viernes, 17 de abril de 2015

VALLEJO Y SU GÓLGOTA EN LA TORRE DE EIFFEL - POR EDMUNDO TORREJÓN JURADO (BOLIVIA)

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VALLEJO Y SU GOLGOTA EN LA TORRE DE EIFFEL

Edmundo Torrejón Jurado (*)

Jamás la tristeza tuvo tanta autoridad como en el albur de César Abraham Vallejo Mendoza.

Era el París imperecedero – entonces con su  Sena glacial  – transcurría cauteloso un Viernes Santo del 15 de abril de 1938.

El poeta mayor de vida y obra – excelso y enaltecido, desdeñado y renunciado – bebía con cerrazones su transito al infinito.

Los Campos Elíseos,  difuminaban un dueto de historias revividas, en coronas de espinas, alcayatas y vinagres, con aquel otro rapsoda incomprendido  y asceta, el de la Galilea esotérica: ¡Eloi, Eloi!... ¿Lama Sabactani? … ¡Dios mío, Dios mío!... ¿por qué me has abandonado?

Habían transcurrido 46 años de Vía Dolorosa.

Tal senda lacerada, se había iniciado un 16 de marzo de 1892 en un villorrio – entonces –  denominado Santiago de Chuco, en una zona alta de la región de La Libertad, en el Perú milenario, el de blasones circunspectos.

Su ilustre estirpe mestiza: Provenía de Francisco Vallejo y de María de los Santos Mendoza. En los manantiales de casta: Originariamente, de abuelas indias y de abuelos galaicos.

El hombre de reliquias de léxicos, para arribar a su Gólgota, ¡ay, Viernes Santo de llantos!, en esa  torre de Eiffel, fue tallando su cruz, caída tras caída, quimera tras quimera, lucha tras lucha, con los buriles del dolor y de la injusticia, tanto en lo personal como a nivel de lo humano ecuménico.

Su sayal deshilachado: Producto de si mismo, de su raza, de su ambiente y de su propia tragedia.

Penuria existencial y social al son de poemas siderales y superlativos.

El entorno familiar – aún infante – lo induce vehemente al claustro sacerdotal. Referencias investigativas señalan su aceptación primigenia. En adolescentes senderos, su bienestar a la vera de los púlpitos y los Evangelios, es evidente.

Este acontecer quien sabe justifique la existencia de abundantes rastros religiosos y bíblicos en sus primeros poemas.

Enuncia Vallejo:

 “Haber nacido para vivir de nuestra muerte”

En otro fundamenta:

                   “Pero dadme por favor un pan para sentarme”

Quien sabe signifique también, la súplica de un refugio ante la borrasca cotidiana que ya se pergeñaba en su sino.

La verdadera enajenación es pues la muerte diaria, cotidiana, o, lo que es igual, la vida a medias o nunca apaciblemente vivida.

Desde su mocedad él vive de sus hambres y sus desamparos.

En 1910, pretende la Facultad de Letras en la Universidad Nacional de Trujillo. Ingresa como alumno aventajado, pero su condición económica de escasísimos recursos le impiden continuar.

Pero no es solo la miseria personal la que sustenta y guarnece su sino, es también la social. En busca del peculio para retornar a su formación académica, entre 1910 y 1911, labora en las minas de Quiruvilca y en una hacienda azucarera en el valle de Chicama. En ambas experiencias se enfrenta con la  inhumana realidad  del minero desahuciado,  desde el primer día de metales y la explotación inmisericorde de los peones indios, desamparados en su extenuación de vida.

Sus testimonios posteriores – lacerantes apelaciones y  alegatos encendidos – se transmigrarán en magna tribuna de acusaciones y de reproches: En su novela “El Tungsteno”  y en  los valiosos versos  de su poemario  “Trilce”.

La sinrazón elucubrada y su rechazo vehemente al cotidiano, beber la sangre del hombre por el hombre,  para edificar una riqueza no universal, será savia que perdurará sempiterna en sus fueros intrínsecos: Sensibles, rebeldes e inteligentes. 

En su eterno ritual del dolor y el desencuentro existencial, no podía faltar el Getzemaní del amor contrariado:

En 1917 cruza su senda “Mirtho” (Zoila Rosa Cuadra)... ¡De pronto es la exaltación del espíritu, la infinitud de quimeras y los sentidos magnos!... Dura lo que dura la obertura de una aurora.

Al parecer Vallejo intenta cercenarse la vida a causa del desengaño.

En 1918, la maga inspiradora de varias de las trovas de su prodigioso poemario “Trilce”, Otilia Villanueva – una candorosa adolescente  de 15 años de edad – le obsequia otra tormentosa relación afectiva, y, además – como corolario de  ésta – le ocasiona la pérdida de su puesto de  docente, tan difícilmente conseguido luego de asaz intentos infructuosos anteriores.  

Morir de vida lánguida y no solo de tiempo. Los designios  siembran en el devenir de Vallejo  giroscopios sorprendentes  e insospechados: ¡De pronto la injusticia aflora, hiriendo a sus huertos y jardines!

                   “Oh las cuatro paredes de la celda

                      Ah las cuatro paredes albicantes

                      que sin remedio dan al mismo número”

En mayo de 1920, al poco tiempo de uno de sus tantos retornos a Santiago de Chuco, se suscita un incendio y posterior atraco en una mansión de una familia acaudalada de mercaderes. El poeta acusado injusta e inicuamente  de participar y alentar tales hechos, es preso  y encarcelado en una prisión de Trujillo. Permanece allí desde noviembre de de 1920 hasta febrero de 1921.

¡El desolar artero! El flagelar inicuo para un espíritu puro.

Profeta de lamentos y mensajes sumos, los causes originarios, primigenios, de sus manantiales literarios, fueron recibidos por páramos y riscos.

         “El libro (se refiere a “Trilce” -1925) ha nacido en el mayor

         vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad

         de su estética”

Escribe Vallejo a Antenor Orrego, su prologuista.

En esos asertos – sin embargo – se percibe ya el estandarte irrebatible de la formidable fe en sí mismo, que enarboló el vate en todas sus batallas, ¡y que no fueron pocas! 

La Lima elitista y feudal – la del rancio abolengo – de los años 20, luego de lograda su excarcelación en Trujillo, recibe gélida y esquiva al poeta. En ocasiones, mucho más agresiva: ¡Ignorando su inconmensurable valor literario!

Para academistas inflexibles, déspotas del romanticismo en boga:

¡Cuán difícil asimilar al Vallejo creador nato, a su poesía innovadora y al léxico casi arbitrario  con el que se expresa!

¡Cuán difícil les resulta aquilatar  a ese hombre de testa pétrea y de tristeza india abriendo surcos a un nuevo arte literario en amparo de lo insoslayablemente humano!

Huérfano absoluto (pierde a su madre en 1918), se embarca  en el paquebote Oroya, en junio de 1923, rumbo al Viejo Mundo, arriba a París a mediados de julio, con 500 soles en las magras alforjas.

El París de Juan Larrea, Vicente Huidobro,  Pablo Neruda, Tristán Tzara, Pablo Picasso, le abre sus cobijos espirituales y fraternales.

No así el Arco del Triunfo de la Bolsa de Valores.

¡Cuántas noches tiene que pernoctar a la intemperie!

Sin embargo:

¡La intelectualidad descubre en el peruano adusto, un manantial innovador!

¡Antes que el Dadaísmo de Bretón, Marc Ernest, Dalí, Eluard y otros grandes, iniciara la búsqueda  de lo que yo denomino “el otro lado de la palabra, la música o la imagen” Vallejo lo había hecho.

A su vez, La Bastilla, Notre Dame, Las Tullerías, El Panteón,   le brindan al vate latinoamericano una perspectiva universal.

El mundo marcha, para entonces, hacia metas de cambio irrefrenables  – utópica o reales – y Vallejo se compromete decididamente con ellas.

Visita la Unión Soviética – la del Kremlin Rojo – en varias oportunidades.

El dolor personal lo proyecta hacia el padecimiento social y apuesta por una solución integral.

                   ¡Amado sea aquel que tiene chinches,

                  el que lleva zapato roto bajo la lluvia,

                  el que vela el cadáver de un pan con cerillas…!

Tal vez sea importante  precisar: Para el bardo, esta filosofía de la desposeción tiene un carácter social y político muy concreto: Rescatar a los marginados para edificar un mundo nuevo.

                   El que no tiene cumpleaños,

                   el que perdió su sombra en un incendio.

Aunados y sumados los menesterosos y desamparados serán pabellones de un verdadero cambio de la historia.

Ingresa al Partido Comunista Español. Su reportaje “Rusia en 1931” se difunde con éxito notable.

Tildado de socialista es obligado a abandonar Francia en 1930.

Se refugia en España.

Lo recibe un Madrid esperanzado y anhelante, en circunstancias de proclamar  la Segunda República y con él: Rafael Alberti, Federico García Lorca, Gerardo Diego, Miguel de Unamuno.

Se incorpora con energía al “Comité Iberoamericano para la Defensa de la República Española”

En 1932 – beneficiado con un armisticio – retorna a París. Se repiten los mismos  acontecimientos de su primer arribo  a esa metrópoli. Peregrina de pensión en pensión y de hotel en hotel, ornado por unos bolsillos miserables.

Tal fatigosa situación mejora trabajando como articulista en distintos medios de comunicación y cultura, tanto europeos como sudamericanos. Pero su creación literaria disminuye acentuadamente debido a esta labor insustancial del “pane lucrando”.

El Vallejo que – desde su primer libro – parecía que vivía y no vivía en este orbe – va apostando por abandonar todo vínculo con éste.

Se avecina implacable su “última cena”.

Estalla la Guerra Civil Española.

El poeta siente la agresión del oscurantismo como una mutilación proyectada hacia la historia de la humanidad.
Niños del mundo,

si cae España – digo, es un decir –

si cae...

Niños del mundo, está

la Madre España con su vientre a cuestas;

está nuestra maestra con sus férulas…

Con vehemencia extrema se  esfuerza en todo comité y organización que enarbole  la salvaguardia de la República Española. Organiza con otros intelectuales de alto nivel el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas.

Visita el frente de lucha de Madrid.

El resultado de la ignominia-ensayo – organizada desde el corazón de los futuros contendientes de la segunda conflagración  mundial – es por todos conocido.

¿Será el de Vallejo, un magnicidio más, perpetrado al espíritu y el intelecto - de los tantos quebrantamientos -  cometidos por la barbarie franquista?

 A poco de  un Viernes Santo, Louis Aragón homenajea sus exequias en un París que llora al vate con un cielo gris con llovizna.

Muchos años más tarde – cumpliendo los deseos en vida del trovador de la tristeza y la angustia –  se trasladan sus restos al cementerio de Montparnase.

Enuncia  su epitafio:

                   Ha nevado  tanto para que duermas

Salvado algún tiempo del tránsito de César Abraham Vallejo Mendoza, su última compañera Georgette Philipart – a quien una gitana  le había presagiado: “un hombre feo pero luminoso ha cruzado el mar y tu serás  su sostén amoroso” – hace  su razón de vivir:  El difundir  la obra literaria del peruano sumo, mayúsculo, infinito.

Tal afán cobrará una repercusión inusitada.

Al asimilar sus estrofas, generación tras generación es cautivada por su pericia y creatividad suma. Lo mismo que por  el manejo del lenguaje en ocasiones tan distante de normas preestablecidas.

El importante crítico Thomas Merton sostiene: “Vallejo es el más grande poeta universal después de Dante”

Muy pocos poetas latinoamericanos han sido favorecidos por tantos estudios críticos y analíticos de su obra.

Su deambular literario por los senderos del modernismo, vanguardismo y etapa revolucionaria, enriquece múltiples textos de erudición exclusiva.

Cátedras en diversas universidades, convocan al conocimiento y valoración exclusiva de sus escritos

Al final del balance, su vida, que estuvo rodeada de oscuras premoniciones, a través del sudario de sus poemas: ¡Venció irrebatiblemente a la muerte!

César Abraham Vallejo Mendoza, no retorna nunca más al Perú, auque se siente siempre asediado por la nostalgia de su patria lejana.

En dos oportunidades devuelve los pasajes que lo restituirían al solar de sus ancestros.

Pero, lo que jamás devolverá, son los boletos de su superstición indígena, de su identidad mestiza y de su peruanidad  indefectible.

El profeta magno de la marginalidad.

El condotiero  gris de la tristeza infinita.

El iluminado del enunciado bíblico.

El prestigitador de la palabra, que aúna en su lenguaje penetrante: Religión e historia; revolución y revelación, desde su Gólgota-Eiffel, nos susurra ataviado con su traje de lágrima – imperecedero en el orbe – : 

                   Madre, me voy mañana a Santiago,

                   a mojarme en tu bendición y en tu llanto.

                   Acomodando estoy mis desengaños y el rosado

                   de llaga de mis falsos trajines.

Y agrega:

                   Padre polvo que vas al futuro,

Dios te salve, te guíe y te de alas,         

Padre polvo que vas al futuro.

Y en todo Viernes Santo, a la vera del Sena, para  eternas memorias, convocará un Grial de pueblo y de injusticias, consagrando un legado que porte al desheredado hacia un mundo mas justo:              

Hombre, en verdad te digo que eres el Hijo Eterno

                
                               Xanadú de San Isidro, primavera de 2010
 

(*) Fue Presidente de La Sociedad de Escritores de Bolivia (SODESBO)

         Es Secretario de Relaciones Internacionales de SODESBO

         Gran Prix Solenzara de Poesía 2011 – correspondiente a la Sorbona de París.

Su obra poética ha sido traducida al Inglés, Francés, Italiano, Polaco, Árabe.

Invitado a dictar conferencias y presentar sus textos en América, Medio Oriente y Europa.
 
Edmundo Torrejón Jurado en Santiago de Chuco - Casa de César Vallejo