jueves, 27 de febrero de 2014

PRESENTACIÓN DEL LIBRO “PIEDRA VIVA” DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina


2014 AÑO

DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y

ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN

DE UN MUNDO MEJOR


FEBRERO, MES DE LOS HUMEDALES,

DE NUESTRAS LENGUAS NATIVAS, DE

RICARDO PALMA Y FEDERICO BARRETO


CAPULÍ ES

PODER CHUCO


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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 

HOY JUEVES 27 DE FEBRERO EN LIMA

Y MAÑANA VIERNES 28 EN TRUJILLO:



JUEVES 27 DE FEBRERO



JORNADA 1


– 9.00 AM. VALLEJO Y LA JUSTICIA

SOCIAL

LIC. ERIBERTO GALINDO CARO

– 10.10 AM. VALLEJO Y LA EDUCACIÓN

PROF. CARLOS ROJAS GALARZA

– 11.20 AM. VALLEJO Y LA JUVENTUD

PROF. CARLOS CASTILLO MENDOZA

– 12.40 PM. VALLEJO EN LOS

DOCUMENTOS AUDIOVISUALES

JOSÉ CRUZADO GAMBOA

– CONDUCCIÓN:

POETA: LUCY MARTÍNEZ



JORNADA 2


4.00 PM. VALLEJO Y LA SOLIDARIDAD

PROF. DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS


– 5.10 PM. MESA DE DEBATE:

«LITERATURA E IDENTIDAD»

– DANTE CASTRO

–  JULIO YOVERA BALLONA

– CONDUCCIÓN:

SAMUEL CAVERO


– 6.30 PM. PRESENTACIÓN

DEL LIBRO «PIEDRA VIVA»

DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

– DRA. MARA L. GARCÍA

– DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

– CONDUCCIÓN:

VICKY CHAMORRO


– 7.15 PM. ACTIVIDAD ARTÍSTICA

«VALLEJO EN EL ALMA»

– DELFINA PAREDES

– FREDERIK SOTOMAYOR

– CONDUCCIÓN:

SIXTO RAMOS


VIERNES 28 DE FEBRERO



III FERIA INTERNACIONAL

DEL LIBRO DE TRUJILLO


PRESENTACIÓN DEL LIBRO

“PIEDRA VIVA”

DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


PANEL DE COMENTARISTAS

ALEJANDRO BENAVIDES

MARA L. GARCÍA

ÁNGEL GAVIDIA

CON LA PRESENCIA Y SALUDO

DEL DR. CÉSAR ALVA LESCANO


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PIEDRA

VIVA


FOLIOS

DE LA

UTOPÍA


HABLEMOS

SOBRE

“PIEDRA VIVA”


ENTREVISTA



MARA L. GARCÍA

BRIGHAM YOUNG UNIVERSITY, PhD.


MG: Piedra viva se abre con una introducción y se cierra con un epílogo que funcionan como marco para los doce meses del año. Esta estructura muestra la circularidad y la repetición del tiempo. ¿Cuál fue la intención de estructurar el libro usando el calendario de un año?
DSL: Ello tiene que ver con el devenir de los acontecimientos que mes a mes se suceden en un pueblo andino ensimismado en sus vivencias y tradiciones como es Santiago de Chuco en la época prodigiosa en la cual yo viví y que ciertamente hace un ciclo circular porque se repiten cada año en una especie de corsi e ricorsi de Giambattista Vico. Funciona como un calendario anímico y vital de acontecimientos que se desenvuelven en el contexto físico, en el cual se ubican los hechos que se van presentando, pero aparte de este hecho externo hay un signo íntimo, subjetivo que responde más bien a una índole de naturaleza mágica que marca contenidos fundamentales, como por ejemplo: ¿por qué corresponde al mes de septiembre la luna? ¿O al mes de octubre los caminos? Estas son razones profundas que en verdad no obedecen a un orden aparente pero sí a algo sabio e intrínseco en donde siento que hay un eje o un compás secreto que marca estos asuntos y que yo mismo no alcanzo totalmente a comprender la razón para que sea así, pero que obedece a una verdad que percibo como insoslayable.
MG: Usted estuvo ausente de Santiago de Chuco durante muchos años. ¿Cómo se sintió cuando regresó a su tierra natal después de varios lustros de alejamiento?
DSL: Me despedí de Santiago de Chuco abrazando a mi abuela Rosa en el patio de su casa sin saber que moriría al día siguiente en un accidente automovilístico viniendo de los baños termales de Cachicadán, el 14 de abril de 1966, de donde es que guardo toda la sensación de su abrazo. Y regresé quince años después a la muerte de mi padre para su entierro, que ocurrió el 20 de mayo del año 1981. Pero quince años es una eternidad para alguien como yo que cierro los ojos y ya estoy trepado a algún muro oteando lo que ocurre allá, abajo o al fondo. Desde esa fecha hice todavía más honda mi ausencia alejándome de mi lar natal, porque huía de la atracción que ejercía conmigo y que a ratos era tan agobiante que me parecía fatal. Y es que frecuentemente nos ocurre a los hombres que cuando más queremos a algo o a alguien es cuando más lejos queremos estar de aquel ser amado porque se siente más honda la flecha, la lanza o el puñal. Pero tampoco regresé a mi pueblo muchos años porque yo cargaba con él a cuestas por todas partes. ¡Ha sido siempre muy fuerte su presencia en mi vida! Y lo es hasta ahora como si tuviera los pies o el alma imantados a su entraña que son amarus entrelazados. Pero además, no regresé porque intuía que el pueblo sublimado que yo llevaba hacia adentro en el ser no coincidía jamás con aquel de la realidad actual. Yo conservo un Santiago de Chuco intangible en mi sangre y en mis huesos, en donde no se ha movido de su lugar o su quicio ni una piedra, ni un adobe, ni un terrón de polvo, cada hierba en los muros y cada teja en los aleros de cada casa está intacta en mi memoria anímica y entonces díganme si no es atroz vivir con ese misterio incrustado en los latidos ¡y cuánto se puede sufrir al volver! Y es que para mí siempre han sido demasiado fuertes y apasionadas las amarras sentimentales que me enlazan con mi pueblo nativo, más por lo que no alcancé a vivir en él, que por lo que viví; más por lo que pudo ser y no fue, más por lo que quedó enterrado en los sueños que es el más doloroso lugar en donde quepa enterrar algo porque allí no hay tierra, casi hasta el punto de ahogarme, sin dejarme aliento ni siquiera para respirar. Pero curiosamente mientras más trataba de librarme de él huyendo más incrementaba esa atadura.
MG: En el texto se encuentran varias historias intercaladas.  Por ejemplo la del árbol de la infancia, la industria del humo de pez, el encuentro con el sujeto femenino idealizado, etc. ¿Forman todas estas historias parte de la realidad extra textual o son producto de la ficción?
DSL: Nada de los sucesos que narro en mis libros testimoniales, como es este, incursionan en el mundo ficticio, puesto que todos los hechos que presento sucedieron tal cual los narro. Constituyen relatos autobiográficos en los cuales han participado familiares, amigos, vecinos y en general personas conocidas. Tanto es así que entre mis hermanos o compañeros de escuela o de colegio, o de  la comunidad santiaguina que vivieron conmigo esos hechos se discute arduamente sobre algún detalle de las historias que recreo, unos determinando si fue así y otros queriendo sostener algo que luego es desmentido por todos y ratificando lo que yo consigno; como por ejemplo cuando digo que tal persona entró por el portón de tal casa, hay alguien que dice que no fue por allí sino por la puerta de la tienda, hecho que es un detalle, porque en el grueso y el meollo del relato no hay discusión, porque eso fue así y punto, tal y cual lo narro. El tronco general es indiscutido, porque al escribirlos trato de ceñirme lo más estrechamente a la realidad objetiva, hecho que a veces resulta problemático y muy comprometedor porque mis hermanos andan un poco nerviosos y asustados de que yo cuente algo sentimentalmente estremecedor que vaya a remecerlos, aunque siempre lo que resalto es la ternura con que vivimos. De todos modos sienten inquietud, más cuando mi hermano mayor Juvenal a modo de broma les advierte cada vez que nos reunimos, diciendo: Tengan cuidado con lo que cuentan que aquí está Fredy y puede hacer que todo el mundo se entere.
 MG: A propósito, ¿cómo nació el personaje narrador Fredy? ¿Por qué no utiliza el nombre Danilo, del crítico y el escritor actual?
DSL: Mi nombre completo es Fredy Danilo, pero el nominativo usado en mi infancia fue Fredy. Y así aparece cuando narro ocurrencias que sucedieron cuando yo era niño. Todos mis familiares cercanos, mis amigos de entonces, mis profesores, me conocen por Fredy. Es un nombre que caracteriza al personaje niño que fui en aquella época, un nombre travieso,  estridente y hasta feliz. Usar Danilo para esa circunstancia y esa época resultaría forzado, porque Danilo además es un nombre solemne. Sin embargo, cuando en Lima publiqué mi primer libro, que fue de poesía, usé Danilo porque consideraba que para el mundo de la literatura era más coherente con nuestro ancestro latino un nombre con esa raíz, y no el anglosajón Fredy que me pareció disonante para el orden de la literatura y más del mundo de las diabluras y las cosas cotidianas. Sin embargo, en los primeros años de la universidad yo era Fredy, al punto que cuando apareció mi primer libro con el nombre de Danilo mis amigos lo comentaron como si fuera de alguien a quien no conocían, lo cual fue mejor porque la crítica que le hicieron fue más libre y auténtico. Nadie identificaba a Danilo conmigo. Mucho ha costado ese cambio. Aún ahora hay personas aquí que a veces rememoran aquel nombre y me llaman Fredy, aunque cuando lo dicen se corrigen creyendo que se han equivocado, y hasta me piden sentidas disculpas, diciéndome: ¡no sé por qué ni de dónde, hermanito, se me ocurre decirte Fredy!, hecho que para mí no deja de ser hilarante.
MG: Piedra viva y casi todos sus libros resaltan su terruño amado.  ¿Qué representa Santiago de Chuco para usted?
DSL: Este asunto es un misterio indescifrable. No sé qué es. O qué está enterrado en mi pueblo que me subyugue y me fascine tanto. Tiene que haber en su trasfondo un vellocino, una clave secreta, un amuleto y una llave de oro enterrada allí para mí, porque lo que viví de niño, cada paso, cada movimiento lo tengo guardado en el alma y escrito con tinta indeleble, con una tinta dolorosa de sangre. Debo confesar que yo duermo cada noche en mi pueblo, me traslado a su regazo de manera instintiva y allí pernocto; o mi pueblo viene a mí, no sé, y duerme conmigo entre mis brazos, bien metido en mis nervios, en mi palpitar primigenio, sumergido en mi sangre, bien clavado en mi espíritu y en mi corazón, dueño de todas mis emociones y pensamientos, mi pueblo albacea hasta de lo que todavía no soy ni he pensado ser, él ya lo tiene y lo sabe. Pero yo mismo no termino de asombrarme de toda la hondura que yo encuentro en Santiago de Chuco. Es un pueblo que pese a que yo he nacido allí, me he criado y he pasado mi adolescencia hasta los 16 años, y he tenido toda la gama de experiencias que puede tenerlas un niño y adolescente que se ha servido de su néctar hasta el fondo de su copa, hay sin embargo ejes, claves y raíces en Santiago de Chuco que lo hacen un pueblo inagotable. Yo descubro algunas fuerzas que me sorprenden. Es un pueblo que no alcanzo todavía a saber cuánto tiene de variado, de intenso, de inalcanzable, y del suspiro mío que esconde en su roca más granítica e intrincada y que ya sin esperar verlo libre he decidido más bien, vencido por ese misterio, ir algún día a morir en él.
MG: Grafíquenos ese arraigo con alguna anécdota, alguna imagen o algún ejemplo. 
DSL: En mi pueblo se dice que tenemos susto cuando algo nos estremece más allá de lo normal, cuando algo nos impresiona tremendamente o nos hace temblar; mucho más si esto, como en mi caso ocurre, este arraigo se prolonga y dura décadas, o toda una vida como a mí me ha tocado sufrir o gozar. Entonces yo estoy asustado en relación a mi pueblo, es decir que estoy atrapado en su hechizo, en su encanto o brujería. Y puede ser porque de niño yo iba una vez rebotando mi pelota nueva, que no tenía ningún pispado ni rasmilladura, e iba al borde de un camino, y por un movimiento brusco la pelota se escapó y se lanzó cuesta abajo. Y como era nueva sus rebotes eran gigantescos e inmensos hacia el abismo, pero hacia el precipicio. Y yo corría desbocado detrás de los saltos gigantescos, acompañados de otros saltos míos que intentaban parecérseles y que eran igual a los de mi pelota. Siento que allí yo me he arrojado hasta tocar las nervaduras de mi tierra, su oquedad, su silencio y sus grietas más profundas. Eso ocurrió y allí me he perdido, digo yo, entre rocas majestuosas y temibles, entre peñas y zanjas cuyo silencio asorda. Allí estoy atrapado sin poder encontrarme y sin haber podido todavía salir de esa hendidura. Porque aquella vez no podía llamar a nadie ni siquiera llorar porque al principio el eco repetía mi llanto desde todos los contornos y asordaba. Recién allí me sentí solo en el mundo, porque arriba en el plano real tenía padres y familia feliz, pero aquí  abajo no, estaba solo y perdido, deambulando sin saber por dónde salir. Todo era hosco y extraño. Creo que entrar hasta ese abismo me ha asustado y me mantiene hechizado y cautivo ya para siempre en cadena perpetua.
MG. Siempre en sus obras hay un personaje narrador niño ¿por qué?
DSL: Yo no puedo escribir sino es desde un niño. Ese es un rasgo que yo no sé controlar, que para escribir lo haga siempre encarnando a un niño, en casi todos mis libros y en casi todos los personajes que narran mis historias. Es un rasgo que es importante destacar, porque para mí es como si estuviera poseso, marcado con un estigma, que el personaje narrador no envejezca nunca, que no pasen los años por él, que se haya quedado pasmado, quieto, inmóvil; y esta es otra magia de la cual soy inocente, donde siento que no tengo culpa porque no me lo propongo a mí mismo, ni donde yo lo piense ni lo sepa. Que soy así inconsciente de esos hechos, que no sé por qué ocurre, pero es así y eso es verdad. En general casi siempre estoy escribiendo desde una actitud de niño y ahora me produce fascinación reconocerlo, aunque es como si yo estuviera en una especie de limbo o arcano en cuanto a edad, en cuanto a cronología. Siempre estoy recreando historias de un personaje autobiográfico pero en esa edad maravillada, atónita y pasmada de la infancia. O quizá puede ser porque yo tengo una afición total respecto al niño, una devoción por lo que es él; pero no únicamente en el hombre o en la vida, sino en todo lo creado. Lo reconozco como el don principal del universo. Para mí el sol es niño, y por eso amanece. La naturaleza es niña y por eso florece, por eso hay animales y por eso las plantas fructifican. El cosmos es niño y por eso hay día y hay noche. O puede ser porque en este aspecto también yo sea víctima de algún conjuro, sea un niño perdido en aquella fosa a donde rodó mi pelota y me quedé atrapado y a oscuras para siempre.
MG: A lo largo del texto se menciona la presencia del sujeto femenino idealizado muy conectado con el narrador-personaje. Es un dato que queda sin revelar. ¿Cómo nace este personaje femenil y qué simboliza para usted?
DSL: Las mujeres reales cuando yo viví en mi pueblo parecían seres idealizados, pero concretas y tangibles, personas cotidianas y hasta pertenecientes al ámbito de nuestras propias casas. Y es que yo tuve la suerte de nacer y vivir en Santiago de Chuco en una época en que las muchachas eran transparentes, cristalinas e impolutas como fuentes, arroyos o flores; pudorosas y tiernas, muy femeninas. Señalo por ejemplo un rasgo: nunca vi en mi pueblo, en la época en que yo viví, a una mujer que no usara faldas y en esa prenda encuentro algo entrañable, maternal y sublime, así como nunca vi a una muchacha abrazada y besándose en la calle, ni dentro de una casa, con un muchacho. Así como en otros lugares la imagen de la mujer es sensual yo conocí en mi pueblo la imagen de la mujer en su dimensión mística y sagrada. Y es esta imagen religiosa de la mujer la que hasta ahora me fascina, cuando por ejemplo van acompañando una procesión o participando en algún oficio o rito religioso, que es cuando una mujer adquiere su rostro más bello, su fisonomía más adorable y su presencia más trascendental para con nuestras vidas, porque aparece su ser madres de todo, así sean muy tiernas de edad, responsables de defender la vida así sea con su propia muerte. Los rostros más bellos de una mujer se encuentran en las iglesias cuando oran en donde alcanzan esa dimensión virginal que es raíz y fibra del universo. ¡Pero, ¡ay!, pobre de mí!, porque aquello que pudo ser un privilegio vivirlo es también una condenación porque ahora es inhallable ese mundo.
MG: ¿Podría hablarnos del niño curandero de la realidad extra textual y que aparece tan bien referido en su libro Piedra viva?
DSL: Pues bien, ciertamente, me encandila el poder curativo de las plantas, ¡cómo no! Encuentro que por poseer eso las plantas tienen con nosotros confidencias, complicidades, una honda intimidad que se da también en esa dimensión sagrada que es el dolor, el padecimiento y el mundo de lo piadoso. Las plantas siendo así nos miran y tienen una actitud en sus tallos, en sus hojas y en sus flores, ¡y hasta en sus raíces!, que es de arrobamiento y conmiseración hacia nosotros, quizá por ser tan locos, aventureros y desbocados. Locura que ellas ecuánimes nos disculpan y perdonan compasivas, que ellas no la tienen porque son más pegadas a la tierra madre, pero que admiran que nosotros la tengamos y por eso nos curan, nos sanan y alivian nuestras heridas. Pero aparte de eso, yo vengo de un ancestro de curanderos, esa es mi progenie, estirpe y linaje; porque mi abuelo Benigno era el brujo del pueblo, curandero contumaz, espiritista temible, hombre curioso en todo, que si hubiera habido Santa Inquisición seguro que lo queman vivo. También era un industrial de éxito, quien tenía una fábrica para hacer velas, otra de jabones, otra de aretes. Dos veces fue alcalde del pueblo. Y en su casa se reunía la crema y nata de la ciudad. Menciono esto para que se vea cómo unía el mundo real con el esotérico, un hombre muy vasto. Y su hija, mi tía Zarela, en el corredor de su casa desde el amanecer hasta el anochecer tenía una clientela de pacientes que venían de varios distritos y hasta de provincias distantes. Ese era su oficio, su profesión y su desempeño en la vida, curar. En mí debió salir algo de esa vena o de esa savia. A mi madre también le gusta curar y en ese oficio lloroso yo la acompañaba. Tienen para mí tanta fascinación las plantas que un año que viajó a mi tierra la doctora Mirian Palomino, docente en biología de la UNMSM, decidimos publicar juntos un libro sobre el valor curativo de las plantas, en coautoría, proyecto que aún está vigente.
MG: La mención a los caminos tienen un doble significado, lo literal y lo simbólico. Usted hace referencia que volverá a recorrer esos caminos después de muerto. ¿Qué simbolizan para usted los caminos?
DSL: Yo estoy hecho fundamentalmente de caminos recorridos y por recorrer, y entrelazados bajo las plantas de mis pies y dentro de mi ser, tanto que si a mí se me hiciese una autopsia no encontrarán sino caminos, unos despejados y otros hechos un ovillo, unos sencillos y otros adustos e intrincados, muchos de ellos inhallables y otros infinitos, como lo son para mí. Creo haber realizado mi destino por los caminos que he recorrido. Y siento cuando viajo que me hago eterno, pero no por las distancias que recorro sino por los instantes en que me quedo. Son las únicas veces en que siento que le hago una pelea, de igual a igual, a la muerte cuando devoro caminos, paisajes, pueblos, personas que suben o bajan de los ómnibus, unos transeúntes que se quedan y otros que continúan la senda con la mirada llorosa. La esencia del pulso de mi sangre y de mi ser son los caminos. Quizá por eso lo he narrado como lo he narrado en este libro donde se verá que a todos los caminos de mi pueblo los llevo inmersos en mi alma, vivos, palpitantes, palpables, con toda su gente dentro caminando por ellos. Y encontrarán cuando me ausculten que allí en mis venas están reproducidos los atajos, las piedras con sus musgos, las acequias por donde corre el agua cantarina, borboteante y sin jamás detenerse. Por eso trato en lo posible de ir a cualquier lugar, pero por tierra. Y pese a que tengo bajo mis pies errantes centenares de miles de caminos y he llegado a ciudades increíbles envueltas en situaciones extrañas, acosadas por tormentas, inundadas de lluvia, de rayos y truenos, nunca han podido sustituir a los caminos de mi pueblo ni dejar de pensar en que los llevo clavados en el alma, como consta en tantos libros que he dedicado a evocarlos, tanto que pienso que hay algo en relación a ellos que no puede ser otra cosa sino hechicería.
MG: ¿Qué espera de sus lectores de Piedra viva?
DSL: Que amen más a su tierra de origen y que vuelvan, que regresen de los lugares a donde se han ido. Y retornen para contribuir al desarrollo de sus pueblos desde donde partieron. Esto es cerrar un ciclo, esto es dar la vuelta al círculo, al corsi e ricorsi de Giambattista Vico. Que si aprendieron a hacer un puente o una represa, vengan aquí y lo hagan, venciendo todas las dificultades, para eso se han hecho hombres íntegros y llenos de coraje. No que opinen, o que certifiquen, o que emitan opinión y mucho menos que critiquen sobre esto o lo otro, sino que hagan algo tangible, algo que produzca luz o lleve agua a los caños o grifos resecos y oxidados porque el agua no llega a esas gargantas sedientas. Que ojalá que este libro logre cultivar en los hombres el amor a la tierra que nos vio nacer, cualquiera ella sea. ¡Que es ese amor el amor por todo lo sincero e impoluto! El amor al terrón de adobe, al grumo de polvo en el alero, a la partícula de ceniza en el fogón, a la iridiscencia en el ichu y en la viga natal. Amor a aquello de dónde viniste, a tus padres sean ricos o pobres, estén vivos o muertos. No es el amor al éxito, a lo que brilla, relumbra y tiene esplendor, sino a todo lo que está por hacer. Es amor hacia adentro, ¿Por qué allí fuimos felices? No. Tampoco. Eso no es cierto ni es verdad. No. ¡Es el amor moral a todo lo que tenemos que redimir!
 MG: Muchas gracias  Prof. Danilo Sánchez por permitirme esta entrevista y por enriquecernos con sus escritos.



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 CONVOCATORIA


XV ENCUENTRO INTERNACIONAL

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

TELÚRICA DE MAYO, 2014


LIMA:

MARTES 20

Y MIÉRCOLES 21


TRUJILLO:

JUEVES 22


SANTIAGO DE CHUCO:

VIERNES 23

SÁBADO 24

Y DOMINGO 25

DEL MES DE MAYO


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