martes, 19 de noviembre de 2013

19 DE NOVIEMBRE: DÍA INTERNACIONAL DEL HOMBRE - FOLIOS DE LA UTOPÍA: SEÑOR DEL FOGÓN - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2013 AÑO
EVANGELIO VALLEJO DE LA SOLIDARIDAD
Y UNIVERSALIDAD DEL MUNDO ANDINO
 
NOVIEMBRE, MES DE LA GESTA
DE TÚPAC AMARU; LOS DERECHOS
DEL NIÑO; VIDA Y EJEMPLO DE
J.M. ARGUEDAS Y MANUEL SCORZA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
CÉSAR VALLEJO
Y SU TIERRA NATAL
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
DEL PERÚ Y EL MUNDO
 
GRAN ACTO
DE ADHESIÓN
 
VIERNES
29 DE NOVIEMBRE, 7 PM.
 
CONVOCADO POR:
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA Y EL
VICERRECTORADO DE INVESTIGACIÓN
DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL
MAYOR DE SAN MARCOS
 
ACTUACIONES:
 
CASTILLO MENDOZA, CARLOS
NORIEGA TORERO, RAMÓN
RAMÍREZ BAUTISTA, BERNARDINO
ROJAS GALARZA, CARLOS
RUIZ PAREDES, MANUEL
SÁNCHEZ LIHÓN, DANILO
SOTOMAYOR, FREDERIK
TÁVARA CÓRDOVA, FRANCISCO
VÁSQUEZ VEJARANO, WALTER
VEJARANO SÁNCHEZ, MANUEL
YOVERA BALLONA, JULIO
 
INGRESO LIBRE
SE AGRADECE
SU GENTIL ASISTENCIA
 
CENTRO CULTURAL
DE LA UNMSM, LA CASONA
SALÓN DE RECEPCIONES
 
VIERNES 29 DE NOVIEMBRE, 7 PM.
PARQUE UNIVERSITARIO
COLMENA IZQUIERDA
AV. NICOLÁS DE PIÉROLA S/N
CERCADO DE LIMA, PERÚ
 
 
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19 DE NOVIEMBRE
 
CALENDARIO
DE EFEMÉRIDES
 
 
DÍA
INTERNACIONAL
DEL HOMBRE
 
OBJETIVO:
PROMOVER MODELOS MASCULINOS
POSITIVOS DE LA VIDA COTIDIANA
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
SEÑOR
DEL
FOGÓN
 
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Espuma
la leche
 
Todos tenemos una imagen que evocar respecto a nuestros padres. La mía, y como imagen de entrecasa en relación a mi padre, es el cuidado que él tenía respecto a la vida y milagros del fogón, al acto de  encender y avivar el fuego.
 
De allí que cuando mi madre le pedía ayuda porque algo se demoraba en hervir, era como solicitar la intervención de quien es autoridad omnipotente en esos menesteres.
 
Entonces empieza mirando la hornilla y removiendo aquí y allá los carbones; introduce uno o más pedazos de leña precisos y sopla en un lugar preciso que pareciera el corazón del fuego porque inmediatamente se aviva y las llamas se elevan. 
 
Es cuando las llamas titubeantes primero detienen su extinción y al ratito ya lamen las panzas de las ollas y empiezan luego a crecer chisporroteando en lo alto.
 
Son unas lenguas amarillas, ágiles, robustas y vivas que se alzan tanto que lengüetean encima del borde de las ollas de barro, por donde espuma la leche o bien las habas, el mote o los choclos.
 
Es como si quisieran congraciarse con su amo, dueño y señor quien les ha concedido la fortuna de su atención, rindiéndole entonces pleitesía.
 
2. Un castillo
vistoso
 
Pero la afición de mi padre por el fuego empieza antes, desde mucho más atrás. Y es la inclinación y encanto que tiene por la leña. Un entusiasmo y una emoción muy especial lo embargan por ella. Participa muy de lleno en todas las actividades vinculadas con la presencia de ese recurso vital en la vida cotidiana de la casa.
 
Es él quien espera la aparición del pollino que voltea la esquina de arriba trayéndola con su dueño que aparece después, y detrás. Mira desde la ventana, donde trabajaba cosiendo alguna prenda nuestra y sale. Aprecia la carga, pregunta, transa, paga y hace que la leña sea descargada al borde de nuestra vereda.
 
Entra con las primeras rajas en los brazos y traza el cimiento de un castillo y la va apilando, calculando el sitio del corredor adonde no alcancen las gotas de lluvia de las tempestades pero sí adonde llegue con toda su calidez la luz del sol.
 
Y comenta luego de todo ello con nosotros en la mesa. Le encuentra mil características a la leña que ha comprado, incluso al árbol que antes ha sido y del cual hasta tiene presente a los nidos de pájaros que han estado sostenidos  en sus ramas. Gusta cargarla y arreglarla él mismo en su sitio, armando un castillo vistoso que más parece un ramillete de flores secas en el corredor.
 
3. El filo
del hacha
 
Y, bueno, la tarea que él escoge hacer siempre es rajarla en trozos delgados para hacer arder el fogón. Para eso, al amanecer coge un hacha y se dedica a partirla en pedazos pequeños a fin de mantener viva la candela. 
 
Cruza un leño a modo de cabecera, acomoda el trozo por rajar, mira a su alrededor, como apartando con la vista lo que pudiera correr peligro de ser golpeado, y da el primer hachazo al pedazo de madera.
 
Ella se parte dejando una abertura como si quisiera ofrecer la esencia de su cuerpo o de su entraña recién desflorada. 
 
Pero otras veces, al dar un mal golpe, hace que la raja salte en el aire peligrosamente. 
 
– ¡Ajá! 
 
Exclama, profiriendo la interjección como si supiera con qué índole y temperamento de madera está pugnando.
 
En este caso mira el filo del hacha, pasa los dedos por sus bordes, como si le dijese algo, y vuelve a dejarla caer con una precisión que hace que el leño se abra y queden rendidas sin apelación sus dos partes ante tal varón insigne.
 
4. Acunar
a un niño
 
Rajar leña es una tarea que él hace en el callejón de abajo, que permanece casi siempre desierto.
 
Su piso es de tierra y no hay peligro de que un impacto mal dado acabe abollandose el filo del hacha en alguna piedra.
 
Además, el lugar permite concentrarse en los golpes que se dan y, como es apartado, resulta difícil que por allí se acerque alguien.
 
Cada golpe que raja la leña va acompañado con un grito gutural de afirmación de la vida:
 
– ¡Jo! ¡Ju! ¡Jo! ¡Ju!
 
Al terminar coloca el hacha en su sitio, ordena en la grada la leña trozada y recoge hasta la más mínima astilla que se haya esparcido.
 
Y alza el conjunto de leña rajada en los brazos, como si acunara a un ser vivo y tierno, sudoroso como está por la faena; el cuerpo erguido, la mirada luminosa. 
 
Y cruza el patio con el hato contra su pecho.
 
5. Una lumbre
de oro
 
Coloca el hato de leña rajada cerca al fogón, como un conjunto de piezas de naipes dispuestas para jugar la gran partida de quemarse vivas.
 
Y es su placer y su encanto de inmediato encender el fogón mientras una lluvia repentina oscurece el cielo y deja escuchar su rumor en el tejado que solo el fuego que él alce logrará compensar para alegrar la mañana.
 
Para ello arma lo más rápido una parrilla horizontal de las astillas más consistentes que se apoyan en dos leños gruesos ya puestos dentro de la hornilla. Y encima teje un pequeño andamio o techumbre horizontal de las astillas más finas, separando carbones y ceniza que quedan debajo o al pie.
 
Tiene a la mano un tarro de kerosén en donde unta una pelotilla hecha de retazos de tela amarrados con un pabilo. Lo sumerge y luego levanta encima del tarro para que escurra un breve momento, y luego la lleva a la hornilla en donde caen las últimas gotas en los leños tendidos y dispuestos a arder.
 
Coloca esa mecha encima de la parrilla de astillas gruesas y debajo de ese techo de astillas menudas, tira un fósforo encendido y en el ambiente nublado de la madrugada en la cocina a oscuras surge una lumbre de oro y de diamantes que es el fuego.
 
6. Las ollas
maternales
 
¿Qué cosa más pura y hermosa puede haber –digo yo– en el mundo que contemplar el fondo, los bordes y el infinito interior del fuego que hemos sido y desde donde hemos nacido?
 
Que somos de alguna manera y seguiremos siéndolo después, en las muchas vidas que aún nos quedan por rodar, cautivos como estamos en este girar sin descanso, sin cesar y sin confín que lo ataje, en este universo pavorido.
 
Pero eso de encender el fogón no ocurre todos los días, porque él también se ocupa, avanzada la noche, en apagar las últimas brasas y cuida que los miles de rubíes prendidos a los tizones, o sueltos ya de ellos como chispas escondidas en el mar de cenizas, se duerman apacibles completamente vivas para despertarlas después rebuscándolas en el océano de limallas y ciscos que la leña ha dejado.
 
Para revivirlos en la mañana siguiente, con más ímpetu en la claridad del nuevo día, a fin de que restañen luego en el vientre oblongo de las ollas maternales.
 
Ahora bien, toda esta actividad mi padre no la dedica exclusivamente a su hogar sino también a su escuela, donde es el más entusiasta en preparar todos los días el desayuno del Refectorio Escolar.
 
7. Reino
inconmensurable.
 
Para cumplir con ello hay que ir muy temprano al local del centro educativo a encender el fogón, atizarlo y hacer que se inflamen las llamas como el día en que se creara el mundo: el sol, la luna, las estrellas y los mares.
 
Para ello, siempre participa junto a él un grupo de tres o cuatro alumnos entusiastas que llega hasta la casa cargando costalillos llenos de panes recién salidos del horno de doña Raquel Aguilar.
 
Y que ya en la escuela es una algarabía repartirlos. Que los niños reciben con sus tazas vacías y tintineantes en la mano, hasta que llegue la leche espumante.
 
Mientras se apura, se afana y goza mi padre avivando el fogón, ¡arrancándole a la leña no sé si notas de júbilo o feroces refunfuños que los alumnos retirados a cierta distancia celebraban!
 
La mayoría de niños llega a la hora en que el sol ya dora las malvas del patio, cuando ya espuma hirviendo la leche, que viene en polvo y hay que deshacerla en baldes, que es lo más trabajoso de hacer para que no queden grumos que hace que los niños en lo mejor del deleite frunzan los labios en un gesto de rechazo.
 
Pero ahora se hincha la leche impoluta en las inmensas ollas que al igual que en nuestra casa, constituye el ámbito donde don Danilo, mi padre, establece su señorío, su reino y hasta su imperio inconmensurable.
 
 
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Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Instituto del Libro y la Lectura: inlecperu@hotmail.com
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CONVOCATORIA
 
XV ENCUENTRO INTERNACIONAL
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
TELÚRICA DE MAYO, 2014
 
LIMA:
MARTES 20
Y MIÉRCOLES 21
 
TRUJILLO
JUEVES 22
 
SANTIAGO DE CHUCO
VIERNES 23
SÁBADO 24
Y DOMINGO 25
DEL MES DE MAYO
 
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