sábado, 28 de junio de 2014

28 DE JUNIO: HABLA EL FOGÓN - FOLIOS DE LA UTOPÍA: HOY MI PADRE CUMPLE AÑOS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
 
JUNIO, MES DE LOS NIÑOS,
DEL MEDIO AMBIENTE, DE LA GLORIA
DE ARICA Y DE LA IDENTIDAD ANDINA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 
 
 
*****
 
28 DE JUNIO
 
 
HABLA
EL
FOGÓN
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
Banda de Guerra del Centro Viejo en Santiago de Chuco con sus maestros.
Atrás: El Director Carlos Castillo Murga, Diomedes Paredes G. y Leoncio Rebaza.
En primera fila: Francisco Miñano Benites y Danilo Sánchez Gamboa. (Fotografía: Luisan)
 
HOY
MI PADRE
CUMPLE AÑOS
 
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Afligido
el corazón
 
Hoy 28 de junio mi padre cumplía años. 
 
Pero, ¿cómo era un día como hoy en nuestra casa de infancia? ¿Acaso fiesta, jolgorio, derroche?
 
No. No había festejo. Tampoco había mantel largo en la mesa. Ni siquiera la acostumbrada reunión familiar cuando cumple años mi madre o mi abuela o cualquiera de nosotros.
 
Al contrario, era un día desolado y contrito, huraño y amargo, que recién después de muchos años, trompicones y caídas en vértigo que me ha dado la vida he podido y logrado comprender.
 
Pero que sin embargo de niño conturbó y entristeció inconsolablemente mi alma, por ser mi padre el ser a quien yo más admiraba y quería. Y más aún ahora.
 
Les contaré, aunque mis hermanos regañen otra vez, por confesar sucesos íntimos y de entrecasa; al parecer deslucidos y que según ellos nos dejan mal y que no aprueban que yo cuente.
 
2. Al campo
o de viaje
 
Pero, he aquí los hechos:
 
La noche anterior de este día 28 de junio, cuando la calle estaba solitaria salíamos sigilosos a obedecer la orden de papá, cubiertos por la oscuridad de las sombras. Y era poner llave a la puerta de nuestra casa que da a la calle.
 
Para eso yo manoteaba en la sombra las dos armellas en aro que cuelgan displicentes en cada hoja de la puerta que es verde, bruscamente las junto e introduzco por ellas el arco del candado más grande y más fiero que tenemos y clic ajusto quedando allí colgado adusto y hierático.
 
Y nos regresamos corriendo los dos o tres hermanos que hemos salido, ingresando por la puerta del callejón de la abuela y luego subiendo por el terrado y por allí pasamos a nuestra casa, yo pensando que estamos condenados a morir si hay un terremoto o un incendio.
 
Ya de madrugada salimos secretamente por este mismo atajo toda la hilera de chiquillos que somos los hijos con mamá, llevando nuestras cosas como si nos fuéramos al campo o de viaje.
 
3. Aunque
este día
 
La consigna es dar la impresión de que no hay nadie en casa. De que hemos viajado todos, o nos hemos ido al campo. 
 
Pero lo cierto es que nosotros bajamos a pasar todo el santo día en casa de la abuela Rosa. A comer y pasar el día allí, que no es como estar en nuestro lar querido. 
 
Mi papá en cambio se queda encerrado y bajo llave en la casa silente y vacía. Pero es así como él lo dispone. 
 
Pero para mis ojos y todo mi ser es como si él quedara prisionero, estuviera encarcelado y hasta sufriera una condena, y justo este día en que él había venido al mundo, tal vez por el delito de haber nacido, ¡o qué!, pese a ser tan bueno y cariñoso.
Y esto a mí me dolía, como si él se autocastigara, se flagelase afligiéndome esto el corazón. 
 
Aunque este día a él allí dentro se lo veía más feliz que nunca porque silbaba, cantaba, tarareaba, abría cajones para arreglarlos; tanto que pareciera que era el día más feliz de su vida.
 
4. Nos
preguntarán
 
Este día no iría a trabajar a su escuela, lo cual para él eso sí es un castigo, ¡porque nunca falta ni llega tarde!, aunque para un día como hoy está dispensado de asistir, por ser el día de su onomástico. Pero, ¿cuál es la razón para esta auto expiación?
 
Es que mi padre detesta beber licor. Abomina entrar a una cantina y de allí salir borracho, tambaleándose por las calles. Él no prueba licor, y se conduele mucho de quienes lo hacen, aún más si son sus colegas, maestros de escuela. 
 
Su tesis para graduarse de profesor fue precisamente sobre el alcoholismo entre la población. Este día él sabe que será inevitable e ineludible rehuir el hecho de que han de querer darle los amigos un agasajo, buscándolo en la escuela o viniendo a la casa.
 
Aparte de ello, su carácter no le hará posible que pueda intentar oponerse, porque es de temperamento apacible. Por eso el único recurso es aparentar que está de viaje, y nosotros tampoco podemos aparecer ni ir a la escuela porque no podemos mentir, ni siquiera por una buena intención, porque nos preguntarán: ¿Dónde está tu papá? Y él nos enseña a no mentir.
 
5. Deliciosa
fragancia
 
Pero en el fondo a mi padre le atrae un día como este pasarlo en total soledad, leyendo alguna obra, pues es maestro. O cociéndonos alguna prenda, pues es sastre. O interpretando algo en su mandolina, guitarra o violín, pues es músico.
 
A mí me corresponde hoy traerle su almuerzo, teniendo que hacerlo sin caminar por las calles, mucho menos viniendo a la casa por las calles céntricas que llamamos de El Comercio.
 
Más bien tengo que bordear el pueblo, y sin que sea visto caminando con la vianda, dando para eso un rodeo, y entrando por la parte de atrás de nuestra casa. Ni siquiera puedo hacerlo por la puerta de la abuela Sofía, sino pidiendo permiso por las huertas del fondo.
 
Y desde allí recién subiendo por la casa de la señora Laurita y después por el terrado de la abuela para alcanzarle a papá la vianda de su almuerzo por una rendija abierta en el techo, entre el muro y las tejas que él descubre desde arriba con sus manos fuertes.
 
6. Una claridad
difusa
 
Eso sí, mi madre le ha preparado hoy lo mejor de lo mejor que a él le gusta, lo más sabroso y la  comida de su preferencia. Y ya estoy pasando yo los platos envueltos en manteles que se han manchado un poco con el jugo del guiso, desde donde se emite una deliciosa fragancia.
 
– ¡Feliz cumpleaños, papá! –Le digo desde debajo del techo, casi sin verlo ni poder abrazarlo, cogiendo sus manos que me las extiende entre los carrizos. Pero mi voz repentinamente se ha quebrado. Y él lo nota.
 
– ¡Gracias hijo! –Me contesta con voz emocionada que trata de hacerse valiente, queriendo darme ánimo–. ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? ¡Fredy! ¡Contesta!  –Pero no puedo hablar, porque un nudo en la garganta me ahoga, y las lágrimas inatajables inundan mi rostro.
 
– ¡No puedo, papá! –Apenas musito. Y mi acento ya es llanto incontenible. Y sollozos.
 
Extrae apurado, y como puede, las tejas. Y se desliza por entre los carrizos hasta llegar a mi lado en el terrado oscuro, pero hasta donde se cuelan algunos rayos del sol de junio.
 
 Y de este mediodía radiante haciendo allí una claridad difusa.
 
7. Pero
entonces
 
– ¿Papá, por qué tienes que esconderte así? –Le reprocho.
 
– ¡Ah, me preocupaste hijo! Pensé que algún dolor te aquejaba, un cólico, una punzada.
 
Se sienta a mi lado en el terrado y se está un rato acariciándome, con la manera que él tiene de hacerlo que es frotándome la espalda.
 
– Tranquilo, hijo.
 
– A mí me da pena que pases tu cumpleaños así, de este modo, papá.
 
– Pero no debes tener esa pena.
 
– ¿Por qué papá? ¿Acaso no es bueno tener amigos?
 
– Sí, es bueno tenerlos. Y yo los tengo. ¡Y muchos! Llenarían la casa. Has visto, cuando ensaya la orquesta, ya no hay sitio en donde puedan sentarse.
 
– Pero entonces, ¿por qué no te reúnes con ellos un día como hoy?
 
– Reunirse en un cumpleaños es beber. Sería imposible eximirse de eso. Y la verdad detesto que un maestro de escuela se embriague. Pero son muchas otras cosas, por ejemplo se gasta dinero, que no lo tenemos.
 
8. Ya
en la calle
 
– ¿Quieres que yo trabaje, papá, para ayudar en casa?
 
– No. Ahora no. Ahora quiero que estudies. Que leas. Que juegues. Algún día lo entenderás, hijo, pero no llores. Yo en verdad así me siento contento y feliz.
 
– ¿Solo?
 
– No es soledad. Más tarde vendrán ustedes. He ordenado tantas cosas hoy. ¡Sé fuerte hijo! Y cuida de tus hermanos. –Es su comentario grave y dulce.
 
– Sí, papá. 
 
Los rayos del sol en el terrado de adobes se hacen más nítidos. Mi padre me abraza. Y esta vez siento que él está llorando porque hunde las cuencas de sus ojos en mi cabeza y siento sus lágrimas. Y yo no quiero verlo llorar.
 
Cojo la vianda vacía y desciendo por los pilares y los huecos de la pared por donde he subido. De este modo su cumpleaños hoy día es una desgarrada soledad consigo mismo, más soledad que nunca, la de un maestro y un ermitaño. Ya en la calle y mirando los cerros todo es hermoso y radiante.
 
 
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