jueves, 21 de mayo de 2015

“EL MARTIRIO DE MONSEÑOR ROMERO” - POR CARLOS RODOLFO ASCENCIO BARILLAS, DIRECTOR DE RELACIONES INTERNACIONALES DE ASOLAPO

 
“EL MARTIRIO DE MONSEÑOR ROMERO”

(Monseñor Oscar Arnulfo Romero, San Romero de América)

Carlos Rodolfo Ascencio Barillas

21-5-2015

l

Con odio en las entrañas
de sicarios y marañas
pensando contemplaba un día inesperado,
oficiando una misa yacía
en el sacrosanto altar,
escuché gritar,
una monja, estremecer
por la bala asesina
a nuestro monseñor perecer
un 24 de Marzo de 1980.

2

¿Quién mandó a matar a nuestro gran pastor?
¿Quién escuchó la voz del trueno?
¿Por qué se estremeció la oligarquía?
¿Quién derribó las puertas del cielo?
¿Quién dará de beber a las multitudes?
¿Quién dará agua fresca del manantial?
¿Quién derramó la sangre inocente?
¿Quién manchó la luz del Universo?
¿Quién disparó el arma homicida?
¿Por qué la verdad no impartió su justicia?
¿Quién detendrá la furia oprobiosa de sus verdugos?
¿Quién escuchará la voz de los sin voz?

3

No, los que asesinaron a nuestro monseñor
fueron los escuadrones de la muerte
dirigidos por los que se escondían detrás del poder,
porque sabemos que odian la igualdad entre los hombres
en una sociedad tan injusta como la nuestra.
Mi monseñor Romero.
él tenía que venir a  pagar todos los pecados
y a glorificar a los martirizados
por sus propios asesinos
estudiantes, sacerdotes y campesinos;
de nuestra tierra El Salvador.

4

Monseñor  Romero vive
en el recuerdo eterno
del pueblo Salvadoreño,
para dar agua a la sedienta patria,
para dar pan al menesteroso,
para dar esperanza a los abandonados,
él con su muerte nos eximió de culpa
y nos convirtió en hermanos
y predicó con su ejemplo
llevando su palabra por todas partes
y algunos no lo entendieron
y sólo su martirio nos liberó
de la triste memoria histórica
de nuestro sufrido El Salvador.

5

Mártir y redentor,
porque siempre vivirás en las luchas del pueblo
porque has resucitado en el alma de los salvadoreños,
su excelencia;
proféticamente tuvo que soportar el paso asesino de la bala
en la luz de los altares,
su amor y su muerte se unieron en uno solo
en una tierra ensangrentada por el odio y la codicia
un pueblo que él amaba mucho
llamado el pulgarcito de América.

6

¿Dónde estará la sonrisa de monseñor,
y la firme convicción de sus ideales?

¿Dónde estará el aliento de su voz,
y la última gran homilía, del domingo
Veintitrés de marzo de 1980;

¿Qué pueblo vino a merecer su martirio,
si hasta sus propios verdugos fueron perdonados.

7

Marzo anocheció embravecido,
dando alaridos de espanto,
cegando la sangre con llanto
en la cruz de los altares
con angustias y pesares
que profana la fatídica bala
de sus acérrimos asesinos
dejado el cuerpo de Cristo
resucitado en el alma viva
de nuestro monseñor
martirizado.

8

Fueron los sicarios siniestros
ocultos en  claro oscuro de la noche,
llegando hasta el sacrosanto altar,
dejando en su pestilente mirada
el horror del abominable crimen
mezclando con su sangre
el vino consagrado
de nuestro gran monseñor,
mártir y redentor
vencedor de tres días
en el pueblo ha resucitado.