lunes, 21 de diciembre de 2015

21 DE DICIEMBRE: CARGAN LOS RÍOS EN DICIEMBRE - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LOS HOMBRES Y LOS RÍOS: POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2015 AÑO
DE LA DEFENSA DE LA VIDA
Y DEL PLANETA TIERRA
 

DICIEMBRE, MES DE LAS MONTAÑAS,
DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES;
DE LOS MIGRANTES, Y DEL NACIMIENTO
DEL DIOS NIÑO EN LA NAVIDAD
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO

 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL

 
*****
 
ADMIRACIÓN
POR CÉSAR VALLEJO

A la selecta raza de los inermes
pertenecía César Vallejo. Inermes –es claro–
desde un punto de vista material y cotidiano.
Inermes porque carecen de malicia necesaria
para engañar, de crueldad para herir, de servilismo
para adular, de vanidad para exhibirse, de codicia
para llegar a tener, de estupidez para corear…
No tuvo ni el apetito de ser admirado. No
quiso tampoco administrar su propaganda
de escritor y poeta. Le faltaba toda
condición para eso que llaman
“el éxito”.
ANDRÉS IDUARTE
MÉXICO
 
*****
 
21 DE DICIEMBRE
 
 
CARGAN
LOS RÍOS EN
DICIEMBRE
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA

 
LOS
HOMBRES
Y LOS RÍOS

 
 Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. cogidas
de las manos
 
Las dos hermanas se santiguaron antes de poner sus pies en el tronco húmedo del árbol que cruza de orilla a orilla sobre las altas piedras.
Y hasta donde salpican las aguas espumosas y enfurecidas del río que brama porque viene encajonado aunque en esta parte se anche sin dejar de ser feroz y turbulento.
Por el miedo se cogieron fuertemente de las manos antes de empezar a caminar, paso a paso, por el madero resbaloso y ya verdecido.
Cuando fueron conscientes que estaban en el centro de ese cruce pavoroso, ya se habían extendido las sombras del cielo sobre el mundo.
Y un viento helado desde dentro les caló los huesos y les invadió el miedo. Sintieron el ruido y el fragor de los remolinos y las aguas que entrechocan en las piedras allá abajo.
Y ahí fue que una de ellas quiso retroceder y en la indecisión ambas cayeron, cogidas de las manos.
 
2. Aquí
mismo
 
Pronto las envolvieron los torbellinos encrespados y fatales.
Cayeron al río, unidas las manos. Y así se las vio, hasta el último instante, en que las aguas envolvieron sus dos cuerpos enlazados.
Momentos antes desde aquí las miramos que se animaban y desanimaban de pasar por el madero tembloroso. Una tenía trece años y la otra once.
Ya grandecitas estaban, pero eran tiernas de carácter. Y ambas muy bonitas.
Ya engullidas por el torrente, aun así levantaron todavía las manos, como pidiendo auxilio. ¿A quién?, digo. ¿A quién, en medio de aquel turbión y bramido, en esta soledad y a esta hora?
Pero así somos los seres humanos, que no perdemos la esperanza.
Y nos aferramos a que hay alguien en algún sitio, o aquí mismo, pensando que todavía nos puede amparar y salvarnos.
 
3. Ni siquiera
a sus orillas
 
¿No es triste que así sea nuestro pensamiento?
¿No es triste pedir un socorro, una ayuda, una mano tendida y esta no llegue o no se extienda?
¿Que no esté allí para cogernos de ella, sino solo el vacío, la desolación y el desamparo?
¿Estamos solos en el universo? No lo sé, niño. Pero este suceso me ha dejado triste, muy triste en el alma. ¿Estamos solos, pregunto?
– Pero llora Eleuterio. No porque estés viejo tengas vergüenza de llorar. Llora todo lo que quieras.
¡Porque después de haber gritado desde esta orilla, y nuestros gritos retumbar como un eco, sentir que nadie nos oye!
¿Ya nosotros qué podíamos hacer? Este río es hondo, caudaloso, atroz que retumba que no podemos entrar ni siquiera a sus orillas.
 
4. En toda
esta comarca
 
Pronto llegaron las sombras y las tinieblas. Y los rugidos de las aguas los sentimos más amargos y atroces esa noche.
– Discúlpame niño que esté llorando. Pero si un viejo muere es normal. Pero no se entiende si son dos niñas las sacrificadas por la manera cómo hemos construido el mundo los adultos.
– ¿Cuándo ocurrió eso, Eleuterio?
Mañana va a ser recién un mes, niño.
– Y, ¿por qué huían?
– ¡Ay! A la mayor de las dos que regresaba trayendo las ovejas del campo, se le extravió una. Y su padre le dijo: “¡Si no encuentras a la oveja que has perdido, mejor vete! ¡Y no regreses jamás a esta casa!”
– ¿Por qué? ¿Son muy pobres?
– Al contrario niño, don Liborio que es su padre es el hombre más rico en toda esta comarca.
 
5. Dolida
en el alma
 
¬– Pero, entonces, ¿qué es una oveja, si se tienen tantas, en relación a una hija?
– ¡Eso, pué! Y le dio de plazo que esa misma noche regrese con la oveja perdida. De lo contrario, la amenazó: ¡te largas y encima la tunda que te voy a dar!
Eso ocurrió como al mediodía. Llegó las seis de la tarde y por más que buscaba la oveja no apareció.
– Ahí fue que la niña decidió irse, dolida por la manera como su padre la trataba. Por eso, ser rico o acumular plata es malo, niño. Porque el adinerado todo lo valora por un precio, hasta a los hijos. Y todo lo maldice, incluyendo a su propia sangre.
La oveja en realidad no se había perdido porque apareció aunque al otro día: sino que la ocultó la neblina y al verse sola buscó refugio y abrigo entre los matorrales. Porque, a la mañana siguiente apareció, saliendo a unirse a la majada.
 
6. Y así
lo hizo
 
Pero, ya era inútil, las niñas habían desaparecido envueltas por los remolinos de las aguas.
Al ser ya de noche y no encontrar la oveja, de miedo por el castigo, y dolida en el alma la mayor decidió huir, camino a Santiago de Chuco.
– ¿Y cómo es que también ahí estaba la menor?
– Porque no quería desprenderse. Ella la siguió mientras buscaba la oveja. Y la empezó a seguir después cuando su hermana mayor decidió huir y ya no regresar a la casa de su padre. La menor lloraba cada vez que la mayor la ahuyentaba:
–Tú, ándate a tu casa. De mí ya no es, porque él me ha negado.
– ¡No! Contigo voy a irme, ¡adonde sea! Así me arrojes de tu lado voy a estar contigo. –Le contestaba. Y ambas lloraban.
Y así lo hizo. Porque las dos intentaron cruzar el río. Y lo ha seguido más allá de esta vida, hacia ese ámbito oscuro que es la muerte.
– ¿Y encontraron sus cuerpos?
 
7. Nadie
que lo cruce
 
El padre, que es dueño de muchas cabezas de ganado y tierras, ordenó que todos sus peones buscaran. Y lo han hecho recodo por recodo, orilla por orilla y playa por playa.
Y se encontraron ambos cuerpecitos, ya lejos de este sitio, girando en un remolino, cerca de Chacomas. Pero los dos cuerpos juntos como si no hubieran querido desunirse ni en la muerte
Al reconocerlas el padre ha enloquecido de culpa y ha intentado matarse, que han tenido que amarrado. Ahora lo han soltado, pero no cesa de beber, desde que ellas murieron.
Habiéndose olvidado no sólo de la oveja que la niña perdiera –y que sólo ocultó la neblina–, sino de los cientos y miles de ovejas que en sus rebaños todavía tiene.
– ¿Y tú cruzas ahora por ese madero tendido, Eleuterio?
Después que ellas se cayeran por allí nadie cruza, y ni siquiera se atreven acercarse a sus orillas.
 
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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
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