viernes, 4 de octubre de 2013

4 DE OCTUBRE: DÍA MUNDIAL DE LOS ANIMALES - FOLIOS DE LA UTOPÍA: RODRIGO Y SU PERRO VALIENTE - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2013 AÑO
EVANGELIO VALLEJO DE LA SOLIDARIDAD
Y UNIVERSALIDAD DEL MUNDO ANDINO
 
OCTUBRE, MES DE LA SALUD,
LA ALIMENTACIÓN, LA GESTA
DE ANGAMOS; VIDA Y EJEMPLO
DE MARIO FLORÍAN Y LUIS
DE LA PUENTE UCEDA
 
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
ADHESIÓN Y PARTICIPACIÓN:
 
TERCERA  MARATON
METROPOLITANA
DE LECTURA LIMA LEE
 
5 DE OCTUBRE
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
EN EL PARQUE DE LA EXPOSICIÓN
DE 2 a 5 PM
 
OTRAS SEDES PARALELAS:
 
– PARQUE DE LA EXPOSICIÓN
– PARQUE CAPAC YUPANQUI
– PARQUE WIRACOCHA
– PARQUE HUÁSCAR
– PARQUE SINCHI ROCA
– CASA DE LA LITERATURA PERUANA
– SALA DE LECTURA INFANTIL
DEL MUSEO METROPOLITANO DE LIMA
 
*****
 
Teléfonos Capulí:
420-3343 y 420-3860
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4 DE OCTUBRE
 
 
DÍA
MUNDIAL
DE LOS
ANIMALES
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
El 4 de octubre
es Día Mundial de los Animales
instituido así en honor a
Francisco de Asís devoto de la vida
cualquiera sea como ella se exprese
y quien murió un día como hoy.
Escribió el “Cántico de las criaturas”
en donde todos los seres formamos
un coro de celebración y alabanza:
“Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos…”
 
 
RODRIGO
Y SU PERRO
VALIENTE
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Es
de amanecida
 
– Hoy te quedas aquí Valiente, para que mañana vuelvas a salir conmigo. ¡No vaya a ser que te empeores! 
 
Fue lo último que le dijo Rodrigo antes de salir al campo y quien hasta ahora no regresa pese a ser las tres de la madrugada y la desesperación estremece a sus padres, familiares y algunos vecinos que ayudan a buscarlo con la angustia de que le haya ocurrido algo grave. Es noche tormentosa y helada y no se lo halla por ninguna parte.
 
Y es que a Rodrigo le gusta recorrer la campiña, explorar cada maravilla de vida que encuentra en el bosque o a la orilla del río. Y comer frutas silvestres, subido en la copa de los árboles. 
 
En estos paseos siempre va acompañado de su perro, llamado Valiente, quien hoy amaneció dolorido de una patita y él quiso que descanse. Y aunque ha gruñido ha tenido que quedarse. Él ha ido solo. Ya es tarde y aún no regresa. Es de amanecida y no se le encuentra
 
2. Ladra
desesperado
 
Las sombras arremolinadas aún cubren firmamento. Como no ha llegado los papás, la hermana, tíos y algunos vecinos han salido preocupados a tratar de ubicarlo. Pero es noche oscura. Y llueve con rayos y truenos.
 
– ¡Rodrigoooooo! –Llaman ya acongojados.
 
Nada. Sólo se oye el ruido del agua golpeando las hojas y cayendo sobre la tierra.
 
– ¡Rodrigoooooo! –Repiten el padre, la madre, la hermana y el tío por un lado. Pero nada.
 
La madre y la hermana ya lloran desconsoladas. Ya corren por el campo, gritando y cayéndose, porque casi no se distinguen los senderos.
 
– ¡Rodrigoooooo! –Nadie responde.
 
El perro Valiente ha quedado encerrado en casa. Y ahora él ladra desesperado para que alguien le abra la puerta, queriendo escapar para ayudar a buscar a su amo.
 
3. Entre
los juncos
 
– ¡Guau, guau, guau! –Se escucha su bronco llamado.
 
Cuando ya no puede esperar más, dando ladridos lastimeros ha subido a la ventana del segundo piso de la casa y desde allí baja por el tejado de la cocina y salta, para quedar libre.
 
Cae a tierra, revolcándose de dolor por el golpe sufrido, pero se repone y sale corriendo por el campo en busca de Rodrigo.
 
– ¡Guau, guau, guau! –Ya se oye ladrar en la lejanía.
 
Corre hasta un herbazal. Y allí ladra con todas sus fuerzas. Pero no, no está. El aire es húmedo, ya la lluvia ha cesado.
 
Entonces corre veloz hacia la orilla de la pequeña laguna en donde anidan patos salvajes, garzas y se deslizan extasiados los pejerreyes en el fondo de las aguas tranquilas.
 
¿No será que acaso esté malherido y hundido entre los juncos?
 
4. Aullido
lastimero
 
Por eso, ahora corre veloz hacia allá. Se acerca y ladra desde una y otra punta de la ensenada, con los pelos erizados y el hocico anhelante. Pero, nada. Solo rumorean las aguas, gruñen en sus nidos las comadrejas, aletean en sus recodos perturbadas las avutardas y perdices, protestando por la interrupción de sus sueños.
 
¡Oh, Dios!
 
Quizá haya subido a aquellas rocas cortantes a contemplar el vuelo de las águilas detrás de las tierras amarillas. Donde los saltamontes trisan el vidrio congelado del aire y el viento punza la piel con mil astillas. Si así fuera estaría ya aterido y temblando antes de caer rígido.
 
Corre hacia allá, subiendo por la cuesta empinada, ladrando y husmeando en uno y otro sentido, en una y otra abra, con el rabo agitado. Pero aquí tampoco está, nada ni nadie responde. Todo es sordo, ciego y mudo. Y lanza desde allí hacia los contornos su aullido lastimero.
 
5. En
los pedruscos
 
 
– ¡Guau, guau, guau!
 
¡Oh, Dios!
 
¿No estará atrapado en la colina vadeando el riachuelo? Donde se precipitan las cascadas puede que tenga los pies atrapados en algún orificio que dejan las piedras cortantes y filudas y no pueda moverse.
 
Otros días han podido por allí corretear una que otra vizcacha, o se han aventurado en untar sus dedos en la miel que dejan caer los panales de abejas que cuelgan naturales entre las peñas. Hacia allá se lanza con la lengua afuera, pero veloz como un rayo. Y ladra urgido y crispado. 
 
– ¡Guau, guau, guau!
 
Pero otra vez nada. Todo está aterido, callado e inerme. La noche es fría y sombría, pero él sabe distinguir en la oscuridad y seguir la huella del olor de ambos que subsiste en la tierra, en los pedruscos y por la hierba. Pero no está.
 
6. Sombras
que se esconden
 
¡Oh, Dios!
 
¿Quizá esté arrinconado en el viejo molino, donde permanece herrumbrada la rueda de fierro debajo de la cabaña, sobre la cual gotea la lluvia que se filtra entre las tablas?
 
– ¡Guau, guau, guau!
 
¿Estará entonces encogido, sin hablar, apretujado en algún rincón, la cabeza escondida entre los brazos, pensando que si abre los ojos ha de ver los tropeles de duendes que suelen hacer su ronda en torno a la rueda? Y se lanza feroz hacia allá, para protegerlo de los fantasmas esta noche feroz y aciaga ¡O del crujir de las puertas y del lagrimear de los muros!
 
Entra y en la estampida arroja trastos que despierta entre los escombros a las musarañas que habitan las sombras que se esconden bajo la cumbrera de los techos apolillados. Pero no está aquí tampoco, nadie responde. Y es mejor salir que permanecer un instante en estos reinos de pavor y de miedo.
 
7. Ser
la vida
 
¡Oh, Dios!
 
Es terrible imaginarlo, pero ¿no estará detenido por algún zarzal en el bosque umbroso donde los búhos a esta hora entonan sus cantos fúnebres?
 
– ¡Guau, guau, guau!
 
Es un lugar temible, pero allá se lanza como una motita de pelos erizados entre las tupidas tinieblas. Las lechuzas desveladas, inquietas por los ladridos desaforados, hacen girar sus ojos en redondo mientras él se detiene esperando alguna respuesta, siquiera desvaída entre los troncos de los árboles añosos. Pero nada, todo es calma, estupor y asombro.
 
¡Oh, Dios! ¡Cómo se puede sufrir tanto de no encontrar a alguien con quien solemos vernos a cada momento y pasar las horas comunes y corrientes sin darnos cuenta de que si no nos acercamos nos hacemos tanta falta! ¡Y no comprendemos cómo puede ser la vida en un instante repentino del día o de la noche si no nos encontramos!
 
8. Cumbre
y hondonada
 
¡Por Dios! ¡Que ya responda! ¡Que ya aparezca! ¿Dónde está? Anhelo verlo, encontrarlo en este instante. Y nunca más olvidarme que lo quiero, que lo amo en todos los otros instantes sucesivos de esta vida.
 
– ¡Guau, guau, guau!
 
O quizás ha caminado hasta el otro extremo del valle, vadeando el río cuya corriente amengua en el día y se acrecienta en las noches, pero que yo sí sé cómo cruzar saltando entre las piedras.
 
Si es así ha subido por el sendero de pencas y magueyes donde suelen ambos contemplar las flores escarlatas y ver trazar sus arabescos en vuelo loco a las cantáridas de los buenos y malos tiempos.
 
Corre hacia allá, conteniendo en la garganta ya reseca los últimos ladridos que le quedan antes de caer fulminado, y para lograr que él pudiera oír y responder esté en una cumbre o en la hondonada.
 
9. Veloz
como un rayo
 
O hundido en la hojarasca en donde seguramente Rodrigo yace atrapado.
 
Tal vez enredado en algunas lianas, sin poder caminar por alguna herida en la pierna, cadera o tobillo, producto de alguna caída. 
 
Agotado de tanto haber corrido, pero hinchando todo lo que puede sus pulmones ladra con un apuro supremo:
 
– ¡Guauuuuúúú! ¡Guauuuuúúú! ¡Guauuuuúúú!
 
Y su aullido se parece ya a un lamento:
 
– ¡Guauuuuuu! ¡Guauuuuuu! ¡Guauuuuuu!
 
Rodrigo, que ya está casi helado e inconsciente, lo escucha y grita con todas sus fuerzas:
 
– ¡Valienteeee! ¡Valienteeee!
 
El perro lo ha oído. Salta de gozo, ladra otra vez y sale corriendo, pero ya de regreso, veloz como un rayo.
 
10. Tira
con más fuerza
 
Llega a la casa. El padre, con la mamá y el otro hijo, están sollozando en la puerta, ya derrotados.
 
Valiente frena su carrera, pero aún así entra rodando por el suelo hasta quedar detenido pero hecho un ovillo por una mata de flores. 
 
Se recupera y tira del pantalón al papá de Rodrigo queriendo arrastrarlo.
 
Jala con tanta fuerza que lo hace tambalear.
 
– ¡Guau, guau, guau! –Vuelve a ladrar.
 
– ¡Zafa, perro! –Le grita el papá, impaciente.
 
Pero Valiente lo tira con más fuerza.
 
– ¡Este perro me va a romper el pantalón! –Se irrita.
 
A punto está de darle un fuerte zapatazo, alterado como se siente. Pero su hermano, tío de Rodrigo, le advierte:
 
– El perro está tratando de decirte algo.
 
11. ¡Espera!
¡Tranquilo!
 
– Papá, de repente Valiente te está diciendo que ya encontró a Rodrigo. 
 
– ¡Guau! ¡Guau! ¡Guau! –Aúlla el perro, como si entendiera lo que acaba de decirse. Y se echa a correr por el campo humedecido.
 
– ¡Tratemos de seguirlo!
 
El papá, la mamá, la hermana, el tío y otras personas lo siguen a toda carrera por el bosque, perdiendo a veces los ladridos de Valiente, que avanza a toda velocidad.
 
– ¡Guau, guau, guau! –Se escucha a lo lejos un ladrido enronquecido.
 
Hasta que llegan a la base de un árbol muy alto. Allí el perro ladra con todas sus fuerzas. Desde arriba Rodrigo responde:
 
– ¡Valiente!
 
– ¡Rodrigo!, –grita el papá–. ¡Espera! ¡Tranquilo hijo! Ya te escuchamos. ¡Espera!
 
– ¡Papá!
 
12. Cogido
fuertemente
 
– Subiré a bajarte. ¡Pero tranquilo! –Grita otra vez.
 
–Hijito, espérate, no te muevas. –Ruega la mamá. Y llora de felicidad en silencio, abrazada a su hija. 
 
– ¡Mamá! –Exclama Rodrigo desde arriba, también casi llorando.
 
El papá empieza a trepar y resbala. Intenta otra vez y resbala. Se desabrocha los zapatos, se los saca y las medias también. Ahora sí, avanza hacia lo alto firme y seguro, mientras la mamá y la hija se abrazaban, temblando de miedo.
 
Sube el papá hasta la copa del árbol y encuentra a Rodrigo helado de frío, cogido fuertemente de una rama, apagada su voz y acalambradas las piernas, que no las puede mover. 
 
El padre, arrimándole su espalda, le indicó que se coja fuertemente de su cuello. Aún más, lo amarra con la chompa y con la correa bien sujeto por debajo de sus brazos, y empieza a descender.
 
13. La cabeza
erguida
 
Cuando llegan al suelo, la mamá y la hermana lo abrazan y envuelven en sus abrigos, porque le castañetean los dientes y no puede estarse en pie.
 
– ¡Guau! ¡Guau! ¡Guau! –Salta Valiente.
 
E inician el camino de regreso a casa. Rodrigo turnándose en las espaldas de su padre, del tío y algunos vecinos a quienes los padres no dejan de agradecer.
La mamá le envuelve los pies. Y la hermana saltando de alegría lleva sus zapatos humedecidos. 
 
Delante va Valiente, como un capitán que avisa que el camino está libre y no hay peligro.
 
Ya en la cocina de la casa, tomando la sopa caliente y sintiéndose bien abrigados, Rodrigo dice, mirando a Valiente, que está sentado pero con la cabeza erguida:
– Si no hubiera sido por Valiente yo me hubiera muerto.
 
14. Lleno
de caricias
 
Todos voltean a mirar a Valiente, al que le brillan de orgullo los ojitos. Y asienten moviendo la cabeza.
 
– ¡Sí! –Recalcan todos–. Valiente se ha portado corno un verdadero valiente.
Entonces la hermana va y trae una bolsa de galletas, que abre y deposita en el plato del bravo perrito.
 
La mamá trae un rico postre de frambuesa. 
 
Valiente agradece a todos con sus ojitos y mueve la cola.
 
El papá va y trae su pipa, le enciende un poco de tabaco y le da a probar una chupada, que hace toser a Valiente. 
 
De todos modos, nuestro héroe agradece sacando su mejor sonrisa y saltando a los brazos de Rodrigo, que lo llena de caricias.
 
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