martes, 16 de diciembre de 2014

16 DE DICIEMBRE: ¡DE SÚBITO, LA VIDA! - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LA CASA DONDE ENTRARON LOS LADRONES - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
 
DICIEMBRE, MES DE LAS MONTAÑAS,
DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES;
DE LOS MIGRANTES, Y DEL NACIMIENTO
DEL DIOS NIÑO EN LA NAVIDAD
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 
 
 
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
PRESENTACIÓN
DEL POEMARIO
 
MIS HUELLAS
 
DE
LIDIA VÁSQUEZ RUIZ
 
MIÉRCOLES 21 DE ENERO. 7 PM.
CASA DE LA LITERATURA PERUANA
 
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PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
 
SANGRE AMADA
EN CÉSAR VALLEJO
 
DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
VIERNES 30 DE ENERO. 7 PM.
CASA DE LA LITERATURA PERUANA
 
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16 DE DICIEMBRE
 
 
¡DE
SÚBITO,
LA VIDA!
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
LA CASA
DONDE ENTRARON
LOS LADRONES
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1.
 
Este era un vecino que molestaba en la cuadra poniendo su música a todo volumen y haciendo fiestas los fines de semana que no dejaban dormir a todo el vecindario.
No tenía la mínima consideración con los transeúntes que caminan por las veredas porque colocaba su auto pegado a la puerta de su garaje atajando el paso de las personas que transitan por la vereda así sean madres con sus niños en brazos o llevados en sus cochecillos.
Todos tenían que bajar a la calzada inclusive minusválidos que van en sus sillas de ruedas, porque todo el santo día estaba el auto pegado a la puerta. Lavaba en plena calle su vehículo dejando que el agua escurra enfrente de las casas vecinas dejando un limo pardo y reseco con la molestia general de quienes allí habitan.
Y el colmo era sacar sus bolsas de basura a la esquina del parque, y no esperar como todos que pasara el camión que recoge las bolsas, dando un espectáculo precario y deplorable. Se intentó hablarle pero respondió con improperios.
– Algún día las pagará todas, porque es la vida la que cobra mejor y corrige nuestras faltas. –Concluyó en decir uno de los señores.
 
2.
 
Un día dicha persona en el trabajo tuvo el presentimiento de que le iban a robar la casa, que hacía ya varios días se quedaba a solas.
Su mujer, como él, había empezado a trabajar a horario completo. Su hijo mayor estaba de viaje, como siempre, en provincias. Y su hija menor estudiaba hasta la noche, llegando incluso más tarde de lo que ellos llegaban.
Ese día apuró su refrigerio y fue directamente a la oficina de su jefe, pidiéndole permiso y enrumbándose a su domicilio.
– No vaya a ser que los ladrones justo este día cerca de la Navidad quieran cargar con todo lo que tenemos. –Dijo.
Introdujo la llave en la puerta y sintió un golpe adentro, como si algo cayera. Al mirar por la ventana vio cruzar dos sombras que se refugiaron huyendo hacia los cuartos interiores.
¡Era lo que tanto había estado temiendo! En el nerviosismo sólo atinó a dar dos vueltas a la chapa, asegurándose de que dejaba trancada la puerta dando unos pasos hacia atrás y ganando la calle con el corazón que le palpitaba aceleradamente.
 
3.
 
– ¡Auxilio! ¡Auxilio!
Intentó gritar, pero la voz se le quedó trabada en la garganta, emitiendo más bien un ruido doloroso y gutural. Carraspeó apurado y al fin pudo pronunciar algo inteligible:
– ¡Auxilio! ¡Por favor! ¡Ayúdenme! –Y temblándole las piernas estuvo a punto de caer, pero se cogió a un muro saliente de la pared.
Intentó nuevamente gritar, con todas las fuerzas que le permitía su nerviosismo. Y temiendo que su casa desapareciera con todo adentro, llevada por manos ajenas, le salió como un alarido:
– ¡Auxilio! ¡Auxilio!
Estaba lívido y trémulo y convulso. Felizmente alguien, desde el segundo piso de su vivienda escuchó no precisamente palabras inteligibles sino un ahogo o un resuello de impotencia, y salió a ver qué pasaba.
Al verlo en el apuro de caerse y por los gestos y ademanes que hacía, él sí alertó:
– ¡Ayuda! ¡Auxilio! ¡Corran!
De sus domicilios empezaron a salir más moradores indagando qué pasaba.
 
4.
 
En eso, saltando desde dentro de la casa por una de las ventanas, desapareció en estampida corriendo por la calle uno de los intrusos, dando vuelta por la esquina y esfumándose de sus ojos.
– ¡Ladrón! ¡Ladrones! –Se desgañitaba llamando ya no el dueño, que estaba casi desmayado, sino los vecinos que ya habían salido y que podían hacer todo el escándalo posible; y necesario para que la gente colaborara en atrapar a los malhechores que hacía varias semanas causaban estragos en ese sector con sus fechorías.
Ya envalentonado pero aún nervioso el dueño de la casa tartamudeaba:
– ¡Ladrones! ¡Ladrones!
Y eso mismo repetían los vecinos desde los balcones más próximos y distantes.
– ¡Ha escapado uno, pero hay otros adentro!
Y los vecinos repetían, agregándole algo que hacía más dramática la situación.
– ¡Es una banda completa que está armada! Pero, por fin, ¡cayeron!
 
5.
 
Hombres y mujeres se presentaron con palos, otros cogieron piedras, otros hicieron guardia en la fachada parapetados detrás del muro del jardín en prevención de los disparos que podían salir de adentro.
Otros se subieron a las azoteas y se pusieron vigilantes y decididos a destrozarles la cabeza si los que estaban dentro intentaban escapar.
– ¡Cómo hemos dejado fugar al que ha corrido! –Decía el vecino que había salido primero y que estaba eufórico. Alguien se acercó al dueño y le puso en la mano un inmenso y grueso fierro con el cual podía atravesar hasta una pared de ladrillo.
– ¡Adentro quedan varios! –Dice casi llorando–. Yo los he visto que han corrido a refugiarse. –Repite excitado y frenético.
– ¡Son varios! ¡Son varios! –Así se pasan los datos y ya hay un gentío que empieza a agitarse alrededor de la casa.
En ventanas y techos otros vecinos ya tienen armas caseras en las manos.
 
6.
 
En eso se ve trepar desde adentro y por la ventana por donde escapó el primero a otro de los forajidos. Tiene la cabeza amarrada con un trapo. Su intención es saltar, pero le llueven piedras y hasta objetos caseros, obligándolo a refugiarse otra vez en la casa.
Esta vez la euforia es inmensa. La gente delira gritando ya enardecida:
– ¡Ladrones! ¡Quieren escapar!
– ¡Uno ha escapado! ¡Otro no ha podido!
– ¡Adentro hay ladrones! ¡Vamos a cogerlos!
– ¡Tenemos que atraparlos! ¡Deben ser los que me robaron a mí también hace unos días!
– ¡Igual en mi casa!
– Si los cogemos vamos a recuperar nuestras cosas.
– ¡Pero cuidado que se nos escapen!
– ¡Sí, cuidado!
 
7.
 
Y así van llegando más y más gente de uno y otro sitio de la urbanización.
Ya es una multitud vociferante que grita, se contorsiona y se agita. Pero justo en este momento acaban de llegar tres patrulleros fuertemente armados. Pronto llegan otros vehículos con más policías armados de metralletas.
Despliegan sus autos y motocicletas a uno y otro lado de la casa despejando el área. Toman posiciones y conminan mediante un altoparlante a los ladrones que han quedado dentro:
– Tenemos rodeada la vivienda y estamos con armas de artillería. Quienes hayan ingresado a la casa que no les pertenece salgan de inmediato con las manos en alto.
Nada. No hay respuesta. El silencio es intenso, profundo y absoluto.
Siempre por el altoparlante dan el ultimátum:
– ¡Si no salen en tres minutos las personas extrañas que estén dentro de la casa, procederemos a intervenir con riesgo de sus vidas!
A los tres minutos de plazo no hay ninguna respuesta y entonces proceden a entrar por varios flancos a la vez.
 
8.
 
Con una bazuca echan abajo un muro del costado y un pelotón de policías ingresa como un rayo y agachados, mientras alguien a modo de disuasión dispara ráfagas de metralleta hacia una pared colindante.
Otros de un golpe sacan de su quicio la puerta de entrada en la parte delantera. Otros saltan desde los techos vecinos al patio interior. Otros destrozan la puerta de servicio. Otros entran haciendo añicos los vidrios de una ventana.
¡Es un estrago espantoso! ¡Una operación de rapidez increíble! El humo de la pólvora es sofocante.
Felizmente, en menos de un minuto capturan y extraen a uno de los ladrones cogido de los cabellos. Ha estado escondido debajo de una cama. Es una adolescente que se cubre el rostro con las manos, temblándole todo su cuerpo.
– ¡La tenemos!, ¡la tenemos! –Dicen los policías con triunfalismo en los rostros.
Los vecinos asombrados reconocen que es la hija del dueño de la casa.
 
9.
 
– ¡Pero es la Verónica! –Exclaman.
– ¡Aquí está! –La enseñan los policías como un trofeo al arrojo y a la valentía que han desplegado.
El dueño de la casa con los ojos de espanto y más muerto que vivo se desmaya. Lo atienden a un costado porque le ha dado un ataque de nervios.
– ¡Es mi hija! –Reconoce estupefacto, reaccionando.
– Y, ¿quién escapó entonces? La preguntan a ella, totalmente confundidos los policías.
– Mi enamorado. ¡Es mi enamorado! –Responde, bañada en llanto.
– ¿Y qué hacían aquí?
Ella balbucea algo que no se le entiende claramente.
– ¡Esta es mi casa! ¡Yo vivo aquí!
Luego que el padre puede hablar, pasándole el embate de ahogos que lo ha doblegado por un momento, le viene un ataque de ira, implorando a los policías:
– ¡Mátenla, por favor! ¡Mátenla! ¡No la dejen viva! ¡Mátenla!
Implora impotente.
 
10.
 
Ha tenido que venir la ambulancia para llevarlo otra vez desfallecido. La chica, más tarde, ha sido rescatada por los vecinos compadecidos que no querían verla morir en manos de su madre quien al ver los escombros entró en paroxismo.
Han tenido que entregar la muchacha en manos de su abuela, quien vive en otro distrito y ha venido a rescatarla.
Después de un temporal el nivel de las aguas como en todo amaina y vuelve a bambolear el barco de la vida en la línea de flotación de siempre, pero en este caso con algunas importantes transformaciones.
La primera es que desde entonces la casa es conocida por todos como "La casa donde entraron los ladrones". Y los niños han incorporado en sus juegos y en sus rondas esta muletilla que la repiten como un sonsonete:
La casa donde entraron los ladrones
y uno de ellos escapó robándose algo,
que nadie sabe lo que es, ni lo que fue.
Y el segundo cambio es que por vergüenza aquel hombre tuvo que vender la casa y mudarse, dejando la enseñanza de que sí pues, todo en esta vida se paga, se corrige y se resuelve, a veces por mano propia o ajena, como es de súbita, la vida.
 
 
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