domingo, 1 de septiembre de 2013

1 DE SEPTIEMBRE: DÍA DEL ÁRBOL - FOLIOS DE LA UTOPÍA: EN LOS ÁRBOLES ESTÁ NUESTRO DESTINO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina


2013 AÑO

EVANGELIO VALLEJO DE LA SOLIDARIDAD

Y UNIVERSALIDAD DEL MUNDO ANDINO


SEPTIEMBRE, MES DE LA PRIMAVERA,

DE LOS DERECHOS CÍVICOS

DE LA MUJER, EL NIÑO Y LA FAMILIA


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IMÁGENES DEL I FESTIVAL

DE LA DANZA DEL PALLO TRADICIONAL

EN EL XIV CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

EN SANTIAGO DE CHUCO

CUNA DEL VATE UNIVERSAL


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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA


VALLEJO

EN EL ALMA


RECITAL DE

FREDERIK

SOTOMAYOR CARRANZA


MIÉRCOLES 2 DE OCTUBRE

6.30 PM.

CASA DE LA LITERATURA PERUANA

ANTIGUA ESTACIÓN

DESAMPARADOS


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PRESENTACIÓN

DEL LIBRO DE POESÍA


ALHELÍ


DE

DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


SÁBADO 2 DE NOVIEMBRE

6 PM.

CASA DE LA LITERATURA

PERUANA. ANTIGUA ESTACIÓN

DESAMPARADOS


7.30 PM.

AULA CAPULÍ


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CONVOCATORIA


XV ENCUENTRO INTERNACIONAL

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

TELÚRICA DE MAYO, 2014


LIMA:

MARTES 20

Y MIÉRCOLES 21


TRUJILLO

JUEVES 22


SANTIAGO DE CHUCO

VIERNES 23

SÁBADO 24

Y DOMINGO 25

DEL MES DE MAYO


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http://spanport.byu.edu/faculty/GarciaM/new/CapuliXV.htm



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Teléfonos Capulí:

420-3343 y 420-3860

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CALENDARIO

DE EFEMÉRIDES



1 DE SEPTIEMBRE



DÍA

DEL

ÁRBOL



Piscobamba
FOLIOS

DE LA

UTOPÍA



EN LOS ÁRBOLES

ESTÁ NUESTRO

DESTINO




Danilo Sánchez Lihón



Buscando una sombra

plantamos un árbol

que guarda en su tronco

la savia mejor.

Y allí protegidos

por verde follaje

que brote del alma

la dulce canción.

Canción al árbol



1. Cogidos

de las manos


– Hijo. Anda a Santiago de Chuco y vende los árboles que hay en nuestra chacra para que aquí o en cualquier sitio puedas labrarte un porvenir.

– Con eso puedes viajar a Lima y ha de servirte para que te instales ahí y abras un negocio.

– Porque, ¿qué haces aquí? ¿Cuál va a ser tu destino? ¡Tienes que labrarte un porvenir!

– ¿Cómo cuántos árboles habrán, papá?

– Quizá 300, o quizá 500, o más. Y hay otros esparcidos por los contornos. O crecidos por donde viene la acequia. Pero hay todo un bosque. Y son árboles de más de cien años heredados de mis padres Y mis padres de mis abuelos. Muchos señalan el cerco de nuestros linderos.

– ¿Tantos son?

– Quizá son más. Qué ¿no te acuerdas?

– No.

– ¡Pero si ahí tú has nacido y jugado de niño! Son árboles centenarios. Los plantó tu bisabuelo; vio crecer a tu abuelo, me han visto crecer a mí. Y también te ha dado sombra a ti, de chiquillo.

– Y, ¿a cómo hay que vender cada árbol?

– El precio lo averiguas tú ahí. Son árboles de grueso tronco, como ya no hay en la zona. Cuatro hombres, estirando los brazos y cogidos de las manos no alcanzan a rodear su base.


2. En sus ramajes

el viento


– ¿Cuántas cargas de leña saldrán de cada uno? 80, o 120, ¡no sé! ¡Pero será una fortuna!

– ¿Así?

– ¡Anda! Servirán para que te traces un porvenir en la vida, hijo. –Le dijo don Víctor, su padre.

Por eso, Luis viajó hoy a Santiago de Chuco.

Haciendo cálculos y solo vendiendo a 100 soles cada árbol. Pero su precio debe de estar a mucho más–, tendrá una bolsa de viaje que será suficiente para instalarse y hacerse un porvenir en Lima. Quizá alcance incluso para comprarse un departamento en un edificio situado en un distrito distinguido. ¡Y hasta un auto!

No hay duda, los viejos han sembrado para que nosotros cosechemos. Es que a nosotros nos ha tocado una realidad distinta y difícil. ¡Ya no podemos hacer nada!

Él recuerda que la mayoría son árboles añosos, gigantescos e imponentes. ¿Su papá habrá contado también aquellos que se elevan hacia los terrenos altos? Creo que no. Creo que entonces deben ser muchos más.

En sus ramajes el viento hace un rumor tanto de noche como de día de un río caudaloso e indomeñable.


3. ¡Consuelo

nos han dado!


– Creo ahora que la cantidad es mayor. ¡Por supuesto! La finca es grande. Habrá por lo menos 500 o quizá mil árboles. A 100 soles cada uno –¡y estoy seguro que pagarán mucho más!–, y si solo fueran 300, arroja ya 30 mil soles. Con eso he de luchar como sea en Lima.

Ya en Santiago de Chuco, con el aroma a manzanilla, eucalipto y cedrón llenando sus pulmones, pide que Daniel, su primo, lo acompañe hasta Cachulla, temiendo no acordarse del camino.

Es una peregrinación, en la cual cada punto del camino le trae una evocación: el cerco de pencas, la peña de enfrente, este recodo en el río le rememora mil vivencias ocurridas en su infancia. ¡El rumor del viento en el bosquecillo de la quebrada! Cierra los ojos, y ¡qué paz!

Viejos alpartidarios salían a recibirlo. Lo abrazan con beneplácito, entusiasmo y hasta veneración. Lo invitan a comer, le traen huevos pasados, papas amarillas sancochadas, habas verdes que le dejan su sabor dulzón en la boca y en el alma.

A todos invita a venir por la tarde cerca a la poza porque va a vender los árboles.

– Son árboles que se plantaron hace más de cien años.

– ¡Así es niño! ¡Desde que nacimos sombra y consuelo nos han dado sin faltar un día!

– ¡Pero todo acaba!

– Todo tiene fin. O cambia.


4. Así vale

pué niño


Empieza por el borde, escogiendo uno de los árboles más grandes y coposos y poniendo la mano en su tronco, expresa.

– He venido a vender los árboles, que como ven, son inmensos.

– Así es, niño. Gracias. Así es.

– Haber, ofrezcan, pues por este. ¿Cuánto vale un árbol así? –Dice y levanta los ojos hacia su espléndida copa y después mira los rostros candorosos, unos ya arrugados, otros con huellas de sufrimientos y reveses, otros aún lozanos, pero todos transparentes, sencillos y plenos de cariño.

– Veinte centavos yo ofrezco.

– Yo también veinte ofreceré pue; todo por ser usted, niño que ha venido.

– ¿Veinte qué? –Pregunta Luis, quien cree no haber entendido bien la propuesta.

– Veinte centavos. –Dice otro claramente desde el fondo.

– Yo también ofreceré veinte centavos. Aunque está caro pagar ese precio.

– ¿Veinte centavos? –Duda Luis–. ¿Una peseta por cada árbol?

–    Así vale pué niño.


5. ¿En esta moneda

hay cinco árboles?


Aún, todavía creyendo que no había entendido bien, saca todas las monedas que tiene en el bolsillo a fin de encontrar siquiera una de veinte centavos para mostrarla, pero no la encontró.

Cogiendo una moneda de a sol que apenas sirve para comprar cinco caramelos se acerca a preguntar:

– ¿Aquí, en esta moneda, hay cinco de estos árboles?

– ¡Cinco árboles hay pué, niño! –Responden con alegría, contentos de haber podido sacar bien la cuenta.

– ¿Así cuesta un árbol aquí? –Pregunta anonadado a Daniel, su primo que lo ha acompañado y que permanece de pie a su costado.

– Sí, primo. Así cuesta aquí un árbol –Le responde lleno de confianza.

  El viento se columpia seguro de las ramas de aquellos apus tutelares.

El follaje se mece dejando ver el añil del cielo. Cruzan bandadas de loros y torcazas por la copa de esos árboles centenarios.

– ¿Veinte centavos? ¿Veinte centavos? ¿Este árbol gigantesco y venerable cuya copa llega a las nubes apenas vale veinte centavos?

– ¡Así vale, niño!


6. Yo también

le firmo


– ¿Y cuánto cuesta una carga de leña en el pueblo de Santiago de Chuco? –Dice haciendo un esfuerzo de razonamiento.

– Tres soles puesta en el pueblo.

–    Y, ¿entonces...? ¿Por qué va a costar tan barato un árbol?

– Tres soles cuesta, pero ¿quién tumba el árbol? ¿Y entre cuántos? ¿Y durante cuántos días? ¿Y cuánto cuesta cortar con hacha un árbol así?

– ¿Cuántos días, semanas y meses hay que sudar de sol a sol para convertirlo en rajas de leña?

– ¿Y dónde se afilan las hachas? ¿Y cuánto de jornal hay que pagar?

Y después llevarlo en burros, que hay que alquilar hasta el pueblo?

¡No sale a cuenta! ¡Trabajo y gasto es, niño!

– Aquí así cuesta un árbol. ¡Y menos todavía!

– Entonces, ¿qué dice usté? –le preguntaron sacándolo de sus reflexiones y de su estupor.

– Bueno, pues. ¡Qué vamos a hacer!

– Yo escogeré uno. Y aquí le firmo este papelito por una peseta para cuando vuelva otra vez, porque aquí dinero no hay, dinero aquí no tenemos.

– Yo también le firmo. ¡Aquí no usamos plata!


7. Una peseta

por cien años de vida


Ensimismado, recogió o pusieron en sus manos un montón de papelitos medio amarillentos que introdujo ensimismado en un bolsillo.

 En el camino de regreso los papelitos se fueron deshaciendo en sus manos de tanto estrujarlos.

Los últimos los soltó en una poza translúcida en donde quedaron flotando.

En esos papelitos estaba contenido todo el rumor del viento y el color del cielo de Santiago de Chuco. Y el porvenir próspero que había soñado labrarse en Lima.

¡Sobre todo esta última perspectiva, sugestiva y halagüeña! Por la tarde cogió el ómnibus de regreso rumbo hacia Trujillo.

– ¡No puede ser! –Seguía pensando–. ¿Veinte centavos por una vida de 100 años y más?

– Señor, su boleto, por favor.

– Aquí está.

– Gracias.

– Hay algo que no funciona en este esquema. Elucubra obsesionado.

– ¡Veinte centavos! ¿Una peseta por cien años de vida que tiene un árbol?


8. La góndola

se detuvo


Era cierto, en esos árboles estaba el sol de cada día; escarchado el fulgor de los plenilunios; decantada la savia de la tierra; palpitantes las noches estrelladas.

Estaba todo el universo. ¿Y todo ese universo lo había reducido a un negocio? Y si alcanza para más: ¿a comprar un departamento en un edificio?

¡Ahí está el equívoco! ¡Ahí está el error! –Dijo saltando de su asiento.

– ¡Baja! ¡Baja, por favor! ¡Bajan!

– ¡Me he equivocado de mundo! ¡Eso pasa! He querido transplantar un mundo y sustituirlo por otro. ¡Y eso no funciona! ¡Ese es el problema! Vender los árboles para vivir en Lima. ¡Ese es, pues, mi equívoco!

– ¡Bajo, por favor! ¡Bajo del ómnibus!

– Pero, ¿va a quedarse aquí? ¿En esta puna? ¡Aquí hace frío, señor! Le congelará el viento. ¡Es puna, señor! ¡Se puede morir!

– ¡Bajo, he dicho!

La góndola se detuvo y se apeó en plena jalca. Y se puso a caminar animoso. Pronto apareció un vehículo que por ahí pasaba y que lo recogió rumbo a su pueblo.


9. Un porvenir

promisorio


Otra vez llegó a Santiago de Chuco y se encaminó a Cachulla.

– ¿Puedo desistir de la venta? –Dijo a los campesinos–. ¿Puedo rectificarme? ¡Ya no quiero vender los árboles!

– ¡Claro!

– ¡Cómo no, niño! Lo habrá usted pensado mejor. ¡Bien hecho!

– ¡Tanto han esperado los árboles que pueden seguir esperando!

Esa noche se quedó a dormir en una choza del bosque.

– ¡Era cierto!

Contempló la noche estrellada. Escuchó los ruidos cercanos y distantes del valle y la quebrada.

Esa noche los árboles le revelaron una sabiduría milenaria.

Decidió que tenía que volver y edificar el mundo desde aquí, con todo lo genuino del universo.

¡Y ahora mismo!

Decidió vivir aquí y ahora él mismo es un árbol que cuenta historias que se proyectan y sumergen en un porvenir promisorio e infinito.


10. Llora

rocíos


Hoy es Día del Árbol, y él está invitado a la escuelita del lugar, donde los niños le cantan:


Es el árbol un buen amigo

que nos obliga la gratitud

nos da leña, nos da abrigo

nos da cuna y ataúd.

A su sombra las ovejas

se congregan en tropel

en sus ramas las abejas

cuelgan panales de miel.

Los pájaros arquitectos

al árbol van a trazar

sus complicados proyectos

de nidos para empollar.

Al árbol va la chicharra

a templar su mandolín

y el jilguero en son de farra,

le desafina el violín.

Ausencias de quien adora,

dice el viento una canción

al árbol que luego llora

rocíos de compasión.

 
 Texto que puede ser reproducido

citando autor y fuente


Teléfonos: 420-3343 y 420-3860


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