CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
JULIO, MES DEL MAESTRO;
DEL SANTUARIO HISTÓRICO
DE MACHU PICCHU; BATALLA
DE HUAMACHUCO, LEONCIO
PRADO; Y FIESTAS PATRIAS
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
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DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
TESTAMENTO
DEL PADRE
DE CÉSAR VALLEJO
DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
SÁBADO 19 DE JULIO
6 PM. LUGAR
POR CONFIRMAR
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6 DE JULIO
DÍA
DEL
MAESTRO
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
SER
MAESTRO
EN EL PERÚ
ENTREVISTA
A HERNAN VELARDE
Danilo Sánchez Lihón
Ser maestro en el Perú
es una forma peligrosa de vivir
y una forma hermosa de morir.
Ricardo Dolorier
1. Ser maestro
en el Perú
Yo pienso que el maestro debe ser, en primer lugar, un poeta; es decir un ser libre.
Y todo maestro debe saber hacer versos, aunque sean malos.
Todo maestro debe saber cantar, recitar, contar cuentos y ¡amar la vida!
Yo, en realidad, he tenido maestros increíbles. Evoco a mi maestra Silvia Hurtado de Calca, respecto a quien he escrito un cuento con ocasión de su muerte.
Recuerdo también a aquel maestro que entraba al aula disfrazado de payaso en los días plomos e insufribles de lluvia.
Llegaba ágil, hecho un bailarín de feria, para lo cual se disfrazaba con un traje de colores que su misma esposa le había cosido a su pedido y que calzaba en su tamaño.
2. Divina
locura
Hacía una y mil piruetas y nos mantenía entretenidos las horas que quisiera, porque sus clases eran prodigiosas y apasionantes.
Vestido de polichinela hacía molinetes en el aire, locura y media, para luego, al final, quitarse la máscara.
Era allí que nos decía, con una venia de artista consumado en el arte dramático: "Con ustedes su humilde maestro de escuela".
Todos los chicos estábamos pendientes de sus palabras, ideas y acrobacias. Así nos enseñaba todas las materias y nos reíamos.
Entonces ya no había tristeza ni en el alma ni en el ambiente gris de aquellas tardes invivibles.
Casi todos los maestros del Cuzco de mi época eran así, tipos legendarios, ¡artistas!, tocados por una locura divina.
3. La idea fija
y jurada
Es que el maestro tiene que llegar hasta el alma del niño y joven y apoderarse de ella para orientarla.
Porque si a ellos no les mostramos toda la sinceridad, convicción y amor, ¿por qué razón van a creer que podemos conducirlos? ¿Por qué van a creer en nosotros?
¿Por qué. si no les damos la dedicación y entrega totales, de nuestra persona hacia la causa de su formación? Entonces, ¿en base a qué vamos a pretender conducirlos?
Y si al interior de nosotros mismos no tenemos la idea fija y jurada de que podemos cambiarlos, en algunos casos totalmente, mejor vale que dejemos esa noble misión para que la ejerzan otros.
La gracia es que al volver a sus casas, luego de permanecer en la escuela, han de ser distintos de aquellos que vinieron al aula de clases.
4. El ejemplo
que les demos
Si no fuera así entonces la educación no estaría sirviendo de nada. Porque el maestro tiene que entrar a la médula, al centro y a la esencia y hablar al alma.
De repente sean maestros que tengan la asignación de enseñar lengua o matemáticas, pero eso es lo operativo y funcional, pero no nos vamos a quedar en ese nivel superficial.
Un maestro tiene que modelar el destino de la persona humana y para eso tiene que mirar muy al fondo, por un lado, y muy lejos, por otro, en el vasto horizonte.
Por eso digo que otro completamente distinto debe ser el personaje que salga del aula, distinto de aquel que vino de su casa a la escuela, espacio en donde debe alcanzar un nivel diferente.
Y esto no por la lección que les dictemos sino por el ejemplo de maestros que les demos.
5. Cuán puntuales
eran
Yo tuve otro maestro, llamado Leonidas Caparó. Era un escritor de primera magnitud, y un poeta consumado.
Nos enseñaba todo con canciones que él mismo componía: para la primavera, para el día de la madre, para el día de la patria. Para todas las efemérides tenía hecha una canción, compuesta por él mismo.
Y escribía en los periódicos y revistas artículos temibles con el seudónimo de León Caropa que todos sabían quién era.
Es decir, el maestro participaba en el debate cultural, orientaba a la ciudadanía, era una persona honrada y no porque ganara bien.
Y, ¡cuán puntuales eran antes! Te contaré una experiencia: Una mañana el maestro Caparó estuvo mirando su reloj.
Le había llamado la atención que el maestro Rojas, del salón de al lado, no llegara todavía. Y es que para ellos llegar 5 minutos tarde era un escándalo.
6. Tendido
sobre unos periódicos
Entonces, cuando se cumplió ese tiempo Caparó dijo:
"Debe de haberle ocurrido algo al maestro Rojas. Voy a nombrar una comisión para que vaya a buscarlo a su casa y vean si necesita quizá alguna ayuda".
Entre los nominados para ir a verlo estuve yo. Ubicar la casa fue difícil y después de preguntar tanto fue una decepción ver el lugar donde vivía. Los vecinos nos dijeron:
"Suban aquellas gradas de adobe y a la izquierda hay una especie de pajarera donde el maestro vive" –Nos dijo la señora que nos dio el enlace final.
Ver aquel lugar lo cual fue para nosotros un dolor terrible. Pero más fue cuando entramos casi a gatas por el agujero.
Abrimos algo que vamos a llamar puerta y ahí estaba el maestro tendido sobre unos periódicos acomodados en el suelo. Esa era su cama porque no había otra.
7. Se había muerto
didácticamente
Se nos hizo patente de ese modo toda la horrible miseria, la soledad suprema y sin amor de persona tan digna.
Él no dormía sobre un colchón sino sobre periódicos. Y todo lo demás era miseria en el grado de desgracia. Pero, ¿cómo compaginar eso con su dignidad intachable de maestro que a nosotros nos constaba?
Porque allí mismo relucía su camisa blanca impoluta y solemne. Y se había puesto las manos cruzadas sobre el pecho, sobre esa camisa blanca, almidonada.
Pero esa camisa al abrirla nos dimos con la sorpresa que sólo era pechera. Pero, ¡qué exactitud, qué caballerosidad y qué elegancia para lucirla!
Después supimos que le hacía una señora, presentando sólo la parte de adelante, lo demás era desnudo.
Su abrigo era únicamente el saco. Yo digo ahora, ¡qué frío sentiría!
Pero lo extraordinario de esos maestros era su dignidad.
Y así se había muerto, didácticamente, para enseñarnos también cómo se debe morir.
8. ¡Imagínate
el contraste!
También he sido profesor primario, ¡cómo no! Pero en escuelitas miserables, ninguna hecha como un local escolar.
Eran casas improvisadas y alquiladas. Todos los maestros eran pobres y los niños igual.
Esas escuelas estaban situadas encima de Sacsayhuamán, el monumento arqueológico más grandioso del mundo.
¡Imagínate el contraste, tanto que se piensa que fue construido por cíclopes o gigantes de otro planeta!
Hacia la altura hay una serie de aldeas, con un frío de 10, de 8 y de 4 grados, en el mejor de los casos.
Ahí fui maestro bilingüe por dos años, de niños mayormente huérfanos. Pero, es allí en donde falta el padre y la madre, ¡es ahí en donde debe estar el maestro!
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