la luz de las estrellas.
Ha llovido anoche y la tierra húmeda luce transparente. Un vaho envolvente se levanta junto con una honda fragancia
Desde la base de esta montaña se gesta la neblina de copo albo, que surge desde la base y va subiendo hasta cubrir las cumbres por completo.
Pero aun así el eco responde detrás del vestido de hada en que las peñas se envuelven.
 
2. ¿Para
qué?
 
Para eso, tú tienes tus trenzas en punta hacia delante, tu falda de organza cristal del color, ¿de qué color era?
¡Ah, sí! Era floreada sobre fondo blanco y estampada de verde toronjil con flores anaranjadas y de color rojo sangre.
El mismo rojo de los suganes que recogemos del camino a veces introduciendo nuestras manos juntas entre las espinas.
Parada junto a mí, oyes que yo le grito a las peñas mientras esperamos que mi voz rebote.
E ingrese la brujería del eco de la peña a los nombres que mi voz convoca.
– Ecooo. ¡Eres un tunante!
– ¡Tunante! –Suena por uno y otro lado de la hondonada.
– Al eco no se le nombra. ¿Para qué?
 
3. Recoges
tu rebozo
 
– Entonces los nombres, ¿para qué fueron hechos?
– Para llamarnos. Pero no se lo dice hacia afuera. El Eco, ¿acaso es tu amigo para que lo tutees?
– ¡Eco zonzo!
Le digo yo a los cerros y ellos me contestan con un talante alterado:
– ¡Zonzoooooo!
Tú haces entonces como que recoges tu rebozo y te enfadas.
– Ya ves, ya estás enojando al eco, –me dices compungida.
Entonces le imputo yo al eco con un tono altanero:
– ¿Quieres pelea?
– ¡Peleaaaa! –Me advierte el eco.
 
4. No
se lo nombra
 
Amelia, que conoce hasta los últimos pliegues de mi alma, se pone vigilante ante mi atrevimiento. Se interpone entre mí y las peñas, para argumentar impaciente:
– No trates mal al eco, te va a perseguir en tus sueños.
Ante su enfado entonces lo que más me provoca es hacerla perder la paciencia, porque así caminamos distanciados por el camino espiando lo que hacemos, cuidándonos de no perdernos en la neblina; pero también me importa insultar al eco.
– ¡Ecooo, estás locoooooooo...
– Locoooooo...
– Ya ves... –Replica Amelia distanciándose– Ya se enojó.
– Pero es el quien me insulta.
– El solo te está respondiendo. Pero además al eco, no se lo llama ni se lo puede nombrar diciéndole Eco.
 
5. Los
pasos
 
– Entonces…
– Nada déjalo tranquilo. Es un mago y hechicero.
– Ecooooo... hagamos la paz
– Paz, –responde.
– Y tú, ¿por qué te enojas tanto?
– El eco es malo cuando se molesta porque envía a la neblina y hace que perdamos el camino poniéndonos al borde del precipicio donde ya nadie nos encuentra o nos encierra en una cárcel de un mal aire, que es lo peor. –Comenta ya más tranquila y caminando a mi lado.
– Tampoco se dicen dos nombres de personas juntos. Eso es mucho peor, porque los enreda el Eco y así resultamos que ninguno reconoce cuál son los pasos de uno y cuál son los pasos del otro.
A mí me gusta cómo se enfada la Amelia. Porque es más linda y tierna que nunca aunque aparente lo contrario.
 
6. Abundan
los arrayanes
 
– ¿Quieres que yo diga los dos nombres juntos?
– Ya no me importa nada de lo que tú hagas, – dice y se aleja.
– ¿No tienes miedo de que se enreden nuestros pasos?
– No, porque mira, – y me enseña sus dedos que los tiene cruzados– hay una forma para defenderse del eco.
– Entonces sigo gritando.
– Ya no, porque a veces cruzar los dedos nos libra como otras veces no.
El resto del sendero lo hacemos caminando silenciosos.
Estas son peñas envueltas en el misterio, sumidas entre boscajes. Nadie nunca se había atrevido a acercarse ni caminar por ellas. Son peñas empinadas, cubiertas de rajaduras y pliegues, donde abundan los arrayanes, los shayapes y las plantas cortaderas.
 
7. Fuente
oculta
 
Entonces ya en el colmo del desafío le grito al Eco:
– ¡Ameliaaa!
– ¡Ameliaaa! –Responde el Eco.
– ¡Fredyyy!
– ¡Freddy! –Responde el Eco. Y me desgañito diciéndolo, mientras Amelia desaparece apurada por una curva.
Por eso, en esas peñas hasta ahora debe estar la huella de mi voz y mi nombre y el nombre de Amelia pues yo lo grito cada vez que paso desde diferentes distancias, direcciones y con distintos tonos y maneras. Lo grito con variados humores, desde el retador y desafiante hasta el de quien cavila y, a veces, se asusta y tiembla.
Y allí también debe estar escondida la paciencia, la ternura y el misterio de Amelia como una fuente oculta entre los helechos.
 
 
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