miércoles, 12 de diciembre de 2012

12 DE DICIEMBRE: DÍA MUNDIAL DE LA RADIO Y TELEVISIÓN A FAVOR DE LA INFANCIA - PLAN LECTOR: AVISO DE SERVICIO PÚBLICO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
DUELO DE LA PALABRA
HECHA VERDAD Y BELLEZA
HA MUERTO LA ESCRITORA
PARA NIÑOS ROSA CERNA,
HEBRA DE SOL Y OVILLO DE LUNA
 
 
HOY 12 DE DICIEMBRE, 2012,
A LAS 11 DE LA MAÑANA
SE CREMARÁN SUS RESTOS
 
CALENDARIO
DE EFEMÉRIDES
 
12 DE DICIEMBRE
 
DÍA MUNDIAL
DE LA RADIO
Y TELEVISIÓN
A FAVOR DE
LA INFANCIA
 
PLAN LECTOR,
PLIEGOS
DE LECTURA
 
AVISO
DE SERVICIO
PÚBLICO
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
1. Yo asiento
fervoroso
 
– Pablo se ha puesto grave. –Escucho lamentarse a mi madre.
Corro a la casa de Pablo. Encuentro en el corredor a Graciela, su hermana menor, pálida y llorosa.
Entramos al cuarto.
– Nos iremos a Lima. –Le dice a Pablo doña Carmen, y lo acurruca pasando un pañuelo por la frente afiebrada. Él apenas se mueve.
– Un favor mamá. –Balbucea.
– Sí, hijito.
– ¿Podría ir Fredy con nosotros?
Me mira Doña Carmen. Yo asiento fervoroso, moviendo la cabeza.
Y volviéndose le responde.
– Hablaré con sus papas, a ver si es posible.
– Yo también trataré de convencerlos. –Agrego.
 
2. Siento
que se hace el fuerte
 
Al otro día el ómnibus se detiene en la esquina de la casa, bufando por la fuerza que ha puesto en subir la cuesta. Mi papá y otro vecino alzan a Pablo y lo acomodan en un asiento. Junto a él se arregla doña Carmen.
– ¡Fredy! –Me llama muy despacio Graciela, con sus ojos lentos, sus largas trenzas y su vestido leve–.Es para ti. –Dice y me alcanza una envoltura que ha tenido escondida.
No me deja que le ataje unas lágrimas que corren por sus mejillas. Y se las enjuga con el dorso de la mano.
– ¡Vuelvan pronto! –Musita.
Subo y tomo asiento muy cerca a Pablo y doña Carmen. Mi padre me palmea el hombro.
– Anda con cuidado, hijo. –Me recomienda, y en su voz siento que se hace el fuerte–. Sé útil, y ayuda en todo.
– Sí, papá, gracias.
 
3. Se enjugan
los ojos
 
EI ómnibus arranca y por la ventana desfilan los aleros de los techos y el remate de las curahuas donde crecen malvas, clavelinas y tunales florecidos que se recortan sobre las huertas y el paisaje verdecido.
Ya quedaron atrás las puertas y los balcones de las últimas casas. Se dibujan a lo lejos caminos amarillos, bosques de eucaliptos, muros blancos de casas de campo levantadas al costado de la carretera.
El ómnibus empieza a trepar poco a poco la cordillera. Una emoción intensa nos embarga a todos al ver desde lejos a nuestro pueblo sumido en la hondonada.
Debajo de esas techumbres ocurren las alegrías como las penas, se tienen ilusiones como suceden los desengaños. Y hacia lo alto en la colina el cementerio donde mora algún ser querido ya muerto.
Las mujeres se enjugan los ojos con la punta de sus rebozos y los hombres con el borde de sus ponchos. 
 
4. Ahora
llueve
 
Pronto bordeamos cerca de unas lagunas heladas donde el agua de los chorrillos se cubre de escarcha en torno al ichu de los pajonales.
Pasamos luego por el asiento minero de Shorey, con relaves que parecen inmensas lagunas de cemento y grava, donde no sobrevuela ni una avispa, menos un pájaro, con tajos abiertos a la tierra, pampas rectilíneas intrincadas de postes, canales, torreones e instalaciones eléctricas.
– Estas son casas de los gringos. –Dice una señora que va a mi lado, señalando unas cajitas multicolores parecidas a cuentos de hadas, alineadas una tras otra al fondo de la neblina. Con torres y almenas parecidas a castillos encantados tras el paisaje de invierno.
Unas niñas y niños bellos, colorados como melones y con el pelo amarillo como espigas, juegan con sus bicicletas dentro de esos muros dorados pero cercados por alambres de púas.
– Son hijos de los gerentes norteamericanos.
Ahora llueve aunque es mediodía. Y en el vidrio golpean las gotas de lluvia que resbalan en canaletas por entre las latas del vehículo.
 
5. Correr
veloz
 
Me acuerdo entonces de la envoltura de Graciela y la abro con disimulo.
Adentro hay un pañuelo bordado, con ramas en las esquinas de donde se desprenden hojas y entre ellas flores disparejas de colores azules, amarillos y rojos.
Y doblado un papel escrito con una letra cariñosa e ingenua que dice: “Vuelvan pronto”.
Pero la tinta está empañada, como si le hubieran caído a las letras algunas gotas de lluvia. ¿Habrá llorado? Me pregunto
Disimuladamente, lo guardo en el bolsillo de mi casaca.
Lentamente, ahora, vamos bajando a la costa, venciendo laderas y cruzando puentes sobre un rio caudaloso que a ratos sólo suena en lo profundo de los precipicios.
En Trujillo el ómnibus se detiene a tomar combustible para luego correr veloz por el desierto y nosotros dormimos.
 
6. Olor
a bizcochos
 
Llegamos a Lima casi al anochecer; cuando la ciudad es un estallido de luces y de buses atestados de gente.
Hay autos que corren vertiginosos, letreros luminosos de todos los colores con luces que se deslizan de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo, ¡y que se encienden y se apagan intermitentemente!
Me llama la atención la fila de casas, los postes de luz, el panorama de techos mutilados, de azoteas abruptas, cortadas a bisel en el cielo anaranjado.
Y pienso: Esta es la ciudad de los helados, de la raspadilla y de los pingüinos. Y me pregunto: ¿por qué pingüinos? No sé. De callejones con olor a bizcochos.
En la estación del ómnibus se arremolinan los vendedores de baratijas y los taxistas.
– ¡Adonde va, señora! ¡La llevo! ¡Dígame adónde va! Estamos para servirla, señora.
 
7. ¡Todo
se puede!
 
– Voy a Independencia. ¿Cuánto me cuesta?
– Veinticinco soles vale el taxi hasta Independencia. ¡Está lejitos, señora!
– Muy caro, no puedo pagar tanto.
– Ya vamos por veinte. Deme su maleta, señora.
– ¡Quince soles es lo más que puedo pagarle! He averiguado y me han dicho que ese es el precio.
– Vamos pues señora, ¡qué lo vamos hacer!
– Pero mi hijito no puede caminar. Ayúdeme a alzarlo.
– ¡Cómo no, señora! ¡Todo se puede! Cuando hay cariño y voluntad, ¡todo se puede, señora! Deme la dirección. Así estamos bien. Ahora, vamos
El taxi enrumba por una inmensa avenida, tupida de edificios.
 
8. Cariño
de hermana
 
Conforme avanzamos las casas se van haciendo más y más bajas, hasta casi desaparecer confundidas con la tierra.
– Ya llegamos. Aquí es. –Nos dice el taxista parando junto a una casa de un solo piso, enlucida y pintada de celeste y blanco.
Doña Carmen toca la puerta.
Sale una señora, quien da un grito de alegría.
– ¡Carmen! ¡Hermanita! –La abraza y la besa cogiéndole su cara entre sus dos manos.
– ¡Qué sorpresa más grande, hermanita! ¡Pasen, pasen!
– Traigo a mi hijo enfermo. –Le dice doña Carmen.
– ¡Pasen, por favor!
El cariño de la hermana de la señora Carmen es inmenso y se desvive por darnos lo mejor. Yo duermo en una habitación hacia el fondo, abrigada y apacible.
 
9. Pasan
la camilla
 
Al día siguiente muy temprano, estamos frente al Hospital del Niño.
Médicos, enfermeras y demás personas se mueven de prisa, nadie se detiene ni piensa. Todos parecen saber adónde van y de donde vienen.
Todos circulan como movidos por cuerdas invisibles.
Entramos por Emergencia.
Dos hombres con mandiles blancos se acercan. Abren el auto, echan a Pablo sobre una camilla rodante y lo llevan. Nosotros tenemos que correr tras ellos.
– Esperen aquí. –Nos dicen. Pasan la camilla a un consultorio.
Un joven de lentes se acerca con una carpeta en la mano.
– Nombre del niño..., edad..., padres..., lugar de nacimiento...
 
10. El resultado
es incierto
 
– Que pase. No, ustedes esperen aquí.
Un hospital tiene chimeneas y se parece a un barco que navega lentamente hacia un destino misterioso, con una carga muy leve o muy pesada.
Con niños asustados en brazos de sus madres que los acarician. Deambulan parientes compungidos, empleados silenciosos que entran y salen por unas y otras puertas que se quedan oscilando o temblando.
Después de unos minutos, llaman por el parlante: –Familiares del niño Pablo Portilla acercarse al consultorio 13.
– ¡Pasen! –Nos dice el doctor–. ¿Usted es la mamá? Señora, el niño necesita una operación inmediata. Cada minuto que pasa el problema se complica. Vamos a intentar salvarlo. El resultado de todos modos es incierto. 
 
11. Las heridas
cicatrizadas
 
Doña Carmen se agacha y gime.
– ¡Por favor, doctor, salven a mi hijito! –Implora.
– Vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance. De eso esté completamente segura.
Esperamos en unas bancas de afuera, viendo entrar y salir a médicos y enfermeras.
El tiempo se detiene. Se escuchan todos los ruidos pequeños: el chirrido de las puertas, los pasos de la gente, los latidos de nuestros corazones.
Sentimos el peso de nuestras ropas. Y hasta cómo se abren y se cierran nuestros párpados.
Recordamos cuándo nos hicimos las heridas cicatrizadas en nuestras manos y en nuestros brazos.
 
12. Yo
iré
 
Al mediodía se acerca una señorita y le dice a doña Carmen:
– ¿Usted es la mamá del niño Pablo Aranda?
– Sí, señorita.
– Necesitamos un donante de sangre. Y esta medicina que es urgente. No hay en el Hospital. Es muy escasa. Consígala, como sea. Y lo más pronto que pueda, señora. ¡Es urgente!
– ¡Cómo no, niña!
– Lo más rápido, señora.
– ¿Yo podré donar mi sangre, señorita?–, le ruega.
– Sí. Es lo mejor. Todo depende del análisis que le hagan en el laboratorio. –Contesta.
– Yo iré por la medicina–,digo.
– Sí, anda por favor.
 
13. No sé
dónde estoy
 
Doña Carmen me da dinero, cojo la receta y corro a la primera farmacia que me muestran. "No hay".
Me indican otra que dista algunas cuadras. Voy hacia allá; tampoco tienen. No hay.
Pregunto por una tercera, más lejos. Llego ya agotado. Tampoco tienen. No hay.
Corro a otra, "No hay", "no hay", "no hay", "no hay" "no hay".
Las piernas me tiemblan.
– Niñito, –me dice una señora–.Esta medicina no la vas a encontrar, porque sólo se trae a pedido desde el extranjero. Si es urgente, ándate a la televisión, y pide como un “Aviso de servicio público”. De repente alguien tiene.
Salgo y camino. No sé dónde estoy. Paso por un parque y no puedo resistir las ganas de gritar.
 
14. Se enciende
y apaga
 
– ¡Oye! ¡Qué te pasa! ¡Qué pasa!–, me samaquea un joven con mochila, lentes y un libro en la mano. Al principio no puedo hablar.
– ¡Cálmate! ¡Cálmate! ¿Qué te ocurre? –Dice.
– Han operado a mi amigo y se necesita esta medicina urgente Y no tienen en ninguna farmacia la tiene y me dicen que la única manera de conseguirla es pidiéndola a través de la televisión.
El joven lee el papel, calcula en su reloj, vuelve a mirarme y habla:
– Ven conmigo. Pero cálmate.
Subimos a un ómnibus. La ciudad es un vidrio infinito y sin fondo.
Bajamos en un lugar y señalándome una torre, que se eleva al firmamento con una luz roja que se enciende y apaga en forma intermitente, dice:
– Estoy en el último ciclo, en la universidad. Soy periodista. Aquí queda canal 5 de televisión. Ojalá tengamos suerte.
 
15. Lámparas
fosforescentes
 
Subimos las gradas. Hay dos policías. Nos acercamos a la puerta. Un guardia nos interroga con la mirada.
– Es un "Aviso de Servicio Público". Es para ayudar a este niño a conseguir una medicina. –Explica el joven.
Me miran de pies a cabeza. Después de pensarlo un momento el guardia expresa:
– Justo es la hora del noticiero. Pasa, a ver si tienes suerte.
Entro en una sala oscura. Al fondo brilla un escenario iluminado.
En él hay un mostrador ante el cual unos señores leen las noticias.
Del techo alumbran unas lámparas fosforescentes. Se acerca una señorita y me pregunta qué problema me trae hasta ahí. Le explico. Me lleva a un costado y me pregunta con mayor detenimiento:
 
16. En realidad
millones
 
– ¿Para quién es?
– Es para mi amigo, que lo han operado en el Hospital del Niño.
Otra vez me mira de pies a cabeza y escucho que dice:
– ¿De dónde eres tú?
– Mi pueblo queda lejos. Se llama Santiago de Chuco.
– ¡Ya! ¡Tú mismo vas a pedirlo por televisión! Así como estás. Así está bien. ¿Tienes el nombre del medicamento?
– Sí–, respondo.
– Ven para acá. –Me coloca en un lugar, diciéndome:
– Cuando sientas que te enfocan las luces, y yo te haga señas, tú empiezas a hablar. Y no te vayas a asustar, ¿ah? Ni a tartamudear tampoco, ¿ya? Clarito vas a hablar. Valiente vas a ser, ¿ya? Y en la forma más breve haces tu pedido. Piensa que en ese instante miles de personas te están mirando, en realidad millones te están viendo en los televisores de sus casas. Y tú vas a ubicar a la persona que tiene esa medicina. ¿Entendiste?
 
17. Pueden
llamar
 
Giran las luces y enfocan. Me hacen señas.
– Señores. –Digo–. Busco la medicina DIK REGIDE. ¡Es urgente! Por favor ¡Ayúdenme a salvar a mi amigo, con quien hemos venido a Lima para ver si se cura! Hoy día lo están operando en el Hospital del Niño y los doctores necesitan de la medicina DIK REGIDE. ¡Por favor, si usted la tiene, ayúdennos!
Las luces enfocan después a otra señorita, que dice:
– Si alguien tiene esta medicina: DIK REGIDE, pueden llamar al teléfono de este canal; a los teléfonos: 222900 o bien 2229001. ¡Esperamos su ayuda!
Después me hacen pasar a una sala; donde me siento a esperar, pensando en doña Carmen, en Pablo, en mis papas, en mi pueblo.
 
18. Uno
en un millón
 
A solas me asombro que mis ojos, mi pelo, mi boca y hasta el sonido de mi voz haya volado por los aires de esta ciudad extraña.
Que haya cruzado cerros, mares, abismos entrando luego por los agujeros de las casas para aparecer en cada aparato de televisión. Al rato entra la misma señorita que dice:
– Ha llamado una señora que vive en las Casuarinas. Tiene lo que necesitas. Puedes pasar a recogerlo. Aquí está la dirección.
Salgo con el papel en la mano. Encuentro al estudiante en la puerta que me pregunta:
– ¿Cómo te fue?
–Me han dado esta dirección.–Le informo.
– Solo la televisión puede hallar a uno en un millón. Las Casuarinas, es un barrio de gente rica. ¿Tienes dinero? –Pregunta.
 
19. Otros
trinos de pájaros
 
– Sí. –Le digo.
– ¡Maestro!, –grita, deteniendo un taxi–. Una carrera a Las Casuarinas.
– Suban. –Abre la puerta y subo. El joven, se queda afuera y acercándose a la ventana me dice:
– No te puedo acompañar porque tengo un examen. Pero no te preocupes, te irá bien.
El chofer emprende la marcha.
El auto me deja en una explanada en donde se cierran y abren tranqueras automáticas, con casetas y vigilantes que manejan celulares y aparatos.
Es un lugar en donde todo es distinto, con otro color y otra música, y con otros trinos de pájaros.
 
20. ¡Es
urgente!
 
Me acerco a una puerta con guardianes que lucen uniformes llenos de correas y bolsillos.
– Señor, –le digo–. ¿Esta dirección queda aquí? Es para recoger una medicina.
– A ver un momento, voy a consultar. –Responde.
Coge un teléfono, aprieta unos botones y llama. Alguien contesta, porque mientras conversa él asiente con la cabeza, mirándome.
– Puedes pasar, –me indica–.Pero, aquí no puedes entrar caminando, te despedazan los perros.
– ¡Es urgente! –Le digo.
– Voy a ver si pueden venir a recogerte. –Consulta otra vez. Se demoran en responder.
– Van a venir por ti.–Indica.
 
21. Una ladera
empinada
 
Después de esperar unos minutos, un auto reluciente, da una vuelta en círculo y el portero hace señas para que me acerque.
– Ud. ¿viene por la medicina?
– Sí, señora. –Le digo.
Abriendo la puerta el chofer, que es un anciano, habla sin mirar:
– Suba.
Una niña blanca y hermosa, como la nieve, come un helado en el asiento posterior.
Sonríe y casi no puedo verla porque mis ojos se ciegan con su resplandor.
Sube el auto por una ladera empinada, con casas y jardines que parecen pintados en un lienzo. El auto se desliza como si rodara en las nubes.
Cruzo los brazos. Entrecierro los ojos. Me empino.
 
22. Qué
bien
 
De los muros penden flores que cubren los cercos de espinas. Las casas se esparcen espaciosas por las colinas.
Cada casa con una imagen diferente.
Pero no hay gente. Sólo perros que todo lo miran imponentes y con desprecio.
– Lo esperan en esa puerta. –Me indica el anciano. Salgo, sintiendo que mis pies tienen miedo de pisar estas piedras.
– ¿Vienes por la medicina? –Se adelanta una señora alta y rubia.
– Sí, señora. –Contesto.
– Aquí la tienes. Y, ¿para quién es?
– Es para mi amigo, que lo están operado.
– ¿Para tu amigo? ¡Qué bien que alguien se preocupe así, por un amigo! Llévalo. Que el chofer te acompañe hasta la salida.
 
23. Leve
y translúcida
 
– Mami, –dice la niña–. ¡Voy por Sandra de una vez!
– Anda. –Responde–. Que te lleve el chofer.
Subo. Ella va sentada al lado derecho. El auto desciende.
– ¿Adónde vas? –Me pregunta.
– Al Hospital del Niño.
– Y, ¿cómo irás?
–Tomaré un ómnibus.
– Por aquí no pasan ómnibus. Te iremos a dejar. –Escucho que afirma.
– Muchas gracias. –Atino a decir.
– ¿Cómo te llamas? –Sigue indagando.
– Fredy. –Contesto y callo.
La ciudad se torna leve y translúcida.
 
24. El perfil
de su rostro
 
– Tú, ¿no me preguntas cómo me llamo yo? –Prosigue–. ¡Me llamo Karina! –Grita inclinándose a mis oídos–.¡Karina! –Y ríe.
En el fondo de mi alma sé que se llama "Nieve encantada", "Álamo", "Milagro"“Lirio”. Y así le voy poniendo nombres.
Y mientras a su lado contengo la respiración voy pensando que ella se parece a las garzas que los alucinados antes de morir divisan en las lagunas heladas de los altos pajonales, antes de enloquecer o perder el sentido.
– Aquí es el Hospital. –Indica el chofer.
Abro la puerta y bajo. Me atrevo a mirarla aunque me ciega su luz.
– Muchas gracias–, digo.
Después fugazmente diviso el perfil de su rostro en la ventana.
Lentamente se desliza el auto. Después desaparece veloz por la anchurosa avenida.
Encuentro a doña Carmen en la puerta.
 
25. Y,
al trasluz
 
– ¿Conseguiste, Fredy? –Averigua desesperada.
– Sí. Aquí lo tengo. –Le digo.
– Apúrate. Están preguntando a cada instante.
La enfermera nos ve.
– ¿Trajeron la medicina? ¿La encontraron? ¡Pronto!
Desaparece corriendo. Y yo caigo en una banca, entrecruzándose en mi mente el rostro de Pablo, del estudiante, de Karina. Y, al trasluz, el rostro angelical de Graciela.
Pasan los minutos, o las horas. Sale la misma enfermera y nos dice:
– Ha llegado a tiempo la medicina. El niño está bien. Han tenido suerte, señora. Su hijo ha pasado a cuidados intensivos. Pero está bien. Se ha salvado.
En mis oídos resuena la voz del estudiante: Solo la televisión puede hallar a uno en un millón.
 
POETA Y ESCRITORA ANCASHINA ROSA CERNA GUARDIA EN EL AULA CAPULÍ

SÁBADO 2 DE ABRIL DE 2011
 
Imágenes: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 













 
 
POETA Y ESCRITORA ANCASHINA ROSA CERNA GUARDIA EN EL AULA CAPULI

SÁBADO 2 DE ABRIL DE 2011
 
Imágenes: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
  
Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente
 
Teléfonos: 420-3343 y 420-3860