viernes, 23 de enero de 2015

LAS RÁICES DEL PODER DE UNA MINORÍA - POR HUGO SALINAS GONZÁLES


LAS RÁICES DEL PODER DE UNA MINORÍA  

Dr. Hugo Salinas


Oxfam[i], en su informe de enero 2015, “Riqueza: Tenerlo todo y querer más”, puntualiza lo siguiente: “En 2014, el 1% más rico poseía el 48% de la riqueza mundial, mientras que el 99% restante debía repartirse el 52%.” Esto es producto de una “imperfección del mercado”, dirán los neoliberales. Pero el asunto es más grave.

En dicho informe, Oxfam remarca que “La riqueza de las 80 personas más ricas del mundo se ha duplicado”, a tal punto que, en el 2014, el monto de la riqueza de las 80 personas más ricas del mundo igualó en riqueza al 50%  de la población mundial más pobre. ¡80 personas pesaron tanto como 3.8 mil millones de personas! ¿Cómo explicar tamaña aberración humana? ¿Y cómo entender que esta grave situación sea soportada por varios miles de años?

Oxfam corrobora lo expuesto por el profesor Thomas Piketty, en su ya célebre libro “Le capital au XXIe siècle”, y apoyado en 15 años de recolección estadística y análisis científico sobre las desigualdades socio-económicas durante los últimos tres siglos de los 20 países más poderosos del mundo. El profesor Piketty nos propone el marco conceptual que nos conduciría a la explicación de tal fenómeno. Y dice: “Los tres conceptos más importantes para el análisis del sistema capitalista son: la relación capital/ingreso nacional, la proporción del capital en el ingreso nacional, y la tasa de rendimiento del capital”[ii]. ¿Está en lo correcto?

Todas las variables que menciona el profesor Piketty son elementos del proceso de trabajo que se encuentra en la base del sistema capitalista. Y como tales solo nos pueden explicar “la estructura de la desigualdades”[iii] en el sistema capitalista, y no así el origen de la desigualdad socio-económica. ¿Y esto por qué?

Simplemente porque lo que han observado, tanto el profesor Piketty como Oxfam, es solamente uno de los dos elementos de toda actividad socio-económica: el proceso de trabajo, mediante el cual se crean riquezas. A partir de ahí es imposible ubicar el origen de las desigualdades socio-económicas. Para identificarlo es necesario tomar en consideración al segundo elemento de toda actividad socio-económica. Se trata de la “decisión socio-económica”, mediante la cual la sociedad decide cómo repartir las riquezas creadas; es decir, cómo repartir el resultado de la actividad económica.

Y la decisión socio-económica inmersa en el sistema capitalista se manifiesta a través de la Repartición Individualista. Un tipo de repartición basado en la propiedad individual que faculta  apropiarse el 100% del resultado de la actividad económica a quien maneja el acto económico. Es este mecanismo que genera el comportamiento individualista en los empresarios y en las personas; aquel que subraya Oxfam: “Tenerlo todo, y querer más”.  

Por un lado, la Repartición Individualista incentiva un deseo desmedido de concentración y acumulación de activos y de ingresos que, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, tanto en Francia como en Inglaterra y Alemania, como bien lo señala el profesor Piketty, el capital en manos privadas alcanzó la cima de 6 a 7 veces el monto del ingreso nacional en cada país. Ahora estamos de vuelta a esos picos de salvajismo. Por otro lado, y en plena complicidad con los políticos, se deja intacto el “derecho de sucesión”, de tal forma que la “herencia” pesa más que el esfuerzo personal conocido como la meritocracia. Es decir, los ricos serán siempre ricos, y los pobres siempre pobres.

Este mecanismo de la Repartición Individualista hace del dinero un Dios, y a las personas sus servidores. Este mecanismo, en la base del sistema capitalista como su segundo elemento, impulsa la perversión de la sociedad. Los valores de trabajo, hermandad, honestidad, verdad…, son dejados de lado para buscar el dinero fácil, la especulación, la corrupción, el asesinato, los negocios ilícitos, la elección de cargos políticos para luego servirse del cargo, etc. Estos son los nuevos valores de la sociedad capitalista. Ya no vales por lo que sabes sino por lo que tienes.

Ante tanta aberración humana tenemos que hacer algo, en conjunto, en sociedad. No podemos seguir siendo los “convidados de piedra”, la “última rueda del coche”, y permitir que muy pocas personas se apropien la casi totalidad del esfuerzo de todo un pueblo, presente y pasado.

Lima, sjl, 23 de enero del 2015