viernes, 13 de marzo de 2015

MARIPOSILLAS - POR FRANSILES GALLARDO (MAGDALENA, CAJAMARCA)




MARIPOSILLAS

Fransiles Gallardo


La noticia desató la ira del Murciélago. De cinco balazos habían matado a su hermano.
 
¡Suban a la camioneta, carajo! gritó fuera de sí y cinco de sus guardaespaldas, armados con fusiles AKM y pistolas de varios calibres, saltaron sobre la tolva de la camioneta del año, doble cabina y lunas polarizadas.

Doblaron por la Plaza de Armas, enrumbaron contra el tráfico por el costado del colegio 412, parándose a cuadra y media más allá.

Disparando en todas direcciones, ingresaron a PK2, la discoteca bar del momento, en donde las meseras hacían servicio de todo tipo.

El Tigrillo, hermano menor del Murciélago, había estado con su gente, tomando, bailando, coqueándose y teniendo sexo con las chicas de la disco, desde las ocho de la noche.

A las once llegó un grupo de colochos y trajo a su mesa a Sussy, «la mariposilla de la noche» más requerida del local.

Allí comenzó el lío y la lucha de poderes.

Tigrillo sacó su arma y disparó. Cinco balazos, acabaron con su vida.

Los parroquianos se tiraron al suelo y las meseras, entre gritos, se refugiaron en sus cuartos.

Pateando la puerta, Murciélago y su gente ingresó al local. Vio a los parroquianos tirados en el piso y gritó:

¡Lárguense, perros de mierda!. Aterrorizados, nadie se movió.

¡Son hombres o maricas, carajo! volvió a gritar, con ira desatada en su voz. ¡Apúrense que no tengo tiempo!

Sabían de todo lo que era capaz Murciélago.

¡Corran por sus vidas, malparidos de mierda! ¡Uno…dos… tres! ¡Disparen…!

Ráfagas de metralleta, disparos de fusiles de largo alcance y de pistolas, llenaron de muerte a las veredas y calles colindantes.

Nadie sabe cuántos murieron esa noche, ni cuántos de puro milagro «y porque Dios es grande» se salvaron.

Reunió a las chicas, incluida a Karlynda, la mami del puti club y las hizo subir en dos combis, de vuelta a la ciudad.

¡Será una fiesta inolvidable! ordenó, sin esperar réplica alguna.

Contentas y entusiasmadas, «las chicas» se acomodaron como pudieron. No era la primera vez que asistían a las recordadas fiestas de don Murciélago.

Ya conocían cómo eran esas celebraciones, en especial cuando eran ocasiones importantes; y esta era una de ellas: mucha coca, mucho trago, muchos dólares por su poco tiempo y su menor esfuerzo.

Murciélago les tenía reservada otra fiesta.

Las llevó hasta el puente de Tocache y las formó en fila. Con su mini uzi, una a una las asesinó disparándoles a la cabeza. Chillaban, gritaban, querían correr, escapar; pero el terror las paralizaba.

Los guardaespaldas las arrojaban al río.

Eran siete indocumentadas, entre catorce y veintiún años.

Nadie reclamó sus jóvenes cuerpos, nadie protestó, nadie dijo nada.

De las barrosas aguas del Wallaga emergían sus jóvenes anatomías, aguas abajo, flotando.
Lobos de río, pirañas y gallinazos, de a pocos, las iban devorando.

De: Puka Yaku, Río de Sangre


Puente sobre el río Tocache