martes, 15 de julio de 2014

FOLIOS DE LA UTOPÍA: SENTIMIENTO DE HOGAR - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
 
JULIO, MES DEL MAESTRO;
DEL SANTUARIO HISTÓRICO
DE MACHU PICCHU; BATALLA
DE HUAMACHUCO, LEONCIO
PRADO; Y FIESTAS PATRIAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 
 
*****
 
PRÓXIMA ACTIVIDAD
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
INVITACIÓN
DE HONOR
 
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
 
CÉSAR VALLEJO
TESTAMENTO
DEL PADRE
 
DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
SÁBADO 19 DE JULIO, 6 PM.
 
PROGRAMA:
 
– PALABRAS DE SALUDO
Y BIENVENIDA
DR. MARIO GONZÁLES RÍOS
DIRECTOR GENERAL
UNIVERIDAD
JAIME BAUSATE Y MEZA
 
– PALABRAS DE SALUDO
PROF. HELÍ OCAÑA ALEJO
PRESIDENTE
DE DERRAMA MAGISTERIAL
 
– COMENTARIOS A LA OBRA
PANEL:
 
EMILIO SÁNCHEZ LIHÓN
MANUEL VELÁSQUEZ ROJAS Y
JULIO YOVERA BALLONA
 
ACTUACIÓN ARTÍSTICA
DECLAMANDO A CÉSAR VALLEJO
FREDERIK SOTOMAYOR
 
PALABRAS DE AGRADECIMIENTO
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
CONDUCCIÓN GENERAL
RAMÓN NORIEGA TORERO
 
SÁBADO 19 DE JULIO, 6 PM.
AUDITORIO DE LA UNIVERSIDAD
JAIME BAUSATE Y MEZA
ESQUINA JR. COSTA RICA
Y RÍO DE JANEIRO. JESÚS MARÍA
ALTURA CUADRA 5 Y 6
DE LA AV. GREGORIO ESCOBEDO
CERCA A DERRAMA MAGISTERIAL
 
*****
 
 FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
EL
SENTIMIENTO
DE HOGAR
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Pienso
en ustedes
 
El 14 de julio del año 1923, César Vallejo recién llegado a París le escribe del siguiente modo a su hermano Víctor Clemente:
 
París, 14 de Julio de 1923
 
Mi queridísimo hermanito Víctor:
 
El Altísimo permita que mis letras las hallen llenas de bienestar, papacito y toda la familia. El Altísimo también ya me hizo llegar sin contratiempo alguno, a esta gran capital, que según opinión universal, es lo más bello que Dios ha hecho sobre la tierra. Aquí estoy ya, y me parece todo un sueño, hermanito amado. Un sueño! Un sueño! Quiero llorar ahora, viéndome aquí, tan lejos de ustedes... uf! muy lejos! Quiero llorar mucho, a torrentes porque mi dolor y mi tristeza asoman a mis ojos y no me dejan escribir...
 
En este hotel, cuya fotografía se inserta en este pliego, estoy alojado. Ocupo la habitación del quinto piso, que verá usted marcada con tinta, de ahí le escribo ahora, a las 5 de la tarde. Llegan del boulevard un murmullo de músicos, risas, voces, traquidos de carros subterráneos, etc. etc. Dedico este momento a la sagrada memoria de mi padre y de todos ustedes, que a esta hora, estarán en mi Santiago, y en casita, quizás conversando juntos, riendo o acaso llorando. Pienso en ustedes y la melancolía me ahoga y no puedo más. Yo regresaré a América, dios lo permita muy pronto.
 
2. Al terrón
del muro
 
Este es César Vallejo, cuyas palabras de profunda identificación con su hogar y su pueblo nos hacen concluir que para forjar una obra trascendente y ser un poeta de alcance universal se piensa erróneamente que lo primero que hay que lograr es desembarazarse de lo nativo, de lo lugareño y aldeano. También de lo casero, cotidiano y familiar. 
 
Esto es: se recela de modo absoluto, al pretender hacer gran poesía, de todo aquello que parezca engarzar con lo que es familia u hogar. Y entonces se anima a distanciarse –elevarse, se dice– e introducirse en lo abstracto, conceptual y metafísico, y a pensar en entelequias que se postulan como de valor ecuménico.
 
Sin embargo, César Vallejo, el poeta más intenso de la lengua castellana, es un desmentido pleno a tales supuestos, porque él no descarta sino al contrario, hunde su raíz, templa su arpa y pule su quena para entonar la endecha o el madrigal de la casa familiar.
 
Hay soledad en el hogar; se reza;
y no hay noticias de los hijos hoy.
 
Él se aferra al poyo, al terrón del muro, a la grada del patio; a las piedras del cimiento que permanecen ya descubiertas por la incuria del tiempo.
 
3. El vibrar
del alma
 
O a la aldaba que cuelga ensimismada del portón secular:
 
Esta noche desciendo del caballo,
ante la puerta de la casa, donde
me despedí con el cantar del gallo.
 
César Vallejo escribe los poemas de “Canciones de hogar”, que integran el libro Los heraldos  negros, cuando ya era un adulto y un ciudadano que había afrontado desafíos, rigores y pruebas enormes. Y, sin embargo, conservaba intacto su espíritu de infancia.
 
Pero no solamente escribe aquellos poemas vinculados a los miembros de su familia en los primeros libros, sino en el devenir íntegro de su carrera literaria.
 
A lo largo de toda su trayectoria su poesía tiene resonancias de huerto de aldea, de patio interior, y hasta de cocina y fogón que humea y abriga, y nos hacen compartir íntimamente el calor del mundo familiar. 
 
Se siente en ella el vibrar del alma de la gente sencilla y hasta de los integrantes de la vecindad, como cuando en Poemas humanos dice:
 
4. La violencia
de las horas
 
Todos han muerto.
Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo.
 
Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las mozas, respondiéndoles a todos indistintamente: «Buenos días, José! Buenos días, María!»
 
Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de meses, que luego también murió, a los ocho días de la madre.
 
Murió mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de heredad, en tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la honrosísima mujer.
 
Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la mañana, sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina.
 
Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién.
 
Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia...
 
Tanto es así, en su ubicación constante respecto a su casa paterna y en lo que toca a la actitud infantil que adopta, que desde el inicio de los Poemas humanos, escrito al final de su vida, es revelador cuando expresa:
 
5. En mayo
el mes florido
 
– Hay, madre, un sitio en el mundo que se llama París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande.
 
Así pues, el hogar de César Vallejo no es aquel que pudiera edificar lejos de la tierra natal, en un lugar y tierra extranjera.  Él nunca supo construir esa posibilidad y es más: se negó enfáticamente a hacerlo, no porque no pudiera o no tuviera con quien constituirlo.
 
Sea con Otilia Villanueva en Lima, sea con Henriette Maisse o Georgette Phillipart en París, ellas más bien pugnaron por cumplir ese anhelo. Recordemos incluso que de adulto vivió en pensiones y en hoteles siempre míseros. ¿Por qué? 
 
La respuesta es directa y diáfana: porque para él su casa es la de  la infancia. No construyó una casa en París, su casa es la de Santiago de Chuco, llena de ancestro, tradición y raigambre andinas. 
 
Su hogar insustituible es su casa materna o paterna, es su horno nativo. Su hogar es aquel donde fue oriundo, hijo y vástago. Y es la casa que visitaremos ahora en Santiago de Chuco, en mayo el mes florido.
 
6. ¡Ya,
me voy a mi casa!
 
Ernesto More refiere en su anecdotario que Vallejo tenía mucho de desgarramiento interior, pero también del candor propio de un niño, triste y conmovedor, desolado y prístino al mismo tiempo. Candor de querer sujetarse a algo y no tener nada. De aferrarse a un cariño y tener el mundo y la vida lacerados. 
 
Cuenta dicho amigo acerca de una expresión de César Vallejo en París y es que cuando él se sentía agobiado por las discusiones estériles, fatigado por lo vano e inútil y quería ponerse a buen recaudo, decía ostentosamente y sin que pusiera ninguna intención aparte de la función de retirarse o irse:
 
– “¡Ya, me voy a mi casa!”.
 
Lo triste es que no tenía casa ni morada ni hospedaje. A lo más la banca de un parque donde duerme la gente desamparada. O por mucho un rincón en el subterráneo del Metro. O, ¡días soberbios! cuando disponía de algún dinero, ¡algo muy raro!, para pernoctar en algún hotelito de mala muerte. 
 
Pero aquella expresión: “¡Ya, me voy a mi casa!”, ¿no encierra una dimensión enternecedora?
 
7. Ejemplo
insigne
 
Y Ernesto More anota: “Él, el desheredado, gustaba referirse a su casa, se deleitaba sentirla por vía oral. Vallejo no tenía otra propiedad que la palabra”. Y en esa dimensión es que nos ha legado una casa de cimientos, columnas y paredes recias e imperecederas. 
 
Una casa de puertas y ventanas que permanecerán por los siglos de los siglos incólumes. Una casa que es un templo del espíritu humano para el confín de los tiempos.
 
Por eso, te invitamos a ir con nosotros y vivenciar en la misma casa, pueblo y terruño, las emociones y reflexiones de un poeta que supo venerar a su hogar. Porque César Vallejo amó a su casa materna y a su lar natal. 
 
Y esto, que debiera ser lo común y general, es otro de los aportes de este poeta trascendental, porque lo que ocurre es que quienes incursionan en el mundo intelectual, y mucho más si adquieren fama y celebridad, olvidan u ocultan su origen. César Vallejo en este aspecto, así como en otros, también es paradigma y ejemplo insigne a seguir.
 
 
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MIÉRCOLES 20
 
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