lunes, 24 de marzo de 2014

RAÚL PORRAS BARRENECHEA - POR BERNARDO RAFAEL ÁLVAREZ (AEPA, PALLASCA)


 
RAÚL PORRAS BARRENECHEA

Por Bernardo Rafael Álvarez
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Hoy día, 23 de marzo, se cumple un año más del nacimiento de uno de los más insignes intelectuales peruanos de nuestra época republicana (nació en 1897). Un hombre en cuyas responsabilidades (no obligadas, sino asumidas voluntariamente y con cariño, locual es lo más digno) supo desarrollar sus labores con eficiencia, lucidez y ponderación. Como historiador, maestro y diplomático, dio su voluntad, inteligencia y cultura por el Perú; su vida, en buena cuenta. No faltó, sin embargo, quien irresponsable e infamemente -no obstante lo obvio de su abundante, documentada y valiosa obra, capaz de doblegar cualquier despropósito- le endilgara el absurdo mote de "hispanista". Pero fue -y todos sus trabajos lo demuestran ostensiblemente- el historiador que supo -habiendo incursionado prácticamente en todos los aspectos y etapas de nuestro pasado- defender, con uñas y dientes, la integridad de nuestra historia e integridad además de la ineludible condición simbiótica de nuestro pasado y presente. Como maestro, dejó una herencia de profesionales e intelectuales de nota que nos enorgullecen y lo recuerdan entrañablemente: Vargas Llosa, uno de ellos, que durante los últimos años trabajó codo a codo con él, reconoció en alguna ocasión que la historia del Perú la aprendió "en su biblioteca de la calle Colina". En España, como diplomático, manifestó una actitud pocas veces repetida -por otras personas- de dignidad y patriotismo: renunció a la misión diplomática ante el agravio a los símbolos patrios y la pusilánime, cobarde e indecorosa respuesta del gobernante de turno que poco antes había alterado el orden democrático derrocando a Bustamante y Rivero que fue uno de los más decentes gobernantes que ha tenido el Perú. En otra oportunidad, ya casi al final de sus días, expresó valiente e insobornablemente su vocación por la libertad, la justicia y la unidad latinoamericana cuando en la Reunión de Cancilleres de Costa Rica se vio el delicado caso de Cuba. Este hombre murió a los 63 años, siendo -¡cómo no!- el blanco de diatribas y casi demenciales agravios, incluso de algunos desleales personajes formados por él. Como alguna vez llegó a expresar Martin Adán en una conversación privada, según recuerda uno de los más conspicuos discípulos del autor de Las Fuentes Históricas: "A porras no lo mató la cardiopatía, lo mató la Cancillería?. Lo mató la deslealtad y la infamia. Merece, sin ninguna duda, un justo homenaje oficial. La sala del Palacio de Gobierno -es mi modesta opinión- en la que se reciben las credenciales de los embajadores que se acreditan en nuestro país, debería llevar su nombre y ostentar en lugar preferencial su imagen serena y respetable. No se le debe "ningunear". El Perú le debe mucho a él. Raúl Porras Barrenechea -que es el ilustre personaje al que me refiero- lo merece, por justicia y gratitud patriótica.
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Fuente:
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