viernes, 20 de mayo de 2016

20 DE MAYO: ELVIRA 97 AÑOS DE VIDA - FOLIOS DE LA UTOPÍA: - MIS ZAPATITOS QUE TANTO BESASTE - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN




CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2016 AÑO
CONSTRUCCIÓN DE CONCIENCIA
Y CONCRECIÓN DE SOLUCIONES
 
MAYO: MES DE LOS TRABAJADORES,
DEL LEGADO DE LA PAPA DEL PERÚ
AL MUNDO, Y DEL MAESTRO ENCINAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL
 

*****
 
TEJEDOR DE TERNURAS AMICALES


Danilo: No es ya agradecimiento lo que siente por ti este cotidiano lector de tu alma grande, tan grande, que es capaz de diariamente darse entera en tus escritos y diariamente, ¡fénix de los ensueños!, volver a renacer luminosa y entregarse ¡a palabras llenas o a sílabas contadas con la antigua maestría de los viejos creadores de la cuaderna vía!, de los funámbulos trashumantes de la juglaría, de los goliardos, troveros y trovadoras que a fuer de caminar por los antiguos caminos de las cruzadas, caballeros peregrinos del santo grial, continúan por los siglos de los siglos repartiendo las primicias sin principio ni fin del universo.

¡Señor Sánchez Lihón!, este su orgulloso lector octogenario que puede ostentar además el nobiliario blasón de su amistad, no puede menos que inclinarse reverente ante este velatorio de armas y lanza en ristre de salir a proclamar por los inconmensurables espacios de la vía láctea  que sin lugar a dudas puede probarse alquímicamente que el universo tiene un centro ubicado en el pueblo de Santiago de Chuco, donde al píe del orbe el pueblo del Perú canta la poesía esencial del amor a la humanidad.

A las doce de la noche del 20 de mayo de 2016 en que cierro ochenta años oyendo, a puertas de mi antiguo castillo, la amable canción de un bardo amigo, fénix de los ensueños, río de melodías perfumadas por la flor esencial que lleva en su garganta.

Fraternalmente,


ERNESTO RÁEZ MENDIOLA
 
*****
 
20 DE MAYO
 
 
ELVIRA
97 AÑOS
DE VIDA

 

 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA

 
MIS ZAPATITOS
QUE TANTO
BESASTE
 
 

Danilo Sánchez Lihón
 
1. Al pie
de mi cuna
 
Me has contado mamá, ya grande, algo que tal vez explique y nos dé luces respecto al sueño que siempre te embarga, de que vamos los dos por un camino, te caes y nos perdemos. O al menos lo hago siempre presente para intentar explicármelo yo.
Y es que me has contado que cuando yo era pequeño, mientras yo dormía tú te sentabas en el piso al pie de mi cuna esperando que despierte. Y te entretenías en lustrar mis zapatitos que apenas sostenías desde dentro con tus dedos del centro.
¿Qué más puedo anhelar yo en la vida que una niña tan linda y preciosa como tú hayas lustrado mis zapatitos aunque fuera cuando yo era niño? Pero, sin apartarnos del tema de tu sueño yo te he preguntado:
– Y cuándo hacías eso sentándote en la tierra al pie de mi cuna, yo ¿ya caminaba, mamá?
– Aún no. No caminabas. –Me respondes.
– Entonces mis zapatos no se pelaban ni siquiera rozaban y no necesitaban pomada.
– ¡Sí, pues! Eran tus primeros zapatitos que te compró tu papá para que no te resfríes.
 
2. Una
y otra vez
 
– ¿De cuero?
– Sí, de cuero. Y te los mandó hacer. Y desde que lo vi me conmovieron tanto que los cogí y me puse a llorar.
– ¡Ay, mamá!
– Mira pues, hasta ahora sigo llorando al recordarlos.
– Pero, ¿por qué los lustrabas si no se ensuciaban ni necesitaban pomada porque no caminaba?
– ¡Eso, pues! Era una manera de velar tus sueños al pie de tu cuna.
– ¡Humm! Así es cómo se producen los hechizos, mamá. Por eso ahora deambulamos por caminos misteriosos e incognoscibles.
– Pero con esos zapatitos aprendiste a caminar. Pero mientras dormías yo te los sacaba y al pie los lustraba una y otra vez. Porque ya los había lustrado. Los besaba y los volvía a lustrar.
– Lo que hace una madre, ¿no?
– ¡Los adoraba!
 
3. Vayas
a despertar
 
 
– Te imaginas, mamá, ya todo lo que pueden pesar esos zapatos con tus besos. ¡Caminar entre las estrellas o caerse! ¡Milagro que con ellos aprendí a dar los primeros pasos!
– No sabes hijo con qué cariño y fascinación he lustrado tus zapatos. Los sujetaba entre mis dos dedos medios. Y ahí estaba, lustra que te lustra. Y llorando.
– ¿De pena?
– ¡También! Pero más de honda felicidad. Y preguntándome qué será de tu vida.
– ¿Sí?
– ¡Sí!
– ¿Y por qué, mamá?
– ¡No sé por qué! Pero lloraba con gemidos ahogados. Para que no me sientas y te vayas a despertar.
– Y mi papá, ¿en dónde estaba?
– En clases, enseñando en la escuela.
 
4. Vasto
el mundo
 
– ¡Por eso, pues mamá!
– ¿Qué?
– Por eso es que rondan y aparecen los caminos en tus sueños. Y es por eso que en tus sueños nos perdemos.
– Sí, eso pensaba. ¡Por los caminos que tenías que recorrer! Que viéndote en tu cuna me parecían inabarcables y temibles. Y sin poder seguirte.
– ¡Ay, mamá!
– Lo ponía en mis mejillas y allí los tenía mirándote. Y ahí los tenía hasta que despertabas.
– Mamá, ¡tan linda que eras, y que eres más ahora todavía! Eso es lo que embruja y es lo que hace que la vida sea indescifrable.
– ¿Qué?
– Todo aquello que se urdió en la cuna o en la primera infancia.
– Me parecían tan pequeños tus pies y más pequeño todavía el hueco de esos zapatitos.
– ¡Y tan vasto el mundo!
 
5. Con mi rostro
hundido
 
– ¡Me parecía que te iban a hacer mucho daño en la vida, hijo! ¡Qué te podías caer en un abismo! O ahogar.
– ¡Mira, pues, todo lo que imagina y teme una madre! Yo soy fuerte mamá.
– Yo te he hecho fuerte. Y valiente.
– Sí, mamá.
– Pero, tememos mucho. Por eso, cuando despertabas me abrazaba tan fuerte a ti, con mi rostro hundido en tu cuello, a fin de que no se notaran mis lágrimas.
– Pero, ahora ya no llores, mamá.
– Sí, hijo.
– ¡Si en ellos has puesto tanto sentimiento, me hubiera gustado conservarlos!
– ¡Y qué crees! ¿Qué no lo conservo? Los tengo intactos aquí en mi corazón.
– Tu corazón, mamá, en donde están guardados mis zapatitos son el motivo de esos sueños.
 
6. Ido
y vuelto
 
– ¡Ahí están!
– Porque los has guardado cuando yo con ellos aprendí a caminar. Y, es eso lo que ahora nos hace caminar por senderos abruptos, y perdernos. Y a veces caer, porque los tenía desde antes, desde cuando aún no sabía caminar. pero ahora sé.
– Y, ahora entonces, ¿qué podemos hacer?
– Solo dejarlos allí. Y convencerte tú misma mamá que yo ya sé recorrer los caminos. Tú también de niño me has visto cómo corría por ellos.
– Sí, ¡desde niño!
– ¿Te acuerdas, mamá? Más bien por verme cómo lo hacía yo siento que me has besado mucho, más que a mis zapatitos.
– ¡Cómo no me voy a acordar hijo! Cuando íbamos a Chacomas, mientras nosotros recorríamos un trecho tú ya había ido y vuelto varias veces y corriendo.
 
7. Insomne
y desvelado
 
– Ya vez, ahí está el secreto y la solución. No en los zapatitos que has besado tanto mientras yo dormía, y antes que aprendiera a caminar, sino cuando yo corría. Pero los zapatitos quizá expliquen, mamá, mi obsesión por los caminos.
– ¡Ay, hijito!
¿Cuántos hay recorridos bajo mis pies fugitivos? ¡Inabarcables! Siento que hay tantos caminos bajo mis pies, hasta ahora, mira en que acabo de regresar de viajes y ya otra vez estoy partiendo.
– ¡Ay, hijito!
Y así sea que vaya en tren o en avión, ya sea que me traslade en ómnibus e incluso en avión, siento que pasan bajo mis pies los caminos que me producen una honda fascinación.
– ¡Caminos que están hechizados!
– Y los siento pasar dentro de mí y que de repente se reflejan en mi rostro insomne y desvelado.
 
8. Ya
no llores
 
Son los caminos que los recorro ojeroso y desvelado. O quizá sean esas lágrimas que derramaste sobre mis zapatos, mamá, lo que ha embrujado mis pies.
O de repente tú ya sabías que ese era mi destino y hasta ahora mi designio, y que como madre amorosa que eres siempre lo sabes, adivinas y bendices.
– Es ese aliento tuyo, ese soplo esos besos en mis zapatitos son los que me mantienen despierto.
– ¡Eso es!
Pero gracias mamá porque son los caminos los que justifican la vida. Y a los cuales también me abrazaré cuando muera.
Quizá por eso has llorado tanto como me dices ahora en tu carta. Conmovida de sentirlos tan inacabables mis caminos bajo mis pequeños pies peregrinos.
– Sí. Eso es, hijo.
– Pero, ya no llores, mamá.
 
 

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