domingo, 11 de septiembre de 2016

EL CASHALLURTO, EL SHAMBAR, TELLO Y ELADIO RUIZ - ESCRIBE ÁNGEL GAVIDIA




EL CASHALLURTO, EL SHAMBAR, TELLO Y ELADIO RUIZ

Escribe Ángel Gavidia

Como sostiene Danilo Sánchez,  al cashallurto   le cambiaron de nombre,  le añadieron garbanzo y frejoles y pretendieron cambiarle también  de cuna.

Pensaron, quizás,  que nacer en Trujillo le otorgaba  distinción, y supongo que shambar,  era más fácil de pronunciar que cashallurto.

Despojaron entonces de su  nombre al verdadero  shambar,  de igual origen que el cashallurto,  y  rebautizaron a este último así.  Sólo conservaron el  fonema sh que nos dejó el Culle a los hablantes de las  tierras santiaguinas. 

Pero, como dice el autor de Piedra Bruja, el shambar es otra cosa. Es un plato de pobres, sí, pero también de laboriosos obreros y campesinos,  y puede tener dos características: una , digamos,  casera,  como un caldo de trigo, el shambarito, y  otro, el famoso shambar de minga, denso, casi como un pepián  (el buen shambar de minga debe ser capaz de mantener la cuchara erguida, decían las  matronas santiaguinas) y coronado  de una   presa de carnero  condimentada con achiote y ají y acompañada, por si fuera poco,  de senda papas blancas. Este plato es poderoso y necesario  para reponer las energías gastadas en las duras actividades agrícolas u obreriles. Comadre Juana el pleito es con la hierba dice un verso del poeta Julio Carmona, pero el pleito también es con las piedras, con los adobes, con los tapiales,  con el transporte de gruesos eucaliptos para el puente, con el huaico. El shambar de minga es un plato que se come al amparo de una solidaria convergencia de esfuerzo, humor, parla andina y bravo rocoto de los temples como escribiera el hijo predilecto de Santiago.

Y es que Santiago de Chuco, a pesar de su geografía accidentada,  es una zona triguera por antonomasia. Recuerdo las diversas variedades de trigo: candial, estaquilla, florencio, barba azul… y también aquellos versos de Vallejo que incitan a buscar una Ruth que nos brinde una espiga de ternura bajo la hebraica unción de los trigales.

Danilo Sánchez ubica en los años sesenta la migración del cashallurto a los pagos costeños. El pintor Eladio Ruiz cuando estudiaba en la Escuela de Bellas Artes dirigida por José Sabogal consiguió un trabajo en el Museo  de Antropología liderado por Julio C. Tello y el maestro, enterado que Eladio venía de Santiago, le aplicó como un cariñoso sobrenombre “Cashallurto”. 

Temo simplificar las cosas, pero hay algo de común  en esto: Los Kjarkas compusieron aquella bella canción Llorando se fue que vivió  su vida provinciana y melancólica  hasta que fue llevada a Brasil y en forma de lambada invadió el planeta. Claro que quienes le sacaron de sus predios de origen y de la garganta de los músicos bolivianos le dieron más sensualidad y ritmo. Los cocineros costeños le dieron a nuestro cashallurto vitrina, la discusión es a qué costo.