sábado, 19 de julio de 2014

HOY: TESTAMENTO DEL PADRE - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LOS PASOS LEJANOS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
 
JULIO, MES DEL MAESTRO;
DEL SANTUARIO HISTÓRICO
DE MACHU PICCHU; BATALLA
DE HUAMACHUCO, LEONCIO
PRADO; Y FIESTAS PATRIAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 
 
*****
 
PRÓXIMA ACTIVIDAD
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
INVITACIÓN
DE HONOR
 
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
 
CÉSAR VALLEJO
TESTAMENTO
DEL PADRE
 
DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
SÁBADO 19 DE JULIO, 6 PM.
 
PROGRAMA:
 
– PALABRAS DE SALUDO
Y BIENVENIDA
DR. MARIO GONZÁLES RÍOS
DIRECTOR GENERAL
UNIVERIDAD
JAIME BAUSATE Y MEZA
 
– PALABRAS DE SALUDO
PROF. HELÍ OCAÑA ALEJO
PRESIDENTE
DE DERRAMA MAGISTERIAL
 
– COMENTARIOS A LA OBRA
PANEL:
 
EMILIO SÁNCHEZ LIHÓN
MANUEL VELÁSQUEZ ROJAS Y
JULIO YOVERA BALLONA
 
ACTUACIÓN ARTÍSTICA
DECLAMANDO A CÉSAR VALLEJO
FREDERIK SOTOMAYOR
 
PALABRAS DE AGRADECIMIENTO
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
CONDUCCIÓN GENERAL
RAMÓN NORIEGA TORERO
 
SÁBADO 19 DE JULIO, 6 PM.
AUDITORIO DE LA UNIVERSIDAD
JAIME BAUSATE Y MEZA
ESQUINA JR. COSTA RICA
Y RÍO DE JANEIRO. JESÚS MARÍA
ALTURA CUADRA 5 Y 6
DE LA AV. GREGORIO ESCOBEDO
CERCA A DERRAMA MAGISTERIAL
 
*****
 
SÁBADO 19 DE JULIO, 6 PM
AUDITORIO DE LA UNIVERSIDAD
JAIME BAUSATE Y MEZA
 
 
HOY:
TESTAMENTO
DEL PADRE
 
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
 
LOS
PASOS
LEJANOS
 
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Mi padre
duerme
 
 César Vallejo así como a su madre, dedicó poemas entrañables, a la vez huraños e inocentes a su padre, como: Los pasos lejanos y Enereida, ambos pertenecientes al libro Los heraldos negros. Dice:
 
LOS PASOS LEJANOS
 
Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
si hay algo en él de amargo, seré yo.
Hay soledad en el hogar; se reza;
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.
Y mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.
Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.
 
2. El pálpito
en nuestro ser
 
Lo primero en lo cual debemos poner atención y tratar de dilucidar es en el significado del enunciado: Los pasos lejanos, que ya es una oposición o un conflicto.
 
¿Qué son los pasos? Aquellos que proyectan nuestro cuerpo en el caminar por el mundo. Son lo más inmediato al cuerpo pero a la vez lo libre e intrincado de él. 
 
Y son lejanos cuando se ausentan o llegan desde lo distante y remoto. Y se van con su vida y con su muerte, solos y a cuestas. Y nada más cierto, y nada más dramático que eso en los pasos de un padre, que amparan y protegen, que sus pasos ya sean lejanos, que se van y nos dejan, que hieran y se ausenten.
 
Ellos nos indican que de estar acompañados ahora estemos solos. Que somos autónomos y a la vez encadenados, únicos y a la vez distintos. Que nos tenemos en cuenta, que estamos varados en el mundo y a la vez unidos a los otros. Que somos extraños pero a la vez albergando en nuestro ser el pálpito que hay en los demás y en los otros.
 
3. Algo
muy lejano
 
Que al final somos uno solo. Que esos pasos del otro son también nuestros pasos. Aún más de los seres queridos que llevamos y nos llevan dentro. Que sus pasos son nuestros pasos. 
 
Que estamos hechos de pasos, que son estos de cerca y los otros de lejos. Unos de hoy, otros de ayer y otros de mañana. 
 
De aquí pero también de allá lejos, los pasos distantes, que corresponden al caminar de otro tiempo y lugar. De algunos seres como son nuestros padres.  
 
Pero, lo estremecedor del poema es que trata de un tiempo presente que desapareció hace mucho tiempo: 
 
«Mi padre duerme» señala un acto del momento, porque tiene la connotación de lo repentino pero de algo muy lejano, que se evoca y añora. También de algo detenido, lento y hasta inacabable.
 
4. Lágrima
y gemido
 
Une lo fugaz con lo perdurable, el instante con un referente de naturaleza permanente:
 
...Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
si hay algo en él de amargo, seré yo.
 
Que es como decir: velo tu sueño, estoy parado delante tuyo pero remotamente inalcanzable. Somos un imposible que se ama. 
 
Te miro desde aquí, distante y esa marca en tu semblante soy yo, para siempre hondo, pero expulsado de ti. 
 
Ese es el drama. Soy tuyo y a la vez otro. Devengo de tu entraña pero somos que giran cada uno sin alcanzarse.
 
Siendo así, el poema sustancialmente es la presencia en la ausencia, lo ausente que lo tenemos presente, que es lo que más duele. 
 
Se nota dentro de mí a ti. Y yo estoy clavado en ti, como una amargura. Es esa la sustancia llorosa de que estamos hechos; de lágrima y gemido. 
 
5. Se
reza
 
Los pasos lejanos es un poema escrito desde la distancia y recóndito de un viaje o de un camino. Desde lo furtivo y subrepticio de donde se puede avizorar todos los tiempos: como el presente y el futuro. 
 
No es que el padre sienta el espíritu del hijo que llega, sino que desde el espíritu el hijo siente y pena por un cuerpo presente y ausente que es su padre.
 
Y contemplar una quebrazón y un desgarramiento, como es la huida a Egipto, no de la Sagrada Familia: sino de José hijo de Jacob, adivinador de sueños y vendido por sus hermanos a unos mercaderes.
 
Hay soledad en el hogar; se reza;
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.
 
6. El hado
o la suerte
 
 Hay en «Los pasos lejanos» una dicotomía de vida y muerte. Unidas y enlazadas la vida contiene la muerte y esta se nutre de vida. 
 
Y aquello es parte sustancial e intrínseca de la condición humana. El adiós y lo lejos en los seres que más se quieren. Y en los que no se quieren es peor aún: el vacío. 
 
Porque, ¿qué son los pasos sino nuestra ligazón con la tierra y con nuestro destino? 
 
Ellos nos animan, nos conducen; van o están signados por la estrella que nos guía, por el hado o la suerte que nos imprime una ruta.
 
Estamos en el padre, pero en oposición a él. Profundamente inherentes a él, pero como algo inclusive opuesto. 
 
Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.
 
7. Misterio
del alma
 
Vallejo no dice dura y secamente «soy yo», sino que diluye y difumina la expresión en aquel «seré yo», como un rictus, un gesto y una posibilidad; un quizás o un tal vez sutil.
 
Solo que esta vez esta oposición está captada en los pasos, en esta realidad tan básica y orgánica, en donde no solo está todo el cuerpo sino toda el alma.
 
Si son lejanos es hondo; si esos pasos se los advierte cuando el padre duerme, peor aún. Allí se produce la sacudida y conmoción de una poesía esencial. 
 
Porque poesía es también blandir bien un cuchillo, como cabe esperarlo en quien la asume para cambiar el mundo, como es el caso de César Vallejo.
 
Porque aquí se sorprende a un padre dormido, hecho que es grave cuando en él se ausculta lo amargo y lo lejos.
 
Ver dormir a un padre, contemplarlo inerme en una actitud de espía, de explorador impúdico del misterio del alma es tanto como cometer un crimen.
 
8. El hoy
y el ayer
 
Pero si bien es un acto culpable –y Vallejo aquí lo es porque sorprende a su padre dormido, como en otro poema lo sorprende de perfil– al mismo tiempo debemos reconocerlo que es de un convicto de lesa poesía.
 
Y para descargo: Vallejo blande ese cuchillo, escalpelo o espada, que matan, pero también que sanan.
 
Porque igual cuchillo blande el médico ante una persona que duerme en una operación, igual escalpelo apunta el vigía que vela en la noche, igual espada blande el héroe que defiende el Morro de Arica.
 
Él ve dormir a su padre y recién allí capta su pureza, su ingenuidad y su ser indefenso y donde nos prueba que la poesía es observar, auscultar, espiar el sentido del mundo para cuidar por él. 
 
Y esta vez observa a su padre para captar que es puro y es tierno, aunque en él se abatan lo cerca y lo lejos, el hoy y el ayer, la vida y la muerte, donde si hay algo en él de amargo y lejano soy yo.
 
9. El restañante
adiós
 
 Y es que cuando César Vallejo nació su padre ya tenía 52 años. Y en el padre él tuvo representado el enigma de lo que es o puede ser la vida y la muerte. 
 
El padre es un anciano cuando el joven César escribe «Los pasos lejanos» en 1918, siendo un mozo que frisa los 26 abriles, mientras su padre sentía ya el agobio de los 75 años a cuestas.
 
De allí que la figura paterna en su poesía es el destiempo:
 
Ha de velar papá rezando y quizás pensará se me hizo tarde.
 
Y en otro momento:
 
En un sillón antiguo sentado está mi padre como una Dolorosa.
 
Así como también dirá: Mi padre es una víspera. De allí que toda la sensación que se tiene frente a él es un enlazar con el misterio. 
 
El padre es el punto de unión entre el hogar con bulla, con verde, con niñez, y la soledad donde se reza, de la niñez exultante y el derrumbe y la desaparición del hogar.
 
10. Madre
y padre
 
El padre es el nexo, el punto de unión y encuentro entre lo inocente y la partida, entre el adiós y lo que se queda, entre lo que se halla y lo que se pierde:
 
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós.
 
Y dentro de ese orden se ubica el sentimiento al padre, tan intenso en nuestra cultura por los sentimientos a los que se le enlaza, tan básico y fundamental para protegidos con él pasar por la infinitud de los tiempos. 
 
Porque felizmente la nuestra es una cultura en donde los personajes padre y madre son centrales. Y el candor de nuestras vidas es lo primero, a tal punto que padres también son los cerros, los ríos, las lagunas y los mares. Y hasta una piedra es madre y padre.
 
11. De la nada
a lo eterno
 
César Vallejo es poeta de ámbito o dimensión universal, pero hecho o tejido con lo más esencialmente andino, familiar y humilde; tramado con lo más íntimo y entrañable de lo que somos y tenemos. 
 
Es decir, encontró la universalidad no despojándose ni renunciando a nuestra manera de ser, ni a nuestros sentimientos, ni a nuestras emociones primigenias, sino cavando aquí, engrandeciendo y asumiendo heroicamente nuestro mundo propio.
 
Tampoco dejándose seducir por nada que tuviera lujo, resplandor o éxito, sino dejándose guiar por lo que más conmueve, se ama y compromete.
 
El ser humano, tal cual somos, dignificado con su ser así como es: común, corriente y cotidiano.
 
Y de ese modo César Vallejo elevó la poña que somos hacia el infinito y lo inacabable. 
 
Es el redentor de los pasos que aparentemente van a la nada llevándolos a lo eterno.
 
 
 
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