martes, 29 de septiembre de 2015

29 DE SEPTIEMBRE: DÍA MARÍTIMO MUNDIAL - FOLIOS DE LA UTOPÍA: JUAN OJEDA, NAVEGANTE DE ESTOS Y OTROS MARES - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
 
   
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2015 AÑO
DE LA DEFENSA DE LA VIDA
Y DEL PLANETA TIERRA
 
SEPTIEMBRE, MES DE LA PRIMAVERA,
DE LOS DERECHOS CÍVICOS
DE LA MUJER, EL NIÑO Y LA FAMILIA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

SANTIAGO DE CHUO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL
 
*****
 
29 DE SEPTIEMBRE
 
DÍA
MARÍTIMO
MUNDIAL
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


En el estrecho de Tiquina, Lago Titicaca, frontera Perú-Bolivia. 
Parados: Martínez, José Reyes, Falcón, Cervantes, NN, Mejía,
 Tayman, Juan Ojeda (con el brazo en alto), Menacho (inclinado), 
doctor Antonio González Chávez (director de la GUE San Pedro), Arellano. 
Parados, 2da fila: Héctor Pérez, Manuel Ríos, Sabogal. En cuclillas:
 Manuel Torres Vásquez (auxiliar de Educ.), Díaz, Solano. 
Al costado: pobladores puneños. (Archivo de José Reyes).

 
JUAN OJEDA,
NAVEGANTE DE ESTOS
Y OTROS MARES
 
 

Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. El mar u océano
en la poesía
 
El océano, o el mar, en la poesía peruana ha tenido múltiples y diversos registros. Mariano Melgar al contemplarlo en Mollendo escribió:
El mar inmenso viene entero
ya parece tragarse el continente,
aviva su corriente,
y en eterno hervidero
choca, vuelve a chocar…
José María Eguren avizorándolo desde Barranco, dice así:
Del alba en la marea, por la costa bravía,
oí unas voces hondas de melancolía...
En la playa azulina se difunden cantoras,
en un orfeón de sueños, quejas desgarradoras
Y en Travesía de extramares Martín Adán pergeña su endecha al océano de este modo:
– Y te parte la quilla que tú pones
a tormentas y calmas inauditas,
a todas las mudeces y las gritas
y los cantos y las contradicciones.
Pero es Juan Ojeda el poeta del océano; es él no solo quién le canta desde el acantilado o desde la orilla sino quien se interna en sus aguas procelosas y fantasmales
 
2. Navegante
fúnebre
 
Y fue así por ser familia de pescadores como también porque nació, creció y se formó en Chimbote e hizo del mar el escenario de sus juegos y aventuras.
Y después el símbolo y trascendencia de su poesía atormentada. He aquí una aproximación a su obra.
Cuenta Jung, comentando el Ulises de Joyce, que un tío anciano lo detuvo un día en la calle y le preguntó:
– ¿Sabes cómo atormenta el diablo a los réprobos? –Y continuó–, ¡los hace esperar!
 Cuarentaiún años han transcurrido desde el suicidio de Juan Ojeda, ocurrido el 11 de noviembre del año 1974, autor de un libro trascendental, cual es Arte de navegar y protagonista de una de las aventuras humanas más extraordinarias en la poesía de todos los tiempos.
Veinticinco años se tuvo que esperar para ver publicado, en forma total, el libro Arte de Navegar, que Juan Ojeda dejó estructurado meses antes de morir.
Sin embargo, se sigue esperando el reconocimiento que la poesía peruana le debe con creces a este extraordinario poeta.
En quien la poesía tomó posesión de manera feroz, contumaz y encarnizada, con martirio, delirio y agonía, pero a la vez con la mayor lucidez, tenacidad y clarividencia.
 
3. Siempre
el olvido
 
Pero la cita de Jung también es pertinente al evocar cuatro elementos que son esenciales en el libro Arte de navegar que motiva las siguientes reflexiones. Ellos son:
1). Ulises, símbolo de sabiduría.
2). El descenso al Hades.
3). El mundo del tormento.
4). La reflexión sobre el tiempo, la espera y el tedio.
Todos ellos elementos sustantivos en la poesía de Juan Ojeda.
Ningún personaje se menciona tantas veces en Arte de Navegar –y más aún el ambiente donde mora– como Caronte, el barquero del Hades, encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos de uno al otro lado del río Aqueronte. Así:
“...el viejo blanco con antiguo pelo”; el “...anciano de precario pelo”; “...ese anciano de lanoso rostro conduce vehemente / Tanta acritud, que la otra riba configura falaz toda esperanza”.
Y con él, el trance de navegación de su barca, siendo el símbolo de esa navegación de donde deriva, en gran medida, el título del libro: Arte de navegar, que no es hacerse a la mar de la superficie del globo terráqueo masa solo a veces tormentosa, sino navegar más bien en aquel “río del dolor” insalubre, en donde nada flota y todo se hunde salvo la barca de Caronte, y si algo de lo humano en ellas se moja le invade para siempre el olvido.
 
4. El pavor
postrero
 
Allí se ofrece, también, la temática central y dominante de la obra, cuál es la condición humana, la historia moral del Hombre puesta en escena en el traspaso de las almas a través de dicho río; todo a cargo de Caronte, quien repleta su barca con la multitud interminable de almas que lloran –algunas a gritos– por las aflicciones que ya padecen, y que sufrirán aún más por los siglos de los siglos.
Mientras, como parte del castigo, ya las acosa el anhelo incontenible de pasar a la otra orilla –donde las espera el dolor tanto por los castigos que allí se infligen como por dejar esta vida sencilla– mientras el barquero las aporrea con el remo para acallar sus gemidos.
La poesía de Juan Ojeda tiene su escenario y su centro en medio de esas aguas impías que llegan hasta la embocadura del Hades, a orillas de cuyo foso arriba la barca del anciano irritado, quien arroja a esa sepultura las almas de quienes alguna vez fueron vivos.
El Aqueronte es frontera infranqueable que divide la vida terrena del padecimiento sempiterno. Y con él Juan pone en el tapete el juicio, la condena y el pavor postrero; todo ello sumido en un paisaje de niebla donde sólo hay horizontes difusos.
Caronte, en las conversaciones que sostuvimos largas horas con Juan, con quien fuimos amigos entrañables, ejerció siempre para nosotros una fascinación subyugante.
 
5. Desaparecen
las orillas
 
Nos encantaba embarcarnos en cualquier ómnibus destartalado que recorren los arenales para caminar en silencio por las playas cubiertas de neblina y ya al atardecer ingresar a los mercados sin bullicio de los pueblos humildes.
Él era el navegante por antonomasia en su mitología personal, el navegante símbolo; aquel que une mundos opuestos, aunque su destino sea fatal y abominable. Es el nudo y, en el fondo, Juan era la encarnación de esa divinidad descalabrada.
Es en las aguas de pesadilla, densas e insondables de dicho río –lago en verdad y hasta océano por su anchura; de ondas pardas y negruzcas, profundas también por la pena que en ellas cunde, el Aqueronte en donde él solía sostener su barca. En torno a la cual estallan rojizos los relámpagos y se oye el estallido y retumbar de los truenos, sólo interrumpidos por los acompasados golpes de los remos del barquero.
Es allí donde Juan abisma su poesía porque era el chapoteo de esas aguas infaustas lo que lo mantenía desvelado ejerciendo sobre él una fascinación que terminaron por arrebatarlo de la luz del día de estas orillas. Quizá por eso también su poesía es tan olvidada, pues se conoce al Aqueronte como el Río del Olvido, porque quien se sumerge en sus aguas olvida en ellas quién es. Y todos se olvidan de él o ella, para siempre.
 
6. La quilla
de sus naves
 
Siguiendo esta ruta o camino, Arte de navegar es un descenso a la morada de los muertos, una peregrinación por el mundo subterráneo y de los infiernos.
Pero no es un navegar en el sentido horizontal como se realiza toda navegación, sino en el más arriesgado y pavoroso de sumergirte en vertical como él lo hizo con lucidez y de manera consciente para no regresar y ni siquiera aparecer nunca más.
Pero adonde Juan proyecta la realidad común y corriente, es decir, la vida cotidiana, la de esta superficie que la hunde y sumerge con sus grandezas pero más con sus ausencias y miserias. Dice él:
Yo siempre he morado en el Infierno
Y de la vida sólo conozco un rostro destrozado:
El rostro de la niebla más dura que los sueños inútiles.
El mar u océano en la navegación de Ojeda no es, por eso, ningún mar externo. Ni el de los Sargazos que hollaron por primera vez con la quilla de sus naves los descubridores del “Nuevo Mundo”.
Ni el fragoroso Índico, tan caro a Luis de Camoens, autor dilecto de Juan; ni tampoco se trata del Océano Pacífico, ante el cual Balboa dijera, según Juan Gonzalo Rose: “Por esta porquería te dejé, Teresiña”.
 
7. Mar
apocalíptico
 
Menos puede ser el Mediterráneo que inspiró a Homero y Virgilio y que fuera tan añorado por Ovidio al sufrir ignominioso exilio en el Ponto Euxino.
Tampoco, como se podría colegir, es el mar frente a la bahía de Chimbote, ni su espectral Isla Blanca, pese a las amanecidas de Juan bajo el farol titilante de la lancha de pescadores de su familia que enrumbaba saliendo siempre desde ese puerto, que es el lugar de su nacimiento.
La masa acuática que evoca es la que en gran medida determina nuestro destino de peregrinos de este mundo: el río doliente de la muerte, antesala del infierno.
Su travesía es por el Aqueronte y sus afluentes: el Cocito, el Flegetonte y la quieta laguna Estigia, en donde el marinero traspasa las almas hacia el Hades, reino de Plutón, el más cruel e implacable de los dioses, hijo de Cronos, el tiempo.
Es por eso que la poesía de Arte de navegar de Juan Ojeda se sitúa en la encrucijada y en esa grieta que es el vértigo y la caída que divide la vida con la muerte, en ese eje de misterio, de incógnita y dolor.
Lugar de donde ya no se regresa para dar una versión de lo acontecido. ¡Y ese es el enigma y esencia de todo mar u océano!
 
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DIRIGENTE VISIONARIO,
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APÓSTOL SANTIAGO, PAISANO
EJEMPLAR, Y HOMBRE HONESTO
 
LUIS FELIPE DE LA PUENTE UCEDA
 
AÑO 2015: 21 DE OCTUBRE EN LIMA,
22 DE OCTUBRE EN TRUJILLO. DEL
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