martes, 1 de diciembre de 2015

1 DE DICIEMBRE: ESTAMPA DE DICIEMBRE - FOLIOS DE LA UTOPÍA: NUEVOS Y VIEJOS SON LOS CAMINOS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2015 AÑO
DE LA DEFENSA DE LA VIDA
Y DEL PLANETA TIERRA
 
DICIEMBRE, MES DE LAS MONTAÑAS,
DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES;
DE LOS MIGRANTES, Y DEL NACIMIENTO
DEL DIOS NIÑO EN LA NAVIDAD
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL

 
*****
 
DESCANSA EN PAZ MAESTRO
MAURO BENITES ALCÁNTARA
 

Era nervioso, obsesionado y comprometido. Llegó a trabajar el año 1957 como docente distando el curso de Historia Universal cuando yo cursaba el Tercer Año de estudios en el Colegio Nacional César Vallejo, junto con otros profesores recién egresados de la Universidad Nacional de Trujillo.
Fue como si recibiéramos un torrente de sangre nueva: conceptos innovadores, propuestas originales y coherentes, otra forma de enseñar descubriendo de la realidad circundante, compromisos para con la sociedad y la gente.
Aprendí de Mauro Benites la pasión por la literatura, alentar los más caros ideales por un mundo mejor, identificarse con el pueblo y los seres humildes y los motivos de sus luchas, a erigir a partir de la calidez de la amistad un mundo nuevo y mejor.
Fue fundador del Sutep en Santiago de Chuco y dirigente regional y nacional de Ancyje. Ha muerto el día de hoy 30 de noviembre. Descansa en paz, maestro del alma.
Danilo Sánchez Lihón
 
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1 DE DICIEMBRE
 
 
ESTAMPA
DE
DICIEMBRE
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 

NUEVOS
Y VIEJOS SON
LOS CAMINOS
 
 
Aquí cerca, al alcance de mi dolor
igual que los caminos y la muerte.
Felipe Arias Larreta


Danilo Sánchez Lihón
 
1. Como
acechos
 
¡Ah recordar los caminos después de tantos años! Pero están en mí, indelebles.
Quizá los haya trastocado en mi mente el laberinto que han dado mis pasos y, sobre todo, el capricho de mi fantasía, pero creo acordarme hasta de sus piedras y recodos.
Y si volviera me haría sollozar que coincidiera la realidad con la memoria que guardo de ellos.
¡Más me valiera –por eso– que los hubiera olvidado! Pero no, están en mí imborrables, extasiados e imperecederos.
Todos los caminos son eternos pero éstos aún más.
La gente pasa pero ellos permanecen inmutables.
De noche están ahí quietos, en vela; no dormidos ni inconscientes sino que lucubrando, pudiendo verlos –impávidos– al amanecer, como puertas que se han quedado abiertas o como acechos hacia lo que es eterno.
 
2. Siempre
siguen
 
La pobre vida se agosta y ellos la contemplan ir y venir.
¡Eso hace que nos duelan tanto! ¡Como una fatalidad cernida en nuestras espaldas o tatuada en nuestro pecho! O en nuestros pies.
Como una marca en la frente o una cruz en el alma.
La muerte es piadosa y propicia porque nos alivia para siempre de la fatiga de recordarlos.
Es la muerte la paz de los caminos.
Porque nos deja inmóviles y quietos al filo de una esquina de la vida a fin de contemplarlos para siempre en un descanso inacabable.
Los caminos no terminan nunca, siempre siguen. Nadie podrá decir "Aquí es su fin".
Hay siempre un atajo por donde continúan.
Eso sí, varían. Unas veces se vuelven llanos, amenos, cantarinos. Y otras son graves, incomprensibles, crueles.
A veces son calmados, tranquilos, pródigos. Y otras: ariscos, abruptos, desalmados.
 
3. Venas
abiertas
 
Hay tantos caminos como destinos.
Caminos amarillos, mañaneros, albos. Otros ceñudos, oscuros, en encrucijada.
En unos siempre es de noche y en otros siempre es de día. Hay unos que te apuran y otros que se hacen tarde.
Unos para subir un puente y otros para arrojarse de él.
¡Ah, caminos infinitos!
Y –para mí– inhallables, aunque estén allí.
¡Ah!, caminos cómplices de la noche que los estruja, humilla y sumerge.
Y es que mi pueblo extiende sus caminos como extremidades. Como venas abiertas. Y abrazos.
Como adioses hacia todos los horizontes, cual una rosa de los vientos.
 
4. Tres
piedras eternas
 
Así el camino que baja por Las Guitarras y luego entra a la carretera, del que no hablaré porque basta que un trecho sea carretera para que deje de ser camino.
Como no es techo uno cubierto de calaminas.
Hay otro en esa misma dirección, que tiene un sitio donde la lluvia anega, se empoza el agua y, entonces, por entre las pencas se busca un atajo.
O el paso se salpica de piedras para poner allí los pies y saltar por ellas, reflejándose en el agua barrosa la alforja que llevamos.
Y al voltear ¡oh prodigio ver tu pollera!, prima mía. Porque te has hundido hasta las pantorrillas y ríes al resbalarte en el agua tibia de la madrugada.
Por el cerco de flores amarillas se avanza hasta llegar al río rumoroso con su puente de palos de eucalipto tendidos.
Y de tierra rellena encima; que deja unos huecos por donde se mira hacia abajo el agua espumosa.
Y tres piedras eternas.
 
5. Como
un cuchillo
 
Desde la altura de aquel puente se arrojó una muchacha desengañada. Y cuyo cuerpo sus padres recogieron destrozado, enredado en unos breñales cerca de El Perolito.
¿Qué fue?
Los mayores lo resumen con una palabra que se ha quedado clavada en mi alma como un cuchillo: ¡Engañada!
¿Por eso se mató? Sí, ¡fue por eso!
Pasando ese puente se abre la cuesta donde siempre hay gente a pie o en mulas. O arrieros que bajan o suben con sus pollinos.
Allí una cruz. Aquí mujeres hilando o tejiendo. Acá un casita desierta. Acullá un aliso para descansar bajo su sombra, implorando al sol inclemente.
Torciendo hacia la izquierda se llega a Huarán y a La Cuchilla.
De frente, subiendo a las alturas, se va a las haciendas de Uningambal, Sangual. Y a la estremecedora estancia de Los Pedernales.
 
6. Olores a leña
y a trinos
 
Otro camino es el que baja por La Piedra Bruja; anchuroso, lleno de pencas lustrosas, floreado de magueyes.
Camino éste siempre de amanecida, fresco y tintineante de esquilas.
Hay por allí unos manantiales desde donde cuando llueve, sale siempre un arco iris.
Por él se llega al bosque del Palito, donde hay un saúco y un viejo molino. Y saltando las piedras del río se pasa y se sube por un sendero con cardos y tantales de filudas espinas.
Por esa ruta se arriba a Conra, por un sendero que se angosta, se vuelve abrupto y parece a ratos que se pierde.
O bien se abre, se hace tierno. Se prodiga en olores a leña recién cortada. Y a trinos.
¡Caminos por los que penaré inconsolable el día que me muera!
 
7. Mariposas
amarillas
 
Para el temple, el valle o la hondonada sale la senda por El Cerrillo en dirección a Cotay, Cunguay, Querquerval, siempre soleado, de tierra apisonada y flores.
Para cruzar el río de aguas turbulentas que chocan en las piedras, hay un puente de piedra y madera, como un techo a dos aguas, con peldaños que se suben animosos y se bajan compungidos.
Luego un rellano de tierra parda y el sendero de árboles; de ramas que se quiebran, de aves que se acercan y se posan en las puntas de los penachos de las pencas. Y unas mariposas amarillas que revolotean en la tarde.
Pasando las cuevas de Huacapongo el camino se bifurca. Uno va a Cungüay, Pichunchuco, Ocoruro. O más lejos: a Calipuy, o a Santa Cruz de Chuna.
El otro baja a Querquerbal, Namogal y Pasabalda. Ese es camino de fiesta, de juerga, siempre florido. El otro –el de enfrente– es el camino a Chambuc, que bordea el cementerio. Atroz y amargo. Más si se lo mira desde la Peña del Señor Quevedo.
En ese rumbo abundan las cercas de sugán, de mostazas y el tantal con que se tapan los portillos, de largas espinas como uñas infernales.
 
8. ¡Sin sentido
aparente!
 
¡No es camino sino punto de partida o de llegada el camino al cementerio!, que va por la cumbre de una colina, con árboles añosos, llorones, inmensos como el sentido misino del vivir. Y del morir.
Ese es un camino oscuro y transparente, al mismo tiempo. Lento e inapelable.
Por donde a un costado está la hondonada del río y hacía el otro –como si fuera el confín del mundo– el horizonte abierto del valle.
Yo regresaré algún día y entonces caminaré en silencio a su vera.
Por el pie de esa colina, bordeando casi los muros del camposanto, se recuesta el camino a Ñuñuma, Añaco y a Cabracay; por donde nunca pasa nadie.
¡Hondo camino de ánimas por donde gangosean los muertos!
¡Camino sin sentido aparente! Porque, si nadie lo transita ¿para qué entonces se abriría?
¿Con qué malsano propósito de asustar a la gente?
 
9. Sirvientes
del horror
 
Ah, este camino por donde nunca pasa nadie. Entonces, ¿por qué ha de ser camino? Pero ahí está.
Nunca oiremos en él una conversación. Ni alegría ni pena pasarán por sus atajos. Ni una serenata. Si es así, ¡yo mismo sé que no es camino! Pero ahí está.
Es un camino vacío. Y qué atroz es decirlo. Qué grave es señalarlo. Camino como un tajo en la cara, como una herida abierta que no cierra ni se cura.
¡En el cual nunca encontraremos un alma! Sólo oiremos el chasquido de los árboles, el reventar leve de una corteza. O el gemido de las ramas altas que con el viento parecen violines desafinados por la guadaña implacable de la tarde.
Siempre en tinieblas, aunque esté abrasado por el sol del mediodía.
Y pese a que se ve –¡y mucho!– repta debajo de la tierra hacia un centro que se enciende y apaga.
¡Eso todos lo sienten y lo saben!
Caminos sirvientes del horror que los abarca. Burlándose con una mueca del destino y de nosotros que los miramos absortos y acongojados.
 
 
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