jueves, 25 de diciembre de 2014

MUCHOS ABRAZOS POR NAVIDAD Y AÑO NUEVO - ALFONSINA BARRIONUEVO


EL VIENTO NIÑO
 
Alfonsina Barrionuevo

Hay un viento niño gentil que juega en las playas de los ríos y fabrica sus ollitas de arena. Es un tirabuzón de viento que abre huecos diminutos con una precisión matemática. Aprendí a distinguirlo en Huaro, cuando estuve viviendo por un tiempo con mi abuela. Aprendí a descubrirlo con una niña de comunidad que fue mi amiga en los años de la infancia. Había tardes en que se presentaban tres o cuatro. Desde entonces tuve cuidado al caminar por allí. A quien rompe sus ollitas el mankap’aki, que así se llama, lo castiga y lo hace caer.  

Los vientos son una familia muy grande desde Hatun Wayra, el viento viejo o viento mayor, que pasa el tiempo durmiendo. Despierta malhumorado en agosto y como avanza gruñendo derriba árboles, hace volar casas y se lleva las ropas de los tendederos. Se dice que tiene sed y para aplacarlo se le hace pequeñas ofrendas. hojas de coca, naranjas y flores, asperjando el aire con gotas de chicha para que beba.

Hay un viento mujer que camina entre los maizales y cuando encuentra  hombres en su camino les llena la cara de granos porque es fea  y piensa que nadie la quiere.

Hay un viento varón que corre por las orilla de los ríos volteando las piedrecillas o cantos rodados.

A todos ellos los puedo ver. Es fácil observarlos en el campo y mejor cuando se tiene la compañía de una niña conocedora del paisaje como tuve la suerte de tenerla en mi infancia para llenar mi soledad con sus hermosos relatos.
 
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Notas del libro “Hablando con los Apus”.



NOCHEBUENA EN EL ANDE

“Niño Manuelito toma mi ovejita
y con su lanita ponchito te haré.
Niño Manuelito toma mi ovejita
y con su lanita polkitos te haré”.

Para millones de habitantes de nuestro planeta la Navidad es la fiesta más candorosa del año. El consumismo, la globalización y otras causas deplorables, han ido recortando sus alas. En el Perú debemos recuperar la ternura que inspira el pequeño Jesús. Fue lo único amable del arribo de Pizarro y generó arte, imaginación, amor y sueños. Tierra adentro la Nochebuena acerca todavía los corazones. Aún se amarran con entusiasmo los belenes, la gente asiste con fervor a la Misa de Gallo, hay villancicos cada cual más dulce, bellas danzas tradicionales y cenas familiares con una hermosa carga filial.     

En el Perú, el Virrreinato de la Nueva Castilla, los festejos de la Pascua Navideña  tomaron impulso a medida que se edificaban las iglesias y llegaban las efigies del recién nacido para presidir los pesebres, portales o  belenes. Estos se amarraban con ramas de algarrobo, huarango, cedro, arrayán,  hojas de plátano y gramalote, de acuerdo a las regiones; y en el piso musgos, achupallas, maíces y trigos recién brotados.

Se ignora la fecha en que se compuso el primer villancico con sabor peruano, como la rendida, conmovida y deslumbrada aceptación de un ícono que es adorable porque se trata de un párvulo que sólo reclama amor. Así los Andes se impregnaron con el aroma a santidad que se desprende del Misterio Biíblico dándole una expresión  propia.  

Los catequizadores o doctrineros, según afirma el musicólogo cusqueño Policarpo Caballero, aprovecharon la música y los cantos sacros del antiguo  Perú y también aquellos conque se recibía a las criaturas, modificando sutilmente la letra para aplicarlos al advenimiento del divino infante. Ocurre en el Hanaq Pacha que al parecer fue un Himno al Padre Sol convertido en villancico en 1631 por el canónigo Juan Pérez Bocanegra en el Cusco, o el hallallunch o hallalloch, tonada navideña del chimo o chimu, también adaptada y recopilada por encargo del prelado de Trujillo, don Baltazar Jaime Martínez de Compañón y Bujanda en 1777.       

Un Concilio reunido por Santo Toribio de Mogrovejo a fines del siglo XVI, señalando como fiestas de guardar la Navidad y la Epifania, dio lugar a la creación de coros de niños, cantorcillos o seises, tiples de voz blanca al estilo de la Catedral de Sevilla. Algunos tan famosos como el que tuvo Juli, la Roma Aimara, de cuatrocientos niños, para ensalzar a Dios con cantos gregorianos.

La ola mística que dio lugar en el Perú líneas de imaginería, pintura y talla sagrada, se manifiesta también a través de las albas, alabanzas, aguinaldos o gozos, conque se conoce a los villancicos en diversas partes del país. En cada lugar hay portales y belenes renombrados ante los cuales se canta y se baila y donde se reproducen con ingenio pasajes del Viejo Testamento y también del Nuevo como la Adoración de los pastores, de los Reyes Magos y otros.   


En el Cusco, se da la versión peruana del Niño de Judea cuando los imagineros de sangre imperial "lo hacen nacer" en sus manos con maguey y pasta dando lugar a una Escuela de Imaginería del Niño Dios. Es la ciudad donde existe la mayor población de niños sacros en casas, iglesias, monasterios y conventos. La única en el Perú también donde se establece la feria del Santurantikuy,  o mercado de santos.

Los preparativos arrancaban del 22 de noviembre, día de Santa Cecilia, con ensayos de coros y danzas y había en el barrio de San Blas una representación de la Degollación de los Inocentes ordenada por el tetrarca Herodes.

El aporte de los harawiku  o músicos y de los harawiq o poetas qechwas del Tawantinsuyu es importante y se mantiene más o menos vigente merced a músicos como Ricardo Castro Pinto, organista de la Catedral y varias iglesias, virtuoso ejecutante del panpapiano o pianito de panpa. Castro recibió una herencia mística de su propio abuelo, que fue músico del viejo cantor Damián Rosas, de don Mateo Sinchi Roqa, panpapianista con sangre imperial de San Sebastián, de Cosme Lecuona y del violinista Chapaco de Mamara.   
"Villivilliskaschay
flor de clavelina,
claveles y rosas
para el Niño lindo."
"Kay waqcha portalchus,
Belenllaqtapiqa,
kamasqan karkan
kay kusi lirpuypaq."

"A la choza triste/baja en Belén/ el que es enviado por el cielo/ 
para reflejar como un espejo/ al mundo su alegría."   
   
En la Ciudad de los Reyes se recibía el 24 con alborozo, repique de campanas, gorjeo de pitos y crujido de matracas, misa de Gallo y luego cena con empanadas, yemas, bizcochuelos y los clásicos orincitos del Niño -chicha de maní-, para acabar el 6 de enero, fiesta de la Epifanía.

La zalamería propia de los limeños discurría en poéticas coplas.
"Manojito de rosas y alhelíes,
dime en qué piensas
que te sonríes."       

En Lambayeque el Niño era llevado de casa en casa para terminar en la iglesia donde era recibido con mucha ceremonia. Allí los fieles le entregaban obsequios con cantos que improvisaban.
"Calla Niño lindo
callad, no lloréis
tomad estos coquitos
para que juguéis."
"Le ofrezco a mi Niño
este vino cardenal
para que se sirva
en su divino altar."
"La más chiquitita,
la más pobrecita le
ofrece a su Niño
esta palomita".       

En Huancavelica el Niño Dios tenía madrinas y era ahijado de todas las matronas. Sus cuadrillas de pastores o waylías, similares a las waylías o azucenas de Ayacucho, y a las waylijías del valle del Mantaro, Junín, salían a bailar en su honor ricamente vestidas, al son de una banda de qena, caja o bombo, tinya y violín.
"Desde mi chacrita
he venido andando
a ver a este Niño
que se está velando."
"Manuelito lindo
qué hacéis en la cuna
la carita al sol
los pies a la luna?."   
     
Sólo en Chincha, Ica, donde se encontraba hasta mediados de siglo una importante concentración negra en el Carmen y en el Guayabo, se dan villancicos y escubilleos o zapateos con esencia morena. Hasta ellos que viven en humildes rancherías no ha llegado la Navidad consumista y llevan al Niño como ofrenda sus voces y sus contrapuntos.
"A la ru, Niñito,
a la ru, ru, ru.
A la ru, Niñito,
a la ru,ru,ru."
"Señor don José,
santo carpintero,
hágale una cuna
para este cordero."   
   
Algún día quizás alguien busque con afán los villancicos a  lo largo y ancho de nuestro vasto territorio, y recoja apenas restos de las lindas composiciones otrora frondosas, ahora en trance de desaparecer. La marea modernista de nuestro nuevo siglo sigue reemplazando con un árbol sintético y una estrella artificial al santo Niño, rubio y semita, que tomó sabiamente el color de la tierra americana para refrescar con un rocío de amor y de paz el el sufrimiento de sus viejos señoríos.       

El Perú se mantiene en una encrucijada cultural  donde se pierden cada día tradiciones que le daban una imagen inconfundible y que no les interesa a sus gobernantes. Un día lo lamentarán ante el afán que han tomado de resurgir con el desarrollo del turismo. La verdadera Navidad Peruana por desgracia es algo vivo que se va entre los dedos como la arena.  

Alfonsina Barrionuevo 
 
 
Fuente:

 http://perumundodeleyendas.blogspot.com/