martes, 2 de octubre de 2012

POESÍA DE RODOLFO ASCENCIO BARILLAS, DIRECTOR DE PRENSA INTERNACIONAL DE ASOLAPO-EL SALVADOR


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INFANCIA

Rodolfo Ascencio Barillas
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Cuando yo era niño jugaba con las estrellas
Y soñaba dibujando doncellas
Y reía con las nubes de tu rostro
Y lloraba con la lluvia de tu cielo
En la alegría de tus ojos,
Yo amaba la belleza de tu anhelo
Y los sueños que volaban en tus noches
Y las nostalgias que pintan las luces bellas
Y los lirios que abrigan tu pecho
Y el lamento de tu eterna primavera.
Yo ame los cerros donde jugábamos
Y los ríos de tus venas
Y los manantiales de tu llanto
Y los viajes de tus inhóspitas tierras
Y a los mundos de tu fantasía.
Yo soñaba con una linda niña
Y con la fragancia de tu aliento
Y con las flores de tus manos
Y la risa que se escucha con el viento
Y el caminar que hoy presiento.
Yo adoré las voces de mi aposento
Y el brillo fulgurante de tu rostro
Y la cascada de tus hermosos cabellos.
Pero el tiempo pasó con tu aliento
Y el recuerdo que se fue de mi lado
Y mi niñez que son destellos de una lejana primavera
Y que también mis pesares añoraron tu silueta
Y Los cielos que besaban tu mejilla
Y las aguas que bañaban tu belleza
Y después de los recuerdos de mi loca agonía.
Yo te amare en el silencio del futuro
Y llorare la ausencia de tus suspiros
Y en los embelesos de tus mortales heridas.
Yo que creí que mi niñez perduraría siempre
Para vivir con dulzura el presente
De bellos recuerdos en el corazón inmanente.
Yo soñé con los árboles de mi casa
Y con las risas de mis hermanos
Y el grito agradable de mis amigos
Y el correr en los exquisitos prados de tus montañas
Y jugar con las doncellas que me amaban
Y esperar los meteoritos del firmamento
Y narrar cuentos que jamás se olvidaron
Y hacer travesuras en avalanchas de ternuras.
Yo era fuerte en las llanuras de mi casa
Y me divertía con el roció de las hojas
Y amaba los regaños de mi madre
Y adoraba los consejos de mi padre
Y la infancia de mi felicidad.
Pero la flor ya se había marchitando
Y pronto llego la feroz adolescencia
Y que me despojo de mi inocencia.
Yo quise abrazar los sueños de mi pecho
Y el viento que juega con mis manos
Y la llovizna que acariciaron mis ojos
Y la magia de mi pulcro corazón
Y la brisa diletante de mi alma
En la infancia de mi eterno recuerdo… 

 

HIJO MIO

Rodolfo Ascencio Barillas

Mira hijo mío la lluvia que cae sobre tu cabeza
Y las pringas que dibujan tus suelos perfumados
Y los lirios que exhalan de tu boca
Y las aguas que transformas con tus manos
Y tus pensamientos que brillan con el fulgor de las estrellas
Y los surcos del sol que alumbran tus caminos
Y las voces de tu amada madre en los solares de tu casa.
Hijo mío tu tienes derecho a todo el amor del mundo
Y de construirte los cimientos de tu futuro
Y de vivir la primavera que acarician tus ojos
Y la belleza de tus hermosos manantiales esplendorosos
Y tienes derecho a un mundo mejor
Y a un mañana colmado de promesas cumplidas
Y de que se te haga justicia en la sociedad
Hijo mío, que naciste de las entrañas del corazón amado
Y vives en los sueños de nuestras almas
Y todo lo que se te ocurre es maravilloso
Y tus mágicos derroteros son los luceros del destino
Y los senderos que iluminan tus albores
Y las auroras que despiertan en tus ocasos
Y las melodías hechizadas a mis oídos
Y tus preguntas son de sabios amaneceres
Y tus respuestas son los mares de alegrías
Y tus soluciones de fértiles montañas
Y eres la nieve que le da belleza a mi existencia
Hijo mío escuha el consejo de mis razones
Y jamás abandones las orientaciones de tu madre
Y cuando te encuentres en las dificultades de la vida
Y no encuentres salidas favorables a tus soluciones
Solo recuerda los consejos de los que te aman
Y de los que quieren el bien para tu existencia,
Pues en el mundo existen cosas buenas en tu inocente vida
Y existen atavíos endurecidos que engañan los ojos,
Hijo mío no olvides la bella infancia de tu niñez
Y las inocentes voces de tus amigos
Y las noches que con los ojos mirábamos los luceros
Y los sueños que forjamos junto en los atardeceres
Y tú linda sonrisa en la alondra de tu pecho
Y tu noble gesto junto a los bellos arroyos
¡Oh! Cuanto te amo en este reposo pulcro
Y en el profundo amor de tu amada madre
Que solo ella te ha amado quizás más que yo
Y si ahora que has crecido, en tus años
Y tienes tus propias decisiones
Y las conclusiones de tu vida
Recuerda que siempre te amare
A pesar del tiempo disipado por la niebla
Y regresa a buscar los tesoros de tu infancia
Y la niñez de tus encantos
Regresa, a la piedra, al llano y a los caminos
A la hierba y a las altas montañas
Donde habitan tus amores
Y donde existe Dios
Hijo mío de mi corazón… 

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ESTAMPAS DE EL SALVADOR 
(Editado por Nalo Alvarado Balarezo)