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EMILIO SÁNCHEZ LIHÓN
JULIO YOVERA BALLONA
JUEVES 19 DE MARZO,
6.30 PM. CASA MUSEO
CÉSAR VALLEJO YNFANTES
JR. 28 DE JULIO 307. MAGDALENA
DEL MAR. LIMA, PERÚ.
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3 DE MARZO
DÍA MUNDIAL
DE LA
NATURALEZA
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
UN LINDO
Y VALIENTE
PATITO
Danilo
Sánchez Lihón
1.
Un
pichoncito
– Crac, crac.
Se iban rompiendo los
cascarones del nido que empollaba la gallina Dorotea.
Y luego fueron apareciendo
unos finos piquitos por las cáscaras apenas trizadas que los envolvían:
– ¡Pío! ¡Pío! ¡Pío!
Y así fueron mostrándose a
la luz del sol unos pollitos amarillos y otros negros que pronto empezaron a
corretear picoteando las pajas aledañas.
Pero el huevo que Emilio
había puesto al final ¡se demoraba tanto en romper!
La gallina ya no podía
tener en orden a los pollitos que habían nacido primero y que hacían mil
travesuras en torno al nido.
Hasta que ¡por fin!, se
abrió el huevo tardío.
Y salió de él un pichoncito
bonito que Emilio y sus hermanos recibieron con alegría y aplausos y que solo
de verlo le pusieron de nombre:
– ¡Cuasimodo!
2.
Los sucesos
de
aquel día
Lo primero que hizo la
gallina Dorotea que los había empollado fue salir oronda con todas sus crías a
dar un paseo triunfal por todo el corral.
¡Era bello verlos desfilar
como si marcharan el día de la Fiesta Nacional!
Todo andaba bien, pero
Cuasimodo vio una mañana el agua transparente de la poza y quiso aventurarse a
nadar.
– ¡No! ¡No!
Lo atajó a picotazos su
madre desesperada de que se pudiera ahogar, sacudiendo las alas mojadas por el
agua hasta la cual había entrado. Y luego echándose aire con su abanico para
calmarse del susto.
– ¿Qué pasa, mamá?
–Preguntó confundido Cuasimodo.
– ¡Los pollitos no nadan,
hijo! –Le decía aún pálida y temblando por el susto.
– ¿Por qué? –Preguntó aquel
día.
– Porque así es. No sabemos
flotar y nos ahogamos.
Pronto pasaron los sucesos
de aquel día. ¡Pero dale al pollito de gustarle el agua!
3.
Este hijo
era
diferente
En los días siguientes la
gallina buscaba gusanitos para la comida.
Todos sus demás hijitos los
devoraban golosos y apurados, menos Cuasimodo que solo quería cáscaras de
verduras y trozos de granos de maíz.
– ¡Qué raro este hijo!
–Decía la gallina. –Y ahora, ¿qué hago?
Se apenó de ese modo la
mamá.
Y fue a consultarle al
señor pavo, quien era sabio dando buenos consejos.
– No sé, comadre. No atino
a pensar nada. –Sentenció el pavo preocupado.
Y por más que lo sujetaba
para dormir entre sus alas siempre desacomodaba y terminaba despertando a sus
demás hermanos que incluso se aventuraban a corretear en la oscuridad de la
noche.
Definitivamente, no era
como los otros. Este hijo era diferente.
Era duro de alas. Y perdía
el aire cuando lo acomodaba debajo de su cuerpo.
Tampoco podía prenderse a
un palito para dormir, sino que siempre descansaba en el suelo.
4.
Hasta
que
un día
O se iba triste y
desconsolado a un rincón.
Lo empujaban y daban de
picotazos las gallinas. Y casi siempre resultaba fuera y expulsado del corral
de las gallinas.
Y Dorotea también andaba
apenada. Ella lo sentía mucho más.
Sus hermanos tenían
dificultades con él. Resultaban dándose de empujones y hasta peleando.
La madre entonces empezó a
dedicarle a él un cariño especial.
– ¡Es el preferido!
–Decían. Y eso causaba más enojo todavía.
– ¡A él le dedica toda su
atención!
– Hace las cosas mal, ¡y
encima lo consienten!
– Yo quiero ser como
ustedes, pero soy diferente. –Les dice un día en que estaban comentando y no se
dieron cuenta que él allí los estaba oyendo.
– ¡Lárgate de aquí! ¡No
queremos verte! –Vociferó uno de ellos y él salió, para que no vieran sus
lágrimas.
Hasta que un día uno de sus
hermanitos cayó a la poza.
5.
Felizmente
revivió
Cuasimodo no estaba cerca,
se hallaba explorando un túnel en el albañal.
– ¡Se ahoga! ¡Se ahoga!
–Gritaban desesperados.
– ¡Auxilio! ¡Alguien que lo
salve!
– ¡Bruno se ahoga! –Era el
chillido general.
Cuasimodo sintiendo una
punzada en el corazón casi voló por el apuro a ras del suelo y se enterró de
pico en la poza, cuan honda era.
Llegó hasta el cuerpo
desfalleciente de su hermano y lo pudo coger con su pico, sus alas y sus patas.
Su hermanito estaba exánime
pero aún palpitaba.
Y empujando lo más que
podía primero lo sacó a flote casi ahogándose él mismo.
Y nadando veloz como pudo
lo arrastró a la orilla
Y allí su madre y otras
aves le dieron a Bruno los primeros auxilios.
Y felizmente revivió hasta
decir de nuevo:
– ¡Pío! ¡Pío!
6.
Mirando
maravillada
Cuasimodo se había quedado
en la laguna, pasmado. ¡Y no se hundía!
– ¡Plaf!, ¡plaf!, ¡plaf!
–Sacudió las alas de alegría cuando su hermano volvió a la vida.
Entonces tomó confianza y
empezó a nadar suave y parejo dando vueltas en el espejo del agua.
Pero nadie le hizo caso.
Hasta el siguiente día en
que de nuevo se aventuró a la laguna.
Y tanta fue su emoción que
luego de un rato llamaba con júbilo a su madre:
– ¡Mamá! ¡Mamá!
Dorotea corrió desesperada
y entró aleteando con riesgo de ahogarse en la poza creyendo que el hijo que
había salvado a su hermano se hallaba en peligro.
Pero pronto se quedó
mirando maravillada desde la orilla.
7.
De la chimenea
al
tejado
– ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Sé nadar!
¡Mira! ¡Sé nadar! ¡Yo no me ahogo! ¡Sé nadar!
La mamá veía cómo Cuasimodo
nadaba feliz, seguro y ufano.
A Dorotea las lágrimas le
salían de los ojos y le resbalaban por sus mejillas.
El loro que estaba enfrente
aplaudía con sus dos alas.
Allí fue cuando el pavo se
acercó emocionado y abrazándola le dijo:
– Tienes suerte Dorotea.
Además de seis pollitos ¡te nació un lindo y valiente patito!
Y todos los pollitos
festejaron al hermano que era distinto y sabía nadar.
Y así vivieron felices y
contentos.
Y este ya es un cuento contado
desde la chimenea al tejado.
Del tejado, al corredor y al pozo.
Y lo cuenta bien un niño o
un oso.
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El texto anterior puede ser
reproducido, publicado y difundido
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