miércoles, 8 de julio de 2015

8 DE JULIO: DÍA DEL MÉDICO VETERINARIO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: ¿POR QUÉ TENGO QUE IR A LA ESCUELA? - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


  

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2015 AÑO
DE LA DEFENSA DE LA VIDA
Y DEL PLANETA TIERRA
 
JULIO, MES DEL MAESTRO;
DEL SANTUARIO HISTÓRICO
DE MACHU PICCHU; BATALLA
DE HUAMACHUCO, LEONCIO
PRADO Y FIESTAS PATRIAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO

 
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MIÉRCOLES 22 DE JULIO
6.30 PM.
 
PRESENTACIÓN EN LIMA
DEL LIBRO
“SIMIENTE QUE BROTA
ES LUIS DE LA PUENTE”
 
DE DANILO SÁN CHEZ LIHÓN
 
PANEL DE PRESENTACIÓN:
 
MARÍA EUGENIA DE LA PUENTE
RAMÓN NORIEGA TORERO
ADOLFO LIZARZABURU
JULIO YOVERA BALLONA
 
“Simiente que brota es Luis de la Puente”,
de Danilo Sánchez Lihón es un conjunto
de relatos y reflexiones cuyo eje central es
la vida y obra del guerrillero legendario
Luis de la Puente Uceda, quien nació, se crio,
creció y se formó en Santiago de chuco,
Tierra de César Vallejo, y de quien se recoge
en esta obra su humano latido, el de un hombre
cuya grandeza es haber encarnado valores
que constituyen un paradigma para los seres
humanos de todos los tiempos y latitudes.
Si Vallejo es el sentimiento y la visión, Luis
de la Puente Uceda es la acción en pos
de la utopía andina por reconstruir y proyectar
hacia cada instante de nuestras vidas, en
el presente y hacia el porvenir.
 
MIÉRCOLES 22 DE JULIO. 6.30 PM.
(Local pendiente de confirmación)
 
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PRESENTACIÓN DEL LIBRO
“SAL ÍGNEA”
DE RICHARD PEREYRA
VIERNES 10 DE JULIO, 7:30 PM.
LIBRERÍA-CAFÉ
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Calle Esperanza 275. Miraflores. Lima, Perú
 
RICHARD PEREYRA SAHUARICO
HACIENDO FLAMEAR LA BANDERA
SIEMPRE EN NUESTROS CORAZONES


¡Era joven! Si el fenecer de un ser humano resulta inexplicable en cualquier circunstancia, es inconcebible tratándose de un niño o de un joven.
Tenía la apariencia de un monje budista, alto y desgarbado, escueto y austero, de rostro macilento, con el pelo rapado. Flaco, cenceño, era un mensajero y un heraldo.
En los viajes de Capulí, Vallejo y su Tierra en Santiago de Chuco amanecía en las cumbres más altas de los cerros haciendo flamear la bandera roja y blanca inmarcesible.
De mirada hosca, que al hablar de Capulí la enternecía hasta el punto que adquiría una expresión de paloma, nardo y horizonte abierto.
Era hombre de teatro además de arquitecto y vallejiano contumaz y auténtico; quien latía, comulgaba y acompasaba su pulso cardíaco con todo lo que en César Vallejo hay de asombro, de pasmo y también de esperanza ante el dolor.
Por eso dramatizaba ese poema de la agonía y antesala del morir, como es “Las ventanas se han estremecido”, que lo decía envuelto en una túnica blanca, cadavérico y con voz ahuecada:
– No es grato morir, señor, si en la vida nada se deja y si en la muerte nada es posible.
Poema de la impotencia del amor frente a la muerte; pese a que nos redimimos amando, lo que nos revela que estaba atravesado de dolor.
Poema que representaba absorto, poseso, transido, ineluctable, como ha sido su destino.
Pero supo querer y supo amar, ser fraterno y solidario, e identificarse con un ideal y, es más: con una utopía como es la que alienta Capulí, Vallejo y su Tierra.
Por eso, no lo consideremos muerto, y tengámoslo vivo, palpitando y haciendo flamear la bandera que alzó muy en alto y batió sobre el cielo azulino de Santiago de Chuco y para siempre en el fondo de nuestros corazones.
Danilo Sánchez Lihón
 
*****
 
8 DE JULIO
 
 
DÍA
DEL MÉDICO
VETERINARIO
 
 

FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
¿POR QUÉ
TENGO QUE IR
A LA ESCUELA?
 
…por rúas y por cercas,
niño aldeano;
César Vallejo
 
 

Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Aprender
a leer
 
– ¿Y por qué tengo que ir yo a la escuela? –Reclama Manuel con las mandíbulas apretadas y saltando las lajas del camino a pasos bruscos.
Está enojado.
Pero su padre sabe o no se siente capaz de explicarle exactamente por qué razón ha decidido hacer el tremendo esfuerzo de matricularlo este año para seguir estudios en la escuela del caserío, a él a quien tanta falta le hace en la casa y en el campo.
– Aprenderás a leer y ya no tendremos la vergüenza de mirar letreros y avisos sin saber qué dicen. O tener que caminar hasta la casa de la maestra y estarla molestando para que nos lea cualquier nota, carta o indicación.
– ¡Pero, a mí nadie me va a escribir!
– Aprenderás a contar. Ya no con los dedos o juntando las piedras del suelo, o habas, maíces o pallares, sino con los números haciendo operaciones en los papeles.
El niño ya no responde.
 
2. Es
su vicuña
 
Piensa para sus adentros: ¡Tantos años que vivimos y lo hemos pasado bien sin conocer letras ni números en los papeles!
¡Eso lo necesitan los que viven en las ciudades, pero nosotros siempre viviremos en el campo!
Pero a Manuel le pesa el bulto que carga entre sus brazos.
Era su vicuña, con la que prácticamente ha nacido y se ha criado.
Y que de un momento a otro lo encontró tumbada en el suelo de la entrada de su casa, temblando como si le hubiera dado la terciana.
El padre sabe que más que el fastidio de ir ese día a la escuela a realizar su matrícula, lo que verdaderamente acongoja a su hijo es la pena de ver postrada así a su querida vicuña.
– Aprenderás a saber qué le pasa a tu vicuña.
 
3. Ya
no escucha
 
– ¿Y dónde va a estar escrito qué le pasa a mi vicuña?
– ¡En los libros! Allí está todo escrito! También: cómo construir una casa, cómo hacer los nidos de las gallinas, cómo curar las heridas de las vacas.
– ¡Todo lo que dices ya sé cómo se hace!
De esto y lo otro responde de cuando en cuando.
– Aprenderás a leer la partida que hay en el registro.
Pero al padre le ha parecido que su hijo ya no lo escucha nada de lo último que estaba diciendo.
Y es porque la vicuña que va en los brazos de Manuel hace buen rato que ha cerrado sus ojos y ya no los abre.
Manuel tiene el corazón oprimido de angustia.
– Aprenderás a no tener miedo cuando viajes. Sabrás hablar sin ocultar tu cara de vergüenza. Contigo serán buenos y amables cuantos te traten.
 
4. Siempre
en silencio
 
Desde que dijo esto hasta cuando llegaron al pueblo no volvieron a cruzar palabra, cada uno abstraído en sus propios pensamientos.
– Primero vamos a la Posta Veterinaria. Ojalá puedan salvar a la vicuña, la Rosacha, tu mascota. –Dijo el padre.
– Ya ni se mueve. –Dice el niño con voz quebrada.
Y allá van.
Los recibe un hombre amable, atento que al ver al animalito tendido sobre una mesa, parece adivinar al instante lo que tiene, pese a que aún ni lo ha examinado.
Siempre en silencio, trae unos aparatos con los cuales mira los dos ojos del animal abriéndolos con sus dedos. Luego mira el interior de su boca, abriéndola con una paleta que luego tira al basurero.
Le toma la temperatura y el pulso poniendo su mano en el cuello. Y luego, extrayendo una jeringa le aplica una inyección.
– Vienes en la tarde, a ver cómo anda tu consentida. –Le dijo el médico cariñosamente.
 
5.  En sus ojos
brillantes
 
El niño en la tarde no encuentra a su vicuña en la tarima del rincón donde la ha dejado acostada y casi muerta sobre una lona.
Y se asusta. Mira desesperado y no la halla por ningún lado. Pregunta por el doctor y entra a su consultorio, y quien lo mira curioso y con semblante apacible.
– ¿Dónde está mi vicuña, doctor?
– Mira, allí. –Le di.
Y le indica que mire por la ventana.
La vicuña retoza en el patio interior triscando la yerba que allí crece. Manuel corre a abrazarla.
En sus ojos brillantes ve la alegría que ella siente de volverlo a ver y le mueve las orejas.
Manuel la acuna entre sus brazos, juntando su cabeza con la cabeza tibia del animalito.
– Me has asustado Rosacha pensando que te podías morir.
– Ya puedes llevarla, –le dice el médico–. En unas horas ya estará corriendo por el campo, tanto que no podrás alcanzarla.
 
6. Por
eso
 
– ¡Gracias, doctor! ¡Muchas gracias! –Le dice el padre.
– Gracias, doctor. –Repite Manuel.
– No hay de qué. Siempre estaré para ayudarlos. Para eso estamos aquí.
– Y, ¿dónde doctor aprendió a curar y revivirlas después de estar casi muertas? –Le pregunta lleno de admiración el niño al hombre vestido de blanco.
– Ah. ¡En la escuela, primero aprendiendo a leer y después escuchando y aprendiendo de los profesores en las aulas y estudiando en los libros! –le contesta el doctor.
Por eso, ahora Manuel cada mañana corre por el sendero de lajas camino a la escuela. Y regresa a su casa cantando y celebrando todo lo que ese día ha aprendido.
Y lee en su casa en donde tiene un estante lleno de libros que cada día va llenando más y más. Y hasta en el campo no encuentra mejor distracción que leer bajo la sombra de los árboles, o a la orilla de las acequias por donde se desliza el agua rumorosa.
 
7. Sobre el verde
de los campos
 
Ahora ya cursa Quinto Año en el colegio secundario y hoy le tocó hacer el camino de regreso junto a su primo Iván y a su prima Olindacha.
Ya al atardecer, de pie en lo más alto de la colina, antes de echarse a correr para llegar a sus casas esparcidas en el valle, con el humo azul saliendo de entre las tejas rojas, se preguntan los tres jovencitos:
– Y tú, Manuel, ¿qué vas a estudiar al terminar el colegio?
– Medicina Veterinaria. Desde niño lo he pensado. Quiero poblar estos campos de vicuñas, alpacas y guanacos. ¡De majadas de vacas, ovejas y llamas que se extiendan por la planicie! Quiero hacerles sus rediles, sus estanques, sus bañaderos. Y yo enseñar a la gente a cómo criarlos.
– ¿Sí? ¡Qué bueno! ¡Se lo siente estupendo!
– Todo lucirá blanco o marrón por el vellón de los rebaños sobre el verde de los campos. Y entonces nuestra gente será feliz: los niños, las madres y padres; las abuelas y abuelos. Y serán prósperos y habrá paz y bienestar entre nuestros seres queridos.
 
8. ¿Qué serás
entonces?
 
– Y tú Iván, ¿qué serás?
– Yo estudiaré ingeniería eléctrica. Pondré luz a todos estos pueblos, caseríos y anexos, donde viven personas que tienen sus casas y ahora se sienten oprimidos por la oscuridad. Imaginen que de aquí a unos poquitos años todo estará iluminado. Quiero que aquí todo por las noches sea brillante. Que aquellos pueblos de enfrente y estas casas cercanas tengan todas las comodidades que da la electricidad. Que en el invierno haya abrigo y claridad.
– ¿Lindo, no?
– No habrá casa de esta comarca en donde no se encienda la luz eléctrica. Así, todos podrán estudiar. Las calles lucirán animadas porque hay tiendas, farmacias y restaurantes. Y todos viviremos felices poblando las llanuras, las quebradas, las faldas de los cerros, sin tener que emigrar ni dejar jamás nuestros pueblos.
– Y ahora tú, Olindacha, ¿qué serás pronto?
– ¡Sí, dinos Olinda!, ¿qué serás? Eres la niña más inteligente, con notas de excelencia y la mejor del colegio. ¿Qué serás entonces?
 
9. Alegría
sana
 
– ¡Sí, la niña maravilla! Seguro serás médico, abogado, economista, empresaria. ¡Dinos!, ¿qué serás?
– ¡Maestra de escuela.
– ¿Qué? ¿Maestra?
– ¡Sí! ¡Claro! ¡Maestra! Porque: ¿de qué vale tanta riqueza de ganado, de granjas, de agricultura, de producción minera, pesquera, artesanal, si no hay valores, principios ni virtudes? ¿De qué vale tanta electricidad si no orientamos nuestra vida por el bien, la verdad y la belleza? ¿De qué vale tanto dinero sino somos solidarios, fraternos, personas que se conduelen de los demás? ¡No valdría de nada! ¿De qué vale si no cultivamos lo que es ser verdaderos seres humanos?
– ¡Sí, oye, tiene razón!
– Sin maestros que enseñen a los niños a adoptar la lectura como una práctica permanente para sus vidas, ¿qué sentido tiene? Si no hay identificación con nuestro pueblo, ¿de qué vale todo? Por eso, yo seré maestra para integrar la escuela con la comunidad. Y la comunidad al país, enseñando a los niños a arborizar los campos, a limpiar los caminos, a reconocer lo que somos y valemos.
 
10. Esa
es la idea
 
– Y en verdad esa es la verdadera labor de un maestro.
– Para que todo sea límpido y sincero. Y eso atraiga el turismo, haciendo que nuestras fiestas sean de alegría sana. Que nuestra música, danzas y lo que cocinan nuestras madres se aprecie. Que nuestro pueblo sea amable, gentil y bello. Que tengamos servicios higiénicos dignos y sepamos usarlos. Que se aprecien los tejados, los balcones, los huertos. Que seamos laboriosos, honrados y atentos. Y pasaré diciendo: José: ¡pintemos nuestras casas, pongamos lindos nuestros balcones, que luzcan nuestras puertas! María: pongamos maceteros en las ventanas. ¡Limpiemos las acequias y albañales.
– ¡Olinda! ¡Olinda de mi corazón, qué inteligente eres!
– ¡Eso es, Olindacha! ¡Bravo! Solo con la pena que ya no podré matricularme en tu aula!
– Para eso tendrías que volver a ser niño. O ¿tú que dices Olindacha?
– Que Manuel ya no podrá ser mi alumno. Pero de lo que sí se trata es de volver a ser niños. Ese es el verdadero ideal de una sociedad que anhela lo mejor para sí misma: tener las virtudes que tienen los niños.
 
 
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