jueves, 13 de febrero de 2014

13 DE FEBRERO: VIDA DE HOGAR - FOLIOS DE LA UTOPÍA: MI HERMANO GUILLERMO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina


2014 AÑO

DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y

ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN

DE UN MUNDO MEJOR


FEBRERO, MES DE LOS HUMEDALES,

DE NUESTRAS LENGUAS NATIVAS, DE

RICARDO PALMA Y FEDERICO BARRETO


CAPULÍ ES

PODER CHUCO


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ACTIVIDADES PRÓXIMAS

DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA


CÁTEDRA

VALLEJO
 

ES LA MADURACIÓN DE UN PRODUCTO

LARGAMENTE PROCESADO


TENDIENTE A CREAR COMPROMISO, ADHESIÓN

Y ANHELO DE CREAR UN MUNDO NUEVO


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JORNADA 1, DE 4.

MIÉRCOLES 26 DE FEBRERO

9.00 AM. A 1.30 PM.


9.00  AM. INAUGURACIÓN


10.00 AM VALLEJO Y EL HOGAR

MARA L. GARCÍA


11. 10 VALLEJO Y EL MUNDO ANDINO

EMILIO SÁNCHEZ LIHÓN


12.20 VALLEJO Y LA GLOBALIZACIÓN

JULIO YOVERA BALLONA


CONDUCCIÓN

FLORENCIA ROLDÁN


CASA DE LA LITERATURA PERUANA

ANTIGUA ESTACIÓN DESAMPARADOS



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13 DE FEBRERO


VIDA

DE

HOGAR


FOLIOS

DE LA

UTOPÍA



MI

HERMANO

GUILLERMO




Danilo Sánchez Lihón



1. Al pie
de las llamas
– ¡Ay!
Escuchamos un grito agudo, lacerante, mortal, en la cocina de la casa que queda en el primer piso, a un costado del patio.
– ¡Mi hijo! –Exclamó mamá aterrorizada y salió en estampida, como un rayo.
– ¡Dios mío! –Fue lo que oí decir a papá que corrió tras ella encontrando al niño en el suelo, al pie del fogón, con la olla que estaba ardiendo en la parrilla volteada sobre sí, ya casi vacía a un lado del piso convertido en un inmenso charco de agua, y él completamente empapado.
Se había despertado, salió al patio, entró a la cocina, se estiró en el fogón y se cogió de la olla que se ladeó y se le vino encima.
Lo cierto es que escuchamos ese grito y el espanto de ver la olla en el suelo al pie de las llamas rozagantes. Era lo que papá siempre nos advertía: que no debemos acercarnos a la cocina cuando las ollas hierven y que no debemos permitir que haya un bebé cerca de la candela.
2. Con mano
temblorosa
Lo cierto es que el agua le cayó desde la coronilla en plena cara hasta el punto de ahogarlo, de allí que daba esos sorbos desesperados y le empapó hasta la punta de los pies.
Mi padre que aplica sus lecciones de primeros auxilios al pie de la letra, tanto que tiene sus cartillas sobre la mesa, y siempre nos instruye a la hora de almorzar, lo alzó en vilo y procedió a desnudarlo con manos nerviosas dejándolo tendido, tal y cual había nacido, sobre la mesa, tieso e incapaz de hacer cualquier movimiento, mientras nosotros llorábamos y él seguía hipando y botando con ahogos agua de la boca, como si la hubiera tragado hirviente.
– ¡Aceite! –Clamó papá. Y corrimos alcanzándole una botella de aceite “Cocinero”, que felizmente estaba llena y que derramó con mano temblorosa desde el cráneo hasta los pies y que lentamente escurrió sobre la mesa.
– ¿Qué ha pasado? –Asomó preocupada por la puerta mi tía Carmen que vive en la casa contigua.
– Se ha quemado el bebito con agua hirviente.
3. Dejen
aire
– ¡Dios Santo! –Dijo mi tía, que con frases entrecortadas entendió que eran quemaduras de primer grado. 
Y no sabemos cómo pero al instante puso un frasco de leche de magnesia, que papá roció con mano zigzagueante en la cara, el cuello, los hombros, la barriga y apenas alcanzó para la entrepierna de nuestro hermanito, poniéndole así una máscara blanca que ya parecía una lápida. 
Empezamos a gemir. Y algunos a rezar.
– Que nada roce la piel, ni siquiera gasas. –Sentenció papá. 
En ese momento empezó a temblar sobre la mesa que siempre fue temblequeante, chocando diente con diente, como si convulsionara.
– ¡Nadie lo toque que la piel se desprende! ¡Avisen al médico! ¡Díganle que es una emergencia, quemadura en primer grado de un bebito! ¡Pronto! –Y varios partieron, incluyendo mi tía. 
– Dejen aire, no se acerquen, tiene que haber oxígeno.
4. En ese
cruento invierno
Sin embargo, era tanta la leña puesta en la cocina que empezó a chisporrotear.
– ¡Apaguen esa leña!
Elvia, la empleada, se acercó a apagarla recogiendo la olla de la desgracia todavía caída en el suelo. Y dijo:
– Esta agua está helada.
– ¿Qué? ¡Haber! ¡Toquen al bebito!
– ¡Mi hijo está helado! ¡Está tiritando! ¡Y se muere de frío!
– ¡Mantas! ¡Frazadas! ¡Abrigos! –Y corrimos a traer hasta pellejos y lo envolvieron casi hasta hacerlo desaparecer, pero aún no dejaba de samaqueares y rechinar sus dientes.
– ¡Mi hijo se muere de frío! ¡la oll recién estaba puesta! ¡Está tieso mi hijito! ¡Se muere!
– ¡Acérquenlo a la candela! ¡Hagan más fuego! ¡Dónde hay más leña! 
– Pero no lo acerquen tanto que se vaya a quemar.
Más costó a mi hermano revivirlo del frío en ese cruento invierno que le dejó una bronquitis que casi se convierte en pulmonía.
5. Al salir
de la casa
Pero esta es una de las múltiples anécdotas que tenemos en la casa acerca de mi hermano Guillermo, quien nació un día como hoy travieso y ocurrente. Aunque mi madre, cuando nació hizo este comentario refiriéndose a que era el cuarto de los varones:
– Yo tengo que agradecer mucho a la vida –dijo mirándonos con orgullo– que ya tengo mis cuatro cargadores.
Mi madre gusta que la engrían y es como una niña que, pero esta vez nos pusimos a llorar y protestamos:
– ¡Mamá, cómo vas a decir eso y un hecho tan feliz como el nacer de un hermanito lo haces triste!
– ¿Por qué? Yo siento felicidad que al morir me carguen mis cuatro hijos.
Mi madre tiene ahora 95 años y goza de muy buena salud. Pero se cumplió lo que dijo con papá. 
Al salir de la casa lo cargamos Juvenal y yo adelante, con Jaime y Guillermo atrás, en las esquinas de su catafalco. Una señora mirándonos desde su puerta dijo:
– ¡Qué grandes hijos había tenido don Danilo!
6. Dos hondos
suspiros
Pero mi padre más prolijo cuando nació Guillermo anotó estos datos con letra pareja y hermosa, que copio porque uno de esos rasgos que detalla pinta todo lo que mi hermano es ahora, por eso se dice que el niño es padre del hombre y que de adultos reproducimos lo que fuimos de niños. Escribe mi padre:
Guillermo Mauro nació el 13 de febrero de 1954 a las 2.40 de la madrugada. El parto fue natural. Después del síntoma de alumbramiento demoró una hora, máximo, en nacer. Estuvimos presentes todos quienes formamos la familia: Sofía Gamboa (abuela) Cármen Sánchez (tía) Danilo y Elvira (padres); Juvenal, Fredy, Rosita, Jaime, Sofía (hermanos), Elvia Castillo (empleada) y la señora Luz Sánchez (partera o comadrona) quien llegó cuando ya había nacido el bebé, pero que continuó hasta que cayó el par. Pesó, ya vestido 5 kilos, o sea descontando la ropa 4 kilos y medio. Vino al mundo en día sábado. Chupó perfectamente su lamedor de cebolla con miel de abeja. Al succionarlo fue curiosa su desesperación, después hizo pizpiretas, pero luego emitió dos hondos suspiros y se durmió.
7. Nadie
sino él
En ese apunte de mi padre yo encuentro todo el perfil de mi hermano de lo que ha sido después: su vitalismo, su encanto de vivir, sus hondos sentimientos y su autonomía. En realidad él vino y cambió la vida de mi casa de infancia estricta y severa, porque él nació con encanto, con pensamiento divergente, hecho que le ha costado sacrificios y hasta martirio. Distinto de sus hermanos mayores compuestos y temerosos, él decidió ser libre y rompió esquemas, paradigmas, horarios.
Hizo trizas los cánones de la casa hecho en base a cumplimientos, tareas, obediencias; él fue de los que no se someten, no se atienen a felicitaciones por su buena conducta y eso cuesta dolor vivo. Su vida era las montañas, los ríos, las parvas de trigo, aventurarse en descubrir la naturaleza tan prodigiosa en Santiago de Chuco que es un libro abierto, por donde se perdía todo el santo día.
Nos conmovió siempre su rebeldía, sus lágrimas solitarias que nadie sino él enjugaban, sus ocurrencias, el amor a su tierra. Y nos mostró sin discursos que ser sumiso es fácil, lo difícil es ser autónomos. Que eso cuesta mucho y se paga con castigos y ostracismo, pero pese a sus tremendas travesuras es el hijo al cual creo que más quiso y hasta adoró papá. Y es tan sentimental que creo que no soporte la idea de algún día cargar desde una esquina el ataúd de mamá como ella orgullosa señaló cuando él vino a este mundo.



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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

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