sábado, 17 de marzo de 2012

PUEDE HABER SUCEDIDO - ESCRIBE ELMER NEYRA VALVERDE, POETA PISCOBAMBINO

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PUEDE HABER SUCEDIDO

Por: Elm Neyra Velarde

(Piscobamba)

*El hijo de Antonio José estudiaba en una academia preuniversitaria. El local estaba a una hora  de viaje, desde su casa. Escogieron ese lugar porque ahí se preparaban los amigos de Gary, el hijo último de Antonio José. Un día comentó Gary que le cobraban un sol cincuenta de pasaje. Un pariente  terció y dijo que podía  responder que su paradero era, mucho más antes del que realmente le tocaría apearse. En ese trance el joven replicó que no debía mentir, pues los controladores le pueden pillar, hasta hay casos de que algunos cobradores tienen una memoria más amplia que la de un disco duro. No valía la pena arriesgarse a una humillación por disminuir el pasaje de un sol cincuenta a un sol veinte. José Antonio quedó satisfecho por la actitud de su hijo. La honestidad se demuestra,  justamente, en estas circunstancias tan sencillas y rutinarias.
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*En Wakitedia, una funcionaria o bibliotecaria, apodada “Mentirrica”, en su sitio de usuario exhibe sus cientos de ‘creaciones’- así llama a las traducciones y maquillajes de artículos que hace-, dice que incursiona en paleontología, astronáutica, que le encanta la música de tal creador musical, que sabe sefardí, sánscrito, que su lengua nativa es el castellano con voseo, que le gusta el café moka, etc., etc., etc. Y tiene un muestrario de sus condecoraciones,  de sus premios por artículos destacados. Toda una vitrina de auto-exhibición, una marquesina de autobombo y… y una jupiteriana autopromoción. Sin embargo, si alguien en una página aparece- y según ellos- lo ha hecho él mismo o lo ha hecho un pariente, es autopromoción, y echan la maldición como cuando el azufre devoró a Sodoma y Gomorra…En otras palabras, la destrucción a la idea o a la palabra, que es el puente comunicacional del siglo XXI. A eso lo llaman la ley del embudo.
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*Me contaron que en la cintura del siglo XX, exactamente en los primeros años cincuenta, se produjeron muchos accidentes en la zona altoandina, en poblaciones que están por encima de  3 200 msnm. En el mes de enero, hubo una tanda inusitada de lluvias, habiendo crecido el caudal de ríos, que destruyó puentes, caminos,  barrió los sembríos ribereños. Había dificultades para desplazarse dentro del ámbito rural. Una crecida de un arroyuelo lo convertía en un río vozarrón capaz de atajarte y no podías continuar tu viaje. Pacarimarca era una población cerca de un río, llamado simplemente Mayu.

En un domingo, una ayudante de casa y una niña, hija de la familia Perales, fueron a lavar ropas al borde del río. Eso era la usanza, todo el mundo hacía igual, lavar sus ropas en el río. La niña Carmen,  apenas de 10 años, nota que se le cae de sus manos, una mantita ya enjabonada de su Virgen de Fátima de la casa. Quiso recuperarla prenda que flotaba como bandera arriada, que  en un instante se acerca a  la orilla. La niña corrió a  atraparla, pero cede el borde carcomido, cuando estiraba su brazo; y ella cae al río. Este la envuelve en su regazo, turbio, bravucón e inesperado. La búsqueda convocó a casi todo el vecindario. Dos kilómetros aguas abajo, quedó varada en un islote. Hasta ahí llego el joven y desprendido profesor, Hugo Bejarano; entró montando en un mulo, a pesar de que la correntada cubría hasta el lomo del cuadrúpedo. Recogió el cuerpo de la malograda criatura y salió bañado por la admiración del resto. Esa acción la  llamaban solidaridad.



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