miércoles, 23 de octubre de 2013

23 DE OCTUBRE: LA GESTA DE LUIS DE LA PUENTE UCEDA - FOLIOS DE LA UTOPÍA: HAY HOMBRES QUE SUELEN CAMBIAR LA HISTORIA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2013 AÑO
EVANGELIO VALLEJO DE LA SOLIDARIDAD
Y UNIVERSALIDAD DEL MUNDO ANDINO
 
OCTUBRE, MES DE LA SALUD,
LA ALIMENTACIÓN, LA GESTA
DE ANGAMOS; VIDA Y EJEMPLO
DE MARIO FLORÍAN Y LUIS
DE LA PUENTE UCEDA
 
 
*****
 
23 DE OCTUBRE
 
 
LA GESTA
DE LUIS DE LA
PUENTE UCEDA
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
HAY HOMBRES
QUE SUELEN CAMBIAR
LA HISTORIA
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
"Tienen ustedes razón de creer
en Luis de la Puente Uceda
porque ese tipo de hombres
suelen cambiar la historia"
Jean Paul Sartre
 
 
1.
 
Luis Felipe de la Puente Uceda, nació el 1 de abril del año 1926 en Santiago de Chuco. Cumpliría entonces a la fecha 87 años de edad, quien fundó y lideró el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, levantándose en armas el 10 de junio del año 1964 en tres frentes de combate: "Pachacútec" en el Cuzco, "Túpac Amaru" en el centro, "Manco Cápac" en el norte y la columna "César Vallejo" preparada para insurgir en Pataz, en el Departamento de La Libertad. 
 
Al declararse en guerra lo hizo vistiendo uniforme militar y siguiendo las convenciones internacionales en cuanto a alzamientos de insurgencia. Luis Felipe dirigía personalmente el frente Pachacútec en Mesa Pelada, en el valle de la Convención, en el Cuzco, donde cayó acribillado junto a su comando de campaña, el 23 de octubre del año 1965. Dejó escritas obras de análisis político, socioeconómico, de estrategia militar, como su tesis titulada  y un libro de parábolas titulado "Cuentos revolucionarios".
 
2.
 
Cantaba con voz ardorosa en las serenatas, amaba las fiestas costumbristas, era devoto del apóstol Santiago el Mayor, defendía románticamente que la andina y dulce Rita inmortalizada por César Vallejo en su poema "Idilio muerto" fue su madre, Rita Uceda.
 
Quien antes de incursionar en Mesa Pelada viajó a despedirse de su pueblo al cual amó entrañablemente, donde después de escuchar a sus subalternos ufanarse de haber besado a algunas muchachas les habló toda una noche acerca de la pureza en el amor.
 
Quien antes de enfrentarse contra un ejército quinientas mil veces superior en armas, tropas y pertrechos se despidió amorosamente de su esposa, de su hijo Juan Ernesto, de apenas un año y seis meses y de su hija, María Eugenia, aún en el vientre de su madre y por nacer.
 
Conté en uno de mis libros un pasaje de su vida de estudiante de la Universidad de Trujillo. Hela aquí:
 
 
LA CASA
Y LAS AVES
 
 
 
1. Petición
insólita
 
La primera vez que Luis Felipe de la Puente Uceda cayó preso y salió libre, la orden de libertad estaba lista para que saliera el día sábado, pero él extrañamente pidió recién salir el día domingo. 
 
Pidió pasar un día más en la prisión. Esto causó extrañeza y desasosiego. Fue considerada una actitud muy sospechosa. 
 
Era una petición insólita e inesperada. Se consultó sigilosa y disimuladamente hasta las más altas esferas del gobierno. 
 
De este modo se supo que era temido, sea que esté adentro sea que esté afuera de la cárcel. 
 
Incluso más
 
 se le temía adentro por su ejemplo moral. Y es que estando dentro la población del penal estaba en guardia para defenderlo.
 
Cuando escuchaban ruidos en la noche y se sospechaba que lo venían a llevar para matarlo, y decir que trató de huir o de escapar.
 
Para eso todos los presos tenían escondidas dos piedras que hacían chocar una con otra. Y así retrocedían. De esta manera lo cuidaron todo el tiempo.
 
2. Reforzaron
la guardia
 
– ¿Qué se propone? –Se preguntaba el comandante–. ¿Cuáles son sus planes e intenciones? –Y se pusieron a especular.
 
– Estos subversivos siempre están maquinando algo, que casi siempre resulta muy peligroso. –Apostrofó el Alcaide.
 
– Pero es mejor tenerlo dentro, para saber qué hace. Solo que hay que vigilarlo. –Acotó el capitán.
 
– ¡Pues entonces que se quede! Pero, eso sí, en vela toda la noche, cuidando el mínimo de sus movimientos, y sobre todo cada celda.
 
Reforzaron la guardia. Y no durmieron los sesentaiseis custodios asignados a ese penal.
 
Todo transcurrió con normalidad. El día domingo tampoco se apuró en salir temprano. Acomodó pacientemente su ropa. Y recién salió a eso de las nueve de la mañana.
 
Él sabía que a esa hora su madre estaba escuchando misa en la iglesia catedral de la ciudad. Ese era un rito infaltable. Era religiosa esa asistencia. Y él bien lo sabía.
 
3. ¡Son
libres!
 
A nadie de sus amigos avisó la hora exacta en que calculó salir.
 
Ya libre llegó a su casa y sigilosamente entró. Ni siquiera ingresó a la sala ni al comedor ni a la cocina, sino que fue directo a la primera pajarera del jardín. 
 
Jaló la aldaba de la inmensa jaula y abrió de par en par la puerta. Luego pasó a la huerta en donde estaba la más grande de las pajareras. 
 
El bullicio de los pájaros, suponiendo que se le llevaba comida, fue ensordecedor. Igualmente abrió la puerta de par en par y descorrió los pestillos de las ventanillas. 
 
Y así lo hizo con cada una de las jaulas que había por los contornos. Todas las abrió para que las aves escaparan.
 
En ellas había pájaros que habitaban encerrados y presos desde hacía años, meses, semanas y días. Desde que habían nacido.
 
– ¡Fuera! ¡Váyanse! ¡Son libres! –Les decía.
 
¿Cuántas aves había en esos calabozos aparentemente amables e idílicos? ¡Muchísimas!
 
4. Viejas
y adustas jaulas
 
A todas las dejó libres. E incluso a algunas tuvo que entrar, cogerlas con sus manos y echarlas a volar para que se fueran. 
 
Delicadamente los nidos los fue poniendo en lo alto de las tapias. Otros los colocó en los aleros y en los tejados.
 
A todas liberó.
 
Sabía que estando su madre en casa nunca hubiera podido hacerlo porque ella se hubiera interpuesto, sin que él pudiera abrir puertas ni ventanas de sus prisiones aparentemente doradas. Todavía tuvo tiempo de alentarlas con los brazos para que se fueran.
 
Al volver, su madre encontró revoloteando decenas y centenas de pájaros en los muros de entrada, en los balcones, en el alfeizar. Otros atolondrados o felices entraban en las habitaciones. Lo encontró como un buen augurio.
 
Pero no los relacionaba aún con aquellas que durante años habían permanecido dentro de sus viejas y adustas jaulas y pajareras. Nunca se hubiera imaginado que ahora habían sido liberadas.
 
5. Abiertas
de par en par
 
Más bien, fue inmensa la sorpresa y alegría de encontrar a su hijo querido ya en la sala, cenceño, barbado y con la mirada de un brillo fulgurante en los ojos. 
 
Se abrazaron largo rato y ella volvió a sollozar sobre sus hombros.
 
Lo sintió esta vez un hombre fuerte, gigantesco, inmenso. Sintió esta vez que había parido un hijo que era inhiesto y total como una montaña.
 
– ¡Hijo! ¡Hijo mío! ¡Por fin, estás aquí!
 
Pero en eso vio pájaros que estaban parados en los marcos de los cuadros.
 
Pájaros que estaban sobre los adornos del recinto y que recién descubría que tenían trinos propios y sutiles, y vuelos rasantes. Y no el alboroto de las jaulas.
 
Se asomó a la ventana y desde allí descubrió las puertas y ventanas de sus pajareras abiertas de par en par.
 
6. Presas
desde niño
 
– ¡Dios mío! Están abiertas las puertas de las pajareras. Las aves han escapado. ¡Hay que cerrar las ventanas!
 
Él la sujetó fuerte en sus brazos y le dijo:
 
– He sido yo madre quien las ha abierto.
 
– ¿Qué?
 
– Yo he abierto las pajareras y las jaulas.
 
– ¡Por qué, por qué lo has hecho, hijo mío!
 
– Madre, la prisión es horrenda. Sabiendo que hay presos en esta casa no hubiera podido ni siquiera visitarte, ni vivir un asolo día, ni siquiera quedarme un solo instante a tu lado. Perdóname.
 
– ¡Dios Santo! 
 
– Madre, Estar preso es estar muerto. Cuando me vencía el desaliento me mantenía solo una idea que tenía que cumplir y que me salvaba de toda depresión, cual era liberar estas aves que he visto desde niño y que recién me doy cuenta que estaban presas desde aquellos tiempos.
 
7. Un
libertador
 
Su madre, no sabía por qué, pero más se aferraba y se hundía en sus brazos.
 
– Pero no llores mamá. Tú eres creyente. Dios hizo libres a las aves. Y yo te juro no hubiera podido vivir mamá en esta casa sabiendo que hay encarcelados. 
 
– ¡Ay, Dios!
 
– Dime, madre qué debo hacer para compensar todo esto, para pagártelo por cada uno que ha volado. ¿Cuánto valen? Dime ¿qué sacrificio debo hacer? Por más grande que él sea yo lo haré, a fin de que esto no te entristezca. Qué trabajos debo cumplir y yo lo hago. Pero no podría haber vivido a tu lado, madre, sabiendo que hay aquí prisioneros.
 
– Lloro hijo porque de niña soñé que las aves revoloteaban en la sala y en los muros de mi casa, y creía que enjaulándolos cumplía con ese sueño. Y es más bien que era para que un día tu alma y corazón, ¡que ahora siento inmenso y fuerte como un río, fueran libres!
 
Luis de la Puente Uceda así como liberó a las aves de la casa de su madre, repartió también todas las tierras de las haciendas que le tocara como herencia. No retuvo para sí ni un solo palmo de tierra que eran de sus ancestros. Por sus bienes y raíces de su familia él era un oligarca, pero por su emoción y su conducta se volvió un hombre del pueblo un libertador de hombres y de aves y un héroe popular.
  
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Y PRESENCIA:
 
PRESENTACIÓN DE
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ADAPTADA PARA DANZA MODERNA
POR ARMANDO BARRIENTOS
 
MARTES 29 DE OCTUBRE, 7.30 P.M
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PRESENTACIÓN
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ALHELÍ,
DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
COMENTARIOS:
JULIO YOVERA
 
HOMENAJE
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SÁBADO 2 DE NOVIEMBRE 6 PM.
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CONDUCCIÓN GENERAL:
– RAMÓN NORIEGA TORERO
– MANUEL RUIZ PAREDES
 
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ADHESIÓN
Y PARTICIPACIÓN
 
PRESENTACIÓN
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TESTIMONIO PARA MICAELA
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COMENTARIOS:
 
VIVIANA GOMES
RICARDO DOLORIER
DANILO SÁNCHEZ LIHON
 
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ERNESTO TOLEDO BRUCKMANN
 
CASA DE LA LITERATURA PERUANA
MIÉRCOLES 13 DE NOVIEMBRE. 6. 30 P.M.
 
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